/ viernes 12 de agosto de 2022

Nuevas Reglas | El futuro de Morena

Luego del cochinero en la elección de delegados de Morena y las múltiples denuncias que del mismo se hicieron y a sólo tres días de sus congresos estatales (el de Morelos habría sido el 13), la Comisión Nacional de Elecciones de ese partido no pudo publicar los resultados oficiales de las asambleas estatales, por lo que se anunció la suspensión de todos los congresos, que ahora se harán según todo indica, de forma escalonada en los estados.

Así que el 13 de agosto Morena Morelos no estrenará dirigente, lo que permitiría, en términos muy optimistas, que los grupos en conflicto por la dirigencia (o sea todos los de Morena), busquen un acuerdo para evitar la ruptura del partido que, hasta ahora parece el rival a vencer en las elecciones locales del 2024. Pero de buscar a conseguir un acuerdo hay una distancia incalculable cuando uno habla de la izquierda, y a lo mejor por eso no pocos han pensado que el dirigente estatal del partido será designado desde el centro e impuesto a todos los grupos que, apostando a la disciplina lopezobradorista -esa de la cegatona lealtad-, tendrían que doblegarse a la determinación tomada desde el centro.

De darse un lineazo autoritario, nada permitiría probar la fuerza real que al interior del partido tienen los neos, encabezados por su pastor Ulises Bravo, contra los grupos nativos (no decimos tradicionales porque para formar una tradición hacen falta generaciones), con liderazgos visibles en por lo menos seis personajes, Rabindranath Salazar, Lucía Meza, Juan Ángel Flores, Margarita González, Rafael Reyes y Rodrigo Arredondo. Y cada uno de los dichos, y sus corifeos podrían seguir presumiendo tener la mayoría de consejeros y ser los liderazgos más fuertes en el estado, lo que significaría nada frente a los hechos, ante la falta de consensos y para evitar rupturas, por segunda vez consecutiva la dirigencia nacional de Morena designa a quien manejará el partido y con ello las candidaturas rumbo al 2024. Quienes hoy son protagonistas quedarían relegados a personajes de reparto o incidentales y todo el esfuerzo (y la lana, compadre) gastado en la aventura de seleccionar delegados habría resultado inútil.

Tampoco prosperaría la cantidad de recursos aplicados si, al correr de los días, las autoridades electorales deciden que la elección de consejeros debe anularse, frente a las denuncias y evidencias de irregularidades en un proceso caracterizado, según los propios militantes del partido, por el acarreo y compra y coacción del voto; o si, en un punto medio, determinara sólo aceptar los triunfos que se hubieran obtenido de forma honesta.

Más allá de filias y fobias, Morena tiene aún la oportunidad de limpiar el cochinero que se hizo en la elección del 31 de julio, con lo que demostraría que aún cuando hay muchos corruptos en el partido, la dirigencia no permitirá que se premien conductas inmorales o de plano ilícitas. Aunque todo apunta a que no hay la voluntad para limpiar el proceso, para evitar hacer más olas, por lo que la versión de que la dirigencia estatal de Morena en Morelos sería designada desde la ciudad de México, podría ser leída como la voluntad de un punto medio: no se reconoce que hubo el cochinero, pero tampoco se construye sobre él.

Mientras tanto, el juego de rumores y calambres entre los morenistas continúa. Los simpatizantes de unos y otros bandos se aprestan a decir que ya tienen amarrado el supuesto límite de 26 consejeros para hacerse de la dirigencia. Aparentemente ignoran que en la izquierda mexicana los acuerdos se caen más rápido que un arbolito recién plantado en Yecapixtla.

El reemplazamiento de las asambleas, por cierto, podría enseñar también lo peor de cada uno de los grupos que, de caer en la desesperación continuarán haciendo toda suerte de tropelías las más de ellas bastante ramplonas, que podrían demostrar lo que hoy muchos piensan, a final de cuentas, lo único que les interesa es el dinero que viene con el poder relativo.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Luego del cochinero en la elección de delegados de Morena y las múltiples denuncias que del mismo se hicieron y a sólo tres días de sus congresos estatales (el de Morelos habría sido el 13), la Comisión Nacional de Elecciones de ese partido no pudo publicar los resultados oficiales de las asambleas estatales, por lo que se anunció la suspensión de todos los congresos, que ahora se harán según todo indica, de forma escalonada en los estados.

Así que el 13 de agosto Morena Morelos no estrenará dirigente, lo que permitiría, en términos muy optimistas, que los grupos en conflicto por la dirigencia (o sea todos los de Morena), busquen un acuerdo para evitar la ruptura del partido que, hasta ahora parece el rival a vencer en las elecciones locales del 2024. Pero de buscar a conseguir un acuerdo hay una distancia incalculable cuando uno habla de la izquierda, y a lo mejor por eso no pocos han pensado que el dirigente estatal del partido será designado desde el centro e impuesto a todos los grupos que, apostando a la disciplina lopezobradorista -esa de la cegatona lealtad-, tendrían que doblegarse a la determinación tomada desde el centro.

De darse un lineazo autoritario, nada permitiría probar la fuerza real que al interior del partido tienen los neos, encabezados por su pastor Ulises Bravo, contra los grupos nativos (no decimos tradicionales porque para formar una tradición hacen falta generaciones), con liderazgos visibles en por lo menos seis personajes, Rabindranath Salazar, Lucía Meza, Juan Ángel Flores, Margarita González, Rafael Reyes y Rodrigo Arredondo. Y cada uno de los dichos, y sus corifeos podrían seguir presumiendo tener la mayoría de consejeros y ser los liderazgos más fuertes en el estado, lo que significaría nada frente a los hechos, ante la falta de consensos y para evitar rupturas, por segunda vez consecutiva la dirigencia nacional de Morena designa a quien manejará el partido y con ello las candidaturas rumbo al 2024. Quienes hoy son protagonistas quedarían relegados a personajes de reparto o incidentales y todo el esfuerzo (y la lana, compadre) gastado en la aventura de seleccionar delegados habría resultado inútil.

Tampoco prosperaría la cantidad de recursos aplicados si, al correr de los días, las autoridades electorales deciden que la elección de consejeros debe anularse, frente a las denuncias y evidencias de irregularidades en un proceso caracterizado, según los propios militantes del partido, por el acarreo y compra y coacción del voto; o si, en un punto medio, determinara sólo aceptar los triunfos que se hubieran obtenido de forma honesta.

Más allá de filias y fobias, Morena tiene aún la oportunidad de limpiar el cochinero que se hizo en la elección del 31 de julio, con lo que demostraría que aún cuando hay muchos corruptos en el partido, la dirigencia no permitirá que se premien conductas inmorales o de plano ilícitas. Aunque todo apunta a que no hay la voluntad para limpiar el proceso, para evitar hacer más olas, por lo que la versión de que la dirigencia estatal de Morena en Morelos sería designada desde la ciudad de México, podría ser leída como la voluntad de un punto medio: no se reconoce que hubo el cochinero, pero tampoco se construye sobre él.

Mientras tanto, el juego de rumores y calambres entre los morenistas continúa. Los simpatizantes de unos y otros bandos se aprestan a decir que ya tienen amarrado el supuesto límite de 26 consejeros para hacerse de la dirigencia. Aparentemente ignoran que en la izquierda mexicana los acuerdos se caen más rápido que un arbolito recién plantado en Yecapixtla.

El reemplazamiento de las asambleas, por cierto, podría enseñar también lo peor de cada uno de los grupos que, de caer en la desesperación continuarán haciendo toda suerte de tropelías las más de ellas bastante ramplonas, que podrían demostrar lo que hoy muchos piensan, a final de cuentas, lo único que les interesa es el dinero que viene con el poder relativo.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx