/ miércoles 25 de julio de 2018

Morelos: autodefensas en tres tiempos

Primer tiempo. En 2013 le pregunté a un alto funcionario del Gobierno su opinión sobre las autodefensas; en esos días había trascendido la noticia del surgimiento de lonas y retenes en Tetelcingo y Tenextepengo, cansados del aumento de la inseguridad y la delincuencia.


Su primera respuesta fue de rechazo tajante. Mi impresión fue que había sido una contestación más desde la lógica institucional que pensada en función de los problemas reales de inseguridad, la prevención y la posibilidad de promover la organización ciudadana.


El gobierno estatal había emanado de un partido de izquierda, por lo que representaba una oportunidad para mirar las cosas bajo ópticas diferentes a las que habían existido. Sin embargo, no se quiso comprender el alcance de la organización ciudadana de formas alternativas en materia de seguridad.


Años atrás había tenido oportunidad de conocer el caso de la policía comunitaria de Guerrero, una de las principales experiencias de expresión de poder popular. Por lo que la cercanía territorial y similitudes culturales, me hacían pensar que los se conocería bien dicha experiencia.


Segundo tiempo. Entre 2015 y 2016, surgieron nuevas inconformidades en materia de seguridad que continuaban escapando del control del gobierno. Representantes de organizaciones ganaderas protestaron públicamente ante el aumento de los casos de secuestro, extorsión y desapariciones; además del indignante caso del niño asesinado para robarle los borregos que pastoreaba en una localidad de Yautepec.


Esta situación provocó que algunos grupos de ganaderos comenzaran a abastecerse de armas en Amacuzac, Puente de Ixtla, Tepalcingo, Axochiapan, Tlaquiltenango y Coatlán del Río (La Jornada/Proceso). Ante la ausencia de resultados, la confianza en las fuerzas de seguridad pública continuaba perdiéndose.


Sin embargo, fue con Adelaida Mateo y la detención arbitraria de quienes públicamente se presentaron como la primera policía comunitaria en Cuernavaca, cuando el Gobierno estatal demostró que no entendía y no quería entender el origen y función de las policías comunitarias, de la autodefensa.


Pesó más la visión de seguridad ortodoxa, acotada en términos de lo que se entiende por Estado de derecho, instituciones y justicia. Nuevamente, alejada de la izquierda la política de seguridad se negó la oportunidad de conocer las experiencias y poner en marcha procesos genuinos de transformación.

Tercer tiempo. En 2018, el hartazgo por el aumento de la inseguridad hace que los pobladores tomen la decisión de armarse y medidas para su protección en varios municipios de los Altos de Morelos, principalmente en Tetela del Volcán, Tlalnepantla y Totolapan. Surgen barricadas para vigilar y controlar los accesos a las localidades, en respuesta al “cobro de piso” que se generalizó como nunca en la historia de los pueblos de la zona.


Quienes han decidido organizarse, se declaran abiertamente como pobladores que que realizan actividades para autodefenderse, pero ante la incapacidad de los gobiernos de los tres niveles de gobierno. Han conformado un Consejo y aprovechan las experiencias de Michoacán, con el apoyo de José Mireles. Dado el impacto y la magnitud de los recientes acontecimientos, el ejército ha decidido tomar una postura diferente y entrenar a los pobladores (El Sol de Cuernavaca).


El tema es extenso, por lo que la próxima semana abordaré las razones por las que creo en la policía comunitaria en Morelos.

Primer tiempo. En 2013 le pregunté a un alto funcionario del Gobierno su opinión sobre las autodefensas; en esos días había trascendido la noticia del surgimiento de lonas y retenes en Tetelcingo y Tenextepengo, cansados del aumento de la inseguridad y la delincuencia.


Su primera respuesta fue de rechazo tajante. Mi impresión fue que había sido una contestación más desde la lógica institucional que pensada en función de los problemas reales de inseguridad, la prevención y la posibilidad de promover la organización ciudadana.


El gobierno estatal había emanado de un partido de izquierda, por lo que representaba una oportunidad para mirar las cosas bajo ópticas diferentes a las que habían existido. Sin embargo, no se quiso comprender el alcance de la organización ciudadana de formas alternativas en materia de seguridad.


Años atrás había tenido oportunidad de conocer el caso de la policía comunitaria de Guerrero, una de las principales experiencias de expresión de poder popular. Por lo que la cercanía territorial y similitudes culturales, me hacían pensar que los se conocería bien dicha experiencia.


Segundo tiempo. Entre 2015 y 2016, surgieron nuevas inconformidades en materia de seguridad que continuaban escapando del control del gobierno. Representantes de organizaciones ganaderas protestaron públicamente ante el aumento de los casos de secuestro, extorsión y desapariciones; además del indignante caso del niño asesinado para robarle los borregos que pastoreaba en una localidad de Yautepec.


Esta situación provocó que algunos grupos de ganaderos comenzaran a abastecerse de armas en Amacuzac, Puente de Ixtla, Tepalcingo, Axochiapan, Tlaquiltenango y Coatlán del Río (La Jornada/Proceso). Ante la ausencia de resultados, la confianza en las fuerzas de seguridad pública continuaba perdiéndose.


Sin embargo, fue con Adelaida Mateo y la detención arbitraria de quienes públicamente se presentaron como la primera policía comunitaria en Cuernavaca, cuando el Gobierno estatal demostró que no entendía y no quería entender el origen y función de las policías comunitarias, de la autodefensa.


Pesó más la visión de seguridad ortodoxa, acotada en términos de lo que se entiende por Estado de derecho, instituciones y justicia. Nuevamente, alejada de la izquierda la política de seguridad se negó la oportunidad de conocer las experiencias y poner en marcha procesos genuinos de transformación.

Tercer tiempo. En 2018, el hartazgo por el aumento de la inseguridad hace que los pobladores tomen la decisión de armarse y medidas para su protección en varios municipios de los Altos de Morelos, principalmente en Tetela del Volcán, Tlalnepantla y Totolapan. Surgen barricadas para vigilar y controlar los accesos a las localidades, en respuesta al “cobro de piso” que se generalizó como nunca en la historia de los pueblos de la zona.


Quienes han decidido organizarse, se declaran abiertamente como pobladores que que realizan actividades para autodefenderse, pero ante la incapacidad de los gobiernos de los tres niveles de gobierno. Han conformado un Consejo y aprovechan las experiencias de Michoacán, con el apoyo de José Mireles. Dado el impacto y la magnitud de los recientes acontecimientos, el ejército ha decidido tomar una postura diferente y entrenar a los pobladores (El Sol de Cuernavaca).


El tema es extenso, por lo que la próxima semana abordaré las razones por las que creo en la policía comunitaria en Morelos.

ÚLTIMASCOLUMNAS