/ miércoles 18 de julio de 2018

México ante el futuro inmediato

A medio mes después de haberse realizado las elecciones más grandes e importantes del país, prevalece un ánimo social expectante y esperanzador. Por primera vez en la historia triunfó en México un partido con matiz de izquierda.


Imaginar que un partido de izquierda pudiera alcanzar la Presidencia de la república era algo impensable o utópico hace una década. Ni siquiera en los años setenta, cuando existía un ambiente político internacional más socialista, la idea se vislumbraba como algo cercano o realizable; a lo más de lo que se podía hablar era de impulsar determinadas tácticas a corto plazo encadenadas a un proceso de lucha largo, permanente y continuado.


Si ganar no fue una tarea sencilla para un partido de izquierda (a pesar de que así lo anunciaban las encuestas durante muchos meses previo a la jornada electoral); fue inusitado que el triunfo estuviera arropado por un contundente y amplio respaldo electoral de 30 millones de votos, porque no existían suficientes antecedentes de un gobierno de izquierda a nivel país. Con ello, el actual gobierno obtuvo una legitimidad política suficiente para impulsar la prometida cuarta transformación.


Con más de 12 años de campaña y tres intentos para acceder al cargo, AMLO finalmente logró convencer a un amplio electorado. Con Morena como instrumento, se convirtió en el partido político de izquierda más votado y esto se tradujo en la acumulación de un enorme poder político, al contar con la mayoría en el Congreso de la Unión, varios Gobiernos Estatales, Alcaldías y Congresos Locales.


Por supuesto que el poder público es un aspecto importante; sin embargo, las fuerzas transformadoras de la sociedad no se agotan o circunscriben únicamente en los estrechos límites institucionales. El caso de Obama fue muy aleccionador ya que, a pesar de haber llegado a la Presidencia de los EEUU con el respaldo de la ciudadanía, nunca logró materializar todos los cambios prometidos.


La situación de AMLO parece única y envidiable, ya que tendrá el Congreso de la Unión lo que reduce las posibilidades de confrontación política con otros actores políticos y el impasse político padecido por varios gobernantes.


Si el brazo institucional luce fuerte, debemos recordar que también existe una poderosa masa ciudadana, crítica y activa, que no está dispuesta a ser simple espectadora de lo que ocurre en el sector público. Durante 30 años de abandono del Estado, esta masa crítica ha desarrollado sus capacidades para vigilar, criticar, proponer y coadyuvar en los asuntos públicos.


Una transformación de lo público disociada de la ciudadanía no prosperará, aunque tal parece que AMLO y su gobierno lo tienen en cuenta. Por lo tanto, la clave reside en aprovechar esta fuerza para hacerla confluir, potenciar y acelerar los cambios con la suficiente calidad en este nuevo ciclo institucional que ha iniciado desde ahora a gobernar.

Recordemos que las fuerzas políticas históricas o prevalecientes (disminuidas o no) también forman parte de los actores políticos que mantienen determinado poder, influencia o control en territorios o sectores, que no se dejarán neutralizarse sencillamente ni eliminarse, de ahí que se deberá tener algún tipo de tratamiento político.


Sin duda, se abre un panorama amplio de oportunidades. El meollo está en poder definir las líneas estratégicas y coadyuvar en la histórica oportunidad para sentar las bases de una transformación estructural.


Por eso, debemos seguir pensando que la lucha es por etapas y bajo tácticas de corto plazo que nos permitan alcanzar nuestros objetivos estratégicos en el futuro inmediato. Muy a pesar de que ahora existan condiciones favorables.

A medio mes después de haberse realizado las elecciones más grandes e importantes del país, prevalece un ánimo social expectante y esperanzador. Por primera vez en la historia triunfó en México un partido con matiz de izquierda.


Imaginar que un partido de izquierda pudiera alcanzar la Presidencia de la república era algo impensable o utópico hace una década. Ni siquiera en los años setenta, cuando existía un ambiente político internacional más socialista, la idea se vislumbraba como algo cercano o realizable; a lo más de lo que se podía hablar era de impulsar determinadas tácticas a corto plazo encadenadas a un proceso de lucha largo, permanente y continuado.


Si ganar no fue una tarea sencilla para un partido de izquierda (a pesar de que así lo anunciaban las encuestas durante muchos meses previo a la jornada electoral); fue inusitado que el triunfo estuviera arropado por un contundente y amplio respaldo electoral de 30 millones de votos, porque no existían suficientes antecedentes de un gobierno de izquierda a nivel país. Con ello, el actual gobierno obtuvo una legitimidad política suficiente para impulsar la prometida cuarta transformación.


Con más de 12 años de campaña y tres intentos para acceder al cargo, AMLO finalmente logró convencer a un amplio electorado. Con Morena como instrumento, se convirtió en el partido político de izquierda más votado y esto se tradujo en la acumulación de un enorme poder político, al contar con la mayoría en el Congreso de la Unión, varios Gobiernos Estatales, Alcaldías y Congresos Locales.


Por supuesto que el poder público es un aspecto importante; sin embargo, las fuerzas transformadoras de la sociedad no se agotan o circunscriben únicamente en los estrechos límites institucionales. El caso de Obama fue muy aleccionador ya que, a pesar de haber llegado a la Presidencia de los EEUU con el respaldo de la ciudadanía, nunca logró materializar todos los cambios prometidos.


La situación de AMLO parece única y envidiable, ya que tendrá el Congreso de la Unión lo que reduce las posibilidades de confrontación política con otros actores políticos y el impasse político padecido por varios gobernantes.


Si el brazo institucional luce fuerte, debemos recordar que también existe una poderosa masa ciudadana, crítica y activa, que no está dispuesta a ser simple espectadora de lo que ocurre en el sector público. Durante 30 años de abandono del Estado, esta masa crítica ha desarrollado sus capacidades para vigilar, criticar, proponer y coadyuvar en los asuntos públicos.


Una transformación de lo público disociada de la ciudadanía no prosperará, aunque tal parece que AMLO y su gobierno lo tienen en cuenta. Por lo tanto, la clave reside en aprovechar esta fuerza para hacerla confluir, potenciar y acelerar los cambios con la suficiente calidad en este nuevo ciclo institucional que ha iniciado desde ahora a gobernar.

Recordemos que las fuerzas políticas históricas o prevalecientes (disminuidas o no) también forman parte de los actores políticos que mantienen determinado poder, influencia o control en territorios o sectores, que no se dejarán neutralizarse sencillamente ni eliminarse, de ahí que se deberá tener algún tipo de tratamiento político.


Sin duda, se abre un panorama amplio de oportunidades. El meollo está en poder definir las líneas estratégicas y coadyuvar en la histórica oportunidad para sentar las bases de una transformación estructural.


Por eso, debemos seguir pensando que la lucha es por etapas y bajo tácticas de corto plazo que nos permitan alcanzar nuestros objetivos estratégicos en el futuro inmediato. Muy a pesar de que ahora existan condiciones favorables.

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