/ lunes 20 de septiembre de 2021

Oposición y democracia

Es verdad que la rigidez del presidencialismo, a través de los periodos fijos del mandato, lo dota de serias desventajas como la posibilidad de retirar del cargo a presidentes impopulares o ineptos sin que el sistema se quiebre, y en muchos países es constitucionalmente imposible la reelección presidencial, como en el caso mexicano. La imposibilidad de la reelección inmediata es atractiva para la ambición de políticos interesados en ocupar la silla del águila porque quita del escenario político a contrincantes peligrosos. A pesar del riesgo potencial que encierra la reelección, puede ser permitida cuando existan instituciones confiables y elecciones legítimas que no permitan la manipulación de los funcionarios en la arena política. Así el argumento de la flexibilidad de reemplazar gabinetes en los sistemas parlamentarios tiene una doble función, por un lado se puede retirar el apoyo al mandatario y provocar cambios gubernamentales sin necesidad de quebrar el sistema político, así como propiciar mayor estabilidad a procesos de formación de políticas en la reconstrucción del gabinete, pues naturalmente serían apoyados por la asamblea parlamentaria, manteniéndose incluso por varios períodos.

En donde la literatura realiza su discrepancia es en el argumento de Juan Linz que define al presidencialismo con una tendencia de “ganador único” mayor que el parlamentarismo, sosteniendo que esa tendencia depende del sistema electoral y de partidos, es decir, las reglas del juego. Realiza una crítica al sistema parlamentario de tipo Westminster por no proporcionar control legislativo sobre el primer ministro, gracias a que los partidos disciplinados contando con mayoría parlamentaria apoyan iniciativas políticas y legislativas al margen de las propuestas, lo que incentiva una lógica de “ganador único”. Esta desventaja del parlamentarismo es controlada en el sistema presidencial cuando se instituye un sistema de controles y equilibrios, pesos y contrapesos, diseñados institucionalmente para limitar que el ganador controle todas las acciones del sistema político. Además el sistema presidencial permite construir gabinetes de diversos partidos, asignando cargos con la finalidad de atraer apoyo o recompensarlo. Esto divide la lógica del ganador único.

El problema central en México es el estilo personal de gobernar, dirá Don Daniel Cosío Villegas y, es verdad que la bancada de la coalición gobernante comienza la segunda parte del sexenio más unificada en cámara de diputados por la fuerza que le brinda el presidente y no se descarta la división de la izquierda como ha ocurrido históricamente, del mismo modo que las oposiciones deben leer que el descontento con el lopezobradorismo es una expresión social y no política, además que deben organizarse y tener una agenda si pretenden ganar la silla del águila en 2024.

FB/LinkedIn: Daniel Adame Osorio

TW: @Danieldao1

Instagram: danieladameosorio

Es verdad que la rigidez del presidencialismo, a través de los periodos fijos del mandato, lo dota de serias desventajas como la posibilidad de retirar del cargo a presidentes impopulares o ineptos sin que el sistema se quiebre, y en muchos países es constitucionalmente imposible la reelección presidencial, como en el caso mexicano. La imposibilidad de la reelección inmediata es atractiva para la ambición de políticos interesados en ocupar la silla del águila porque quita del escenario político a contrincantes peligrosos. A pesar del riesgo potencial que encierra la reelección, puede ser permitida cuando existan instituciones confiables y elecciones legítimas que no permitan la manipulación de los funcionarios en la arena política. Así el argumento de la flexibilidad de reemplazar gabinetes en los sistemas parlamentarios tiene una doble función, por un lado se puede retirar el apoyo al mandatario y provocar cambios gubernamentales sin necesidad de quebrar el sistema político, así como propiciar mayor estabilidad a procesos de formación de políticas en la reconstrucción del gabinete, pues naturalmente serían apoyados por la asamblea parlamentaria, manteniéndose incluso por varios períodos.

En donde la literatura realiza su discrepancia es en el argumento de Juan Linz que define al presidencialismo con una tendencia de “ganador único” mayor que el parlamentarismo, sosteniendo que esa tendencia depende del sistema electoral y de partidos, es decir, las reglas del juego. Realiza una crítica al sistema parlamentario de tipo Westminster por no proporcionar control legislativo sobre el primer ministro, gracias a que los partidos disciplinados contando con mayoría parlamentaria apoyan iniciativas políticas y legislativas al margen de las propuestas, lo que incentiva una lógica de “ganador único”. Esta desventaja del parlamentarismo es controlada en el sistema presidencial cuando se instituye un sistema de controles y equilibrios, pesos y contrapesos, diseñados institucionalmente para limitar que el ganador controle todas las acciones del sistema político. Además el sistema presidencial permite construir gabinetes de diversos partidos, asignando cargos con la finalidad de atraer apoyo o recompensarlo. Esto divide la lógica del ganador único.

El problema central en México es el estilo personal de gobernar, dirá Don Daniel Cosío Villegas y, es verdad que la bancada de la coalición gobernante comienza la segunda parte del sexenio más unificada en cámara de diputados por la fuerza que le brinda el presidente y no se descarta la división de la izquierda como ha ocurrido históricamente, del mismo modo que las oposiciones deben leer que el descontento con el lopezobradorismo es una expresión social y no política, además que deben organizarse y tener una agenda si pretenden ganar la silla del águila en 2024.

FB/LinkedIn: Daniel Adame Osorio

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