/ jueves 3 de octubre de 2019

No sólo se pierde tiempo

Para quienes tienen una visión de estadista, el tiempo es uno de los factores más importantes en la política. Los estadistas no pueden darse el lujo de desaprovecharlo, porque son conscientes de la responsabilidad que implica proveer de bienestar a una sociedad en el corto, mediano y largo plazo.

A un año del cambio de gobierno en Morelos, hay una sensación generalizada de que las cosas no están bien. La sensación de inseguridad ha alcanzado niveles que parecían estar en el pasado que desafortunadamente la gente estima que esta situación podría empeorar al final del año (ENVIPE 2019).

La primera gran prueba política se perdió iniciando el año, ya que durante meses la falta de oficio político impidió concertar el presupuesto de egresos con el Congreso. Morelos también estuvo ausente durante la crisis de salud, si bien fue generada por la falta de medicamentos a nivel federal, poco hizo para paliar esta situación o hacer frente al aumento de los casos de dengue.

Cuando se publicaron los resultados de pobreza se esperaba una respuesta contundente, una política de Estado, pero al parecer siguen analizando los datos. De acuerdo con los indicadores de los últimos trimestres de la actividad económica (INEGI 2019), la economía se mantiene estancada y por ende, el empleo también. A pesar de ello no hay una reacción contundente.

Se esperaba un cambio en la estrategia de seguridad con el aumento de delitos de alto impacto debido a su generalización y violencia, pero ni siquiera cuando se atentó contra una diputada del Congreso se pudo replantear de fondo. Hace poco se informaba de los municipios que estaban controlados o infiltrados por la delincuencia organizada. Bueno, tampoco eso provocó mucho. En materia de reconstrucción, hace un par de semanas supimos que la Comisión estuvo parada deliberadamente.

Al conjugar estos pocos factores, nos es difícil suponer que existe una especie de “tolerancia institucional” lo cual es característico de un Estado Fallido. A esto hay que sumarle los pleitos entre grupos al interior del Ejecutivo; el Congreso y el Poder Judicial en sus problemas internos; los órganos autónomos ausentes de la agenda pública; el gobierno federal sin aparecer en el Estado; y los partidos de oposición pasivos y expectantes.

De ahí que en las últimas semanas haya surgido la idea de la desaparición de poderes.

El problema de fondo no está en perder el tiempo presente, sino en la pérdida de expectativas y capacidades colectivas futuras que le podrían dar ímpetu y sentido de continuidad a la sociedad morelense.

El Gobierno apenas tiene un año y la pregunta es si el Estado aguantará durante 5 años más con este ritmo.

A veces el tiempo no se recupera, en él se pierden más cosas de las que a simple vista parecen estar en juego.


Twitter / Facebook: @CzarArenas

Para quienes tienen una visión de estadista, el tiempo es uno de los factores más importantes en la política. Los estadistas no pueden darse el lujo de desaprovecharlo, porque son conscientes de la responsabilidad que implica proveer de bienestar a una sociedad en el corto, mediano y largo plazo.

A un año del cambio de gobierno en Morelos, hay una sensación generalizada de que las cosas no están bien. La sensación de inseguridad ha alcanzado niveles que parecían estar en el pasado que desafortunadamente la gente estima que esta situación podría empeorar al final del año (ENVIPE 2019).

La primera gran prueba política se perdió iniciando el año, ya que durante meses la falta de oficio político impidió concertar el presupuesto de egresos con el Congreso. Morelos también estuvo ausente durante la crisis de salud, si bien fue generada por la falta de medicamentos a nivel federal, poco hizo para paliar esta situación o hacer frente al aumento de los casos de dengue.

Cuando se publicaron los resultados de pobreza se esperaba una respuesta contundente, una política de Estado, pero al parecer siguen analizando los datos. De acuerdo con los indicadores de los últimos trimestres de la actividad económica (INEGI 2019), la economía se mantiene estancada y por ende, el empleo también. A pesar de ello no hay una reacción contundente.

Se esperaba un cambio en la estrategia de seguridad con el aumento de delitos de alto impacto debido a su generalización y violencia, pero ni siquiera cuando se atentó contra una diputada del Congreso se pudo replantear de fondo. Hace poco se informaba de los municipios que estaban controlados o infiltrados por la delincuencia organizada. Bueno, tampoco eso provocó mucho. En materia de reconstrucción, hace un par de semanas supimos que la Comisión estuvo parada deliberadamente.

Al conjugar estos pocos factores, nos es difícil suponer que existe una especie de “tolerancia institucional” lo cual es característico de un Estado Fallido. A esto hay que sumarle los pleitos entre grupos al interior del Ejecutivo; el Congreso y el Poder Judicial en sus problemas internos; los órganos autónomos ausentes de la agenda pública; el gobierno federal sin aparecer en el Estado; y los partidos de oposición pasivos y expectantes.

De ahí que en las últimas semanas haya surgido la idea de la desaparición de poderes.

El problema de fondo no está en perder el tiempo presente, sino en la pérdida de expectativas y capacidades colectivas futuras que le podrían dar ímpetu y sentido de continuidad a la sociedad morelense.

El Gobierno apenas tiene un año y la pregunta es si el Estado aguantará durante 5 años más con este ritmo.

A veces el tiempo no se recupera, en él se pierden más cosas de las que a simple vista parecen estar en juego.


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