/ miércoles 2 de mayo de 2018

Más allá y menos acá

El pasado y el presente han venido ocupando gran parte de nuestro tiempo y decisiones. Sin embargo, cuando analizamos las cosas realmente importantes, podemos darnos cuenta que el futuro es realmente lo que debería ocupar un papel más relevante en nuestra sociedad.


Si lo pensamos bien, el futuro se encuentra en el presente y aún en el pasado. Si lo reflexionamos, ¿en cuantas cosas hemos podido “decidir”; en cuantas únicamente “elegir” o “adaptarnos”; y en cuantas fuimos “simples espectadores” -conscientes o inconscientes?


Nuestra sociedad cambiaría radicalmente si logramos constuir de manera orgánica, una idea socialmente compartida que se pueda expresarse de manera cotidiana en nuestras vidas a partir de las decisiones que queremos para nuestro futuro. Si lograramos coincidir en los fines y aspiraciones, los cambios de largo plazo tendrían sentido en el presente y comenzaríamos a impulsar proyectos fuera de este tiempo y espacio.


Confieso que soy un convencido de que es más valioso imaginar utopías e impulsar procesos de transición, que vivir trayecto-dependencias perniciosas y la resignación del status quo. Por supuesto que reconocemos nuestras raíces y el pasado, pero eso no significa una limitación sino todo lo contrario.


Los últimos estudios de prospectiva poblacional indican que en el año 2045 la población mundial alcanzará los 9 mil millones de habitantes. Una población así, debería obligarnos a pensar más globalmente desde ahora; sin embargo, seguimos sufriendo cada que nuestra realidad nos alcanza porque no estamos siendo suficientemente prospectivos en las acciones que nos permitan transformar nuestra realidad desde ahora.


Es cierto que los esquemas actuales no permiten trascender aspectos que a estas alturas deberían dejar de tener sentido en materia social, educativa, económica y hasta política.


Por eso, considero que el futuro debería ser parte de una forma más estructurada y consciente en nuestras vidas, ya que a partir de ella logramos liberar nuestras ideas más allá de lo habitual, de lo cotidiano, lo anquilosado, de lo más cercano o lo más acá.


En momentos coyunturales como los que estamos viviendo, deberíamos aprovechar la oportunidad para cuestionar todo, en especial los estilos y prácticas que no nos llevan a mucho. Para lograrlo solo tenemos de nuestro lado “la idea”.


A través de ésta, podemos seguir por un camino guiado por el conocimiento porque es una forma segura de abrir las ventanas de la innovación e ir destruyendo el conformismo del ser.


Sólo el pensamiento puede ser capaz de rechazar y cuestionar la realidad actual y sus sistemas obsoletos. Deberíamos atrevernos a hacerlo.


Con el pensamiento podemos comprender el lugar que hemos decidido colocar nuestro ser y nuestro deber, en lo personal, uno ubicado en el más allá y en el menos acá.

El pasado y el presente han venido ocupando gran parte de nuestro tiempo y decisiones. Sin embargo, cuando analizamos las cosas realmente importantes, podemos darnos cuenta que el futuro es realmente lo que debería ocupar un papel más relevante en nuestra sociedad.


Si lo pensamos bien, el futuro se encuentra en el presente y aún en el pasado. Si lo reflexionamos, ¿en cuantas cosas hemos podido “decidir”; en cuantas únicamente “elegir” o “adaptarnos”; y en cuantas fuimos “simples espectadores” -conscientes o inconscientes?


Nuestra sociedad cambiaría radicalmente si logramos constuir de manera orgánica, una idea socialmente compartida que se pueda expresarse de manera cotidiana en nuestras vidas a partir de las decisiones que queremos para nuestro futuro. Si lograramos coincidir en los fines y aspiraciones, los cambios de largo plazo tendrían sentido en el presente y comenzaríamos a impulsar proyectos fuera de este tiempo y espacio.


Confieso que soy un convencido de que es más valioso imaginar utopías e impulsar procesos de transición, que vivir trayecto-dependencias perniciosas y la resignación del status quo. Por supuesto que reconocemos nuestras raíces y el pasado, pero eso no significa una limitación sino todo lo contrario.


Los últimos estudios de prospectiva poblacional indican que en el año 2045 la población mundial alcanzará los 9 mil millones de habitantes. Una población así, debería obligarnos a pensar más globalmente desde ahora; sin embargo, seguimos sufriendo cada que nuestra realidad nos alcanza porque no estamos siendo suficientemente prospectivos en las acciones que nos permitan transformar nuestra realidad desde ahora.


Es cierto que los esquemas actuales no permiten trascender aspectos que a estas alturas deberían dejar de tener sentido en materia social, educativa, económica y hasta política.


Por eso, considero que el futuro debería ser parte de una forma más estructurada y consciente en nuestras vidas, ya que a partir de ella logramos liberar nuestras ideas más allá de lo habitual, de lo cotidiano, lo anquilosado, de lo más cercano o lo más acá.


En momentos coyunturales como los que estamos viviendo, deberíamos aprovechar la oportunidad para cuestionar todo, en especial los estilos y prácticas que no nos llevan a mucho. Para lograrlo solo tenemos de nuestro lado “la idea”.


A través de ésta, podemos seguir por un camino guiado por el conocimiento porque es una forma segura de abrir las ventanas de la innovación e ir destruyendo el conformismo del ser.


Sólo el pensamiento puede ser capaz de rechazar y cuestionar la realidad actual y sus sistemas obsoletos. Deberíamos atrevernos a hacerlo.


Con el pensamiento podemos comprender el lugar que hemos decidido colocar nuestro ser y nuestro deber, en lo personal, uno ubicado en el más allá y en el menos acá.

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