/ lunes 10 de mayo de 2021

Lástima, no habrá debates

El Impepac recibió una mini ampliación presupuestal de 15.5 millones de pesos cuyo monto “aún no es el idóneo para atender todos los requerimientos del proceso electoral”, alega la institución en un elegante y diplomático comunicado. Parte de esta insuficiencia pega, aunque sea de forma indirecta a las oportunidades que podría haber para garantizar un proceso mucho más equitativo y promover de forma más equilibrada la oferta política de los candidatos a diversos cargos de elección.

Hace unos días, diversos partidos y candidatos solicitaron, por separado, que el Impepac organizara debates entre aspirantes a cargos de elección popular. La solicitud fue rechazada en la sesión del domingo por el Consejo Estatal Electoral por dos razones, la falta de tiempo para concretar la organización de dichos encuentros, y la falta de recursos económicos para dedicar a la producción de estos ejercicios.

Por muy ahorrativos que sean, las autoridades electorales tendrían que erogar por lo menos 200 mil pesos en la organización de cada uno de los foros; hasta donde tenemos datos se solicitó el armado de una decena de ellos. Así que la opción fue rechazada, no por descrédito a la importancia de contrastar propuestas como elemento fundamental para la democracia, sino por la imposibilidad operativa del órgano electoral.

Así, los más afectados por la ausencia de debates son los partidos emergentes, cuyo acceso a recursos para campaña y espacios para promover sus propuestas es francamente restringido. El efecto igualador de los debates para exponer las ideas políticas de los partidos nuevos o de los emergentes o de agenda, es innegable si revisamos experiencias anteriores. En el terreno presidencial, el debate del 2000, colocó en la agenda política la problemática de la inclusión gracias a la participación de Gilberto Rincón Gallardo, que pudo así garantizar el registro a Democracia Social; en el 2006, la agenda de las mujeres fue colocada en las campañas políticas con la participación en el debate de entonces de Patricia Mercado; en el 2012, Gabriel Quadri pudo convertirse en figura política a pesar de ser postulado por Nueva Alianza, que entonces dirigía la ya bastante polémica Elba Esther Gordillo; el debate de 2018 se tradujo en miles de votos para los independientes Jaime Rodríguez y Margarita Zavala. Los debates visibilizan agendas consideradas marginales, pero importantes para grupos poblacionales bien definidos. Si pueden cambiar las tendencias electorales no está bien claro porque en una elección confluyen factores múltiples, pero su poder comunicativo resulta innegable aún con audiencias limitadas.

No tener debates quita a las audiencias políticas la oportunidad de ver a los candidatos frente a frente, de conocer sus propuestas, pero también sus reacciones ante la adversidad. En Morelos, la dificultad técnica de enfrentar a más o menos una veintena de contendientes por cada demarcación resulta enorme, pero habría sido un espectáculo digno de verse. Ahora, sólo nos queda imaginar risueños a algún candidato que se presenta como héroe (todos), enfrentaría a sus adversarios en el terreno de las ideas, y qué tanto fracasaría en sus intentos por coleccionar simpatías.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

El Impepac recibió una mini ampliación presupuestal de 15.5 millones de pesos cuyo monto “aún no es el idóneo para atender todos los requerimientos del proceso electoral”, alega la institución en un elegante y diplomático comunicado. Parte de esta insuficiencia pega, aunque sea de forma indirecta a las oportunidades que podría haber para garantizar un proceso mucho más equitativo y promover de forma más equilibrada la oferta política de los candidatos a diversos cargos de elección.

Hace unos días, diversos partidos y candidatos solicitaron, por separado, que el Impepac organizara debates entre aspirantes a cargos de elección popular. La solicitud fue rechazada en la sesión del domingo por el Consejo Estatal Electoral por dos razones, la falta de tiempo para concretar la organización de dichos encuentros, y la falta de recursos económicos para dedicar a la producción de estos ejercicios.

Por muy ahorrativos que sean, las autoridades electorales tendrían que erogar por lo menos 200 mil pesos en la organización de cada uno de los foros; hasta donde tenemos datos se solicitó el armado de una decena de ellos. Así que la opción fue rechazada, no por descrédito a la importancia de contrastar propuestas como elemento fundamental para la democracia, sino por la imposibilidad operativa del órgano electoral.

Así, los más afectados por la ausencia de debates son los partidos emergentes, cuyo acceso a recursos para campaña y espacios para promover sus propuestas es francamente restringido. El efecto igualador de los debates para exponer las ideas políticas de los partidos nuevos o de los emergentes o de agenda, es innegable si revisamos experiencias anteriores. En el terreno presidencial, el debate del 2000, colocó en la agenda política la problemática de la inclusión gracias a la participación de Gilberto Rincón Gallardo, que pudo así garantizar el registro a Democracia Social; en el 2006, la agenda de las mujeres fue colocada en las campañas políticas con la participación en el debate de entonces de Patricia Mercado; en el 2012, Gabriel Quadri pudo convertirse en figura política a pesar de ser postulado por Nueva Alianza, que entonces dirigía la ya bastante polémica Elba Esther Gordillo; el debate de 2018 se tradujo en miles de votos para los independientes Jaime Rodríguez y Margarita Zavala. Los debates visibilizan agendas consideradas marginales, pero importantes para grupos poblacionales bien definidos. Si pueden cambiar las tendencias electorales no está bien claro porque en una elección confluyen factores múltiples, pero su poder comunicativo resulta innegable aún con audiencias limitadas.

No tener debates quita a las audiencias políticas la oportunidad de ver a los candidatos frente a frente, de conocer sus propuestas, pero también sus reacciones ante la adversidad. En Morelos, la dificultad técnica de enfrentar a más o menos una veintena de contendientes por cada demarcación resulta enorme, pero habría sido un espectáculo digno de verse. Ahora, sólo nos queda imaginar risueños a algún candidato que se presenta como héroe (todos), enfrentaría a sus adversarios en el terreno de las ideas, y qué tanto fracasaría en sus intentos por coleccionar simpatías.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx