/ viernes 24 de junio de 2022

¿Por qué continúan los asesinatos en Chihuahua y en Morelos?

Tres noticias ocuparon la atención nacional y en nuestro estado esta semana. Primero, el asesinato de dos sacerdotes jesuitas y un viejo guía de turistas de la zona tarahumara en Chihuahua. Se difundieron varias versiones sobre la forma en que ocurrió, sin embargo, una de las más precisas parece ser la ofrecida por un diario local, el Heraldo de Chihuahua. Esta última crónica periodística señala que el señor Palma, un guía de turistas que llevaba a un grupo fue “levantado” por un conocido delincuente, “el Chueco”, quien lo habría torturado para después llevarlo agonizante al templo a cargo de los sacerdotes jesuitas para que le “dieran” los santos óleos, lo cual fue realizado por los sacerdotes jesuitas, conocidos como “el Gallo” y “Morita”, pero luego inexplicablemente los asesinó para llevarse a las tres víctimas en la misma camioneta en la que había traído al señor Palma. Esta versión del “levantón” era confirmada por uno de los hijos del señor Palma que regresó de Barcelona con la tragedia, aunque agregó que el presunto asesino iba, según señalan otras personas, muy intoxicado, al parecer muy “drogado”. La desgracia y crueldad de los asesinatos son por supuesto detestables, condenables y de exigencia de justicia a las autoridades federales y locales. Sin embargo, entre las diversas manifestaciones de condena y exigencia de justicia es importante recuperar aquella que algunos vecinos y ciudadanos locales han manifestado. Desde hace más de cuatro años, parece que desde 2018, el mismo “chueco”, había sido denunciado por la muerte de un turista norteamericano y la sociedad local sabía que aparentemente el señor seguía por ahí hasta cometer estos nuevos asesinatos. Además, se dice que el “Chueco” forma parte de aquel antiguo grupo de “gente nueva” que el cártel de Sinaloa trajo a Ciudad Juárez y a Chihuahua para disputar la plaza hace más de diez o quince años y que en su historia habría cometido muchas más acciones de violencia. Como dice la gente de Chihuahua, así lo leí y lo escuché, no sólo lo sabía la sociedad, sino también las propias autoridades. Aquí, entonces ante una nueva tragedia, lo que no puede permitirse que las autoridades en tanto tiempo no hayan hecho algo, por omisión, por amenazas o hasta por posible complicidad, para que este personaje y este grupo volvieran a cometer más asesinatos y que todos pongamos el grito en el cielo. Desde luego, esto ha sido aprovechado por aquellos grupos de oposición política al presidente de la República para aludir que esa omisión se debe al supuesto “acuerdo” para que el cártel de Sinaloa no sea combatido, sino por el contrario haya “apoyado” a Morena en las elecciones, especialmente se dice mediante intimidaciones, para que ganara el nuevo gobernador de Sinaloa, Rocha Moya. Y de esto más otras verdaderas banalidades del propio presidente de México y de la oposición, se diga que vivimos en un “NarcoEstado” y que este tipo de influencias estuvieron presentes en las elecciones para gobernador de las seis entidades en disputa electoral, soslayando por completo lo que se dicen ocurrió en Tamaulipas, pero a la inversa porque en esa entidad el acusado de influir en las elecciones es el actual gobernador, acusado de vínculos con la delincuencia organizada y sin reconocer que por este tipo de vínculos y corrupción varios exgobernadores de Tamaulipas, cuando menos dos, están en prisión.

No quiero desconocer los vínculos y la influencia del cártel de Sinaloa con los gobiernos estatales, algunos de ellos documentados en investigaciones, y seguramente de mucha influencia. Es sabido en Culiacán que todos los gobernadores “platican” con los aspirantes a gobernadores de la entidad y, se asegura, que con ellos mismos siendo gobernadores. Pero esto no ocurre solamente en Sinaloa. Existen historias y evidencias de este tipo de influencias desde Chihuahua, hasta Nayarit, Colima, Michoacán, Veracruz, Quintana Roo… y en muchos municipios del país. El problema central, reiteramos es que no sabemos que es lo que los gobiernos federal y estatales hacen, más allá de “plata o plomo”, y nos rasguemos las vestiduras y pongamos el grito en el cielo cuando ocurren. Aquí en Morelos otra noticia es que los delitos de alto impacto, incluyendo el homicidio, el robo con violencia, el feminicidio han crecido en los últimos meses para ubicarnos en los primeros lugares nacionales, pero el problema es que no se haga algo y se siga siendo omisos, para no simplemente santiguarnos y decir, “Ave María Purísima”. La otra noticia es que del pleito entre el presidente y Carmen Aristegui que referí en mi última colaboración y que decía yo que esto rebajaba la política, Aristegui con mucha estatura pública decidió no contestar los insultos del presidente. ¡¡Bravo!! Sin embargo, continúa a través de sus colaboradores para denostar a ultranza lo que el presidente hace y eso no ayuda para hacer política en la discusión pública.

Tres noticias ocuparon la atención nacional y en nuestro estado esta semana. Primero, el asesinato de dos sacerdotes jesuitas y un viejo guía de turistas de la zona tarahumara en Chihuahua. Se difundieron varias versiones sobre la forma en que ocurrió, sin embargo, una de las más precisas parece ser la ofrecida por un diario local, el Heraldo de Chihuahua. Esta última crónica periodística señala que el señor Palma, un guía de turistas que llevaba a un grupo fue “levantado” por un conocido delincuente, “el Chueco”, quien lo habría torturado para después llevarlo agonizante al templo a cargo de los sacerdotes jesuitas para que le “dieran” los santos óleos, lo cual fue realizado por los sacerdotes jesuitas, conocidos como “el Gallo” y “Morita”, pero luego inexplicablemente los asesinó para llevarse a las tres víctimas en la misma camioneta en la que había traído al señor Palma. Esta versión del “levantón” era confirmada por uno de los hijos del señor Palma que regresó de Barcelona con la tragedia, aunque agregó que el presunto asesino iba, según señalan otras personas, muy intoxicado, al parecer muy “drogado”. La desgracia y crueldad de los asesinatos son por supuesto detestables, condenables y de exigencia de justicia a las autoridades federales y locales. Sin embargo, entre las diversas manifestaciones de condena y exigencia de justicia es importante recuperar aquella que algunos vecinos y ciudadanos locales han manifestado. Desde hace más de cuatro años, parece que desde 2018, el mismo “chueco”, había sido denunciado por la muerte de un turista norteamericano y la sociedad local sabía que aparentemente el señor seguía por ahí hasta cometer estos nuevos asesinatos. Además, se dice que el “Chueco” forma parte de aquel antiguo grupo de “gente nueva” que el cártel de Sinaloa trajo a Ciudad Juárez y a Chihuahua para disputar la plaza hace más de diez o quince años y que en su historia habría cometido muchas más acciones de violencia. Como dice la gente de Chihuahua, así lo leí y lo escuché, no sólo lo sabía la sociedad, sino también las propias autoridades. Aquí, entonces ante una nueva tragedia, lo que no puede permitirse que las autoridades en tanto tiempo no hayan hecho algo, por omisión, por amenazas o hasta por posible complicidad, para que este personaje y este grupo volvieran a cometer más asesinatos y que todos pongamos el grito en el cielo. Desde luego, esto ha sido aprovechado por aquellos grupos de oposición política al presidente de la República para aludir que esa omisión se debe al supuesto “acuerdo” para que el cártel de Sinaloa no sea combatido, sino por el contrario haya “apoyado” a Morena en las elecciones, especialmente se dice mediante intimidaciones, para que ganara el nuevo gobernador de Sinaloa, Rocha Moya. Y de esto más otras verdaderas banalidades del propio presidente de México y de la oposición, se diga que vivimos en un “NarcoEstado” y que este tipo de influencias estuvieron presentes en las elecciones para gobernador de las seis entidades en disputa electoral, soslayando por completo lo que se dicen ocurrió en Tamaulipas, pero a la inversa porque en esa entidad el acusado de influir en las elecciones es el actual gobernador, acusado de vínculos con la delincuencia organizada y sin reconocer que por este tipo de vínculos y corrupción varios exgobernadores de Tamaulipas, cuando menos dos, están en prisión.

No quiero desconocer los vínculos y la influencia del cártel de Sinaloa con los gobiernos estatales, algunos de ellos documentados en investigaciones, y seguramente de mucha influencia. Es sabido en Culiacán que todos los gobernadores “platican” con los aspirantes a gobernadores de la entidad y, se asegura, que con ellos mismos siendo gobernadores. Pero esto no ocurre solamente en Sinaloa. Existen historias y evidencias de este tipo de influencias desde Chihuahua, hasta Nayarit, Colima, Michoacán, Veracruz, Quintana Roo… y en muchos municipios del país. El problema central, reiteramos es que no sabemos que es lo que los gobiernos federal y estatales hacen, más allá de “plata o plomo”, y nos rasguemos las vestiduras y pongamos el grito en el cielo cuando ocurren. Aquí en Morelos otra noticia es que los delitos de alto impacto, incluyendo el homicidio, el robo con violencia, el feminicidio han crecido en los últimos meses para ubicarnos en los primeros lugares nacionales, pero el problema es que no se haga algo y se siga siendo omisos, para no simplemente santiguarnos y decir, “Ave María Purísima”. La otra noticia es que del pleito entre el presidente y Carmen Aristegui que referí en mi última colaboración y que decía yo que esto rebajaba la política, Aristegui con mucha estatura pública decidió no contestar los insultos del presidente. ¡¡Bravo!! Sin embargo, continúa a través de sus colaboradores para denostar a ultranza lo que el presidente hace y eso no ayuda para hacer política en la discusión pública.