/ lunes 27 de junio de 2022

El margen del SNTE en Morelos

El sindicalismo magisterial está lleno de complejidades. Es natural, el gremio no es un colectivo que procure exclusivamente mejoras objetivas en las condiciones laborales, como ocurre con los sindicatos obreros. Los maestros se dedican a la labor intelectual y a la formación de intelectos (en muchas ocasiones esta afirmación es de plano falsa, pero en lo general resulta correcta), y como tal pretenden incidir, mucho más que cualquiera otro, en la sustancia del trabajo que realizan.

Los obreros que producen piezas para automóviles, por ejemplo, tienen clarísimo que éstas corresponden a las partes de los vehículos que alguien más diseñó y que otra persona armará, así no hay mucho que cuestionar. Los maestros en cambio, a diario deben preguntarse ¿para qué están educando? Y aunque parece una pregunta inocente, las respuestas suelen ser de una complejidad impresionante y develan rasgos de personalidad, ideología, estudios y hasta vicios de cada uno de los docentes. Si en eso no hay acuerdo, los consensos en torno a situaciones menos profundas, como condiciones laborales, prestaciones y salarios que merece cada docente, y hasta la forma de organizarse para exigir que tales se cumplan, suelen ser imposibles. Por eso en los magisteriales, más que en cualquier otro sindicato, son constantes los llamados a la unidad que se alcanza probablemente en una porra, pero no más allá. Sólo en Morelos, podríamos enumerar por lo menos una veintena de grupos informales alrededor del sindicato de maestros, denominados tras sus filiaciones políticas hacia dentro de la organización, su presencia geográfica, y hasta sus caudillos favoritos.

Sólo por esa complejidad, tener la dirigencia del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (esa “rifa del tigre” como le dicen todos los que curiosamente parecen muy ganosos de ganarse al felino), tendría que ser analizada con mucha mayor conciencia. No es así, llegado el tiempo, y a todos los dirigentes les llega, los críticos de las dirigencias magisteriales parecen mucho más concentrados en la figura y las características personales de quienes los representan que en la gestión laboral, probablemente por mimetismo con los chicos de últimos grados de primaria y de secundarias con los que suelen trabajar.

Suele perderse de vista que la de dirigente sindical es una chamba más política dependiente mucho más de lo que otros trazan que de las habilidades del líder. En efecto, a diferencia de lo que ocurre con los liderazgos sindicales en el sector privado, en el sector público el patrón es el Estado, y eso reduce enormemente el margen de maniobra de sindicatos que no pueden recurrir a medidas de presión mayores, y sobre todo que no pueden participar en el diseño de la relación laboral con el gobierno, en todo caso, los sindicatos de burócratas y particularmente el SNTE, sirven más bien para mitigar los efectos perniciosos que el rediseño sexenal de la política educativa tiene en las condiciones laborales de los docentes.

Y los más optimistas pueden decir que gran parte de esas políticas educativas han incorporado históricamente propuestas del sindicato de maestros, lo que es cierto en parte. La aportación del SNTE se ha dirigido más a lo que ocurre dentro de las aulas, que a la relación laboral donde siempre ha concurrido a posteriori, cuando los derechos del magisterio son puestos en peligro.

El problema en todo caso, es que el magisterio parece desubicar culpas, y se enfrasca en pleitos con su representación laboral cuando quienes lesionan sistemáticamente sus derechos laborales son las autoridades educativas que hasta se atreven a patrocinar candidatos a dirigentes. En Morelos habrá cambio en la dirigencia sindical probablemente este mismo año. Las circunstancias han alargado el periodo de Gabriela Bañón al mando, pero para que el SNTE recupere la fuerza debe entender que la enemiga no es la dirigente, sino las autoridades estatales y federales que han lesionado los derechos laborales del magisterio, incluido el de percibir un salario, y que han sido señalados puntualmente por la delegación sindical. Si eso ocurre, podría haber un sindicato plural, pero con consensos fuertes en lo realmente importante.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

El sindicalismo magisterial está lleno de complejidades. Es natural, el gremio no es un colectivo que procure exclusivamente mejoras objetivas en las condiciones laborales, como ocurre con los sindicatos obreros. Los maestros se dedican a la labor intelectual y a la formación de intelectos (en muchas ocasiones esta afirmación es de plano falsa, pero en lo general resulta correcta), y como tal pretenden incidir, mucho más que cualquiera otro, en la sustancia del trabajo que realizan.

Los obreros que producen piezas para automóviles, por ejemplo, tienen clarísimo que éstas corresponden a las partes de los vehículos que alguien más diseñó y que otra persona armará, así no hay mucho que cuestionar. Los maestros en cambio, a diario deben preguntarse ¿para qué están educando? Y aunque parece una pregunta inocente, las respuestas suelen ser de una complejidad impresionante y develan rasgos de personalidad, ideología, estudios y hasta vicios de cada uno de los docentes. Si en eso no hay acuerdo, los consensos en torno a situaciones menos profundas, como condiciones laborales, prestaciones y salarios que merece cada docente, y hasta la forma de organizarse para exigir que tales se cumplan, suelen ser imposibles. Por eso en los magisteriales, más que en cualquier otro sindicato, son constantes los llamados a la unidad que se alcanza probablemente en una porra, pero no más allá. Sólo en Morelos, podríamos enumerar por lo menos una veintena de grupos informales alrededor del sindicato de maestros, denominados tras sus filiaciones políticas hacia dentro de la organización, su presencia geográfica, y hasta sus caudillos favoritos.

Sólo por esa complejidad, tener la dirigencia del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (esa “rifa del tigre” como le dicen todos los que curiosamente parecen muy ganosos de ganarse al felino), tendría que ser analizada con mucha mayor conciencia. No es así, llegado el tiempo, y a todos los dirigentes les llega, los críticos de las dirigencias magisteriales parecen mucho más concentrados en la figura y las características personales de quienes los representan que en la gestión laboral, probablemente por mimetismo con los chicos de últimos grados de primaria y de secundarias con los que suelen trabajar.

Suele perderse de vista que la de dirigente sindical es una chamba más política dependiente mucho más de lo que otros trazan que de las habilidades del líder. En efecto, a diferencia de lo que ocurre con los liderazgos sindicales en el sector privado, en el sector público el patrón es el Estado, y eso reduce enormemente el margen de maniobra de sindicatos que no pueden recurrir a medidas de presión mayores, y sobre todo que no pueden participar en el diseño de la relación laboral con el gobierno, en todo caso, los sindicatos de burócratas y particularmente el SNTE, sirven más bien para mitigar los efectos perniciosos que el rediseño sexenal de la política educativa tiene en las condiciones laborales de los docentes.

Y los más optimistas pueden decir que gran parte de esas políticas educativas han incorporado históricamente propuestas del sindicato de maestros, lo que es cierto en parte. La aportación del SNTE se ha dirigido más a lo que ocurre dentro de las aulas, que a la relación laboral donde siempre ha concurrido a posteriori, cuando los derechos del magisterio son puestos en peligro.

El problema en todo caso, es que el magisterio parece desubicar culpas, y se enfrasca en pleitos con su representación laboral cuando quienes lesionan sistemáticamente sus derechos laborales son las autoridades educativas que hasta se atreven a patrocinar candidatos a dirigentes. En Morelos habrá cambio en la dirigencia sindical probablemente este mismo año. Las circunstancias han alargado el periodo de Gabriela Bañón al mando, pero para que el SNTE recupere la fuerza debe entender que la enemiga no es la dirigente, sino las autoridades estatales y federales que han lesionado los derechos laborales del magisterio, incluido el de percibir un salario, y que han sido señalados puntualmente por la delegación sindical. Si eso ocurre, podría haber un sindicato plural, pero con consensos fuertes en lo realmente importante.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx