/ miércoles 11 de mayo de 2022

México está ocupando el vacío geopolítico de Centroamérica

Más allá de los discursos, elogios y galardones que recibió AMLO en su reciente gira por América Central y Cuba, su significado es la reactivación de la economía regional y el inicio de un proceso de integración económica y política bajo el liderazgo de México, aceptado por la opinión pública y los dirigentes de esos países.

Veamos el panorama: los problemas de los países centroamericanos son de urgente solución. Hay miseria, explotación, atraso y violencia, al tiempo que su población emigra en masa en busca de un mejor destino, tratando de llegar al “sueño americano” que cada día se está convirtiendo en pesadilla.

En algunos de esos países ya se ha usado la vía de las armas para salir de esa miseria. Tanto en Guatemala como en El Salvador tuvieron lugar feroces guerras civiles a fines del siglo pasado, que dejaron miles de muertos y heridas muy profundas en la conciencia colectiva. En ambos países las guerras terminaron en una especie de empate político que, por cierto, fue acordado oficialmente en México.

La guerra civil de El Salvador llegó a su fin en 1992 con los acuerdos de Chapultepec, firmados entre la guerrilla del FMLN y el gobierno salvadoreño. La de Guatemala terminó con un acuerdo firmado por el gobierno de ese país y la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (UNRG) en 1996. Fueron acuerdos que levantaron muchas esperanzas, pero no aportaron nada tangible en beneficio de esos pueblos.

En Honduras, por contraste, un movimiento democrático pudo vencer hace meses en las urnas a los verdugos de ese país, y ha iniciado un camino propio hacia el desarrollo. El dirigente del movimiento vencedor es el expresidente Manuel Zelaya, esposo de la actual presidenta Xiomara Castro. Zelaya fue derrocado por un golpe de estado orquestado desde USA en 2009.

Queda claro que dentro de los pequeños países de la región no se han podido realizar cambios políticos sustanciales y, por consiguiente, no se ha generado una transformación social y política de relevancia. Además, en el camino hacia conseguir mejoras en las condiciones de los pueblos, esos movimientos se han enfrentado a un bloqueo permanente por parte de USA.

Para que el enorme impulso popular centroamericano pueda dar frutos en beneficio de los pueblos, se requiere de un fuerte apoyo externo capaz de contrarrestar, aunque sea en parte, las presiones y bloqueos procedentes de la potencia anglosajona. Los países de la región son pequeños, con economías atrasadas y débiles, carentes de la capacidad de generar recursos para invertir en su propio avance. Esa debilidad no les permite lograr el éxito por sí mismas, menos aún dentro del mundo global encabezado por USA cuyo declive es evidente, y que juega un papel hegemónico en plena decadencia.

Desde hace varios años, USA ha estado ocupado en asuntos internos como la pandemia y los problemas económicos asociados a ella, y a últimas fechas su atención está centrada en la crisis mundial generada por el intento de la OTAN de establecer armas nucleares a las puertas de Rusia. Esa es la razón principal de que la potencia vecina del norte haya estado ausente de los problemas más acuciantes de América Central.

A USA solo le interesa que sus fronteras del sur sean cubiertas (a título gratuito off course) contra la inmigración procedente de México y América central. No destina recursos a resolver los temas de fondo en América central, más bien su atención la ha centrado en atender la grave crisis político-militar derivada de la intervención rusa en Ucrania, a lo cual ha dedicado los recursos más cuantiosos.

El desbalance en la política exterior de USA quedó de manifiesto en la gira que realizó la semana pasada el presidente de México, AMLO, por los países vecinos de América Central. USA se comprometió desde la época de Donald Trump a invertir en Centroamérica 4 mil millones de dólares (unos 80 mil millones de pesos) para enfrentar los retos de la pobreza regional que genera y da impulso a la migración.

A la fecha, la inversión prometida por la potencia del norte brilla por su ausencia. En contraste, USA se comprometió a apoyar a Ucrania en la guerra actual, y ha liberado 30 mil millones de dólares (unos 600 mil millones de pesos) para tal efecto y sin ninguna tardanza. Queda más claro que nunca a los países de Centroamérica quién los apoya y qué lugar ocupan sus conflictos sociales dentro de la lista de prioridades de la potencia anglosajona.

La migración en los países centroamericanos es muy compleja y obedece a causas muy profundas. Hay miseria, explotación, violencia, corrupción y muchos factores que la alimentan. También es cierto que se han formado redes bien organizadas de coyotes que trafican con el sufrimiento de los migrantes, y les cobran miles de dólares para llevarlos a un destino incierto. Uno de los aspectos humanos más dolorosos es que la migración se ha convertido en jugoso negocio de varias pandillas.

En algunas ocasiones, esas redes de tratantes han cumplido adecuadamente su labor. Miles de centroamericanos han encontrado empleo en USA cuando se han servido de esas redes, y sobre todo cuando los migrantes han encontrado apoyo de sus parientes asentados previamente en aquel país. Así han logrado emigrar miles de centroamericanos.

Hay un vacío político evidente en Centroamérica: USA tiene a los países de la región en último lugar de su lista, al tiempo que los recursos propios de esos países son muy escasos para afrontar los retos del desarrollo. Bajo el liderazgo de AMLO, México está ocupando ese vacío de poder. No porque su capacidad financiera sea muy amplia, sino porque son países que requieren de apoyo político para encontrar un lugar en el concierto del mundo actual.

La oferta de AMLO es atractiva: por una parte otorga los recursos de los programas sociales que tanto éxito han tenido en México. Por otro, crea y genera posibilidades de progreso a Guatemala y a Belice con la construcción del Tren Maya en tierras mexicanas cercanas a sus territorios, así como con la prolongación de redes eléctricas y vías de ferrocarril de Coatzacoalcos a la frontera sur. El convenio con Belice consiste en exentar de impuestos a los productos que ingresen en México, y mantener a Chetumal como puerto libre de impuestos a la importación.

Con el fin de tender “cortinas de empleo” ha sido proyectado el complejo industrial que se construye en torno al Ferrocarril del Istmo. Esos proyectos servirán al desarrollo económico de México, pero en condiciones de apertura y equidad para el esfuerzo de la abundante mano de obra ociosa de América Central. Ese es un proyecto estratégico regional de impacto continental.

Más allá de los discursos, elogios y galardones que recibió AMLO en su reciente gira por América Central y Cuba, su significado es la reactivación de la economía regional y el inicio de un proceso de integración económica y política bajo el liderazgo de México, aceptado por la opinión pública y los dirigentes de esos países.

Veamos el panorama: los problemas de los países centroamericanos son de urgente solución. Hay miseria, explotación, atraso y violencia, al tiempo que su población emigra en masa en busca de un mejor destino, tratando de llegar al “sueño americano” que cada día se está convirtiendo en pesadilla.

En algunos de esos países ya se ha usado la vía de las armas para salir de esa miseria. Tanto en Guatemala como en El Salvador tuvieron lugar feroces guerras civiles a fines del siglo pasado, que dejaron miles de muertos y heridas muy profundas en la conciencia colectiva. En ambos países las guerras terminaron en una especie de empate político que, por cierto, fue acordado oficialmente en México.

La guerra civil de El Salvador llegó a su fin en 1992 con los acuerdos de Chapultepec, firmados entre la guerrilla del FMLN y el gobierno salvadoreño. La de Guatemala terminó con un acuerdo firmado por el gobierno de ese país y la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (UNRG) en 1996. Fueron acuerdos que levantaron muchas esperanzas, pero no aportaron nada tangible en beneficio de esos pueblos.

En Honduras, por contraste, un movimiento democrático pudo vencer hace meses en las urnas a los verdugos de ese país, y ha iniciado un camino propio hacia el desarrollo. El dirigente del movimiento vencedor es el expresidente Manuel Zelaya, esposo de la actual presidenta Xiomara Castro. Zelaya fue derrocado por un golpe de estado orquestado desde USA en 2009.

Queda claro que dentro de los pequeños países de la región no se han podido realizar cambios políticos sustanciales y, por consiguiente, no se ha generado una transformación social y política de relevancia. Además, en el camino hacia conseguir mejoras en las condiciones de los pueblos, esos movimientos se han enfrentado a un bloqueo permanente por parte de USA.

Para que el enorme impulso popular centroamericano pueda dar frutos en beneficio de los pueblos, se requiere de un fuerte apoyo externo capaz de contrarrestar, aunque sea en parte, las presiones y bloqueos procedentes de la potencia anglosajona. Los países de la región son pequeños, con economías atrasadas y débiles, carentes de la capacidad de generar recursos para invertir en su propio avance. Esa debilidad no les permite lograr el éxito por sí mismas, menos aún dentro del mundo global encabezado por USA cuyo declive es evidente, y que juega un papel hegemónico en plena decadencia.

Desde hace varios años, USA ha estado ocupado en asuntos internos como la pandemia y los problemas económicos asociados a ella, y a últimas fechas su atención está centrada en la crisis mundial generada por el intento de la OTAN de establecer armas nucleares a las puertas de Rusia. Esa es la razón principal de que la potencia vecina del norte haya estado ausente de los problemas más acuciantes de América Central.

A USA solo le interesa que sus fronteras del sur sean cubiertas (a título gratuito off course) contra la inmigración procedente de México y América central. No destina recursos a resolver los temas de fondo en América central, más bien su atención la ha centrado en atender la grave crisis político-militar derivada de la intervención rusa en Ucrania, a lo cual ha dedicado los recursos más cuantiosos.

El desbalance en la política exterior de USA quedó de manifiesto en la gira que realizó la semana pasada el presidente de México, AMLO, por los países vecinos de América Central. USA se comprometió desde la época de Donald Trump a invertir en Centroamérica 4 mil millones de dólares (unos 80 mil millones de pesos) para enfrentar los retos de la pobreza regional que genera y da impulso a la migración.

A la fecha, la inversión prometida por la potencia del norte brilla por su ausencia. En contraste, USA se comprometió a apoyar a Ucrania en la guerra actual, y ha liberado 30 mil millones de dólares (unos 600 mil millones de pesos) para tal efecto y sin ninguna tardanza. Queda más claro que nunca a los países de Centroamérica quién los apoya y qué lugar ocupan sus conflictos sociales dentro de la lista de prioridades de la potencia anglosajona.

La migración en los países centroamericanos es muy compleja y obedece a causas muy profundas. Hay miseria, explotación, violencia, corrupción y muchos factores que la alimentan. También es cierto que se han formado redes bien organizadas de coyotes que trafican con el sufrimiento de los migrantes, y les cobran miles de dólares para llevarlos a un destino incierto. Uno de los aspectos humanos más dolorosos es que la migración se ha convertido en jugoso negocio de varias pandillas.

En algunas ocasiones, esas redes de tratantes han cumplido adecuadamente su labor. Miles de centroamericanos han encontrado empleo en USA cuando se han servido de esas redes, y sobre todo cuando los migrantes han encontrado apoyo de sus parientes asentados previamente en aquel país. Así han logrado emigrar miles de centroamericanos.

Hay un vacío político evidente en Centroamérica: USA tiene a los países de la región en último lugar de su lista, al tiempo que los recursos propios de esos países son muy escasos para afrontar los retos del desarrollo. Bajo el liderazgo de AMLO, México está ocupando ese vacío de poder. No porque su capacidad financiera sea muy amplia, sino porque son países que requieren de apoyo político para encontrar un lugar en el concierto del mundo actual.

La oferta de AMLO es atractiva: por una parte otorga los recursos de los programas sociales que tanto éxito han tenido en México. Por otro, crea y genera posibilidades de progreso a Guatemala y a Belice con la construcción del Tren Maya en tierras mexicanas cercanas a sus territorios, así como con la prolongación de redes eléctricas y vías de ferrocarril de Coatzacoalcos a la frontera sur. El convenio con Belice consiste en exentar de impuestos a los productos que ingresen en México, y mantener a Chetumal como puerto libre de impuestos a la importación.

Con el fin de tender “cortinas de empleo” ha sido proyectado el complejo industrial que se construye en torno al Ferrocarril del Istmo. Esos proyectos servirán al desarrollo económico de México, pero en condiciones de apertura y equidad para el esfuerzo de la abundante mano de obra ociosa de América Central. Ese es un proyecto estratégico regional de impacto continental.