/ miércoles 16 de junio de 2021

Las omisiones del IEBEM

Nadie podría decir que regresar a clases presenciales en Morelos es precipitado. Las autoridades educativas, el sindicato y los maestros sabían que eventualmente tendrían que retomar la actividad en las escuelas. En general, los padres de familia estaban ansiosos porque sus hijos volvieran a las aulas. Las autoridades sanitarias tenían la conciencia clara de que eso ocurriría.

Las reuniones entre autoridades educativas y representantes del magisterio para organizar la vuelta a las aulas apuntaban a un aparente enorme esfuerzo del gobierno estatal para aterrizar un proyecto de retorno seguro a las aulas, con maestros vacunados, escuelas seguras, y niños a salvo del riesgo de contagiarse de Covid-19.

No fue así, la precipitación para cumplir con una meta impuesta sin considerar lo racional: retomar las aulas a unas semanas de que concluya el ciclo escolar; demuestra un pésimo diagnóstico de la realidad por parte de las autoridades de educación en el estado, además de una obediencia acrítica de disposiciones federales tomadas en escritorios donde se ha ignorado, desde siempre, la problemática escolar local.

Porque el Instituto de la Educación Básica debió tener datos suficientes de las malas condiciones en que se encuentra más del 90% de las escuelas. Lejos de advertir de ello y corregir los problemas, alentó la idea de una vuelta a clases gradual, negoció con el sindicato, pidió a directores de escuelas hacer labor de convencimiento con padres de familia, pero no invirtió nada en la rehabilitación de los espacios educativos donde ahora profes y padres tienen que cooperar para adquirir por cuenta propia los mínimos necesarios para paliar los riesgos.

Ignoró el IEBEM una realidad que ha sido común en el sector educativo desde siempre y de la que muy pocos gobiernos se han ocupado, la deficiente infraestructura. Botones de muestra, en el 2000, Sergio Estrada Cajigal llegó a la gubernatura con una campaña que hablaba, entre otras cosas de las “escuelas gallinero”; en el 2013 y 2014, el SNTE hizo una fuerte campaña sobre las tristes condiciones en que se encontraban cientos de planteles en Morelos; Cuauhtémoc Blanco, durante su campaña, también prometió mejorar las condiciones de infraestructura escolar en el estado, igual habían hecho Marco Adame y Graco Ramírez.

Promesas aparte, la realidad es que menos del 10% de los planteles educativos en Morelos cumplieron con las condiciones sanitarias requeridas para un regreso a clases seguro; decenas de planteles no tienen agua potable, espacios para conservar la distancia, y otras elementales para conservar la salud. La pandemia por Covid-19 nos ha alertado sobre condiciones añejas de insalubridad en las escuelas y que las autoridades debieron conocer y pues eran evidente con brotes de pediculosis, hepatitis, varicela, y hasta gripes simples que llegaron a considerarse como males asociados con la asistencia a las escuelas. Maestros y directivos fueron obligados a normalizar la enfermedad como una derivación irremediable de la convivencia escolar.

El IEBEM no hizo su tarea de rehabilitar las escuelas, incluso cuando tuvo más de un año de planteles vacíos para intervenirlos. Claudicó en su mayor responsabilidad.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Nadie podría decir que regresar a clases presenciales en Morelos es precipitado. Las autoridades educativas, el sindicato y los maestros sabían que eventualmente tendrían que retomar la actividad en las escuelas. En general, los padres de familia estaban ansiosos porque sus hijos volvieran a las aulas. Las autoridades sanitarias tenían la conciencia clara de que eso ocurriría.

Las reuniones entre autoridades educativas y representantes del magisterio para organizar la vuelta a las aulas apuntaban a un aparente enorme esfuerzo del gobierno estatal para aterrizar un proyecto de retorno seguro a las aulas, con maestros vacunados, escuelas seguras, y niños a salvo del riesgo de contagiarse de Covid-19.

No fue así, la precipitación para cumplir con una meta impuesta sin considerar lo racional: retomar las aulas a unas semanas de que concluya el ciclo escolar; demuestra un pésimo diagnóstico de la realidad por parte de las autoridades de educación en el estado, además de una obediencia acrítica de disposiciones federales tomadas en escritorios donde se ha ignorado, desde siempre, la problemática escolar local.

Porque el Instituto de la Educación Básica debió tener datos suficientes de las malas condiciones en que se encuentra más del 90% de las escuelas. Lejos de advertir de ello y corregir los problemas, alentó la idea de una vuelta a clases gradual, negoció con el sindicato, pidió a directores de escuelas hacer labor de convencimiento con padres de familia, pero no invirtió nada en la rehabilitación de los espacios educativos donde ahora profes y padres tienen que cooperar para adquirir por cuenta propia los mínimos necesarios para paliar los riesgos.

Ignoró el IEBEM una realidad que ha sido común en el sector educativo desde siempre y de la que muy pocos gobiernos se han ocupado, la deficiente infraestructura. Botones de muestra, en el 2000, Sergio Estrada Cajigal llegó a la gubernatura con una campaña que hablaba, entre otras cosas de las “escuelas gallinero”; en el 2013 y 2014, el SNTE hizo una fuerte campaña sobre las tristes condiciones en que se encontraban cientos de planteles en Morelos; Cuauhtémoc Blanco, durante su campaña, también prometió mejorar las condiciones de infraestructura escolar en el estado, igual habían hecho Marco Adame y Graco Ramírez.

Promesas aparte, la realidad es que menos del 10% de los planteles educativos en Morelos cumplieron con las condiciones sanitarias requeridas para un regreso a clases seguro; decenas de planteles no tienen agua potable, espacios para conservar la distancia, y otras elementales para conservar la salud. La pandemia por Covid-19 nos ha alertado sobre condiciones añejas de insalubridad en las escuelas y que las autoridades debieron conocer y pues eran evidente con brotes de pediculosis, hepatitis, varicela, y hasta gripes simples que llegaron a considerarse como males asociados con la asistencia a las escuelas. Maestros y directivos fueron obligados a normalizar la enfermedad como una derivación irremediable de la convivencia escolar.

El IEBEM no hizo su tarea de rehabilitar las escuelas, incluso cuando tuvo más de un año de planteles vacíos para intervenirlos. Claudicó en su mayor responsabilidad.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx