/ martes 21 de abril de 2020

Modo pandémico: la peor versión de México

Los días de alto índice de letalidad han empezado para México. En cifras de la Secretaría de Salud, empezamos la semana con 8,261 casos confirmados de COVID-19, 31,170 casos descartados, 10,139 sospechosos y 686 decesos; de los confirmados 1735 pacientes se encuentran en condición grave y de esas personas 378 han tenido que ser intubadas.

A nivel mundial nos acercamos a los 2,500,000 contagios y 165,000 defunciones, seguro al leer estas cifras se habrán actualizado a la alza.

A pesar de lo anterior, los números parecen no convencer a muchos sobre la crítica situación, se me agolpa en la mente esa lapidaria frase de Tedros Adhanom, Director General de la OMS a Donald Trump al recomendarle que debería dejar de politizar algo tan grave como una pandemia si no quería verse en la necesidad de comprar más bolsas para cadáveres.

En México no solo hemos politizado, prácticamente contaminamos con politiquería barata todas las estrategias suficientes o no, para hacer frente a esta crisis sanitaria; gobernantes, periodistas y todo tipo de personajes públicos han incurrido en faltas serias de ética profesional para abonar a la desinformación e incertidumbre.

Muchos de estos actores del escenario nacional, han puesto en jaque a su propio sentido común, involucionando en una suerte de la peor versión de sí mismos; así encontramos a periodistas prestigiados como Joaquín López Dóriga a quien cada vez cuesta más trabajo llamar “Teacher” y cuyas habilidades de vidente parecen haberlo abandonado cuando en el afán de adelantarse a hechos sin confirmar, no solo “mata” pacientes sino anticipa mensajes que por simple oficio periodístico uno entiende como competencia de las autoridades para evitar peligrosas confusiones para la ciudadanía; ahora anunció la llegada de la fase 3, otra pifia a pesar de una inminente llegada de ese estatus en cualquier momento.

Mezquinos intereses parecen apostar por la desestabilización en plena crisis; ahí juegan los gobernadores de Jalisco, Michoacán y Baja California, discrepando en todos los terrenos con la Secretaría de Salud.

Alfaro de Jalisco tras subestimar inicialmente el problema, ha anunciado una “tolerancia cero” para quien infrinja el confinamiento domiciliario, utilizando hasta la fuerza pública; quizá debemos recordarle que entre las personas por las calles, se encuentran dos sectores, quienes deben hacerlo para buscar el sustento familiar y quienes sencillamente no entienden la importancia del distanciamiento social en momentos críticos para el mundo.

Ese segundo sector de ciudadanos, es la cosecha de lo sembrado por el gobernante al descalificar lo dicho por autoridades sanitarias federales, en un claro afán de protagonismo político. Así Alfaro tiró a la basura el esfuerzo de concientización para su propia gente.

Ya sumido en esa triste dinámica y el constante anhelo de reflectores, inventa en su mente la necesidad de un estado de excepción, dejando ir la histórica oportunidad de trabajar en corresponsabilidad con sus gobernados y en su lugar ofreciendo estrategias populacheras disfrazadas de urgentes medidas coercitivas con daños colaterales.

En la misma tesitura se encuentran Silvano Aureoles y el beneficiario de la “Ley Bonilla”, más preocupados por la primera plana de los diarios que por la salud de sus coterráneos.

Mas existe un hecho irónicamente sucedido en “Hechos”, noticiario estelar de Tv Azteca que llamó poderosamente la atención nacional y movió las redes todo el fin de semana; el presentador de ese espacio Javier Alatorre con todo y su trayectoria nunca distinguida por hacer crítica incisiva, dejó atónitos a sus televidentes.

El conductor dijo que las conferencias y cifras de la Secretaría de Salud ya se volvieron irrelevantes y puntualizó “Es más, se lo decimos con todas sus palabras, ya no haga caso a Hugo López Gattel” tomando como referencia personal para sustentar el dicho, la dudosa estatura moral de Jaime Bonilla, Gobernador de Baja California.

Y es que Bonilla en un mensaje acompañado por un regañado y empequeñecido Secretario de Salud Estatal, impugnó y desestimó cifras y estrategias del gobierno federal tirando la piedra y escondiendo la mano; todo lo dicho por Bonilla fue aclarado por José Luis Alomía director de epidemiología y por el Subsecretario de Salud Hugo López Gatell, en la conferencia diaria sobre el COVID-19.

Los políticos que se autoproclaman científicos se vuelven nocivos cuando quieren relevar del timón a gente especializada.

Y más contraproducente para la seguridad nacional resultó la irresponsable y "espontánea" postura de Javier Alatorre, independiente a saber la identidad de “la mano que mece la cuna”y sus motivos fiscales o conocer los pensamientos del dueño de Grupo Salinas (empresa consentida la administración).

Lo realizado por Alatorre debe ser cocinado aparte, el llamado a una especie de “desobediencia civil” contra la salud, no puede ser tomado a la ligera, el Presidente mexicano en este caso también nos mostró la peor versión de sí mismo, suavizando las circunstancias y llamando “amigo” a quien con su dicho pone en grave riesgo la seguridad de las personas.

Andrés Manuel López Obrador, no puede crucificar a Leo Zuckermann por un tuit y su columna de opinión, pero en la misma oportunidad considerar el mensaje de Alatorre como un lapsus de sus “amistades” recomendando a la Secretaría de Gobernación olvidar todo.

Lo expresado por Zuckermann sí es resultado del ejercicio del libre periodismo de esa prensa que llama “fifí”, lo comentado por Javier Alatorre se aleja de la sana y necesaria libertad de expresión; vamos a decirlo con todas sus palabras, es un llamado irresponsable a poner en riesgo la vida.

Además esa editorial fue lanzada en la televisión abierta, esa que llega a sectores vulnerables, sin acceso a televisión de paga o a internet; a mexicanos en búsqueda del sustento diario, quienes se enteran de la situación del país al final de cada jornada de trabajo.

Esa televisión abierta se caracterizaba por producir algunos programas de mala calidad, ahora puede contener información hasta peligrosa como la vertida el viernes por la noche.

La relevancia mediática adquirida por Gattel y su equipo debe gozar del firme respaldo del ejecutivo, si se desea salir avante de esta prueba.

Por bien del país, debemos continuar con las medidas de prevención que se indiquen para la población, en este “modo pandémico” por donde caminamos, la peor versión de algunos mexicanos no debe poner en riesgo la vida de la mayoría.

Los días de alto índice de letalidad han empezado para México. En cifras de la Secretaría de Salud, empezamos la semana con 8,261 casos confirmados de COVID-19, 31,170 casos descartados, 10,139 sospechosos y 686 decesos; de los confirmados 1735 pacientes se encuentran en condición grave y de esas personas 378 han tenido que ser intubadas.

A nivel mundial nos acercamos a los 2,500,000 contagios y 165,000 defunciones, seguro al leer estas cifras se habrán actualizado a la alza.

A pesar de lo anterior, los números parecen no convencer a muchos sobre la crítica situación, se me agolpa en la mente esa lapidaria frase de Tedros Adhanom, Director General de la OMS a Donald Trump al recomendarle que debería dejar de politizar algo tan grave como una pandemia si no quería verse en la necesidad de comprar más bolsas para cadáveres.

En México no solo hemos politizado, prácticamente contaminamos con politiquería barata todas las estrategias suficientes o no, para hacer frente a esta crisis sanitaria; gobernantes, periodistas y todo tipo de personajes públicos han incurrido en faltas serias de ética profesional para abonar a la desinformación e incertidumbre.

Muchos de estos actores del escenario nacional, han puesto en jaque a su propio sentido común, involucionando en una suerte de la peor versión de sí mismos; así encontramos a periodistas prestigiados como Joaquín López Dóriga a quien cada vez cuesta más trabajo llamar “Teacher” y cuyas habilidades de vidente parecen haberlo abandonado cuando en el afán de adelantarse a hechos sin confirmar, no solo “mata” pacientes sino anticipa mensajes que por simple oficio periodístico uno entiende como competencia de las autoridades para evitar peligrosas confusiones para la ciudadanía; ahora anunció la llegada de la fase 3, otra pifia a pesar de una inminente llegada de ese estatus en cualquier momento.

Mezquinos intereses parecen apostar por la desestabilización en plena crisis; ahí juegan los gobernadores de Jalisco, Michoacán y Baja California, discrepando en todos los terrenos con la Secretaría de Salud.

Alfaro de Jalisco tras subestimar inicialmente el problema, ha anunciado una “tolerancia cero” para quien infrinja el confinamiento domiciliario, utilizando hasta la fuerza pública; quizá debemos recordarle que entre las personas por las calles, se encuentran dos sectores, quienes deben hacerlo para buscar el sustento familiar y quienes sencillamente no entienden la importancia del distanciamiento social en momentos críticos para el mundo.

Ese segundo sector de ciudadanos, es la cosecha de lo sembrado por el gobernante al descalificar lo dicho por autoridades sanitarias federales, en un claro afán de protagonismo político. Así Alfaro tiró a la basura el esfuerzo de concientización para su propia gente.

Ya sumido en esa triste dinámica y el constante anhelo de reflectores, inventa en su mente la necesidad de un estado de excepción, dejando ir la histórica oportunidad de trabajar en corresponsabilidad con sus gobernados y en su lugar ofreciendo estrategias populacheras disfrazadas de urgentes medidas coercitivas con daños colaterales.

En la misma tesitura se encuentran Silvano Aureoles y el beneficiario de la “Ley Bonilla”, más preocupados por la primera plana de los diarios que por la salud de sus coterráneos.

Mas existe un hecho irónicamente sucedido en “Hechos”, noticiario estelar de Tv Azteca que llamó poderosamente la atención nacional y movió las redes todo el fin de semana; el presentador de ese espacio Javier Alatorre con todo y su trayectoria nunca distinguida por hacer crítica incisiva, dejó atónitos a sus televidentes.

El conductor dijo que las conferencias y cifras de la Secretaría de Salud ya se volvieron irrelevantes y puntualizó “Es más, se lo decimos con todas sus palabras, ya no haga caso a Hugo López Gattel” tomando como referencia personal para sustentar el dicho, la dudosa estatura moral de Jaime Bonilla, Gobernador de Baja California.

Y es que Bonilla en un mensaje acompañado por un regañado y empequeñecido Secretario de Salud Estatal, impugnó y desestimó cifras y estrategias del gobierno federal tirando la piedra y escondiendo la mano; todo lo dicho por Bonilla fue aclarado por José Luis Alomía director de epidemiología y por el Subsecretario de Salud Hugo López Gatell, en la conferencia diaria sobre el COVID-19.

Los políticos que se autoproclaman científicos se vuelven nocivos cuando quieren relevar del timón a gente especializada.

Y más contraproducente para la seguridad nacional resultó la irresponsable y "espontánea" postura de Javier Alatorre, independiente a saber la identidad de “la mano que mece la cuna”y sus motivos fiscales o conocer los pensamientos del dueño de Grupo Salinas (empresa consentida la administración).

Lo realizado por Alatorre debe ser cocinado aparte, el llamado a una especie de “desobediencia civil” contra la salud, no puede ser tomado a la ligera, el Presidente mexicano en este caso también nos mostró la peor versión de sí mismo, suavizando las circunstancias y llamando “amigo” a quien con su dicho pone en grave riesgo la seguridad de las personas.

Andrés Manuel López Obrador, no puede crucificar a Leo Zuckermann por un tuit y su columna de opinión, pero en la misma oportunidad considerar el mensaje de Alatorre como un lapsus de sus “amistades” recomendando a la Secretaría de Gobernación olvidar todo.

Lo expresado por Zuckermann sí es resultado del ejercicio del libre periodismo de esa prensa que llama “fifí”, lo comentado por Javier Alatorre se aleja de la sana y necesaria libertad de expresión; vamos a decirlo con todas sus palabras, es un llamado irresponsable a poner en riesgo la vida.

Además esa editorial fue lanzada en la televisión abierta, esa que llega a sectores vulnerables, sin acceso a televisión de paga o a internet; a mexicanos en búsqueda del sustento diario, quienes se enteran de la situación del país al final de cada jornada de trabajo.

Esa televisión abierta se caracterizaba por producir algunos programas de mala calidad, ahora puede contener información hasta peligrosa como la vertida el viernes por la noche.

La relevancia mediática adquirida por Gattel y su equipo debe gozar del firme respaldo del ejecutivo, si se desea salir avante de esta prueba.

Por bien del país, debemos continuar con las medidas de prevención que se indiquen para la población, en este “modo pandémico” por donde caminamos, la peor versión de algunos mexicanos no debe poner en riesgo la vida de la mayoría.