/ martes 22 de marzo de 2022

Nueva imagen de México plasmada en el AIFA

El lunes 21 de marzo –tal como lo prometió AMLO-- fue inaugurado el nuevo aeropuerto internacional “Felipe Ángeles” (AIFA) proyecto impulsado por el propio presidente y que contribuirá en gran medida a resolver el problema de la saturación del espacio aéreo de la capital del país. La nueva terminal comenzó a operar de inmediato, incluyendo un vuelo internacional.

Este aeropuerto cuenta con dos pistas de 4 mil metros de largo y 40 metros de ancho cada una. Construido con materiales de última generación tecnológica, su estilo en general está inspirado en la arquitectura mexicana de diversas épocas. Su torre de control mide 88 metros –la segunda después de la de Cancún, que tiene 96 metros-- y puede controlar de manera simultánea operaciones de aterrizaje y despegue en sus pistas.

Con un costo total de 75 mil millones de pesos –recordemos que el NAIM de Texcoco ya había gastado más de 100 mil millones y aún le faltaba mucha obra por realizar-- la obra se caracteriza por ser moderna y austera, sin lujo pero sin escatimar recursos para el buen funcionamiento de sus instalaciones.

La nueva terminal aérea fue construida a marchas forzadas por ingenieros militares, que dieron su máximo esfuerzo para conseguir el éxito. En ese punto encontramos uno de los secretos de su construcción: la obra no fue concesionada a empresas particulares, porque estas buscan obtener una ganancia económica, mientras los miembros del ejército solo cumplen órdenes y han demostrado que trabajan para el bien colectivo.

Esta obra aeroportuaria se construyó después de sortear enormes obstáculos, generados por los intereses espurios afectados con la cancelación del fallido proyecto del NAIM en Texcoco. Aún hoy, los críticos de la nueva central continúan argumentando múltiples razones, entre las que destacan su lejanía con relación a los centros de población, la falta de medios de transporte, etc.

Veamos un poco los trabajos de aquel fallido proyecto. El NAIM, más que resolver un problema de congestionamiento del espacio aéreo metropolitano, estaba destinado a especular con todo: con los terrenos, con los cerros de donde se extraía el material, con la desenfrenada compra de tierras para dedicarlas a construir unidades habitacionales, con el manejo del suelo en una zona básicamente lacustre.

Basta echar una hojeada al recién publicado libro del exsecretario de Comunicaciones y Transportes del gobierno federal, Javier Jiménez Espriú, titulado “LA CANCELACIÓN. El Pecado Original de AMLO”. En su texto, el funcionario narra en lenguaje ameno, sin tecnicismos, los pormenores del proyecto.

Para darnos una idea de los intereses bastardos que se habían coludido en aquella construcción, el exfuncionario afirma que la obra fue diseñada para operar sobre el fondo inestable y fangoso del Lago de Texcoco, por lo que el NAIM era “un barril sin fondo” que podría haber llegado a costar unos 300 mil millones de pesos tan solo en su etapa inicial. Pero aún así, persistían dudas de que algún día se pudiera terminar. Además, su mantenimiento se había calculado en unos 11 mil millones de pesos al año.

Lo más grave del asunto es que, por su ubicación, en época de lluvias esa terminal se inundaría –tal como sucede actualmente con los restos de la obra-- mientras durante el estiaje el piso tendría un comportamiento por completo irregular, con frecuentes reacomodos diferenciados del suelo. Ese aeropuerto fue diseñado para asentarse en el peor terreno posible de nuestro país.

Asimismo, el diseño del NAIM incluía necesariamente secar el lago “Nabor Carrillo” ya que en diversas temporadas sirve como refugio de aves migratorias, por lo que se convertiría en un peligro inminente para las turbinas de los aviones así como para la visibilidad de los pilotos.

En síntesis: el proyecto de NAIM era un verdadero desastre, fruto de la corrupción del gobierno de Enrique Peña Nieto y de su colusión con intereses particulares. Las empresas constructoras habían destruido varios cerros de tezontle (material muy absorbente) con objeto de utilizar el material para nivelar las pistas.

También los especuladores habían realizado compras masivas o despojo de terrenos pertenecientes a las comunidades aledañas, que más tarde serían fraccionados con el fin de construir miles de viviendas y zonas habitacionales, en una descomunal maniobra de especulación inmobiliaria. El coyotaje desatado, pues.

El gobierno de AMLO, al entrar en funciones en 2018 canceló ese proyecto, pagó todas las inversiones que se habían realizado e inició de inmediato la construcción del nuevo aeropuerto, el AIFA, en octubre de 2019. En poco más de dos años, el espacio aéreo del Valle de México se ha liberado por completo, mientras en el Vaso de Texcoco se ha iniciado un Plan de regulación del Lago más acorde con la vocación natural del suelo.

Ayer 22 de marzo, por cierto, se publicó oficialmente el decreto presidencial que declara esa zona como área de reserva natural protegida, la cual incluye la conservación de la vida silvestre, así como el equilibrio de la zona lacustre, la cual en el siglo XV fuera usada por los grupos nahuas para construir la capital de su imperio, edificado “en el ombligo de la Luna”, es decir México, ubicado en el centro del Lago de Texcoco.

Con la inauguración del AIFA, la zona metropolitana del país podrá contar con hasta 3 terminales aéreas, si al actual “Benito Juárez” agregamos la de Toluca, que tiene categoría internacional. Y todo ello, con base en inversión de fondos del erario público, sin aumentar impuestos y sin pedir créditos del exterior.

Uno de los temas que más se han repetido respecto a la ubicación del AIFA es que carece de conectividad con los centros de población y sus necesidades de transporte. Este es un hecho que se debe reconocer, pero señalando que de manera paulatina se podrá resolver. Por lo pronto, viajeros procedentes de San Juan del Río, de Querétaro y diversas ciudades del Bajío, quedarán conectados a través de un servicio de autobuses, que ya anuncia sus servicios hacia la nueva terminal.

Igualmente, el AIFA cuenta con helipuerto para facilitar el transporte de pasajeros de alto nivel económico para realizar el viaje. Pero el asunto más importante queda en pie: se deben realizar las obras necesarias para una mejor y más rápida conexión con la nueva terminal aérea de la zona metropolitana.

Se comienza a demostrar así que, con determinación, de manera coordinada y sin corrupción, se pueden hacer las obras necesarias que requiere el país. Hoy se acaba de inaugurar el AIFA; mañana se podrá hacer lo propio con la refinería de Dos Bocas, Tabasco, y más adelante con el Tren Maya y el FC Transístmico, que conectará ambos océanos y dará al país enormes posibilidades de crecer, en un mundo cada día más global, más interconectado y tecnificado, y que brinda a nuestro país las mejores oportunidades en el concierto de las naciones.

El lunes 21 de marzo –tal como lo prometió AMLO-- fue inaugurado el nuevo aeropuerto internacional “Felipe Ángeles” (AIFA) proyecto impulsado por el propio presidente y que contribuirá en gran medida a resolver el problema de la saturación del espacio aéreo de la capital del país. La nueva terminal comenzó a operar de inmediato, incluyendo un vuelo internacional.

Este aeropuerto cuenta con dos pistas de 4 mil metros de largo y 40 metros de ancho cada una. Construido con materiales de última generación tecnológica, su estilo en general está inspirado en la arquitectura mexicana de diversas épocas. Su torre de control mide 88 metros –la segunda después de la de Cancún, que tiene 96 metros-- y puede controlar de manera simultánea operaciones de aterrizaje y despegue en sus pistas.

Con un costo total de 75 mil millones de pesos –recordemos que el NAIM de Texcoco ya había gastado más de 100 mil millones y aún le faltaba mucha obra por realizar-- la obra se caracteriza por ser moderna y austera, sin lujo pero sin escatimar recursos para el buen funcionamiento de sus instalaciones.

La nueva terminal aérea fue construida a marchas forzadas por ingenieros militares, que dieron su máximo esfuerzo para conseguir el éxito. En ese punto encontramos uno de los secretos de su construcción: la obra no fue concesionada a empresas particulares, porque estas buscan obtener una ganancia económica, mientras los miembros del ejército solo cumplen órdenes y han demostrado que trabajan para el bien colectivo.

Esta obra aeroportuaria se construyó después de sortear enormes obstáculos, generados por los intereses espurios afectados con la cancelación del fallido proyecto del NAIM en Texcoco. Aún hoy, los críticos de la nueva central continúan argumentando múltiples razones, entre las que destacan su lejanía con relación a los centros de población, la falta de medios de transporte, etc.

Veamos un poco los trabajos de aquel fallido proyecto. El NAIM, más que resolver un problema de congestionamiento del espacio aéreo metropolitano, estaba destinado a especular con todo: con los terrenos, con los cerros de donde se extraía el material, con la desenfrenada compra de tierras para dedicarlas a construir unidades habitacionales, con el manejo del suelo en una zona básicamente lacustre.

Basta echar una hojeada al recién publicado libro del exsecretario de Comunicaciones y Transportes del gobierno federal, Javier Jiménez Espriú, titulado “LA CANCELACIÓN. El Pecado Original de AMLO”. En su texto, el funcionario narra en lenguaje ameno, sin tecnicismos, los pormenores del proyecto.

Para darnos una idea de los intereses bastardos que se habían coludido en aquella construcción, el exfuncionario afirma que la obra fue diseñada para operar sobre el fondo inestable y fangoso del Lago de Texcoco, por lo que el NAIM era “un barril sin fondo” que podría haber llegado a costar unos 300 mil millones de pesos tan solo en su etapa inicial. Pero aún así, persistían dudas de que algún día se pudiera terminar. Además, su mantenimiento se había calculado en unos 11 mil millones de pesos al año.

Lo más grave del asunto es que, por su ubicación, en época de lluvias esa terminal se inundaría –tal como sucede actualmente con los restos de la obra-- mientras durante el estiaje el piso tendría un comportamiento por completo irregular, con frecuentes reacomodos diferenciados del suelo. Ese aeropuerto fue diseñado para asentarse en el peor terreno posible de nuestro país.

Asimismo, el diseño del NAIM incluía necesariamente secar el lago “Nabor Carrillo” ya que en diversas temporadas sirve como refugio de aves migratorias, por lo que se convertiría en un peligro inminente para las turbinas de los aviones así como para la visibilidad de los pilotos.

En síntesis: el proyecto de NAIM era un verdadero desastre, fruto de la corrupción del gobierno de Enrique Peña Nieto y de su colusión con intereses particulares. Las empresas constructoras habían destruido varios cerros de tezontle (material muy absorbente) con objeto de utilizar el material para nivelar las pistas.

También los especuladores habían realizado compras masivas o despojo de terrenos pertenecientes a las comunidades aledañas, que más tarde serían fraccionados con el fin de construir miles de viviendas y zonas habitacionales, en una descomunal maniobra de especulación inmobiliaria. El coyotaje desatado, pues.

El gobierno de AMLO, al entrar en funciones en 2018 canceló ese proyecto, pagó todas las inversiones que se habían realizado e inició de inmediato la construcción del nuevo aeropuerto, el AIFA, en octubre de 2019. En poco más de dos años, el espacio aéreo del Valle de México se ha liberado por completo, mientras en el Vaso de Texcoco se ha iniciado un Plan de regulación del Lago más acorde con la vocación natural del suelo.

Ayer 22 de marzo, por cierto, se publicó oficialmente el decreto presidencial que declara esa zona como área de reserva natural protegida, la cual incluye la conservación de la vida silvestre, así como el equilibrio de la zona lacustre, la cual en el siglo XV fuera usada por los grupos nahuas para construir la capital de su imperio, edificado “en el ombligo de la Luna”, es decir México, ubicado en el centro del Lago de Texcoco.

Con la inauguración del AIFA, la zona metropolitana del país podrá contar con hasta 3 terminales aéreas, si al actual “Benito Juárez” agregamos la de Toluca, que tiene categoría internacional. Y todo ello, con base en inversión de fondos del erario público, sin aumentar impuestos y sin pedir créditos del exterior.

Uno de los temas que más se han repetido respecto a la ubicación del AIFA es que carece de conectividad con los centros de población y sus necesidades de transporte. Este es un hecho que se debe reconocer, pero señalando que de manera paulatina se podrá resolver. Por lo pronto, viajeros procedentes de San Juan del Río, de Querétaro y diversas ciudades del Bajío, quedarán conectados a través de un servicio de autobuses, que ya anuncia sus servicios hacia la nueva terminal.

Igualmente, el AIFA cuenta con helipuerto para facilitar el transporte de pasajeros de alto nivel económico para realizar el viaje. Pero el asunto más importante queda en pie: se deben realizar las obras necesarias para una mejor y más rápida conexión con la nueva terminal aérea de la zona metropolitana.

Se comienza a demostrar así que, con determinación, de manera coordinada y sin corrupción, se pueden hacer las obras necesarias que requiere el país. Hoy se acaba de inaugurar el AIFA; mañana se podrá hacer lo propio con la refinería de Dos Bocas, Tabasco, y más adelante con el Tren Maya y el FC Transístmico, que conectará ambos océanos y dará al país enormes posibilidades de crecer, en un mundo cada día más global, más interconectado y tecnificado, y que brinda a nuestro país las mejores oportunidades en el concierto de las naciones.