/ martes 8 de marzo de 2022

Nueva redistribución del poder en el planeta

Decenas de ciudadanos mexicanos que residían en Ucrania recién llegaron a nuestro país bajo la protección de la secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) que gestionó los transportes y el avión militar que los condujo a México, procedentes de la región, escenario de las batallas de ese país contra Rusia.

De esa confrontación militar se han derivado muchos daños a ciudadanos, así como a la economía de diversos países y se han elevado en gran medida los precios de los combustibles. Hoy el precio de la mezcla mexicana de exportación se cotiza en más de 115 dólares por barril de petróleo crudo. Asimismo, la gasolina que usamos a diario aumentó de precio, por lo que el gobierno mexicano ha dejado de cobrar impuestos por el consumo de combustibles y lubricantes.

Comencemos por revisar algunos antecedentes del conflicto:

En 1991, al disolverse la URSS, llegó a su fin una larga confrontación de cerca de medio siglo entre los bloques occidental, encabezado por USA, y el campo socialista liderado por la Unión Soviética. Era el mundo bipolar. Las potencias occidentales finalmente triunfaron sobre las del Pacto de Varsovia sin disparar un solo tiro, en medio del estruendo triunfal acerca de las virtudes de la “libre empresa” sobre la economía centralmente planificada por el Estado.

El poder de decidir sobre el destino de la humanidad pasó entonces a depender de las oficinas presidenciales de la potencia vencedora, que paulatinamente fue apoderándose del mando sobre sus aliados. El mundo unipolar tuvo sus nuevos dirigentes en Bill Clinton, los Bush (padre e hijo) Jimmy Carter y Ronald Reagan hasta terminar con Obama y sus “revoluciones de colores”. El último de ellos fue el empresario xenófobo y racista Donald Trump.

Desde fines del siglo pasado comenzó un periodo significado por el poder absoluto de USA sobre el resto del mundo, un poder que se usó para promover guerras (Irak, Afganistán) apoyar golpes de estado (Libia, Siria) invasiones (Granada, Panamá) y realizar intentos por crear un mundo cada día más parecido a la metrópoli imperial. Ese poder se apoyó en más de 700 bases militares distribuidas por todo el mundo, incluyendo la siniestra Guantánamo, mientras el dólar se convirtió en la principal divisa de reserva de los países occidentales.

La OTAN, instrumento militar de los aliados occidentales, aparentó al principio ser una fuerza promotora de la paz y el equilibrio. Pero nadie le creyó. Nació en medio de la guerra como instrumento de los vencedores y siempre tuvo fines bélicos. Como muestra de su accionar quedan los miles de muertos, heridos y refugiados de la antigua Yugoslavia (hoy Serbia) testimonio de la barbarie empleada por un poder tan descomunal, sin contrapeso alguno en el planeta. Así era el mundo unipolar.

En Rusia, al llegar Vladimir Putin –exagente de la KGB-- al poder como heredero de Boris Yeltsin, pudo percatarse de los desmanes y abusos que cometían los diplomáticos de USA en su país. En alianza con los oligarcas rusos, Putin decidió crear una fuerza política y militar propia con el fin de oponerse a los designios de los nuevos amos imperiales.

En aquellos años, USA aprovechó la oportunidad para revisar hasta la última pulgada de las instalaciones nucleares de Rusia, además de piratearse a sus técnicos y científicos. De manera simultánea amplió las fronteras de la OTAN hacia el oriente, hacia las fronteras rusas, incorporando a los antiguos aliados de la URSS hasta sentar sus reales en las repúblicas vecinas.

Como resultado de la disolución de la URSS nacieron 15 repúblicas independientes, entre ellas Ucrania, Bielorrusia (Belarús) y la propia Rusia. Todo el armamento nuclear de la antigua URSS quedó en manos de esta última, por acuerdo entre esas repúblicas y con el consentimiento de las potencias occidentales.

LA REBELIÓN DE UCRANIA

En 2014 triunfó en Kiev un movimiento extremista claramente apoyado por las potencias occidentales llamado Euromaidán, que derribó al presidente ucraniano Víctor Yanukóvitch y entregó el poder a bandas de neonazis y supremacistas que comenzaron de inmediato a ucranizar al país, realizando una limpieza étnico-cultural, derribando estatuas de héroes rusos (entre ellos las de Lenin) y persiguiendo a las minorías rusoparlantes.

(Por cierto. la bandera actual de Ucrania –azul y amarillo-- tiene su origen en la del comandante Semion Petliura, dirigente político reaccionario que en la época de la guerra civil rusa –1917-1921- encubrió progroms contra las comunidades judías de ese país. Esa bandera tiene un significado profundamente racista y xenófobo).

Dentro de las fronteras de Ucrania, al disolverse la URSS, quedaron englobadas dos regiones cuya población mayoritaria está constituida por rusos étnicos y que además usan el idioma ruso como lengua materna. Esas regiones son: la península de Crimea al sur, y la región conocida como Donbass (cuenca carbonífera de gran desarrollo industrial y con la mayor densidad demográfica de Ucrania) al oriente. La población de ambas zonas se enfrentó a la persecución que sufrían por parte del nuevo gobierno y sus bandas de neonazis.

El conflicto de Crimea fue resuelto por un referéndum donde la población civil votó por mayoría aplastante su unión voluntaria a Rusia como parte integral de su territorio. Las primeras sanciones económicas de Occidente comenzaron a llover sobre el gobierno de Putin, y se produjeron las primeras fricciones.

Tiempo después, comenzó la resistencia armada de grupos étnicos rusos en el Donbass que se fueron consolidando hasta construir dos pequeñas entidades: Donetsk y Lugansk, las cuales se constituyeron como repúblicas independientes y recibieron hace poco el reconocimiento oficial de Rusia, a la que de inmediato solicitaron apoyo militar.

El tema central del conflicto siempre ha sido la expansión de la OTAN sobre las fronteras rusas. Actualmente hasta los antiguos aliados de la URSS (Polonia, Rumania, los países bálticos) han sido incorporados como nuevos miembros de la OTAN.

En estas condiciones, Rusia exigió con energía que la OTAN no se expandiera aún más al oriente, y advirtió que no aceptaría que fuerzas bélicas extranjeras, armadas con misiles nucleares, se instalaran en sus fronteras. Ante el fracaso de sus gestiones, Rusia ordenó que sus fuerzas convencionales iniciaron una operación militar con vistas a destruir la capacidad bélica de Ucrania –ojo: no está tratando de destruir ese país— con la mira puesta en su objetivo central: presionar al gobierno de Volodimir Zelenski para firmar un acuerdo con el gobierno ruso y rechazar las pretensiones expansionistas de la OTAN.

Decenas de ciudadanos mexicanos que residían en Ucrania recién llegaron a nuestro país bajo la protección de la secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) que gestionó los transportes y el avión militar que los condujo a México, procedentes de la región, escenario de las batallas de ese país contra Rusia.

De esa confrontación militar se han derivado muchos daños a ciudadanos, así como a la economía de diversos países y se han elevado en gran medida los precios de los combustibles. Hoy el precio de la mezcla mexicana de exportación se cotiza en más de 115 dólares por barril de petróleo crudo. Asimismo, la gasolina que usamos a diario aumentó de precio, por lo que el gobierno mexicano ha dejado de cobrar impuestos por el consumo de combustibles y lubricantes.

Comencemos por revisar algunos antecedentes del conflicto:

En 1991, al disolverse la URSS, llegó a su fin una larga confrontación de cerca de medio siglo entre los bloques occidental, encabezado por USA, y el campo socialista liderado por la Unión Soviética. Era el mundo bipolar. Las potencias occidentales finalmente triunfaron sobre las del Pacto de Varsovia sin disparar un solo tiro, en medio del estruendo triunfal acerca de las virtudes de la “libre empresa” sobre la economía centralmente planificada por el Estado.

El poder de decidir sobre el destino de la humanidad pasó entonces a depender de las oficinas presidenciales de la potencia vencedora, que paulatinamente fue apoderándose del mando sobre sus aliados. El mundo unipolar tuvo sus nuevos dirigentes en Bill Clinton, los Bush (padre e hijo) Jimmy Carter y Ronald Reagan hasta terminar con Obama y sus “revoluciones de colores”. El último de ellos fue el empresario xenófobo y racista Donald Trump.

Desde fines del siglo pasado comenzó un periodo significado por el poder absoluto de USA sobre el resto del mundo, un poder que se usó para promover guerras (Irak, Afganistán) apoyar golpes de estado (Libia, Siria) invasiones (Granada, Panamá) y realizar intentos por crear un mundo cada día más parecido a la metrópoli imperial. Ese poder se apoyó en más de 700 bases militares distribuidas por todo el mundo, incluyendo la siniestra Guantánamo, mientras el dólar se convirtió en la principal divisa de reserva de los países occidentales.

La OTAN, instrumento militar de los aliados occidentales, aparentó al principio ser una fuerza promotora de la paz y el equilibrio. Pero nadie le creyó. Nació en medio de la guerra como instrumento de los vencedores y siempre tuvo fines bélicos. Como muestra de su accionar quedan los miles de muertos, heridos y refugiados de la antigua Yugoslavia (hoy Serbia) testimonio de la barbarie empleada por un poder tan descomunal, sin contrapeso alguno en el planeta. Así era el mundo unipolar.

En Rusia, al llegar Vladimir Putin –exagente de la KGB-- al poder como heredero de Boris Yeltsin, pudo percatarse de los desmanes y abusos que cometían los diplomáticos de USA en su país. En alianza con los oligarcas rusos, Putin decidió crear una fuerza política y militar propia con el fin de oponerse a los designios de los nuevos amos imperiales.

En aquellos años, USA aprovechó la oportunidad para revisar hasta la última pulgada de las instalaciones nucleares de Rusia, además de piratearse a sus técnicos y científicos. De manera simultánea amplió las fronteras de la OTAN hacia el oriente, hacia las fronteras rusas, incorporando a los antiguos aliados de la URSS hasta sentar sus reales en las repúblicas vecinas.

Como resultado de la disolución de la URSS nacieron 15 repúblicas independientes, entre ellas Ucrania, Bielorrusia (Belarús) y la propia Rusia. Todo el armamento nuclear de la antigua URSS quedó en manos de esta última, por acuerdo entre esas repúblicas y con el consentimiento de las potencias occidentales.

LA REBELIÓN DE UCRANIA

En 2014 triunfó en Kiev un movimiento extremista claramente apoyado por las potencias occidentales llamado Euromaidán, que derribó al presidente ucraniano Víctor Yanukóvitch y entregó el poder a bandas de neonazis y supremacistas que comenzaron de inmediato a ucranizar al país, realizando una limpieza étnico-cultural, derribando estatuas de héroes rusos (entre ellos las de Lenin) y persiguiendo a las minorías rusoparlantes.

(Por cierto. la bandera actual de Ucrania –azul y amarillo-- tiene su origen en la del comandante Semion Petliura, dirigente político reaccionario que en la época de la guerra civil rusa –1917-1921- encubrió progroms contra las comunidades judías de ese país. Esa bandera tiene un significado profundamente racista y xenófobo).

Dentro de las fronteras de Ucrania, al disolverse la URSS, quedaron englobadas dos regiones cuya población mayoritaria está constituida por rusos étnicos y que además usan el idioma ruso como lengua materna. Esas regiones son: la península de Crimea al sur, y la región conocida como Donbass (cuenca carbonífera de gran desarrollo industrial y con la mayor densidad demográfica de Ucrania) al oriente. La población de ambas zonas se enfrentó a la persecución que sufrían por parte del nuevo gobierno y sus bandas de neonazis.

El conflicto de Crimea fue resuelto por un referéndum donde la población civil votó por mayoría aplastante su unión voluntaria a Rusia como parte integral de su territorio. Las primeras sanciones económicas de Occidente comenzaron a llover sobre el gobierno de Putin, y se produjeron las primeras fricciones.

Tiempo después, comenzó la resistencia armada de grupos étnicos rusos en el Donbass que se fueron consolidando hasta construir dos pequeñas entidades: Donetsk y Lugansk, las cuales se constituyeron como repúblicas independientes y recibieron hace poco el reconocimiento oficial de Rusia, a la que de inmediato solicitaron apoyo militar.

El tema central del conflicto siempre ha sido la expansión de la OTAN sobre las fronteras rusas. Actualmente hasta los antiguos aliados de la URSS (Polonia, Rumania, los países bálticos) han sido incorporados como nuevos miembros de la OTAN.

En estas condiciones, Rusia exigió con energía que la OTAN no se expandiera aún más al oriente, y advirtió que no aceptaría que fuerzas bélicas extranjeras, armadas con misiles nucleares, se instalaran en sus fronteras. Ante el fracaso de sus gestiones, Rusia ordenó que sus fuerzas convencionales iniciaron una operación militar con vistas a destruir la capacidad bélica de Ucrania –ojo: no está tratando de destruir ese país— con la mira puesta en su objetivo central: presionar al gobierno de Volodimir Zelenski para firmar un acuerdo con el gobierno ruso y rechazar las pretensiones expansionistas de la OTAN.