/ martes 23 de junio de 2020

México: una clase empresarial de incubadora

En México hay un conflicto en marcha entre los empresarios de este país con el gobierno de AMLO. Piden apoyos, salvamentos, condonación de impuestos y un trato fiscal más adecuado a sus intereses, o de lo contrario adelantan campañas para desalojar al presidente del poder, algunos incluso quieren echarlo antes de que termine este año.

En este contexto, de manera insólita el presidente de la República ha tenido que conversar con el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, a fin de solicitarle su mediación para que las mineras canadienses que operan en México, y que han saqueado el país, paguen impuestos. Y en general los empresarios nacionales y extranjeros mantienen varios litigios con el gobierno por cuestiones fiscales.

El presidente denunció que la evasión fiscal es producto de un entramado que involucra numerosos actores, desde fantasmales empresas factureras hasta empresarios que compran tales facturas para evadir sus obligaciones fiscales. Han preferido pagar coyotes de despachos fiscalistas que cumplir llanamente con su obligación establecida en la ley.

A la fecha el gobierno federal ha recuperado unos 30 mil millones de pesos por concepto de impuestos que se debían al fisco del año 2018 hacia atrás. Wal Mart, América Movil, Femsa, Minera Fresnillo y otras han negociado el pago de sus impuestos atrasados, y se espera que varias de ellas sigan cumpliendo en adelante con el fisco.

En la mayoría de los países capitalistas, los empresarios pagan puntualmente sus impuestos. Incluso la evasión fiscal es considerada un delito grave, que amerita pena privativa de la libertad para el transgresor. Pero en México no existe lo que podríamos llamar una “cultura fiscal”.

Los datos duros son definitivos: entre los países integrantes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) México ocupa un lugar muy bajo en la recaudación de impuestos. Inclusive países con menor desarrollo económico relativo tienen mayores tasas de recaudación que el nuestro.

La recaudación de impuestos se puede medir en relación con el PIB (Producto Interno Bruto) En América Latina nuestro país ocupa el lugar 14, siendo el primero Cuba, con 41.7 por ciento; segundo Brasil con 32.2 %: tercero Argentina con 31.3 %; cuarto Uruguay con 27.9%, quinto Bolivia con 26.0 %. México tan solo recauda 17.2% con relación a su PIB. (21 de marzo 2019. Cecilia Barría BBC News Mundo).

Nuestro país está por debajo de la tasa de recaudación de la OCDE (34.2%) e incluso de América Latina y el Caribe (22.8%). Esto quiere decir que países menos desarrollados que México obtienen una mejor recaudación, lo cual muestra la injusticia que existe en nuestro país en cuanto a la recaudación fiscal como instrumento de redistribución del ingreso.

¿Por qué sucede esto, en un país que cuenta con una de las 13 mayores economías del mundo? Intentaremos dar una respuesta.

LA REVOLUCIÓN LES HIZO JUSTICIA

La clase empresarial mexicana comenzó a existir como tal, y a gravitar sobre el conjunto de la economía hasta después de que el general Lázaro Cárdenas (1934-1940) consolidara el capitalismo de estado en México a través de diversas empresas como Pemex, Ferrocarriles Nacionales, CFE y otras entidades estatales, así como el reparto agrario que creó multitud de pequeños empresarios agropecuarios que aportaron inicialmente los alimentos que las ciudades mexicanas, en proceso de industrialización, consumían.

Con el régimen avilacamachista se concluyó el reparto agrario y se crearon las bases del México moderno. Miguel Alemán fue el creador de la nueva clase empresarial mexicana al asociar a los emprendedores con el funcionamiento del gobierno y las empresas del Estado.

Al amparo del gobierno, surgieron, entre otras, las familias Alemán, Sáenz, Trouyet, Borunda y más tarde Hank González, cuyo modus operandi se fincó en el capitalismo de cuates, un capitalismo superprotegido, de probeta, incapaz de realizar grandes proezas en el campo abierto de la producción y la exportación, y siempre acostumbrados a medrar con las empresas del gobierno.

Carlos Hank Gonzáles, por ejemplo, en su calidad de regente de la capital del país, establecía planes para construir los ejes viales que supuestamente resolverían el añejo problema del transporte urbano; pero en su calidad de empresario, sus máquinas derrumbaban edificios y construían los famosos ejes, hoy por completo obsoletos. Era casi el paraíso de la clase empresarial. Sus personajes solo se cambiaban del lado adecuado del escritorio.

No nos debe sorprender, por lo tanto, ni los Fobaproas ni las campañas de los nuevos empresarios para que el gobierno se endeude, porque para ellos lo importante es que los rescate y les otorgue subsidios. Nacieron de probeta y quieren permanecer en el laboratorio; le temen a la competencia mundial, y cuando arrecian las crisis, corren de inmediato en busca del regazo maternal que les diera origen.

En México hay un conflicto en marcha entre los empresarios de este país con el gobierno de AMLO. Piden apoyos, salvamentos, condonación de impuestos y un trato fiscal más adecuado a sus intereses, o de lo contrario adelantan campañas para desalojar al presidente del poder, algunos incluso quieren echarlo antes de que termine este año.

En este contexto, de manera insólita el presidente de la República ha tenido que conversar con el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, a fin de solicitarle su mediación para que las mineras canadienses que operan en México, y que han saqueado el país, paguen impuestos. Y en general los empresarios nacionales y extranjeros mantienen varios litigios con el gobierno por cuestiones fiscales.

El presidente denunció que la evasión fiscal es producto de un entramado que involucra numerosos actores, desde fantasmales empresas factureras hasta empresarios que compran tales facturas para evadir sus obligaciones fiscales. Han preferido pagar coyotes de despachos fiscalistas que cumplir llanamente con su obligación establecida en la ley.

A la fecha el gobierno federal ha recuperado unos 30 mil millones de pesos por concepto de impuestos que se debían al fisco del año 2018 hacia atrás. Wal Mart, América Movil, Femsa, Minera Fresnillo y otras han negociado el pago de sus impuestos atrasados, y se espera que varias de ellas sigan cumpliendo en adelante con el fisco.

En la mayoría de los países capitalistas, los empresarios pagan puntualmente sus impuestos. Incluso la evasión fiscal es considerada un delito grave, que amerita pena privativa de la libertad para el transgresor. Pero en México no existe lo que podríamos llamar una “cultura fiscal”.

Los datos duros son definitivos: entre los países integrantes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) México ocupa un lugar muy bajo en la recaudación de impuestos. Inclusive países con menor desarrollo económico relativo tienen mayores tasas de recaudación que el nuestro.

La recaudación de impuestos se puede medir en relación con el PIB (Producto Interno Bruto) En América Latina nuestro país ocupa el lugar 14, siendo el primero Cuba, con 41.7 por ciento; segundo Brasil con 32.2 %: tercero Argentina con 31.3 %; cuarto Uruguay con 27.9%, quinto Bolivia con 26.0 %. México tan solo recauda 17.2% con relación a su PIB. (21 de marzo 2019. Cecilia Barría BBC News Mundo).

Nuestro país está por debajo de la tasa de recaudación de la OCDE (34.2%) e incluso de América Latina y el Caribe (22.8%). Esto quiere decir que países menos desarrollados que México obtienen una mejor recaudación, lo cual muestra la injusticia que existe en nuestro país en cuanto a la recaudación fiscal como instrumento de redistribución del ingreso.

¿Por qué sucede esto, en un país que cuenta con una de las 13 mayores economías del mundo? Intentaremos dar una respuesta.

LA REVOLUCIÓN LES HIZO JUSTICIA

La clase empresarial mexicana comenzó a existir como tal, y a gravitar sobre el conjunto de la economía hasta después de que el general Lázaro Cárdenas (1934-1940) consolidara el capitalismo de estado en México a través de diversas empresas como Pemex, Ferrocarriles Nacionales, CFE y otras entidades estatales, así como el reparto agrario que creó multitud de pequeños empresarios agropecuarios que aportaron inicialmente los alimentos que las ciudades mexicanas, en proceso de industrialización, consumían.

Con el régimen avilacamachista se concluyó el reparto agrario y se crearon las bases del México moderno. Miguel Alemán fue el creador de la nueva clase empresarial mexicana al asociar a los emprendedores con el funcionamiento del gobierno y las empresas del Estado.

Al amparo del gobierno, surgieron, entre otras, las familias Alemán, Sáenz, Trouyet, Borunda y más tarde Hank González, cuyo modus operandi se fincó en el capitalismo de cuates, un capitalismo superprotegido, de probeta, incapaz de realizar grandes proezas en el campo abierto de la producción y la exportación, y siempre acostumbrados a medrar con las empresas del gobierno.

Carlos Hank Gonzáles, por ejemplo, en su calidad de regente de la capital del país, establecía planes para construir los ejes viales que supuestamente resolverían el añejo problema del transporte urbano; pero en su calidad de empresario, sus máquinas derrumbaban edificios y construían los famosos ejes, hoy por completo obsoletos. Era casi el paraíso de la clase empresarial. Sus personajes solo se cambiaban del lado adecuado del escritorio.

No nos debe sorprender, por lo tanto, ni los Fobaproas ni las campañas de los nuevos empresarios para que el gobierno se endeude, porque para ellos lo importante es que los rescate y les otorgue subsidios. Nacieron de probeta y quieren permanecer en el laboratorio; le temen a la competencia mundial, y cuando arrecian las crisis, corren de inmediato en busca del regazo maternal que les diera origen.