/ lunes 1 de agosto de 2022

Nuevas reglas | Morena y la compra del voto

La imagen sería toda una noticia, pero ante la realidad, parece caricatura. Raúl Ojeda y Gerardo Albarrán sostienen un cartel en que se lee “quien paga para llegar, llega para robar” arriba del escudo de Morena. Con ese mensaje, los que aún dirigen el capítulo morelense del partido buscarían enviar el mensaje a la militancia de alejarse de quienes intentan comprar sus votos para hacerse del control, a través de los consejeros, del comité directivo estatal y con ello de la designación de candidaturas para el proceso electoral 2024, y por supuesto, de las prerrogativas del partido durante los próximos dos años, por lo menos. Lástima que el mensaje ocurra en un contexto de denuncias de todos contra todos que han viciado el proceso interno de selección de consejeros que se celebró este domingo.

Poco útiles han resultado los llamados de la dirigencia y diversos actores políticos, la apertura que se dio al proceso de afiliación al partido, y la cultura política de muchos de los protagonistas del proceso, permitieron que la compra de votos y el acarreo de personas a las casillas tuvieran una presencia similar a la que se ha visto en otros procesos y que ha erosionado aún más la imagen de todos los partidos políticos y provocado el rompimiento de las izquierdas como un ciclo constante en la historia. Los políticos no saben otra forma de hacer elecciones, y los electores tampoco han sido exigentes con la propuesta. En el cinismo del militante partidista, igual que en el de muchos ciudadanos, persiste la idea de que su voto tiene un valor en efectivo o en especie bastante más materializable que el de un futuro mejor, un Estado que diseñe políticas públicas efectivas, y hasta que los ideales que deberíamos poder cumplir a través de la acción de los gobiernos. Así que la entrega de alrededor de 300 pesos por cada voto, puede sonar a las familias de los electores bastante más atractiva que la idea de un gobierno mejor al que hoy se tiene (sea el interno de los partidos o el público que impacta de forma directa a toda la ciudadanía). Desde esa perspectiva, se ha perdido incluso la idea de que comprar votos es un delito y de la incorrección ética de esa práctica, y se asume ya como algo normal. Eso explicaría el cinismo con el que hoy se habla de la “movilización” electoral como parte fundamental de la jornada. Los políticos incluso reclaman el balconeo de los medios frente al evidente cochinero electoral.

Porque en esencia, la gente debería saber que un proceso de elección es importante por los argumentos que el mismo pudiera ofrecer. Es decir, si la selección de consejeros de Morena y el relevo en sus dirigencias estatales y nacional es relevante, los militantes de ese partido tendrían que saberlo y estar convencidos de ello, por lo que su voto sería un resultado más o menos natural de esa convicción. El problema es que no ha sido así, los electores tienen la experiencia de que el político los necesita particularmente ese día y que sin importar mucho el resultado de esa elección, quienes lleguen al poder difícilmente provocarán un cambio en sus vidas, frente a esa realidad, lo más práctico parece ser tomar el dinero a cambio de votar por quien lo ofrece, o bien votar por alguien cuyo equipo ha amenazado que de no hacerlo así se suspenderán los apoyos que se le ofrecen.

En efecto, el grave problema de la democracia en México es la falta de resultados no de los procesos electorales, sino de las estructuras de mando que derivan de cada uno de ellos. El alto grado de satisfacción con las instancias encargadas de organizar comicios serios en el país (los órganos electorales), contrasta con el rechazo de la misma ciudadanía a los partidos políticos y los resultados del gobierno.

Y la mente de muchos ciudadanos, al entender este problema, podría barruntar hacia la solución más sencilla: generar mejores resultados en los gobiernos y mejores propuestas en los partidos políticos. Pero la retorcida mente de muchos políticos los hace pensar de forma cortoplacista que la solución radica entonces en repetir la práctica de la compra de voto. Y frente a tan retorcida “solución” nuevamente queda claro que el problema de la política son los políticos ¿o no?

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

La imagen sería toda una noticia, pero ante la realidad, parece caricatura. Raúl Ojeda y Gerardo Albarrán sostienen un cartel en que se lee “quien paga para llegar, llega para robar” arriba del escudo de Morena. Con ese mensaje, los que aún dirigen el capítulo morelense del partido buscarían enviar el mensaje a la militancia de alejarse de quienes intentan comprar sus votos para hacerse del control, a través de los consejeros, del comité directivo estatal y con ello de la designación de candidaturas para el proceso electoral 2024, y por supuesto, de las prerrogativas del partido durante los próximos dos años, por lo menos. Lástima que el mensaje ocurra en un contexto de denuncias de todos contra todos que han viciado el proceso interno de selección de consejeros que se celebró este domingo.

Poco útiles han resultado los llamados de la dirigencia y diversos actores políticos, la apertura que se dio al proceso de afiliación al partido, y la cultura política de muchos de los protagonistas del proceso, permitieron que la compra de votos y el acarreo de personas a las casillas tuvieran una presencia similar a la que se ha visto en otros procesos y que ha erosionado aún más la imagen de todos los partidos políticos y provocado el rompimiento de las izquierdas como un ciclo constante en la historia. Los políticos no saben otra forma de hacer elecciones, y los electores tampoco han sido exigentes con la propuesta. En el cinismo del militante partidista, igual que en el de muchos ciudadanos, persiste la idea de que su voto tiene un valor en efectivo o en especie bastante más materializable que el de un futuro mejor, un Estado que diseñe políticas públicas efectivas, y hasta que los ideales que deberíamos poder cumplir a través de la acción de los gobiernos. Así que la entrega de alrededor de 300 pesos por cada voto, puede sonar a las familias de los electores bastante más atractiva que la idea de un gobierno mejor al que hoy se tiene (sea el interno de los partidos o el público que impacta de forma directa a toda la ciudadanía). Desde esa perspectiva, se ha perdido incluso la idea de que comprar votos es un delito y de la incorrección ética de esa práctica, y se asume ya como algo normal. Eso explicaría el cinismo con el que hoy se habla de la “movilización” electoral como parte fundamental de la jornada. Los políticos incluso reclaman el balconeo de los medios frente al evidente cochinero electoral.

Porque en esencia, la gente debería saber que un proceso de elección es importante por los argumentos que el mismo pudiera ofrecer. Es decir, si la selección de consejeros de Morena y el relevo en sus dirigencias estatales y nacional es relevante, los militantes de ese partido tendrían que saberlo y estar convencidos de ello, por lo que su voto sería un resultado más o menos natural de esa convicción. El problema es que no ha sido así, los electores tienen la experiencia de que el político los necesita particularmente ese día y que sin importar mucho el resultado de esa elección, quienes lleguen al poder difícilmente provocarán un cambio en sus vidas, frente a esa realidad, lo más práctico parece ser tomar el dinero a cambio de votar por quien lo ofrece, o bien votar por alguien cuyo equipo ha amenazado que de no hacerlo así se suspenderán los apoyos que se le ofrecen.

En efecto, el grave problema de la democracia en México es la falta de resultados no de los procesos electorales, sino de las estructuras de mando que derivan de cada uno de ellos. El alto grado de satisfacción con las instancias encargadas de organizar comicios serios en el país (los órganos electorales), contrasta con el rechazo de la misma ciudadanía a los partidos políticos y los resultados del gobierno.

Y la mente de muchos ciudadanos, al entender este problema, podría barruntar hacia la solución más sencilla: generar mejores resultados en los gobiernos y mejores propuestas en los partidos políticos. Pero la retorcida mente de muchos políticos los hace pensar de forma cortoplacista que la solución radica entonces en repetir la práctica de la compra de voto. Y frente a tan retorcida “solución” nuevamente queda claro que el problema de la política son los políticos ¿o no?

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx