/ lunes 4 de enero de 2021

Las batallas personales

Tantas líneas le he escrito a la pandemia durante el 2020, intentando informar, con la confianza de mantener la enfermedad a raya, pero en la última semana del año, tocó mi salud y mi vida.

Como muchos de ustedes, considero haberme cuidado, mantuve la distancia de metro y medio, ya no recuerdo hace cuánto saludé a alguien de beso o de mano, tampoco recuerdo cuántas cremas he empleado para mis manos agrietadas por el lavado constante y el uso de gel antibacterial.

Durante meses pude seguir trabajando, con entusiasmo por ser útil en llevar información a la población, con el orgullo y la responsabilidad de estar en un sector que es y será esencial en tiempos de pandemia; así, mis días del 2020 transcurrieron en principio con el miedo de ver lo que pasaba en Asia, Europa o Estados Unidos.

Para cuando la pandemia llegó a México, los primeros meses no parecían tan mortíferos, al menos los hospitales no estaban colapsados y los cementerios no se desbordaban. Eso dio la fuerza necesaria para seguir, el temor nunca dejó de estar presente, seguro ustedes se han preguntado ¿qué pasa si enfermo? ¿Acaso mi organismo lo soportará? ¿Mi familia con todas sus comorbilidades podría salir adelante? Y muchos cuestionamientos sorteados por meses.

Llegó noviembre con el temido rebrote, las cifras de positivos repuntarían para las fiestas decembrinas y la proyección una vez más acertó. A nuestro país le tocó vivir los momentos más críticos en tiempos clave, la Semana Santa y las vacaciones de fin de año.

Mi padre ha sido el más estricto con sus medidas para mantener bien a mi abuelita y agradezco su éxito; lo dejamos de ver por meses y cuando pudimos reencontrarnos lo hicimos con gusto y con una buena rociada de desinfectantes, además del ya obligado cubrebocas . Mi pequeña hermana sabe a su escaso año y medio de edad, realizar un ceremonioso y protocolario paso por el tapete sanitizante, extiende sus manitas para recibir su porción de gel, es muy disciplinada a pesar de pertenecer a esa generación que no ha podido comenzar a asistir a un Cendi y menos convivir con bebés de su edad por el riesgo.

Sin embargo, es innegable que para las familias en México el 24 de diciembre es fundamental y más aún si lo antecede un terrible distanciamiento, vi a mi familia después de librar casi un año de pandemia, fueron momentos de alegría y de ahí, al drama, los síntomas llegaron 24 horas después, desperté con fiebre y el presentimiento me estremeció, acudí a la farmacia para pedir una prueba de antígenos, resultó positiva confirmando mis temores, el virus al cual burlé con medidas preventivas por casi un año, me había atrapado, mi batalla personal estaba por dar inicio.

Una noticia así significa (supongo la mayoría)un impacto frontal contra un muro, llena de incertidumbre por saber cuál será tu suerte ante la enfermedad y peor, por saber si transmitiste el virus a otro. La culpa se apoderó inmediatamente de mí, llamé a mi padre para comunicarle la noticia por su voz seria y pausada, terriblemente pausada, adivino el balde de agua helada queseguramente sintió al saberlo, pero más recuerdo mis oraciones porque no hubiera dispersado ese maldito Coronavirus.

Conmigo Dios fue benévolo, el primer síntoma febril me orientó a tener un diagnóstico oportuno, no volví a ver ni contactar a nadie, mis malestares fueron mínimos, era más el pesar sentimental de ver a mi familia en la zozobra… la pesadilla era a dos días de un brindis en que nos deseábamos salud y prosperidad, nuestra tranquilidad familiar había quedado desnuda ante el fantasma del contagio.

Covid-19 representa una pandemia llena contradicciones, de claroscuros, cuando se trata de prevención todos como sociedad somos un frente común, la corresponsabilidad nos une, pero si el SARS- CoV-2 te infecta, te procura una terrible soledad, tu lucha se vuelve casi individual y sin un tratamiento específico, dependes mayormente de tu organismo, peleas tu propia guerra y en juego está tu vida; por desgracia, mi tía salió positiva y está luchando desde el aislamiento por salir adelante.

Los aprendizajes son mayúsculos; esta tétrica oleada no ha culminado; veo con profunda tristeza a las familias que sigue enlutando esta pandemia; gente fuerte, gente esencial para los suyos sigue muriendo por el SARS-COV 2.

Hoy como nunca, agradezco, apuesto y elevo mis oraciones por tiempos mejores, este 2021, segura estoy que podremos narrar la esperanzadora llegada de las vacunas a Morelos, seguiremos contando historias de la gente y de su éxito ante la adversidad, pero también sepamos, nunca volveremos a ser los de antes; nos faltan muchos y nuestra realidad ha dado un vuelco.

Fui muy afortunada, pero veo con tristeza, muchos no, todavía falta para que esto termine, el riesgo sigue, por tanto veremos a varios aún con la enfermedad; tomemos muy en serio las medidas, cuidemos a nuestros seres queridos, preparemos nuestra mente y nuestro cuerpo para los retos por sortear. Hoy en mi día once, casi del otro lado, valoro estos días en soledad y mi lucha por la vida, vamos a seguir peleando juntos, pero ahora con más decisión que antes.

Tantas líneas le he escrito a la pandemia durante el 2020, intentando informar, con la confianza de mantener la enfermedad a raya, pero en la última semana del año, tocó mi salud y mi vida.

Como muchos de ustedes, considero haberme cuidado, mantuve la distancia de metro y medio, ya no recuerdo hace cuánto saludé a alguien de beso o de mano, tampoco recuerdo cuántas cremas he empleado para mis manos agrietadas por el lavado constante y el uso de gel antibacterial.

Durante meses pude seguir trabajando, con entusiasmo por ser útil en llevar información a la población, con el orgullo y la responsabilidad de estar en un sector que es y será esencial en tiempos de pandemia; así, mis días del 2020 transcurrieron en principio con el miedo de ver lo que pasaba en Asia, Europa o Estados Unidos.

Para cuando la pandemia llegó a México, los primeros meses no parecían tan mortíferos, al menos los hospitales no estaban colapsados y los cementerios no se desbordaban. Eso dio la fuerza necesaria para seguir, el temor nunca dejó de estar presente, seguro ustedes se han preguntado ¿qué pasa si enfermo? ¿Acaso mi organismo lo soportará? ¿Mi familia con todas sus comorbilidades podría salir adelante? Y muchos cuestionamientos sorteados por meses.

Llegó noviembre con el temido rebrote, las cifras de positivos repuntarían para las fiestas decembrinas y la proyección una vez más acertó. A nuestro país le tocó vivir los momentos más críticos en tiempos clave, la Semana Santa y las vacaciones de fin de año.

Mi padre ha sido el más estricto con sus medidas para mantener bien a mi abuelita y agradezco su éxito; lo dejamos de ver por meses y cuando pudimos reencontrarnos lo hicimos con gusto y con una buena rociada de desinfectantes, además del ya obligado cubrebocas . Mi pequeña hermana sabe a su escaso año y medio de edad, realizar un ceremonioso y protocolario paso por el tapete sanitizante, extiende sus manitas para recibir su porción de gel, es muy disciplinada a pesar de pertenecer a esa generación que no ha podido comenzar a asistir a un Cendi y menos convivir con bebés de su edad por el riesgo.

Sin embargo, es innegable que para las familias en México el 24 de diciembre es fundamental y más aún si lo antecede un terrible distanciamiento, vi a mi familia después de librar casi un año de pandemia, fueron momentos de alegría y de ahí, al drama, los síntomas llegaron 24 horas después, desperté con fiebre y el presentimiento me estremeció, acudí a la farmacia para pedir una prueba de antígenos, resultó positiva confirmando mis temores, el virus al cual burlé con medidas preventivas por casi un año, me había atrapado, mi batalla personal estaba por dar inicio.

Una noticia así significa (supongo la mayoría)un impacto frontal contra un muro, llena de incertidumbre por saber cuál será tu suerte ante la enfermedad y peor, por saber si transmitiste el virus a otro. La culpa se apoderó inmediatamente de mí, llamé a mi padre para comunicarle la noticia por su voz seria y pausada, terriblemente pausada, adivino el balde de agua helada queseguramente sintió al saberlo, pero más recuerdo mis oraciones porque no hubiera dispersado ese maldito Coronavirus.

Conmigo Dios fue benévolo, el primer síntoma febril me orientó a tener un diagnóstico oportuno, no volví a ver ni contactar a nadie, mis malestares fueron mínimos, era más el pesar sentimental de ver a mi familia en la zozobra… la pesadilla era a dos días de un brindis en que nos deseábamos salud y prosperidad, nuestra tranquilidad familiar había quedado desnuda ante el fantasma del contagio.

Covid-19 representa una pandemia llena contradicciones, de claroscuros, cuando se trata de prevención todos como sociedad somos un frente común, la corresponsabilidad nos une, pero si el SARS- CoV-2 te infecta, te procura una terrible soledad, tu lucha se vuelve casi individual y sin un tratamiento específico, dependes mayormente de tu organismo, peleas tu propia guerra y en juego está tu vida; por desgracia, mi tía salió positiva y está luchando desde el aislamiento por salir adelante.

Los aprendizajes son mayúsculos; esta tétrica oleada no ha culminado; veo con profunda tristeza a las familias que sigue enlutando esta pandemia; gente fuerte, gente esencial para los suyos sigue muriendo por el SARS-COV 2.

Hoy como nunca, agradezco, apuesto y elevo mis oraciones por tiempos mejores, este 2021, segura estoy que podremos narrar la esperanzadora llegada de las vacunas a Morelos, seguiremos contando historias de la gente y de su éxito ante la adversidad, pero también sepamos, nunca volveremos a ser los de antes; nos faltan muchos y nuestra realidad ha dado un vuelco.

Fui muy afortunada, pero veo con tristeza, muchos no, todavía falta para que esto termine, el riesgo sigue, por tanto veremos a varios aún con la enfermedad; tomemos muy en serio las medidas, cuidemos a nuestros seres queridos, preparemos nuestra mente y nuestro cuerpo para los retos por sortear. Hoy en mi día once, casi del otro lado, valoro estos días en soledad y mi lucha por la vida, vamos a seguir peleando juntos, pero ahora con más decisión que antes.