El Ayuntamiento de Cuernavaca y el Gobierno del Estado volverán a la mesa de diálogo para construir acuerdos en torno a la estrategia de Mando Coordinado, y el pago del impuesto predial de los inmuebles propiedad del Ejecutivo que hace años no tributan. Esto no tendría que ser una gran noticia si no fuera por los enormes diferendos entre ambas funcionarios de ambas administraciones que han incluido en ocasiones al gobernador, Cuauhtémoc Blanco Bravo y al alcalde, Antonio Villalobos Adán.
No se podría hablar de un distanciamiento entre ambos porque nunca fueron realmente cercanos, pero sí se han identificado factores múltiples que dificultan todavía la relación entre las autoridades del gobierno del estado y el de su capital, hoy es inútil y hasta inconveniente recordarlos porque las rencillas se ubicaban más en lo personal o en lo político que en la diferencia de objetivos. Tanto el gobernador como el alcalde han expresado abiertamente su deseo de que Cuernavaca supere los enormes rezagos que padece hace más de dos décadas y para ello es indispensable la colaboración entre los administradores del estado y de la ciudad.
Pero la tendencia de hoy es iniciar los discursos a partir de las diferencias, comportamiento que tiende a ocultar las coincidencias que deberían ser evidentes para cualquier grupo político. Ni a Cuauh ni a Toño conviene que Cuernavaca siga degradándose. Mucho de la carrera de ambos en el servicio público dependerá de los niveles de satisfacción que logren ambos en la capital del estado que representa por sí misma el 21.7% del padrón electoral en el estado, además de registrar niveles altos de participación ciudadana en cada elección reciente y una influencia definitiva en materia política en tanto elige a dos diputados de mayoría (el 10 por ciento del Legislativo), y comúnmente es sitio de residencia para quienes entran al Congreso por la vía plurinominal. Si a esto sumamos que Cuauhtémoc fue alcalde de Cuernavaca y mantuvo un terrible pleito con el entonces gobernador porque no lo dejaba trabajar, la construcción de acuerdos entre el gobierno estatal y el ayuntamiento es obligada en términos simbólicos y prácticos.
Y si bien entraron al diálogo con dos temas complicados, es importante que, más allá de las bromas y críticas mutuas que pudieran hacerse, los funcionarios de ambos niveles de gobierno sean capaces de construir acuerdos simples en torno también a otros temas que a la gente de Cuernavaca le resultan también fundamentales, como el desarrollo y mantenimiento de la infraestructura, el fomento a las empresas y el empleo, el tratamiento al déficit de vivienda, el cuidado del medio ambiente, la poca viabilidad del transporte público, las políticas sociales, entre otros que deben resolverse con la concurrencia mínima de estado y municipio.
Faltará ahora que algunos de los apoyadores de cada facción en el gobierno y el ayuntamiento sean capaces de entender que se está avanzando en el diálogo y que ello ha significado hacer a un lado las diferencias que tienden a exacerbar los porristas de ambos a través de las redes sociales. El diálogo requiere de una tregua a los insultos y las bravuconadas. Aparentemente esto puede darse y durar, por lo menos, hasta que se acerque más el período electoral en que, seguramente habrá nuevos actores que impulsarán, otra vez, un distanciamiento enorme entre los grupos. Porque, al menos por el momento, una nueva coalición entre el Encuentro Social y Morena parece imposible. La designación de Jorge Argüelles como presidente del PES Morelos no la hará más sencilla. Así que el diálogo, los acuerdos y al trabajo en conjunto urge, porque podría durar apenas unos meses antes de que lo electoral vuelva a superar a la política y a la administración pública. Bienvenida la voluntad de diálogo.