/ miércoles 25 de noviembre de 2020

Los cazadores de la DEA fueron cazados

Para sorpresa de muchos, el gobierno de USA se vio obligado a devolver al general Salvador Cienfuegos a México, sin ejercer en su contra acción penal por el fiscal de Nueva York que lo acusaba al menos de 4 delitos graves en perjuicio de la sociedad norteamericana, básicamente por el apoyo del militar a los cárteles mexicanos de las drogas.

La estancia de Cienfuegos en las cárceles de USA apenas rebasó un mes (del 15 de octubre al 18 de noviembre) y sirvió para generar toda clase de especulaciones. Tantas como las que hoy se tejan en torno a su libertad, a las que no entraremos. En cambio, nos vamos a sujetar al análisis de la correlación de fuerzas que hizo posible lo inédito: el gobierno de USA fue doblegado en su voluntad política por la presión de un país vecino que exige respeto a los tratados internacionales entre ambos.

En México operan legalmente unos 100 agentes de la DEA bajo el tratado de asistencia llamado Iniciativa Mérida, que implica la colaboración de ambos gobiernos en suelo mexicano para combatir el tráfico de drogas. Además, legalmente operan policías de diversas agrupaciones (FBI, ICE, etc.) y agentes encubiertos de la CIA (Central Inteligence Agency) en número indeterminado.

Nos referimos a los agentes que operan legalmente en México. A estos hay que agregar los que operan de manera ilegal, es decir, agentes mexicanos que trabajan a su vez para esos servicios, a sueldo de ellos, y que no se registran como agentes extranjeros. Suman miles. Se calcula que cada agente de la DEA tiene a su cargo por lo menos a 15 informantes mexicanos, infiltrados en instituciones del país, y que reciben sueldos que van de 500 a 7 mil dólares al mes.

(Hay que añadir los cientos de agentes de espionaje que funcionan dentro de la embajada de ese país en México –la más numerosa de América Latina— que vigilan los movimientos de los partidos políticos, los grupos subversivos de acá y de allá, las embajadas de países diversos --Cuba, Rusia, China, Venezuela-- y toda clase de entidades que el gobierno de USA ha definido como parte del enemigo).

El gobierno mexicano mostró su disgusto desde el momento de la detención de Cienfuegos, no en defensa del general exsecretario, sino por el simple hecho de que los policías norteamericanos que hicieron la investigación estaban y están obligados a informar a las autoridades mexicanas de las investigaciones contra ciudadanos mexicanos, y más aún si tales investigaciones ya habían culminado en una orden de aprehensión. Se pasaron de la raya.

Por sorpresa del mundo entero, de manera peliculesca los agentes aprehendieron al general cuando aterrizó en el aeropuerto de Los Ángeles, California, para visitar USA y tomar vacaciones en compañía de su familia. Sorpresa y consternación se produjeron en la cancillería mexicana, en Gobernación, en el ejército, en la marina.

Una vez recuperada la serenidad, los dirigentes del gobierno mexicano pudieron evaluar la gravedad de los hechos: el general Cienfuegos fue investigado en secreto cuando efectuaba operaciones en coordinación con agentes de la DEA –además de otras instituciones-- para detectar el tráfico de drogas de diversos grupos criminales.

Que la DEA haya vigilado al elevado militar mexicano desde hace 10 años, le haya fincado cargos y después un juez federal de aquel país les haya obsequiado una orden de aprehensión, es por completo ilegal y queda fuera de las normas de la cooperación internacional. No porque el general sea inocente, sino porque esa investigación no fue conocida por las autoridades mexicanas, tal como se establece en los ordenamientos internacionales.

La secretaría de Relaciones Exteriores jugó entonces una carta durísima: o nos devuelven al general Cienfuegos o revisamos el funcionamiento de todas las agencias de USA en México. El canciller Marcelo Ebrard les advirtió claramente: ¡Todo estará en revisión! El golpe diplomático lo resintieron de inmediato.

En USA los funcionarios saben de las tropelías que cometen sus muchachos en México, de las trampas que ponen, del odio contra el ejército mexicano por parte de la DEA, del uso que en otros sexenios le han dado a la Marina para neutralizar al ejército, etc. Pero sobre todo saben que hay cientos de agentes norteamericanos que operan en la clandestinidad –unos de manera permanente, otros por tiempos cortos-- engañando, corrompiendo y acosando a miles de ciudadanos.

Y claro, la advertencia de la cancillería mexicana puso a los jefes norteamericanos a pensar en las consecuencias. Simplemente no les conviene perder la inmensa cantidad de información que se produce en México, y que una vez recolectada y procesada por los órganos correspondientes, servirá como inteligencia para alimentar las decisiones que se toman en los más altos niveles. El daño sería de dimensiones gravísimas. Y no tuvieron más opción que ceder.

OPERACIÓN LITEMPO

Las agencias de espionaje de USA que han operado en México han llegado a tener épocas doradas. Desde los tiempos de la Guerra Fría –1945-1991-- cuando la lucha entre USA –país abanderado del capitalismo—y la Unión Soviética—del socialismo, por el control de la política mundial, surgió de manera vigorosa la ideología macartista en USA, donde ocupó los principales espacios de poder.

Desde luego, esa ideología se trasladó a México. Hubo dos funcionarios mexicanos que ocuparon el poder máximo del Estado: Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez. Ambos fueron reclutados, en su calidad de funcionarios públicos, por la CIA, a la cual informaban puntualmente de sus decisiones. El primero recibió el nombre en clave de Litempo 2, y era el verdadero motor de la represión anticomunista que se realizó en México desde el gobierno de López Mateos (1958-1964) de quien fue secretario de Gobernación.

A Díaz Ordaz se debe la orden de matar a Rubén Jaramillo, ejecutado en Xochicalco, Morelos, junto toda su familia, por órdenes de GDO, en marzo de 1963, durante una visita de John F. Kennedy a nuestro país, por temor a que Jaramillo realizara atentados contra el presidente visitante. GDO también fue responsable de la masacre del 2 de octubre de 1968.

En la presidencia de la República lo sucedió Litempo 8 (Luis Echeverría Álvarez) quien además de haber sido cómplice de la matanza del 68, organizó la masacre del Jueves de Corpus el 10 de junio de 1971, y la bárbara represión de la guerrilla encabezada por el profesor Lucio Cabañas en Guerrero. La lista de funcionarios reclutados por la CIA es muy ilustrativa: por ejemplo, Fernando Gutiérrez Barrios, responsable de la represión, era Litempo 4; Miguel Nassar Haro, multihomicida, era Litempo 12. Todos en el mismo costal.

LEA persiguió con saña feroz a la población de la sierra de Atoyac, simpatizante de Cabañas. El ejército destruyó sus comunidades, incendió sus pueblos, llevó el hambre y el terror por toda la región y terminó por acabar con la vida del dirigente guerrillero el 2 de diciembre de 1974, en el Otatal, municipio de Tecpan, Guerrero.

Esto es solo una muestra del poder que las organizaciones policiacas de USA han llegado a tener en México, al menos durante los gobiernos que van de principios de los años 60 del siglo pasado, hasta 2018. Los agentes de la DEA, desde el momento en que se estableció la agencia en México, encabezaban redadas, manipulaban jefes e instituciones, coordinaban operaciones con absoluta impunidad, bajo la mirada complaciente del gobierno en turno. La DEA tenía derecho de usar drones sobre cielos mexicanos para vigilar las operaciones que manejaba.

Esa fue la horrenda tradición que terminó en noviembre de 2020. La DEA espió a Cienfuegos, ocultó la investigación al gobierno, obtuvo una orden de aprehensión (arresto) de un juez federal norteamericano y esperó de forma paciente que el general cayera en la trampa, cuando llegaba desprevenido al aeropuerto de Los Ángeles, a disfrutar sus vacaciones familiares en el país de las Maravillas.

La DEA esperó a que su presa cayera en aquel país porque no se atrevió a capturarlo en México. Pero la trampa se le revirtió. Nunca previeron una reacción tan dura, tan enérgica, y en su inconciencia –creer que México de 2020 es el mismo del salinato, por ejemplo-- pensaron que sus épocas de gloria aún les servirían para cosechar lauros y cazar funcionarios, y esa creencia los llevó a generar un escándalo internacional del que ya comenzaron a salir mal librados.

Moraleja: nunca creas en los datos de inteligencia, por abundantes que parezcan. Que los árboles no te impidan ver el bosque. México en 2020 no es el mismo de 1970, ni AMLO se parece en nada a Luis Echeverría. El canciller Marcelo Ebrard está muy lejos ideológica y políticamente de Jorge Castañeda.

Hay millones de mexicanos que viven dentro de USA, y la frontera común es la más porosa del mundo, a despecho de los muros de Donald Trump. Por cierto: México ya descubrió varios puntos débiles en la estrategia política de USA, y por lo mismo la relación asimétrica entre ambos países ya comenzó a disminuir. Y si los agentes policiacos de USA siguen cometiendo atropellos, los van a expulsar.

De hecho, la reglamentación de sus actividades es inminente. Y muchos se irán. No falta mucho tiempo para verlo. Ejercerán sus oficios de tinieblas en otros países. Pero aquí ya no…

Para sorpresa de muchos, el gobierno de USA se vio obligado a devolver al general Salvador Cienfuegos a México, sin ejercer en su contra acción penal por el fiscal de Nueva York que lo acusaba al menos de 4 delitos graves en perjuicio de la sociedad norteamericana, básicamente por el apoyo del militar a los cárteles mexicanos de las drogas.

La estancia de Cienfuegos en las cárceles de USA apenas rebasó un mes (del 15 de octubre al 18 de noviembre) y sirvió para generar toda clase de especulaciones. Tantas como las que hoy se tejan en torno a su libertad, a las que no entraremos. En cambio, nos vamos a sujetar al análisis de la correlación de fuerzas que hizo posible lo inédito: el gobierno de USA fue doblegado en su voluntad política por la presión de un país vecino que exige respeto a los tratados internacionales entre ambos.

En México operan legalmente unos 100 agentes de la DEA bajo el tratado de asistencia llamado Iniciativa Mérida, que implica la colaboración de ambos gobiernos en suelo mexicano para combatir el tráfico de drogas. Además, legalmente operan policías de diversas agrupaciones (FBI, ICE, etc.) y agentes encubiertos de la CIA (Central Inteligence Agency) en número indeterminado.

Nos referimos a los agentes que operan legalmente en México. A estos hay que agregar los que operan de manera ilegal, es decir, agentes mexicanos que trabajan a su vez para esos servicios, a sueldo de ellos, y que no se registran como agentes extranjeros. Suman miles. Se calcula que cada agente de la DEA tiene a su cargo por lo menos a 15 informantes mexicanos, infiltrados en instituciones del país, y que reciben sueldos que van de 500 a 7 mil dólares al mes.

(Hay que añadir los cientos de agentes de espionaje que funcionan dentro de la embajada de ese país en México –la más numerosa de América Latina— que vigilan los movimientos de los partidos políticos, los grupos subversivos de acá y de allá, las embajadas de países diversos --Cuba, Rusia, China, Venezuela-- y toda clase de entidades que el gobierno de USA ha definido como parte del enemigo).

El gobierno mexicano mostró su disgusto desde el momento de la detención de Cienfuegos, no en defensa del general exsecretario, sino por el simple hecho de que los policías norteamericanos que hicieron la investigación estaban y están obligados a informar a las autoridades mexicanas de las investigaciones contra ciudadanos mexicanos, y más aún si tales investigaciones ya habían culminado en una orden de aprehensión. Se pasaron de la raya.

Por sorpresa del mundo entero, de manera peliculesca los agentes aprehendieron al general cuando aterrizó en el aeropuerto de Los Ángeles, California, para visitar USA y tomar vacaciones en compañía de su familia. Sorpresa y consternación se produjeron en la cancillería mexicana, en Gobernación, en el ejército, en la marina.

Una vez recuperada la serenidad, los dirigentes del gobierno mexicano pudieron evaluar la gravedad de los hechos: el general Cienfuegos fue investigado en secreto cuando efectuaba operaciones en coordinación con agentes de la DEA –además de otras instituciones-- para detectar el tráfico de drogas de diversos grupos criminales.

Que la DEA haya vigilado al elevado militar mexicano desde hace 10 años, le haya fincado cargos y después un juez federal de aquel país les haya obsequiado una orden de aprehensión, es por completo ilegal y queda fuera de las normas de la cooperación internacional. No porque el general sea inocente, sino porque esa investigación no fue conocida por las autoridades mexicanas, tal como se establece en los ordenamientos internacionales.

La secretaría de Relaciones Exteriores jugó entonces una carta durísima: o nos devuelven al general Cienfuegos o revisamos el funcionamiento de todas las agencias de USA en México. El canciller Marcelo Ebrard les advirtió claramente: ¡Todo estará en revisión! El golpe diplomático lo resintieron de inmediato.

En USA los funcionarios saben de las tropelías que cometen sus muchachos en México, de las trampas que ponen, del odio contra el ejército mexicano por parte de la DEA, del uso que en otros sexenios le han dado a la Marina para neutralizar al ejército, etc. Pero sobre todo saben que hay cientos de agentes norteamericanos que operan en la clandestinidad –unos de manera permanente, otros por tiempos cortos-- engañando, corrompiendo y acosando a miles de ciudadanos.

Y claro, la advertencia de la cancillería mexicana puso a los jefes norteamericanos a pensar en las consecuencias. Simplemente no les conviene perder la inmensa cantidad de información que se produce en México, y que una vez recolectada y procesada por los órganos correspondientes, servirá como inteligencia para alimentar las decisiones que se toman en los más altos niveles. El daño sería de dimensiones gravísimas. Y no tuvieron más opción que ceder.

OPERACIÓN LITEMPO

Las agencias de espionaje de USA que han operado en México han llegado a tener épocas doradas. Desde los tiempos de la Guerra Fría –1945-1991-- cuando la lucha entre USA –país abanderado del capitalismo—y la Unión Soviética—del socialismo, por el control de la política mundial, surgió de manera vigorosa la ideología macartista en USA, donde ocupó los principales espacios de poder.

Desde luego, esa ideología se trasladó a México. Hubo dos funcionarios mexicanos que ocuparon el poder máximo del Estado: Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez. Ambos fueron reclutados, en su calidad de funcionarios públicos, por la CIA, a la cual informaban puntualmente de sus decisiones. El primero recibió el nombre en clave de Litempo 2, y era el verdadero motor de la represión anticomunista que se realizó en México desde el gobierno de López Mateos (1958-1964) de quien fue secretario de Gobernación.

A Díaz Ordaz se debe la orden de matar a Rubén Jaramillo, ejecutado en Xochicalco, Morelos, junto toda su familia, por órdenes de GDO, en marzo de 1963, durante una visita de John F. Kennedy a nuestro país, por temor a que Jaramillo realizara atentados contra el presidente visitante. GDO también fue responsable de la masacre del 2 de octubre de 1968.

En la presidencia de la República lo sucedió Litempo 8 (Luis Echeverría Álvarez) quien además de haber sido cómplice de la matanza del 68, organizó la masacre del Jueves de Corpus el 10 de junio de 1971, y la bárbara represión de la guerrilla encabezada por el profesor Lucio Cabañas en Guerrero. La lista de funcionarios reclutados por la CIA es muy ilustrativa: por ejemplo, Fernando Gutiérrez Barrios, responsable de la represión, era Litempo 4; Miguel Nassar Haro, multihomicida, era Litempo 12. Todos en el mismo costal.

LEA persiguió con saña feroz a la población de la sierra de Atoyac, simpatizante de Cabañas. El ejército destruyó sus comunidades, incendió sus pueblos, llevó el hambre y el terror por toda la región y terminó por acabar con la vida del dirigente guerrillero el 2 de diciembre de 1974, en el Otatal, municipio de Tecpan, Guerrero.

Esto es solo una muestra del poder que las organizaciones policiacas de USA han llegado a tener en México, al menos durante los gobiernos que van de principios de los años 60 del siglo pasado, hasta 2018. Los agentes de la DEA, desde el momento en que se estableció la agencia en México, encabezaban redadas, manipulaban jefes e instituciones, coordinaban operaciones con absoluta impunidad, bajo la mirada complaciente del gobierno en turno. La DEA tenía derecho de usar drones sobre cielos mexicanos para vigilar las operaciones que manejaba.

Esa fue la horrenda tradición que terminó en noviembre de 2020. La DEA espió a Cienfuegos, ocultó la investigación al gobierno, obtuvo una orden de aprehensión (arresto) de un juez federal norteamericano y esperó de forma paciente que el general cayera en la trampa, cuando llegaba desprevenido al aeropuerto de Los Ángeles, a disfrutar sus vacaciones familiares en el país de las Maravillas.

La DEA esperó a que su presa cayera en aquel país porque no se atrevió a capturarlo en México. Pero la trampa se le revirtió. Nunca previeron una reacción tan dura, tan enérgica, y en su inconciencia –creer que México de 2020 es el mismo del salinato, por ejemplo-- pensaron que sus épocas de gloria aún les servirían para cosechar lauros y cazar funcionarios, y esa creencia los llevó a generar un escándalo internacional del que ya comenzaron a salir mal librados.

Moraleja: nunca creas en los datos de inteligencia, por abundantes que parezcan. Que los árboles no te impidan ver el bosque. México en 2020 no es el mismo de 1970, ni AMLO se parece en nada a Luis Echeverría. El canciller Marcelo Ebrard está muy lejos ideológica y políticamente de Jorge Castañeda.

Hay millones de mexicanos que viven dentro de USA, y la frontera común es la más porosa del mundo, a despecho de los muros de Donald Trump. Por cierto: México ya descubrió varios puntos débiles en la estrategia política de USA, y por lo mismo la relación asimétrica entre ambos países ya comenzó a disminuir. Y si los agentes policiacos de USA siguen cometiendo atropellos, los van a expulsar.

De hecho, la reglamentación de sus actividades es inminente. Y muchos se irán. No falta mucho tiempo para verlo. Ejercerán sus oficios de tinieblas en otros países. Pero aquí ya no…