/ lunes 10 de septiembre de 2018

Los pleitos morenos y el Cuauh

Algo que deberá aprenderse de la nueva política: los de Morena, hablan golpeado. El intercambio de acusaciones entre los militantes, exmilitantes y aliados del partido de Andrés Manuel López Obrador demuestra que el único factor de unidad es la figura del presidente electo, su símbolo patrio, pero en todo lo demás es sálvese quien pueda. Y pocos pueden librarla porque ellos se acusan, se espían, hasta se graban (o presumen que se graban), y al final parece que sólo ganará quien permanezca en pie. Porque el lío no es simple.

Es cierto que Rabindranath Salazar prácticamente cedió la candidatura a Cuauhtémoc Blanco y que todo mundo sobreentendió que en ello iba implícita la obtención de una o varias posiciones en el gabinete que conformaría el Cuauh si llegaba a la gubernatura. Pero también es cierto que muchos de los damnificados por la renuncia de Rabindranath decidieron no hacer campaña por el Cuauh.

Es innegable que Cuauhtémoc Blanco Bravo procuró durante su campaña por la gubernatura de Morelos destacar mucho más el emblema de su partido, PES, que el de cualquiera otro de su coalición, Morena y PT, y que incluso su propaganda salía de la imagen que usaba Morena para el resto de los candidatos de la coalición. Pero también es evidente que mientras el PES perdió el registro en el país, en Morelos logró un nada despreciable 10 por ciento de la votación por gobernador, lo que le coloca en la esfera de los partidos importantes en la entidad.

También es cierto que fue Cuauhtémoc el candidato más votado en el proceso local; pero la mayoría de los votos que obtuvo fueron por Morena. Además, Andrés Manuel López Obrador, logró alrededor de cien mil votos más que Cuauhtémoc en Morelos, lo que implica un poder innegable de la marca Morena. ¿La gente que voto por Cuauhtémoc Blanco habría votado por cualquier otro candidato de Morena? Se trata de una hipótesis imposible de verificar en tanto la única forma para lograr dilucidarlo sería con una nueva elección, y aún eso sería muy cuestionable dado que ha pasado el tiempo y tanto Cuauhtémoc como Morena han tenido un desgaste que no tuvieron antes de la elección.

El problema es que se ha polarizado a la población interesada en el tema como apoyadores de Cuauh o de Rabin, cuando el asunto parece mucho más delicado que el desgarre de vanidades que ambos pudieran producirse a través de sus equipos. El problema tiene que ver con representación, con gobernabilidad, con separación de poderes, con republicanismo, y con que, dada su actuación reciente en la cámara, Morena carece de calidad moral para hablar de trueques de voluntades de legisladores, cambio de siglas de los mismos, y así.

Ya habíamos advertido en este espacio el problema de representatividad que tienen las fuerzas políticas en el Congreso de Morelos, subrayamos que el partido del gobernador estaba sobrerrepresentado, que la repartición de los órganos de gobierno legislativo resulta ajena a lo que la voluntad popular expresó con el sufragio, pero eso parece no interesar. En los hechos hay una aplanadora identificada con una parte del equipo del gobernador electo y se está utilizando igual que gobernadores anteriores hicieron con las legislaturas que pudieron. Al final, la dignidad es lo que menos importa recuperar en un Congreso que perdió ya hasta el dinero.

Los morenos se pelean fuerte, se llevan pesado y arrasan con las instituciones, a final de cuentas, parece que al único que debe cuidarse, está a salvo preparándose para ocupar la Presidencia de la República.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Algo que deberá aprenderse de la nueva política: los de Morena, hablan golpeado. El intercambio de acusaciones entre los militantes, exmilitantes y aliados del partido de Andrés Manuel López Obrador demuestra que el único factor de unidad es la figura del presidente electo, su símbolo patrio, pero en todo lo demás es sálvese quien pueda. Y pocos pueden librarla porque ellos se acusan, se espían, hasta se graban (o presumen que se graban), y al final parece que sólo ganará quien permanezca en pie. Porque el lío no es simple.

Es cierto que Rabindranath Salazar prácticamente cedió la candidatura a Cuauhtémoc Blanco y que todo mundo sobreentendió que en ello iba implícita la obtención de una o varias posiciones en el gabinete que conformaría el Cuauh si llegaba a la gubernatura. Pero también es cierto que muchos de los damnificados por la renuncia de Rabindranath decidieron no hacer campaña por el Cuauh.

Es innegable que Cuauhtémoc Blanco Bravo procuró durante su campaña por la gubernatura de Morelos destacar mucho más el emblema de su partido, PES, que el de cualquiera otro de su coalición, Morena y PT, y que incluso su propaganda salía de la imagen que usaba Morena para el resto de los candidatos de la coalición. Pero también es evidente que mientras el PES perdió el registro en el país, en Morelos logró un nada despreciable 10 por ciento de la votación por gobernador, lo que le coloca en la esfera de los partidos importantes en la entidad.

También es cierto que fue Cuauhtémoc el candidato más votado en el proceso local; pero la mayoría de los votos que obtuvo fueron por Morena. Además, Andrés Manuel López Obrador, logró alrededor de cien mil votos más que Cuauhtémoc en Morelos, lo que implica un poder innegable de la marca Morena. ¿La gente que voto por Cuauhtémoc Blanco habría votado por cualquier otro candidato de Morena? Se trata de una hipótesis imposible de verificar en tanto la única forma para lograr dilucidarlo sería con una nueva elección, y aún eso sería muy cuestionable dado que ha pasado el tiempo y tanto Cuauhtémoc como Morena han tenido un desgaste que no tuvieron antes de la elección.

El problema es que se ha polarizado a la población interesada en el tema como apoyadores de Cuauh o de Rabin, cuando el asunto parece mucho más delicado que el desgarre de vanidades que ambos pudieran producirse a través de sus equipos. El problema tiene que ver con representación, con gobernabilidad, con separación de poderes, con republicanismo, y con que, dada su actuación reciente en la cámara, Morena carece de calidad moral para hablar de trueques de voluntades de legisladores, cambio de siglas de los mismos, y así.

Ya habíamos advertido en este espacio el problema de representatividad que tienen las fuerzas políticas en el Congreso de Morelos, subrayamos que el partido del gobernador estaba sobrerrepresentado, que la repartición de los órganos de gobierno legislativo resulta ajena a lo que la voluntad popular expresó con el sufragio, pero eso parece no interesar. En los hechos hay una aplanadora identificada con una parte del equipo del gobernador electo y se está utilizando igual que gobernadores anteriores hicieron con las legislaturas que pudieron. Al final, la dignidad es lo que menos importa recuperar en un Congreso que perdió ya hasta el dinero.

Los morenos se pelean fuerte, se llevan pesado y arrasan con las instituciones, a final de cuentas, parece que al único que debe cuidarse, está a salvo preparándose para ocupar la Presidencia de la República.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

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