/ martes 22 de octubre de 2019

Mitologías…

La gente lee mitologías, mira los deportes, escucha las leyendas para satisfacer una necesidad profunda de heroísmo. La vida es un asunto tan cotidiano y tan difícil, que uno acude a los ejemplarios de comportamiento que resultan de la tragedia, del drama, las historias de superación, del individuo que enfrenta al destino o diversas vicisitudes para cumplir su misión, son necesarias como inspiración y como modelo de vida para la mayoría de las personas que, envueltas en su cotidianeidad, olvidan a menudo su potencial grandeza.

El extravío de la sociedad contemporánea de sus virtudes se refleja en la escasa producción de narrativas dedicadas al heroísmo, que se ha convertido en un aparente material de ciencia ficción solamente. La colección de historias dedicadas, en cambio, a la justificación del mal, a la ubicación de la podredumbre y la violencia en un plano de consecuencia racional a una sociedad podrida, ha ocupado el lugar de las mitologías inspiradoras. Considerar esas narrativas como el origen de la descomposición de las sociedades parece, sin embargo, un exceso; en cambio sí es evidente que la justificación del mal está aparejada con esa condición crítica de la sociedad contemporánea.

Si la narrativa es un reflejo claro de la sociedad que la produce, tendríamos que preocuparnos mucho, no por el contenido de esas colecciones de historias, sino por la falta de valores y virtudes sociales que las mismas reflejan. El sacrificio, la paciencia, la paz, la convicción, el orden personal y moral, la salud, y todas las condiciones que reflejan el heroísmo en la cultura de la humanidad, han sido depuestas para fortalecer los valores del hedonismo, del confort, de la respuesta irracional. En esto tiene mucho que ver la facilidad de comercialización que ofrece una sociedad ávida de pretextos para no hacer lo correcto, para evitar el aplazamiento de su comodidad, para continuar en la indolencia.

Curioso, porque también prevalece, y la taquilla de las películas de súper héroes lo demuestra, la urgencia de encontrar las mitologías tradicionales, la presencia del héroe y su semejanza con nosotros mismos. También es evidente en la popularidad que logran muchas historias de éxito deportivo y personal. La ubicación de esos componentes de personalidad, de esos valores que constituyen la distinción del héroe, lo que lo vuelve diferente del resto, ofrece siempre una necesaria inspiración a quienes, día con día, tratan de imitar esos comportamientos y volverse, desde sus vidas normales, en pedacitos de glorias humanas.

La admiración que provocan esos grandes personajes no debiera extraviarse ni con los años. El asombro de los niños frente a los hechos de los héroes, tendría que mantenerse vivo en el transcurso de toda la vida, permitiendo a personas de todas las edades tener la aspiración de convertir sus vidas en ejemplos, trascender lo cotidiano en una sociedad que zombifica a todos.

La corriente preponderante de temas en los medios se dirige al reflejo y justificación de dramas a menudo terribles, pero primordialmente ridículos. La sabiduría popular empieza a alejarse de esos temas, de esas lógicas, y busca construir a partir de las historias de inspiración. No se trata de cegarnos a la realidad, vivimos en un mundo terrible, y en medio de él adquieren un extraordinario valor las historias de quienes han superado esa colección de infamias para regalarnos la emoción de estar vivos, en el peor de los casos, o un ejemplo a seguir con nuestras acciones. Decir lo bueno, lo deseable, lo loable, es una de las urgencias de este tiempo crítico, eso nos puede reenfocar un poco hacia lo verdaderamente importante y nos permitirá dejar las idolatrías a quienes sólo tienen poder o dinero.

En pocas palabras, cuando nuestro territorio empieza a parecerse demasiado a Ciudad Gótica, no está mal buscar a Batman en todas partes.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

La gente lee mitologías, mira los deportes, escucha las leyendas para satisfacer una necesidad profunda de heroísmo. La vida es un asunto tan cotidiano y tan difícil, que uno acude a los ejemplarios de comportamiento que resultan de la tragedia, del drama, las historias de superación, del individuo que enfrenta al destino o diversas vicisitudes para cumplir su misión, son necesarias como inspiración y como modelo de vida para la mayoría de las personas que, envueltas en su cotidianeidad, olvidan a menudo su potencial grandeza.

El extravío de la sociedad contemporánea de sus virtudes se refleja en la escasa producción de narrativas dedicadas al heroísmo, que se ha convertido en un aparente material de ciencia ficción solamente. La colección de historias dedicadas, en cambio, a la justificación del mal, a la ubicación de la podredumbre y la violencia en un plano de consecuencia racional a una sociedad podrida, ha ocupado el lugar de las mitologías inspiradoras. Considerar esas narrativas como el origen de la descomposición de las sociedades parece, sin embargo, un exceso; en cambio sí es evidente que la justificación del mal está aparejada con esa condición crítica de la sociedad contemporánea.

Si la narrativa es un reflejo claro de la sociedad que la produce, tendríamos que preocuparnos mucho, no por el contenido de esas colecciones de historias, sino por la falta de valores y virtudes sociales que las mismas reflejan. El sacrificio, la paciencia, la paz, la convicción, el orden personal y moral, la salud, y todas las condiciones que reflejan el heroísmo en la cultura de la humanidad, han sido depuestas para fortalecer los valores del hedonismo, del confort, de la respuesta irracional. En esto tiene mucho que ver la facilidad de comercialización que ofrece una sociedad ávida de pretextos para no hacer lo correcto, para evitar el aplazamiento de su comodidad, para continuar en la indolencia.

Curioso, porque también prevalece, y la taquilla de las películas de súper héroes lo demuestra, la urgencia de encontrar las mitologías tradicionales, la presencia del héroe y su semejanza con nosotros mismos. También es evidente en la popularidad que logran muchas historias de éxito deportivo y personal. La ubicación de esos componentes de personalidad, de esos valores que constituyen la distinción del héroe, lo que lo vuelve diferente del resto, ofrece siempre una necesaria inspiración a quienes, día con día, tratan de imitar esos comportamientos y volverse, desde sus vidas normales, en pedacitos de glorias humanas.

La admiración que provocan esos grandes personajes no debiera extraviarse ni con los años. El asombro de los niños frente a los hechos de los héroes, tendría que mantenerse vivo en el transcurso de toda la vida, permitiendo a personas de todas las edades tener la aspiración de convertir sus vidas en ejemplos, trascender lo cotidiano en una sociedad que zombifica a todos.

La corriente preponderante de temas en los medios se dirige al reflejo y justificación de dramas a menudo terribles, pero primordialmente ridículos. La sabiduría popular empieza a alejarse de esos temas, de esas lógicas, y busca construir a partir de las historias de inspiración. No se trata de cegarnos a la realidad, vivimos en un mundo terrible, y en medio de él adquieren un extraordinario valor las historias de quienes han superado esa colección de infamias para regalarnos la emoción de estar vivos, en el peor de los casos, o un ejemplo a seguir con nuestras acciones. Decir lo bueno, lo deseable, lo loable, es una de las urgencias de este tiempo crítico, eso nos puede reenfocar un poco hacia lo verdaderamente importante y nos permitirá dejar las idolatrías a quienes sólo tienen poder o dinero.

En pocas palabras, cuando nuestro territorio empieza a parecerse demasiado a Ciudad Gótica, no está mal buscar a Batman en todas partes.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

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