/ martes 29 de marzo de 2022

Las tlayudas, el AIFA y el cambio de valores

La historia de Guadalupe Piña es la de una humilde “madre luchona” del Estado de México que, en el momento y las condiciones adecuadas, saltó a la fama y se convirtió en una celebridad nacional, merced a las redes sociales que hoy manejan millones de mexicanos, así como al proceso de cambio que está viviendo la sociedad en este país.

Nos explicamos: al igual que miles de mujeres procedentes de esa entidad, indígenas o mestizas, Guadalupe Piña se dedicaba desde hace meses a vender alimentos a los trabajadores que laboraban en el aeropuerto “Felipe Ángeles”, ubicado en Zumpango, para lo cual se colocaba en las cercanías de las obras en construcción.

Hasta ese momento, Guadalupe no se diferenciaba de la enorme cantidad de personas que aprovechaban las obras del AIFA para vender sus productos. En el lugar había miles de obreros de la construcción que necesitaban y consumían sus alimentos: tacos, sopes, tostadas, doraditas, tlayudas y otras delicias de la cocina mexicana de la región.

El día 21 de marzo fue distinto: como era su costumbre, Guadalupe se plantó a las afueras del AIFA con sus alimentos, en el área del estacionamiento y como de costumbre se formaron filas de trabajadores para comprarlos. Ese día, además, entre las filas hubo muchos visitantes que llegaron a presenciar la inauguración de la obra.

Los adversarios de la nueva terminal –enemigos no tanto del AIFA como del proceso de cambio inaugurado por AMLO-- comenzaron a señalar que el AIFA era una terminal aérea de segunda, que hasta tlayudas vendían, que las obras del gobierno se caracterizan por la venta de garnachas, y que el signo distintivo del régimen es la falta de distinción, la falta de charm a la hora de presentar sus resultados.

Los comentarios se ensañaron contra el personaje femenino que empezaron a llamar “la señora de las tlayudas” contra quien comenzaron a llover frases y comentarios racistas, clasistas y llenos de odio y menosprecio por los valores que ella encarna: el esfuerzo, la sencillez, la batalla de todos los días por mantener a su familia, a sus hijos, y darles un futuro acorde con los nuevos tiempos que vive el país.

La respuesta de la mayoría de quienes manejan redes sociales fue en defensa del esfuerzo y dedicación de la señora. De inmediato los youtubers comenzaron a buscarla, a entrevistarla y generaron una especie de nueva corriente en defensa de esos valores, gravemente ofendidos por el racismo de los comentarios adversos.

Como premio a su esfuerzo, la presidencia de la República ordenó que se le diera un espacio destacado en el centro cultural Los Pinos, un espacio refinado que antes era usado en exclusiva por la familia presidencial, y hoy forma parte del escenario que da espacio a muchas de las corrientes y expresiones culturales del país.

Así como el 21 de marzo fue su presentación ante el público, el domingo 27 fue la fecha que llevó a Guadalupe Piña al escenario donde pudo brillar intensamente, convirtiéndose en uno de los personajes populares más entrañables del momento. Pudo vender sus alimentos en ese centro cultural, dentro del área destinada a preservar la tradición cultural del maíz, y terminó su vendimia en pocos minutos ante la enorme demanda de los visitantes.

Hagamos un breve resumen: una señora del pueblo con 4 hijos, que acostumbra vender los alimentos que elabora para sostener a su familia, representa un cuadro que se repite millones de veces en este país. Pero que esa persona pueda saltar a la fama nacional, hacer declaraciones de prensa y televisión, ser solicitada por miles de personas y convertirse en referente de millones de mexicanos, solo se puede presentar en un momento de profunda transformación de las estructuras y valores culturales de México.

A semejanza de otros personajes, esta heroína popular surgió de las entrañas de las masas oprimidas, que cargan sobre sus hombros la responsabilidad de formar y sostener a sus hijos; condenadas a la pobreza, a depender de otros, a ser discriminadas por ser mujeres y por ser pobres. Su destino “normal” sería representar un cero social, porque los valores tradicionales de la sociedad le asignan ese papel y le han marcado un futuro inexorable como mujer explotada.

Pero en este caso, la diferencia esencial consiste en que ella pudo sobresalir a pesar de que los grandes medios de comunicación la ignoraron, de que los personeros clasistas la tundieron a base de desprecios. La condena contra “el aeropuerto de las garnachas” se convirtió, por obra de la nueva política social, en un reconocimiento del esfuerzo de la humilde mujer; y pudo otorgarle un lugar destacado en la nueva sociedad, de acuerdo con los nuevos valores morales que reconocen el esfuerzo y los desvelos, cuyo único estímulo personal se finca en el deseo de procurar un buen destino para sus hijos.

Solo en un momento histórico de profunda transformación de las estructuras y los valores se puede generar este tipo de personajes. Más otros que irán surgiendo. Solo con una sensibilidad fina se puede comprender el enorme valor de la sencilla trabajadora que sufrió ataques por ser pobre, por vender tlayudas y quien pudo, contra toda adversidad, sobreponerse a la enorme presión social que contra ella se ejerció.

Sin duda, hay que comprarle sus tlayudas.

La historia de Guadalupe Piña es la de una humilde “madre luchona” del Estado de México que, en el momento y las condiciones adecuadas, saltó a la fama y se convirtió en una celebridad nacional, merced a las redes sociales que hoy manejan millones de mexicanos, así como al proceso de cambio que está viviendo la sociedad en este país.

Nos explicamos: al igual que miles de mujeres procedentes de esa entidad, indígenas o mestizas, Guadalupe Piña se dedicaba desde hace meses a vender alimentos a los trabajadores que laboraban en el aeropuerto “Felipe Ángeles”, ubicado en Zumpango, para lo cual se colocaba en las cercanías de las obras en construcción.

Hasta ese momento, Guadalupe no se diferenciaba de la enorme cantidad de personas que aprovechaban las obras del AIFA para vender sus productos. En el lugar había miles de obreros de la construcción que necesitaban y consumían sus alimentos: tacos, sopes, tostadas, doraditas, tlayudas y otras delicias de la cocina mexicana de la región.

El día 21 de marzo fue distinto: como era su costumbre, Guadalupe se plantó a las afueras del AIFA con sus alimentos, en el área del estacionamiento y como de costumbre se formaron filas de trabajadores para comprarlos. Ese día, además, entre las filas hubo muchos visitantes que llegaron a presenciar la inauguración de la obra.

Los adversarios de la nueva terminal –enemigos no tanto del AIFA como del proceso de cambio inaugurado por AMLO-- comenzaron a señalar que el AIFA era una terminal aérea de segunda, que hasta tlayudas vendían, que las obras del gobierno se caracterizan por la venta de garnachas, y que el signo distintivo del régimen es la falta de distinción, la falta de charm a la hora de presentar sus resultados.

Los comentarios se ensañaron contra el personaje femenino que empezaron a llamar “la señora de las tlayudas” contra quien comenzaron a llover frases y comentarios racistas, clasistas y llenos de odio y menosprecio por los valores que ella encarna: el esfuerzo, la sencillez, la batalla de todos los días por mantener a su familia, a sus hijos, y darles un futuro acorde con los nuevos tiempos que vive el país.

La respuesta de la mayoría de quienes manejan redes sociales fue en defensa del esfuerzo y dedicación de la señora. De inmediato los youtubers comenzaron a buscarla, a entrevistarla y generaron una especie de nueva corriente en defensa de esos valores, gravemente ofendidos por el racismo de los comentarios adversos.

Como premio a su esfuerzo, la presidencia de la República ordenó que se le diera un espacio destacado en el centro cultural Los Pinos, un espacio refinado que antes era usado en exclusiva por la familia presidencial, y hoy forma parte del escenario que da espacio a muchas de las corrientes y expresiones culturales del país.

Así como el 21 de marzo fue su presentación ante el público, el domingo 27 fue la fecha que llevó a Guadalupe Piña al escenario donde pudo brillar intensamente, convirtiéndose en uno de los personajes populares más entrañables del momento. Pudo vender sus alimentos en ese centro cultural, dentro del área destinada a preservar la tradición cultural del maíz, y terminó su vendimia en pocos minutos ante la enorme demanda de los visitantes.

Hagamos un breve resumen: una señora del pueblo con 4 hijos, que acostumbra vender los alimentos que elabora para sostener a su familia, representa un cuadro que se repite millones de veces en este país. Pero que esa persona pueda saltar a la fama nacional, hacer declaraciones de prensa y televisión, ser solicitada por miles de personas y convertirse en referente de millones de mexicanos, solo se puede presentar en un momento de profunda transformación de las estructuras y valores culturales de México.

A semejanza de otros personajes, esta heroína popular surgió de las entrañas de las masas oprimidas, que cargan sobre sus hombros la responsabilidad de formar y sostener a sus hijos; condenadas a la pobreza, a depender de otros, a ser discriminadas por ser mujeres y por ser pobres. Su destino “normal” sería representar un cero social, porque los valores tradicionales de la sociedad le asignan ese papel y le han marcado un futuro inexorable como mujer explotada.

Pero en este caso, la diferencia esencial consiste en que ella pudo sobresalir a pesar de que los grandes medios de comunicación la ignoraron, de que los personeros clasistas la tundieron a base de desprecios. La condena contra “el aeropuerto de las garnachas” se convirtió, por obra de la nueva política social, en un reconocimiento del esfuerzo de la humilde mujer; y pudo otorgarle un lugar destacado en la nueva sociedad, de acuerdo con los nuevos valores morales que reconocen el esfuerzo y los desvelos, cuyo único estímulo personal se finca en el deseo de procurar un buen destino para sus hijos.

Solo en un momento histórico de profunda transformación de las estructuras y los valores se puede generar este tipo de personajes. Más otros que irán surgiendo. Solo con una sensibilidad fina se puede comprender el enorme valor de la sencilla trabajadora que sufrió ataques por ser pobre, por vender tlayudas y quien pudo, contra toda adversidad, sobreponerse a la enorme presión social que contra ella se ejerció.

Sin duda, hay que comprarle sus tlayudas.