/ miércoles 13 de julio de 2022

Poliescenarios | Nuevo concepto estratégico de la OTAN: Soplan vientos de guerra

Mónica Nieves Aguirre | Facultad de Derecho, Universidad de la República

En una coyuntura de múltiples crisis globales, luego de dos complejos años de pandemia, llega la guerra a Europa. En este escenario, y en el marco del 40° aniversario de su adhesión a la Organización del Atlántico Norte (OTAN), España albergó durante los últimos días de junio la XXX Cumbre de la Alianza. En abril de 1949, el tratado de Washington, de tan solo 14 artículos, daba vida con 12 miembros fundadores a la OTAN. Hoy esta organización intergubernamental cuenta con 30 miembros y 10 socios que, al compás de la defensa colectiva determinada en el Artículo 5, se comprometen a protegerse unos a otros, bajo el amparo del Artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, que prevé el derecho de los Estados independientes a la defensa individual o colectiva.

Otros fueron los tiempos que parieron a la OTAN, los de la contención de Guerra Fría que moldearon en su breve tratado constitutivo una organización que respondía a códigos de su época. Con el fin de la bipolaridad, la OTAN abrió las puertas a sus antiguos adversarios, que se fueron sumando desde el inicio del Siglo XXI, el último en adherirse fue Macedonia del Norte. Vale destacar, que el Artículo 5 fue invocado por primera vez a raíz de los ataques terroristas del 11-S. A partir de allí se fue tomando forma la ampliación del enfoque de seguridad.

La Alianza se estructura en base a dos pilares: el político y el militar que dan forma al bloque que vincula a Europa con Norteamérica a través de la seguridad y defensa, con el objetivo de “solventar problemas, fomentar la confianza y, a largo plazo, evitar conflictos”.

Con foco en los orígenes de la OTAN, el primer Concepto Estratégico (CE) de 1949 hace el énfasis en la disuasión de la agresión. La Guerra de Corea consagró el proceso de militarización de las estructuras, que se tiñeron seguidamente por la nuclearización de esos años. Los nuevos aires no conflictivos de los noventa reforzaron el carácter de defensa colectiva de la Alianza, a través de la apuesta a mayor diálogo y cooperación. Hoy la guerra entre Rusia y Ucrania interpela el procedimiento de “gestión de crisis” ya presente en el CE de 1991, y se recuesta más hacia el de 1999, que propone la inclusión de operaciones no contempladas en el Artículo 5 para la gestión de crisis. Hacia 2010 la ampliación del CE significó que “la OTAN participará, cuando sea posible y cuando sea necesario, para prevenir crisis, gestionar crisis, estabilizar situaciones posteriores a conflictos y apoyar la reconstrucción”. A su vez se propone sumar actores y ampliar las herramientas a utilizar, lo que implica una mayor participación, académica y también industrial/empresarial.

Recientemente y con el retiro de las objeciones de Turquía, en Madrid se inició el procedimiento para el ingreso de dos nuevos miembros: Finlandia y Suecia, que han superado su tradicional sesgo neutral. Asimismo, fue acordada la instalación de una base militar en Polonia, con fuerte presencia del ejército de los Estados Unidos.

Con el escenario de una guerra interestatal, cuasi-tradicional, una organización que parecía tener más pasado que futuro, resurge y se planta a partir de las facetas más duras de la seguridad y la geoestrategia de otrora. Esto se refleja en los 22 puntos del Nuevo Concepto Estratégico de Madrid (NCE), que derraman en la securitización de áreas como la espacial, la cibernética, la energética, migratoria y la comercial.

“El Nuevo Concepto Estratégico de la OTAN es el modelo para la Alianza en un mundo más peligroso y competitivo” declaró su secretario general Jens Stoltenberg. Si bien el CE ha evolucionado desde mediados del siglo pasado, y a pesar de la actualización periódica de cada década, la regla del consenso para su adopción en el marco del Consejo del Atlántico Norte (NAC), no ha variado.

El acuerdo de la Agenda OTAN 2030 en la Cumbre de Bruselas de 2021, que apuntó a fortalecer política y militarmente la Alianza a partir de un enfoque más global, incluyó la decisión de actualizar el CE.

¿Qué importancia reviste este concepto?, que no solo determina líneas políticas y militares de la Alianza, sino que establece propósitos y principios, y determina el tono de la disuasión, la defensa y la gestión de crisis, así como la perspectiva sobre la paz y seguridad. En particular, el NCE hace énfasis en que los Aliados tendrán una perspectiva global al respecto.

Entonces, ¿se amplía su radio de acción euroatlántica al “resto del mundo”? Se ha dicho muchas veces que la OTAN se hizo para tener a EEUU dentro, Alemania abajo y Rusia fuera. Hoy también se propone a China fuera. Abiertamente en el punto 13 el NCE sentencia “La asociación estratégica cada vez más profunda entre la República Popular China y la Federación Rusa y sus intentos de socavar el orden internacional basado en reglas, que se refuerzan mutuamente, van en contra de nuestros valores e intereses”. Más aún, a partir del llamado “enfoque de 360 grados” (sobre el dominio terrestre, aéreo, marítimo, cibernético y espacial, es decir en cualquier lugar y en cualquier momento) se amplifican las amenazas y desafíos. Por tanto, el intercambio comercial, la salud, el medioambiente, la migración, la pobreza, por destacar solo algunos ámbitos de la vida, serán percibidos a través de un prisma belicista.

La guerra de Ucrania atrajo la atención del mundo, como debe ser. Esta especie de déjà vu donde errores del pasado se repiten evidencia en un acontecimiento que no se ha podido evitar, por la ineficiencia e ineficacia del orden establecido y sus instrumentos. Sin embargo, mientras se acucian los efectos dramáticos de sus consecuencias directas e indirectas, sobre lo social, económico, sanitario, alimentario, medioambiental y lo político (doméstico e internacional), y proyectando la mirada al futuro ¿las soluciones necesarias son las que ofrece la OTAN? ¿más gasto militar y mayor securitización son respuestas válidas en el Siglo XXI?

Twitter: @MonicaNievesA

Mónica Nieves Aguirre | Facultad de Derecho, Universidad de la República

En una coyuntura de múltiples crisis globales, luego de dos complejos años de pandemia, llega la guerra a Europa. En este escenario, y en el marco del 40° aniversario de su adhesión a la Organización del Atlántico Norte (OTAN), España albergó durante los últimos días de junio la XXX Cumbre de la Alianza. En abril de 1949, el tratado de Washington, de tan solo 14 artículos, daba vida con 12 miembros fundadores a la OTAN. Hoy esta organización intergubernamental cuenta con 30 miembros y 10 socios que, al compás de la defensa colectiva determinada en el Artículo 5, se comprometen a protegerse unos a otros, bajo el amparo del Artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, que prevé el derecho de los Estados independientes a la defensa individual o colectiva.

Otros fueron los tiempos que parieron a la OTAN, los de la contención de Guerra Fría que moldearon en su breve tratado constitutivo una organización que respondía a códigos de su época. Con el fin de la bipolaridad, la OTAN abrió las puertas a sus antiguos adversarios, que se fueron sumando desde el inicio del Siglo XXI, el último en adherirse fue Macedonia del Norte. Vale destacar, que el Artículo 5 fue invocado por primera vez a raíz de los ataques terroristas del 11-S. A partir de allí se fue tomando forma la ampliación del enfoque de seguridad.

La Alianza se estructura en base a dos pilares: el político y el militar que dan forma al bloque que vincula a Europa con Norteamérica a través de la seguridad y defensa, con el objetivo de “solventar problemas, fomentar la confianza y, a largo plazo, evitar conflictos”.

Con foco en los orígenes de la OTAN, el primer Concepto Estratégico (CE) de 1949 hace el énfasis en la disuasión de la agresión. La Guerra de Corea consagró el proceso de militarización de las estructuras, que se tiñeron seguidamente por la nuclearización de esos años. Los nuevos aires no conflictivos de los noventa reforzaron el carácter de defensa colectiva de la Alianza, a través de la apuesta a mayor diálogo y cooperación. Hoy la guerra entre Rusia y Ucrania interpela el procedimiento de “gestión de crisis” ya presente en el CE de 1991, y se recuesta más hacia el de 1999, que propone la inclusión de operaciones no contempladas en el Artículo 5 para la gestión de crisis. Hacia 2010 la ampliación del CE significó que “la OTAN participará, cuando sea posible y cuando sea necesario, para prevenir crisis, gestionar crisis, estabilizar situaciones posteriores a conflictos y apoyar la reconstrucción”. A su vez se propone sumar actores y ampliar las herramientas a utilizar, lo que implica una mayor participación, académica y también industrial/empresarial.

Recientemente y con el retiro de las objeciones de Turquía, en Madrid se inició el procedimiento para el ingreso de dos nuevos miembros: Finlandia y Suecia, que han superado su tradicional sesgo neutral. Asimismo, fue acordada la instalación de una base militar en Polonia, con fuerte presencia del ejército de los Estados Unidos.

Con el escenario de una guerra interestatal, cuasi-tradicional, una organización que parecía tener más pasado que futuro, resurge y se planta a partir de las facetas más duras de la seguridad y la geoestrategia de otrora. Esto se refleja en los 22 puntos del Nuevo Concepto Estratégico de Madrid (NCE), que derraman en la securitización de áreas como la espacial, la cibernética, la energética, migratoria y la comercial.

“El Nuevo Concepto Estratégico de la OTAN es el modelo para la Alianza en un mundo más peligroso y competitivo” declaró su secretario general Jens Stoltenberg. Si bien el CE ha evolucionado desde mediados del siglo pasado, y a pesar de la actualización periódica de cada década, la regla del consenso para su adopción en el marco del Consejo del Atlántico Norte (NAC), no ha variado.

El acuerdo de la Agenda OTAN 2030 en la Cumbre de Bruselas de 2021, que apuntó a fortalecer política y militarmente la Alianza a partir de un enfoque más global, incluyó la decisión de actualizar el CE.

¿Qué importancia reviste este concepto?, que no solo determina líneas políticas y militares de la Alianza, sino que establece propósitos y principios, y determina el tono de la disuasión, la defensa y la gestión de crisis, así como la perspectiva sobre la paz y seguridad. En particular, el NCE hace énfasis en que los Aliados tendrán una perspectiva global al respecto.

Entonces, ¿se amplía su radio de acción euroatlántica al “resto del mundo”? Se ha dicho muchas veces que la OTAN se hizo para tener a EEUU dentro, Alemania abajo y Rusia fuera. Hoy también se propone a China fuera. Abiertamente en el punto 13 el NCE sentencia “La asociación estratégica cada vez más profunda entre la República Popular China y la Federación Rusa y sus intentos de socavar el orden internacional basado en reglas, que se refuerzan mutuamente, van en contra de nuestros valores e intereses”. Más aún, a partir del llamado “enfoque de 360 grados” (sobre el dominio terrestre, aéreo, marítimo, cibernético y espacial, es decir en cualquier lugar y en cualquier momento) se amplifican las amenazas y desafíos. Por tanto, el intercambio comercial, la salud, el medioambiente, la migración, la pobreza, por destacar solo algunos ámbitos de la vida, serán percibidos a través de un prisma belicista.

La guerra de Ucrania atrajo la atención del mundo, como debe ser. Esta especie de déjà vu donde errores del pasado se repiten evidencia en un acontecimiento que no se ha podido evitar, por la ineficiencia e ineficacia del orden establecido y sus instrumentos. Sin embargo, mientras se acucian los efectos dramáticos de sus consecuencias directas e indirectas, sobre lo social, económico, sanitario, alimentario, medioambiental y lo político (doméstico e internacional), y proyectando la mirada al futuro ¿las soluciones necesarias son las que ofrece la OTAN? ¿más gasto militar y mayor securitización son respuestas válidas en el Siglo XXI?

Twitter: @MonicaNievesA