/ lunes 22 de octubre de 2018

La urgencia ciudadana…

Siempre había sido edificante el poder confiar en que los ciudadanos pudieran de alguna forma marcar el rumbo de las civilizaciones y sus gobiernos. Uno habría sido sumamente optimista, por ejemplo, de resultados electorales como los que se produjeron por una suma de catástrofes el 1 de julio pasado, pues en medio del caos y la formación forzada de una mayoría que supone tener una mayoría en los legislativos, los ayuntamientos, y los gobiernos estatal y federal, se habría gestado el despertar de la conciencia ciudadana y de la sociedad civil que quedó sin asideros en la arena política. Y era no sólo deseable, sino urgente el renacer de la conciencia cívica, sobre todo ante gobiernos de escasa calidad cuya calidad de mayoría les evita tener motivos para elevar el valor de su gestión pública. Es decir, no hay un referente legítimo de exigencia para la eficacia o eficiencia gubernamentales en el nuevo mapa político, por lo que esta exigencia por la calidad gubernamental debiera venir de los ciudadanos.

Esto que podría haberse llamado, más que transformación, resurgimiento de la sociedad civil, parece lejano en tanto, si bien es notorio que la capacidad de organización que ofrecen las redes sociales y los medios de comunicación contemporáneos repercuten de inmediato en reacciones ciudadanas compartidas y bien organizadas frente a abusos notorios de las autoridades (el problema de la falta de agua en Cuernavaca es una sólida evidencia de este argumento(); también es destacable que sólo encontramos ese tipo de reacciones en situaciones que ponen directamente en riesgo a la ciudadanía, mientras que en otros asuntos las opiniones y acciones parecen variar profundamente (como ocurre en el caso de la huelga en la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, que pese a su importancia en la política, economía y el impacto que tiene en el tejido social, no parece capaz de unificar criterios de acción entre los ciudadanos cuyo activismo se mantiene, en todo caso, en la absoluta comodidad pero poca utilidad de manifestaciones en Facebook).

El problema es que este comportamiento es absolutamente esperado, cualquier estudiante de primeros grados de política o comunicación tendría que saber que tradicionalmente, la opinión pública se convierte en acción pública sólo cuando se ve comprometida la seguridad o la cohesión de la comunidad. Es decir, la ciudadanía se comporta exactamente igual a como se esperaba que se comportara en situaciones normales, el problema es que el nuevo escenario político no plantea ninguna condición normal: de hecho, todo en el ambiente apunta a que se inaugura una época complicada en materia política, un escenario en que la ciudadanía deberá fortalecerse y reconstruirse en algo mucho mejor de lo que actualmente es, porque los escasos niveles de participación comprometida, la cantidad de irracionalidades que mueven las modas políticas, y la necedad de muchos sectores que buscan imponer su forma “correcta” de hacer las cosas al resto; sólo son comparables con la incapacidad de los gobiernos para responder a la racionalidad política, a la lógica ciudadana.

Hace muchos meses lo advertíamos, es necesario elevar la calidad de la ciudadanía, hoy lo reagendamos, es urgente, de vida o muerte, construir mejores ciudadanos con capacidad de exigencia, de autogestión; pero también honestos, racionales, con profundidad de miras y cuyo objetivo sea la comunidad o cada una de sus partes, no la colocación propia o se sus huestes en espacios de gobierno. Urgen ciudadanos, debimos tenerlos desde ayer.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Siempre había sido edificante el poder confiar en que los ciudadanos pudieran de alguna forma marcar el rumbo de las civilizaciones y sus gobiernos. Uno habría sido sumamente optimista, por ejemplo, de resultados electorales como los que se produjeron por una suma de catástrofes el 1 de julio pasado, pues en medio del caos y la formación forzada de una mayoría que supone tener una mayoría en los legislativos, los ayuntamientos, y los gobiernos estatal y federal, se habría gestado el despertar de la conciencia ciudadana y de la sociedad civil que quedó sin asideros en la arena política. Y era no sólo deseable, sino urgente el renacer de la conciencia cívica, sobre todo ante gobiernos de escasa calidad cuya calidad de mayoría les evita tener motivos para elevar el valor de su gestión pública. Es decir, no hay un referente legítimo de exigencia para la eficacia o eficiencia gubernamentales en el nuevo mapa político, por lo que esta exigencia por la calidad gubernamental debiera venir de los ciudadanos.

Esto que podría haberse llamado, más que transformación, resurgimiento de la sociedad civil, parece lejano en tanto, si bien es notorio que la capacidad de organización que ofrecen las redes sociales y los medios de comunicación contemporáneos repercuten de inmediato en reacciones ciudadanas compartidas y bien organizadas frente a abusos notorios de las autoridades (el problema de la falta de agua en Cuernavaca es una sólida evidencia de este argumento(); también es destacable que sólo encontramos ese tipo de reacciones en situaciones que ponen directamente en riesgo a la ciudadanía, mientras que en otros asuntos las opiniones y acciones parecen variar profundamente (como ocurre en el caso de la huelga en la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, que pese a su importancia en la política, economía y el impacto que tiene en el tejido social, no parece capaz de unificar criterios de acción entre los ciudadanos cuyo activismo se mantiene, en todo caso, en la absoluta comodidad pero poca utilidad de manifestaciones en Facebook).

El problema es que este comportamiento es absolutamente esperado, cualquier estudiante de primeros grados de política o comunicación tendría que saber que tradicionalmente, la opinión pública se convierte en acción pública sólo cuando se ve comprometida la seguridad o la cohesión de la comunidad. Es decir, la ciudadanía se comporta exactamente igual a como se esperaba que se comportara en situaciones normales, el problema es que el nuevo escenario político no plantea ninguna condición normal: de hecho, todo en el ambiente apunta a que se inaugura una época complicada en materia política, un escenario en que la ciudadanía deberá fortalecerse y reconstruirse en algo mucho mejor de lo que actualmente es, porque los escasos niveles de participación comprometida, la cantidad de irracionalidades que mueven las modas políticas, y la necedad de muchos sectores que buscan imponer su forma “correcta” de hacer las cosas al resto; sólo son comparables con la incapacidad de los gobiernos para responder a la racionalidad política, a la lógica ciudadana.

Hace muchos meses lo advertíamos, es necesario elevar la calidad de la ciudadanía, hoy lo reagendamos, es urgente, de vida o muerte, construir mejores ciudadanos con capacidad de exigencia, de autogestión; pero también honestos, racionales, con profundidad de miras y cuyo objetivo sea la comunidad o cada una de sus partes, no la colocación propia o se sus huestes en espacios de gobierno. Urgen ciudadanos, debimos tenerlos desde ayer.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

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