/ lunes 15 de agosto de 2022

Las Vueltas que da la Vida | Viajero del tiempo (I)

Queridos lectores, hoy les traigo a un personaje fuera de serie. Aquí en Morelos el llamado Valle Sagrado de Tepoztlán fue bautizado con este nombre por el criptógrafo (persona que descifra mensajes escritos en claves secretas), arqueólogo, profeta, poeta y fotógrafo peruano Daniel Ruzo de los Heros (1900-1991).

Hombre singular, al escucharlo describir sus investigaciones que iban más allá de nuestra actual era, hablaba como si fuera un viajero del tiempo. A Morelos llegó cuando al visitar México por primera vez y viajar al sur, contempló desde la autopista el espléndido Valle de Cuauhnáhuac con sus cerros de diferentes tonos y dimensiones. A partir de ese momento quedó prendado de la vista que abarcaba hasta la cordillera de Tepoztlán y más allá y ahí mismo decidió quedarse a vivir en la capital de Morelos. Eso ocurrió a principios de los años setenta y aquí se quedó hasta su fallecimiento ocurrido en 1991. A don Daniel Ruzo lo conocí cuando el excelente reportero que fue Carlos Reynaldos, me habló con enorme entusiasmo y admiración de él. A partir de ese momento busqué a don Daniel hasta que logré que me recibiera en su casa. No es fácil ser reportero sobre todo si se trata de entrevistar y escribir acerca de personajes que ni buscan ni les interesa publicidad alguna, sino al contrario.

En aquel entonces, principios de los años 80, era yo corresponsal en Morelos de las tres ediciones diarias del periódico Excélsior cuando don Daniel luego de poco más de una década de establecido en Cuernavaca, ya tenía avanzados sus trabajos acompañados de grandes fotografías aéreas de las montañas y cerros de la formidable cordillera que atraviesa tanto Tepoztlán como Tlayacapan, -dos pueblos mágicos-, tomadas a distintas horas del día; lo ayudó en ese entonces el piloto privado Carlos Iragorri Montoya gran admirador de los trabajos que realizaba don Daniel. En ellas se observan las mismas montañas con figuras distintas que además de cambiar de forma con el Sol, don Daniel aseguraba que por sus símbolos en ellas tallados, fueron esculpidas con técnicas desconocidas por la humanidad actual. Y lo que es la vida, a partir de esa entrevista nació una sólida amistad con él y con su esposa Carola Cisneros, también peruana, su gran amor desde siempre.

Fueron interminables tardes con mis hijos jugando en el jardín, o noches, ya dormidos en casa, en las que escuché sus originales conversaciones. Al paso del tiempo don Daniel, al saber de mis estudios de Bibliotecaria en la Universidad Iberoamericana, me pidió le elaborara algunas fichas de identificación que le faltaban en su formidable biblioteca. Su notable acervo bibliográfico incluía dos libros “incunables” (así se llama a los editados en el siglo XV), que al morir don Daniel, su esposa, de avanzada edad y sin hijos, hizo lo que le pidió su esposo acerca de concretar la venta de su biblioteca en su totalidad a la Universidad de Berkeley ya apalabrada contrato de por medio, hacía unos meses.

Autor de varios libros, entre ellos: El Valle Sagrado de Tepoztlán; La historia fantástica de un descubrimiento: los templos de piedra de una humanidad desconocida; Los últimos días del Apocalipsis; El testamento auténtico de Nostradamus; La carretera blanca y La Cultura Masma, término acuñado por el investigador Pedro Astete compañero de Ruzo en algunas investigaciones. Sus obras ya traducidas a varios idiomas, le permitió recorrer el mundo descubriendo zonas sagradas, la primera: Marcahuasi en Perú (meseta a 4,000 mts. de altura de origen volcánico al este de la ciudad de Lima) donde se aprecia un singular bosque de gigantescas rocas de granito en forma de humanoides y de animales cuyo origen aún es incierto.

Pero, ¿cómo lucía Ruzo de los Heros? Su aspecto físico era extrañísimo, parecía llegado de otro planeta con nuestras características, aunque no del todo: alto, flaco, blanco y pálido, brazos largos, cabeza pequeña libre de pelo, siempre vestido de manta blanca y sandalias de cuero, sentado en un cómodo sillón reclinable al lado del ventanal de su recámara desde el que recibía los cálidos rayos del sol. Apreciaba mucho la compañía con quienes poder conversar, (pero eran pocos y él era muy selectivo, cuando un visitante no le agradaba no lo volvía a recibir).

Alimentado con dieta macrobiótica, siempre a su lado su preciosa gata siamesa llamada Isis que incluso comía de su plato el mismo régimen que le recomendó un médico chino y que junto a sus lavados intestinales diarios: una semana con café, otra con té negro, lo salvó del cáncer de médula diagnosticado desde que tenía 51 años y le permitió vivir 40 años más. Y…¿qué opinaba don Daniel de sí mismo?

Hasta el próximo lunes.

Queridos lectores, hoy les traigo a un personaje fuera de serie. Aquí en Morelos el llamado Valle Sagrado de Tepoztlán fue bautizado con este nombre por el criptógrafo (persona que descifra mensajes escritos en claves secretas), arqueólogo, profeta, poeta y fotógrafo peruano Daniel Ruzo de los Heros (1900-1991).

Hombre singular, al escucharlo describir sus investigaciones que iban más allá de nuestra actual era, hablaba como si fuera un viajero del tiempo. A Morelos llegó cuando al visitar México por primera vez y viajar al sur, contempló desde la autopista el espléndido Valle de Cuauhnáhuac con sus cerros de diferentes tonos y dimensiones. A partir de ese momento quedó prendado de la vista que abarcaba hasta la cordillera de Tepoztlán y más allá y ahí mismo decidió quedarse a vivir en la capital de Morelos. Eso ocurrió a principios de los años setenta y aquí se quedó hasta su fallecimiento ocurrido en 1991. A don Daniel Ruzo lo conocí cuando el excelente reportero que fue Carlos Reynaldos, me habló con enorme entusiasmo y admiración de él. A partir de ese momento busqué a don Daniel hasta que logré que me recibiera en su casa. No es fácil ser reportero sobre todo si se trata de entrevistar y escribir acerca de personajes que ni buscan ni les interesa publicidad alguna, sino al contrario.

En aquel entonces, principios de los años 80, era yo corresponsal en Morelos de las tres ediciones diarias del periódico Excélsior cuando don Daniel luego de poco más de una década de establecido en Cuernavaca, ya tenía avanzados sus trabajos acompañados de grandes fotografías aéreas de las montañas y cerros de la formidable cordillera que atraviesa tanto Tepoztlán como Tlayacapan, -dos pueblos mágicos-, tomadas a distintas horas del día; lo ayudó en ese entonces el piloto privado Carlos Iragorri Montoya gran admirador de los trabajos que realizaba don Daniel. En ellas se observan las mismas montañas con figuras distintas que además de cambiar de forma con el Sol, don Daniel aseguraba que por sus símbolos en ellas tallados, fueron esculpidas con técnicas desconocidas por la humanidad actual. Y lo que es la vida, a partir de esa entrevista nació una sólida amistad con él y con su esposa Carola Cisneros, también peruana, su gran amor desde siempre.

Fueron interminables tardes con mis hijos jugando en el jardín, o noches, ya dormidos en casa, en las que escuché sus originales conversaciones. Al paso del tiempo don Daniel, al saber de mis estudios de Bibliotecaria en la Universidad Iberoamericana, me pidió le elaborara algunas fichas de identificación que le faltaban en su formidable biblioteca. Su notable acervo bibliográfico incluía dos libros “incunables” (así se llama a los editados en el siglo XV), que al morir don Daniel, su esposa, de avanzada edad y sin hijos, hizo lo que le pidió su esposo acerca de concretar la venta de su biblioteca en su totalidad a la Universidad de Berkeley ya apalabrada contrato de por medio, hacía unos meses.

Autor de varios libros, entre ellos: El Valle Sagrado de Tepoztlán; La historia fantástica de un descubrimiento: los templos de piedra de una humanidad desconocida; Los últimos días del Apocalipsis; El testamento auténtico de Nostradamus; La carretera blanca y La Cultura Masma, término acuñado por el investigador Pedro Astete compañero de Ruzo en algunas investigaciones. Sus obras ya traducidas a varios idiomas, le permitió recorrer el mundo descubriendo zonas sagradas, la primera: Marcahuasi en Perú (meseta a 4,000 mts. de altura de origen volcánico al este de la ciudad de Lima) donde se aprecia un singular bosque de gigantescas rocas de granito en forma de humanoides y de animales cuyo origen aún es incierto.

Pero, ¿cómo lucía Ruzo de los Heros? Su aspecto físico era extrañísimo, parecía llegado de otro planeta con nuestras características, aunque no del todo: alto, flaco, blanco y pálido, brazos largos, cabeza pequeña libre de pelo, siempre vestido de manta blanca y sandalias de cuero, sentado en un cómodo sillón reclinable al lado del ventanal de su recámara desde el que recibía los cálidos rayos del sol. Apreciaba mucho la compañía con quienes poder conversar, (pero eran pocos y él era muy selectivo, cuando un visitante no le agradaba no lo volvía a recibir).

Alimentado con dieta macrobiótica, siempre a su lado su preciosa gata siamesa llamada Isis que incluso comía de su plato el mismo régimen que le recomendó un médico chino y que junto a sus lavados intestinales diarios: una semana con café, otra con té negro, lo salvó del cáncer de médula diagnosticado desde que tenía 51 años y le permitió vivir 40 años más. Y…¿qué opinaba don Daniel de sí mismo?

Hasta el próximo lunes.