/ viernes 29 de julio de 2022

Lecturas de la visita del embajador Ken Salazar

El embajador, Ken Salazar, pudo tener un panorama bastante claro sobre lo que ocurre en materia de seguridad en Morelos. Luego de las reuniones con el gobernador Cuauhtémoc Blanco, y el Obispo de Cuernavaca, Ramón Castro Castro, el norteamericano más cercano a los presidentes Andrés Manuel López Obrador y Joe Biden, difícilmente tendrá alguna influencia en que la alerta de viaje sobre Morelos se retire. Cuauh seguro hizo su esfuerzo por convencerlo de lo bien que van las cosas, le recitó, de los objetivos criminales que se persiguen y que su gobierno no pacta con delincuentes, y hasta un mini cuexcomate le regaló. Pero después vino la reunión con el Obispo que seguramente comentó con él sobre la violencia que priva en Morelos, las desapariciones forzadas, los homicidios, extorsiones y secuestros, los robos, y todos los otros delitos que ponen en riesgo a los habitantes del estado, pero también a sus visitantes.

Los dos momentos de la visita son contundentes. Primero, el gobernador recibe en privado a Ken Salazar, ahí tocan temas de seguridad, inversiones e historia. Al término de la reunión, el diplomático sale solo de Palacio de Gobierno y da un mensaje en el mismo tono a los reporteros, una de esas alocuciones casi sin contenido que se acostumbran al final de ese tipo de encuentros. Segundo, el embajador y el obispo se reúnen en privado pero juntos dan una conferencia de prensa, en la que el embajador advierte que Morelos seguirá recibiendo pocos turistas y estudiantes extranjeros mientras las condiciones de seguridad en el estado no cambien (y aquí añade el analista) radicalmente. No es una diferencia sólo de forma, sino de mucho fondo.

“Yo le he confirmado algunos datos sobre la realidad de la violencia en México y en Morelos”, expuso el Obispo que también es secretario general de la Comisión del Episcopado Mexicano, frente a los reporteros. El embajador concluyó a partir de ambas charlas que hay estados donde se está teniendo éxito en reducir la inseguridad y advirtió que ese éxito tendría que empezar a vivirse también en Morelos.

Así que la visita del embajador, que el gobierno estatal podría haber usado como una construcción simbólica con fines propagandísticos, al final resultó en una crítica sustancial al gobierno estatal y la advertencia velada de que la alerta de viaje a Morelos no se retirará con saliva, sino con los resultados que haya en la lucha contra el crimen. Porque a final de cuentas, lo que ocurre en Morelos (y a lo mejor el gobierno estatal puede aprender de ello) no se resuelve con declaraciones y buenas intenciones, sino con acciones contundentes que logren la pacificación del estado.

Y en este extraño Morelos hay que reconocer como lo más importante, aunque parezca absurdo, no lo que se dijo (a final de cuentas reflejo reprobable de la vida cotidiana en la entidad), sino quién lo dijo, el embajador Ken Salazar que pese a ser ubicado como aliado de Andrés Manuel López Obrador, fue sumamente crítico con el gobierno de Cuauhtémoc Blanco, a quien tanto parece estimar el presidente. Porque la percepción de inseguridad en la entidad que se lleva el embajador resulta por lo menos influyente para el mantener la advertencia a los norteamericanos de reconsiderar sus viajes a Morelos, lo que pega en turismo e inversiones.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx


El embajador, Ken Salazar, pudo tener un panorama bastante claro sobre lo que ocurre en materia de seguridad en Morelos. Luego de las reuniones con el gobernador Cuauhtémoc Blanco, y el Obispo de Cuernavaca, Ramón Castro Castro, el norteamericano más cercano a los presidentes Andrés Manuel López Obrador y Joe Biden, difícilmente tendrá alguna influencia en que la alerta de viaje sobre Morelos se retire. Cuauh seguro hizo su esfuerzo por convencerlo de lo bien que van las cosas, le recitó, de los objetivos criminales que se persiguen y que su gobierno no pacta con delincuentes, y hasta un mini cuexcomate le regaló. Pero después vino la reunión con el Obispo que seguramente comentó con él sobre la violencia que priva en Morelos, las desapariciones forzadas, los homicidios, extorsiones y secuestros, los robos, y todos los otros delitos que ponen en riesgo a los habitantes del estado, pero también a sus visitantes.

Los dos momentos de la visita son contundentes. Primero, el gobernador recibe en privado a Ken Salazar, ahí tocan temas de seguridad, inversiones e historia. Al término de la reunión, el diplomático sale solo de Palacio de Gobierno y da un mensaje en el mismo tono a los reporteros, una de esas alocuciones casi sin contenido que se acostumbran al final de ese tipo de encuentros. Segundo, el embajador y el obispo se reúnen en privado pero juntos dan una conferencia de prensa, en la que el embajador advierte que Morelos seguirá recibiendo pocos turistas y estudiantes extranjeros mientras las condiciones de seguridad en el estado no cambien (y aquí añade el analista) radicalmente. No es una diferencia sólo de forma, sino de mucho fondo.

“Yo le he confirmado algunos datos sobre la realidad de la violencia en México y en Morelos”, expuso el Obispo que también es secretario general de la Comisión del Episcopado Mexicano, frente a los reporteros. El embajador concluyó a partir de ambas charlas que hay estados donde se está teniendo éxito en reducir la inseguridad y advirtió que ese éxito tendría que empezar a vivirse también en Morelos.

Así que la visita del embajador, que el gobierno estatal podría haber usado como una construcción simbólica con fines propagandísticos, al final resultó en una crítica sustancial al gobierno estatal y la advertencia velada de que la alerta de viaje a Morelos no se retirará con saliva, sino con los resultados que haya en la lucha contra el crimen. Porque a final de cuentas, lo que ocurre en Morelos (y a lo mejor el gobierno estatal puede aprender de ello) no se resuelve con declaraciones y buenas intenciones, sino con acciones contundentes que logren la pacificación del estado.

Y en este extraño Morelos hay que reconocer como lo más importante, aunque parezca absurdo, no lo que se dijo (a final de cuentas reflejo reprobable de la vida cotidiana en la entidad), sino quién lo dijo, el embajador Ken Salazar que pese a ser ubicado como aliado de Andrés Manuel López Obrador, fue sumamente crítico con el gobierno de Cuauhtémoc Blanco, a quien tanto parece estimar el presidente. Porque la percepción de inseguridad en la entidad que se lleva el embajador resulta por lo menos influyente para el mantener la advertencia a los norteamericanos de reconsiderar sus viajes a Morelos, lo que pega en turismo e inversiones.

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx