/ jueves 2 de septiembre de 2021

Las quejas contra médicos y hospitales

Está de más decir que la pandemia por Covid-19 pega especialmente en el sector salud. El mayor problema de salud pública por el que ha atravesado el estado en las últimas décadas ha dañado la confianza de la población en la política sanitaria, lesiona las relaciones entre médicos y pacientes, y profundiza una crisis que deriva en parte de la corrupción evidente en instituciones públicas de salud, pero mucho más de la escasa y desordenada inversión pública en el sector.

La pandemia ha requerido el heroísmo de médicos, enfermeras y otros trabajadores de la salud. Esta condición es aún mayor dadas las condiciones de precariedad de un sistema de que padece por problemas internos y por el diseño de políticas públicas que han restringido el gasto real en insumos y plazas para el sector desde antes y, peor, durante la crisis sanitaria.

El gobierno federal ha reducido los montos requeridos para la atención a la salud en todo el país, que históricamente eran bastante pobres; pero los gobiernos estatales y municipales tampoco cumplen con fondear hospitales, clínicas y centros de salud. Bajo este panorama resulta por lo menos inexacto, y en la mayor parte de los casos injusto, que la mayor parte de las quejas de los usuarios vayan contra médicos y hospitales que trabajan con los muy escasos materiales, elementos y esquemas de organización propuestos por las autoridades sanitarias.

La atención en los espacios públicos de salud es deficiente por un racimo de problemas originado por la falta de recursos destinados al sector: las fallas graves en la adquisición de medicamentos por un sistema mal orientado de compras consolidadas, la escasez de médicos especialistas, la insuficiente infraestructura para atención a la salud, fallidas campañas de prevención de enfermedades (muchas de ellas derivadas de las omisiones de autoridades estatales y municipales), entre otros problemas que presionan a un sistema sanitario que es notoriamente insuficiente, ineficaz y en muchos casos hasta inoperante.

Frente a estos factores, los hospitales y clínicas del sector salud no han colapsado por la labor heroica del personal adscrito a ellas; pero también porque la población no tiene alternativas reales de atención, particularmente la especializada. Aunque opciones de bajo costo, como los médicos de farmacia, han probado ser un apoyo informal a la excedida demanda de servicios al grado que las consultas en estas opciones ha crecido exponencialmente desde antes de la pandemia; lo cierto es que la demanda de especialistas sigue descubierta para la mayoría de los pacientes. Además, la demanda de médicos de farmacia significa, para sus usuarios, un pago doble del servicio dado que la mayoría de ellos están inscritos a alguno de los servicios públicos de salud, insuficientes para brindar atención conforme a los requerimientos de los pacientes.

El problema está en la escasa e ineficiente inversión en salud, que por un lado permite la reproducción de esquemas de corrupción, y por otro deja enormes lagunas de atención para los usuarios. Sin mayor gasto en el sector, la indispensable relación personal de salud-paciente, seguirá deteriorándose todos los días; y esa erosión no conviene a nadie.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Está de más decir que la pandemia por Covid-19 pega especialmente en el sector salud. El mayor problema de salud pública por el que ha atravesado el estado en las últimas décadas ha dañado la confianza de la población en la política sanitaria, lesiona las relaciones entre médicos y pacientes, y profundiza una crisis que deriva en parte de la corrupción evidente en instituciones públicas de salud, pero mucho más de la escasa y desordenada inversión pública en el sector.

La pandemia ha requerido el heroísmo de médicos, enfermeras y otros trabajadores de la salud. Esta condición es aún mayor dadas las condiciones de precariedad de un sistema de que padece por problemas internos y por el diseño de políticas públicas que han restringido el gasto real en insumos y plazas para el sector desde antes y, peor, durante la crisis sanitaria.

El gobierno federal ha reducido los montos requeridos para la atención a la salud en todo el país, que históricamente eran bastante pobres; pero los gobiernos estatales y municipales tampoco cumplen con fondear hospitales, clínicas y centros de salud. Bajo este panorama resulta por lo menos inexacto, y en la mayor parte de los casos injusto, que la mayor parte de las quejas de los usuarios vayan contra médicos y hospitales que trabajan con los muy escasos materiales, elementos y esquemas de organización propuestos por las autoridades sanitarias.

La atención en los espacios públicos de salud es deficiente por un racimo de problemas originado por la falta de recursos destinados al sector: las fallas graves en la adquisición de medicamentos por un sistema mal orientado de compras consolidadas, la escasez de médicos especialistas, la insuficiente infraestructura para atención a la salud, fallidas campañas de prevención de enfermedades (muchas de ellas derivadas de las omisiones de autoridades estatales y municipales), entre otros problemas que presionan a un sistema sanitario que es notoriamente insuficiente, ineficaz y en muchos casos hasta inoperante.

Frente a estos factores, los hospitales y clínicas del sector salud no han colapsado por la labor heroica del personal adscrito a ellas; pero también porque la población no tiene alternativas reales de atención, particularmente la especializada. Aunque opciones de bajo costo, como los médicos de farmacia, han probado ser un apoyo informal a la excedida demanda de servicios al grado que las consultas en estas opciones ha crecido exponencialmente desde antes de la pandemia; lo cierto es que la demanda de especialistas sigue descubierta para la mayoría de los pacientes. Además, la demanda de médicos de farmacia significa, para sus usuarios, un pago doble del servicio dado que la mayoría de ellos están inscritos a alguno de los servicios públicos de salud, insuficientes para brindar atención conforme a los requerimientos de los pacientes.

El problema está en la escasa e ineficiente inversión en salud, que por un lado permite la reproducción de esquemas de corrupción, y por otro deja enormes lagunas de atención para los usuarios. Sin mayor gasto en el sector, la indispensable relación personal de salud-paciente, seguirá deteriorándose todos los días; y esa erosión no conviene a nadie.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx