/ domingo 28 de marzo de 2021

Los otros datos de la pandemia

Uno de los grandes retos a los que nos enfrentamos los investigadores es tener la certeza que nuestras observaciones correspondan a la realidad. Eso no quiere decir que no podamos equivocarnos. Lo que quiere decir es que en caso de equivocarnos lo que se espera de nosotros es corregir de manera pública para evitar que otros investigadores incurran en errores por nuestras imprecisiones y, si es necesario, retirar la publicación original.

La retracción de un artículo científico es una práctica aceptada entre la comunidad científica. Cuando se trata de fallas metodológicas o no imputables al investigador no tiene mayores consecuencias e inclusive se toma como una demostración de integridad profesional. No es lo mismo cuando se demuestra que el investigador ocultó o manipuló información de manera conciente y voluntaria. En ese caso, la retracción es deshonrosa y va seguida de sanciones que pueden llegar a lo penal, dependiendo de las implicaciones de cada caso.

En el tema de COVID19, la plataforma scholar.google.com tiene registro de más de 741 mil publicaciones con datos científicos. En un registro paralelo que puede ser consultado en el sitio retractionwatch.com, un poco más de un centenar de esas publicaciones fueron retiradas por los autores o por los comités editoriales al detectarse fallas sustanciales en la investigación. Este tipo de prácticas genera confianza y son muy valoradas.

El manejo de la pandemia entra al terreno de lo científico cuando demanda las mismas condiciones. Primero, que las observaciones correspondan a la realidad y, segundo, que los datos que se publiquen sean veraces. Solamente cuando esto ocurra se podrán tomar buenas decisiones. Es por eso que los académicos han sido tan críticos sobre los datos relacionados al seguimiento de la crisis sanitaria.

Con respecto al numero de contagios, la demanda del sector académico ha sido la realización masiva de pruebas diagnósticas con la finalidad de conocer con la mayor certeza posible el número real de infectados. En contraste, el gobierno decidió limitar las pruebas diagnósticas solamente a aquellos pacientes con síntomas graves de la enfermedad. Este subregistro llegó a ser de 8 veces, en palabras del Subsecretario de Salud. Es decir, que la verdadera intensidad de la pandemia ha sido, al menos, de esa magnitud.

El mismo subregistro ocurre con el número de enfermos graves medido como camas de terapia intensiva ocupadas ya que un número indeterminado de personas no son recibidas en los hospitales y se atienden en casa. Un reflejo de esta situación se pudo observar con la escaces de oxígeno medicinal para uso doméstico experimentada en los primeros meses de este año.

Finalmente, el dato último y quizá el de mayor impacto, es el número de muertes provocadas por la pandemia. La primera muerte registrada en nuestro país a causa del COVID-19 tuvo lugar el 19 de marzo de 2020. Se necesitaron 245 días para que se alcanzaran los primero 100 mil decesos. Nos tomó la mitad del tiempo, solamente 126 días, duplicar ese valor. Esto significa que la pandemia no solo no está bajo control sino que, al contrario, está en fase de aceleración.

Si nos vamos a otros datos, también oficiales pero de otra fuente, el número total de decesos asociados a la pandemia supera los 417 mil, el doble de lo reportado. En este registro se suman los muertos de COVID-19 a los muertos por COVID-19, aquellas personas que no pudieron seguir sus tratamientos, que sufrieron un accidente, que sin estar infectadas no tuvieron acceso a una cama de hospital y murieron en casa sin mayor atención que la de su familia.

Enfrentarnos a la pandemia ha sido un proceso acelerado de aprendizaje, no pasa un día sin que aparezca nueva información que nos obliga a replantearnos nuestra visión del problema. En ese contexto es entendible que las primeras decisiones hayan sido tomadas con datos insuficientes o parcialmente correctos. Lo que escapa a mi entendimiento es que dentro del mismo gobierno se tengan datos tan diferentes y que se llegue a conclusiones sin contrastarlos. Peor aún, que las conclusiones se construyan con datos sezgados.

Esta última práctica se conoce en el sector académico como "cherry picking" y conformaría una causa legítima para el retiro deshonroso de una publicación.


Información adicional de éste y otros temas de interés visiten http://reivindicandoapluton.blogspot.mx o https://www.facebook.com/BValderramaB/

Uno de los grandes retos a los que nos enfrentamos los investigadores es tener la certeza que nuestras observaciones correspondan a la realidad. Eso no quiere decir que no podamos equivocarnos. Lo que quiere decir es que en caso de equivocarnos lo que se espera de nosotros es corregir de manera pública para evitar que otros investigadores incurran en errores por nuestras imprecisiones y, si es necesario, retirar la publicación original.

La retracción de un artículo científico es una práctica aceptada entre la comunidad científica. Cuando se trata de fallas metodológicas o no imputables al investigador no tiene mayores consecuencias e inclusive se toma como una demostración de integridad profesional. No es lo mismo cuando se demuestra que el investigador ocultó o manipuló información de manera conciente y voluntaria. En ese caso, la retracción es deshonrosa y va seguida de sanciones que pueden llegar a lo penal, dependiendo de las implicaciones de cada caso.

En el tema de COVID19, la plataforma scholar.google.com tiene registro de más de 741 mil publicaciones con datos científicos. En un registro paralelo que puede ser consultado en el sitio retractionwatch.com, un poco más de un centenar de esas publicaciones fueron retiradas por los autores o por los comités editoriales al detectarse fallas sustanciales en la investigación. Este tipo de prácticas genera confianza y son muy valoradas.

El manejo de la pandemia entra al terreno de lo científico cuando demanda las mismas condiciones. Primero, que las observaciones correspondan a la realidad y, segundo, que los datos que se publiquen sean veraces. Solamente cuando esto ocurra se podrán tomar buenas decisiones. Es por eso que los académicos han sido tan críticos sobre los datos relacionados al seguimiento de la crisis sanitaria.

Con respecto al numero de contagios, la demanda del sector académico ha sido la realización masiva de pruebas diagnósticas con la finalidad de conocer con la mayor certeza posible el número real de infectados. En contraste, el gobierno decidió limitar las pruebas diagnósticas solamente a aquellos pacientes con síntomas graves de la enfermedad. Este subregistro llegó a ser de 8 veces, en palabras del Subsecretario de Salud. Es decir, que la verdadera intensidad de la pandemia ha sido, al menos, de esa magnitud.

El mismo subregistro ocurre con el número de enfermos graves medido como camas de terapia intensiva ocupadas ya que un número indeterminado de personas no son recibidas en los hospitales y se atienden en casa. Un reflejo de esta situación se pudo observar con la escaces de oxígeno medicinal para uso doméstico experimentada en los primeros meses de este año.

Finalmente, el dato último y quizá el de mayor impacto, es el número de muertes provocadas por la pandemia. La primera muerte registrada en nuestro país a causa del COVID-19 tuvo lugar el 19 de marzo de 2020. Se necesitaron 245 días para que se alcanzaran los primero 100 mil decesos. Nos tomó la mitad del tiempo, solamente 126 días, duplicar ese valor. Esto significa que la pandemia no solo no está bajo control sino que, al contrario, está en fase de aceleración.

Si nos vamos a otros datos, también oficiales pero de otra fuente, el número total de decesos asociados a la pandemia supera los 417 mil, el doble de lo reportado. En este registro se suman los muertos de COVID-19 a los muertos por COVID-19, aquellas personas que no pudieron seguir sus tratamientos, que sufrieron un accidente, que sin estar infectadas no tuvieron acceso a una cama de hospital y murieron en casa sin mayor atención que la de su familia.

Enfrentarnos a la pandemia ha sido un proceso acelerado de aprendizaje, no pasa un día sin que aparezca nueva información que nos obliga a replantearnos nuestra visión del problema. En ese contexto es entendible que las primeras decisiones hayan sido tomadas con datos insuficientes o parcialmente correctos. Lo que escapa a mi entendimiento es que dentro del mismo gobierno se tengan datos tan diferentes y que se llegue a conclusiones sin contrastarlos. Peor aún, que las conclusiones se construyan con datos sezgados.

Esta última práctica se conoce en el sector académico como "cherry picking" y conformaría una causa legítima para el retiro deshonroso de una publicación.


Información adicional de éste y otros temas de interés visiten http://reivindicandoapluton.blogspot.mx o https://www.facebook.com/BValderramaB/