/ viernes 19 de agosto de 2022

Movimiento Ciudadano y el pinole

El segundo año de la LV Legislatura del Congreso del Estado de Morelos iniciará con muchos cambios con la formalización de una alianza opositora con opciones de controlar los órganos de gobierno del Legislativo que funcionaría también como preámbulo a una coalición electoral que pudiera disputar y ganar la gubernatura a Morena y sus aliados. Los primeros pasos se están dando conforme uno escribe: la salida de Alberto Sánchez de la bancada del PRI, su renuncia al tricolor (entre otras cosas por desacuerdos con el dirigente Jonathan Márquez, consentidor excesivo del diputado priista que se queda solo solín solito, Eliasib Polanco), la partida también de Agustín Alonso y Verónica Anrubio de las filas de Nueva Alianza, que se daría entre viernes y lunes, y la posterior incorporación de los tres legisladores a la bancada de Movimiento Ciudadano, convertiría al grupo parlamentario en el segundo más numeroso (y empataría con el primero si se considera en la fractura de Morena que de seis tiene apenas cinco diputados en realidad).

No se trata, nos advierten nuestras fuentes, de una ruptura en el bloque de once diputados y luego diez que han dominado las decisiones en el Congreso durante el primer año. Las relaciones entre panistas y emecistas son bastante buenas y apuntan para repetir en el 2018 la coalición electoral que entonces apoyó sin mayor éxito a Víctor Caballero Solano como candidato a gobernador (si los morelenses se arrepienten poco o mucho de haber preferido a Cuauhtémoc Blanco en aquellos comicios es un asunto aparte). En todo caso, a MC y el PAN les alcanzaría para retener la Mesa Directiva, hoy en manos de Francisco Sánchez Zavala, y hacerse también de la presidencia de la Junta Política y de Gobierno.

De acuerdo con Sánchez Zavala, todos los diputados se reunirán el 29 de agosto para determinar a los titulares de la Junta Política, la Mesa Directiva y la Comisión de Hacienda, cargos que se suponen rotativos, pero pueden ser sujetos a reelección. Seguramente a Sánchez Zavala no le molestaría seguir a cargo de la Mesa Directiva y sus aliados podrían apoyar su reelección, a Agustín Alonso tampoco le resultaría incómodo mantenerse en la presidencia de la Comisión de Hacienda, para lo que podría ya tener la decena de votos de su bloque. El problema está en la Junta Política. Porque la morenista Paola Cruz no seguiría en la Coordinación Parlamentaria de Morena, y quien parece más cercana a sucederla, Ariadna Barrera, es ya más cercana a Ulises Bravo y Cuauhtémoc Blanco que a su partido y el grupo interno al que, dicen, debe su carrera política. La posición no es menor en tanto desde ella se define gran parte del trabajo parlamentario, la esencia del Congreso. Por ello al grupo de 10 diputados (la legisladora de Morelos Progresa no se ha decantado por ninguno de los dos grupos), le conviene hacerse de esa posición.

El problema, en todo caso, está en si el PRI no quedó tan lastimado por la partida de Beto Sánchez como parece evidente en las primeras declaraciones del dirigente Jonathan Márquez; como para apoyar al bloque con el que trabajó el primer año legislativo; si la diputada de Morelos Progresa, Gabriela Marín Sánchez, apoya en esta aventura al bloque o se mantiene al margen, si el relevo de la coordinación parlamentaria de Morena no resquebraja las ilusiones de uno o más legisladores, y todos los factores que se requieren para que las propuestas de cambios en el Legislativo logren los 14 votos mínimos para ser aprobadas. De otra forma, por mucho que cambien los grupos parlamentarios, los órganos de gobierno en el legislativo seguirán como hasta ahora, aunque Movimiento Ciudadano, con más saliva, podría comer más pinole.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx


El segundo año de la LV Legislatura del Congreso del Estado de Morelos iniciará con muchos cambios con la formalización de una alianza opositora con opciones de controlar los órganos de gobierno del Legislativo que funcionaría también como preámbulo a una coalición electoral que pudiera disputar y ganar la gubernatura a Morena y sus aliados. Los primeros pasos se están dando conforme uno escribe: la salida de Alberto Sánchez de la bancada del PRI, su renuncia al tricolor (entre otras cosas por desacuerdos con el dirigente Jonathan Márquez, consentidor excesivo del diputado priista que se queda solo solín solito, Eliasib Polanco), la partida también de Agustín Alonso y Verónica Anrubio de las filas de Nueva Alianza, que se daría entre viernes y lunes, y la posterior incorporación de los tres legisladores a la bancada de Movimiento Ciudadano, convertiría al grupo parlamentario en el segundo más numeroso (y empataría con el primero si se considera en la fractura de Morena que de seis tiene apenas cinco diputados en realidad).

No se trata, nos advierten nuestras fuentes, de una ruptura en el bloque de once diputados y luego diez que han dominado las decisiones en el Congreso durante el primer año. Las relaciones entre panistas y emecistas son bastante buenas y apuntan para repetir en el 2018 la coalición electoral que entonces apoyó sin mayor éxito a Víctor Caballero Solano como candidato a gobernador (si los morelenses se arrepienten poco o mucho de haber preferido a Cuauhtémoc Blanco en aquellos comicios es un asunto aparte). En todo caso, a MC y el PAN les alcanzaría para retener la Mesa Directiva, hoy en manos de Francisco Sánchez Zavala, y hacerse también de la presidencia de la Junta Política y de Gobierno.

De acuerdo con Sánchez Zavala, todos los diputados se reunirán el 29 de agosto para determinar a los titulares de la Junta Política, la Mesa Directiva y la Comisión de Hacienda, cargos que se suponen rotativos, pero pueden ser sujetos a reelección. Seguramente a Sánchez Zavala no le molestaría seguir a cargo de la Mesa Directiva y sus aliados podrían apoyar su reelección, a Agustín Alonso tampoco le resultaría incómodo mantenerse en la presidencia de la Comisión de Hacienda, para lo que podría ya tener la decena de votos de su bloque. El problema está en la Junta Política. Porque la morenista Paola Cruz no seguiría en la Coordinación Parlamentaria de Morena, y quien parece más cercana a sucederla, Ariadna Barrera, es ya más cercana a Ulises Bravo y Cuauhtémoc Blanco que a su partido y el grupo interno al que, dicen, debe su carrera política. La posición no es menor en tanto desde ella se define gran parte del trabajo parlamentario, la esencia del Congreso. Por ello al grupo de 10 diputados (la legisladora de Morelos Progresa no se ha decantado por ninguno de los dos grupos), le conviene hacerse de esa posición.

El problema, en todo caso, está en si el PRI no quedó tan lastimado por la partida de Beto Sánchez como parece evidente en las primeras declaraciones del dirigente Jonathan Márquez; como para apoyar al bloque con el que trabajó el primer año legislativo; si la diputada de Morelos Progresa, Gabriela Marín Sánchez, apoya en esta aventura al bloque o se mantiene al margen, si el relevo de la coordinación parlamentaria de Morena no resquebraja las ilusiones de uno o más legisladores, y todos los factores que se requieren para que las propuestas de cambios en el Legislativo logren los 14 votos mínimos para ser aprobadas. De otra forma, por mucho que cambien los grupos parlamentarios, los órganos de gobierno en el legislativo seguirán como hasta ahora, aunque Movimiento Ciudadano, con más saliva, podría comer más pinole.


@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx