/ lunes 21 de diciembre de 2020

Realidades paralelas

En un país dividido como el nuestro, las percepciones toman matices muy dispersos, lo que unos esperan con júbilo para otros puede ser nefasto, así sucede con el aumento 15% al salario mínimo, el cual quedará para 2021 en $141.70 y para la zona libre de la frontera norte en $213.39 determinado así por la Comisión Nacional de Salarios Mínimos.

La medida ha causado revuelo y parece temeraria en los actuales tiempos de contracción económica, cámaras empresariales como Consejo Coordinador Empresarial y la COPARMEX, se han apresurado a advertir que hasta 700 mil fuentes de trabajo se perderán y la inflación o desempleo se van a disparar.

Sin embargo la inflación es un fenómeno multifactorial en el cual, un aumento salarial puede ser una causal pero no la única, desde hace muchas décadas los salarios en México estuvieron estancados con ese argumento y la inflación no se detuvo durante el lapso mencionado, 30.41% en el sexenio foxista, 28.96 con Calderón, bajando en la administración peñista al 27.9% de inflación acumulada, mientras tanto el salario mínimo apenas y se movió en esos 18 años.

El poder adquisitivo durante los periodos de “pactos” con Carlos Salinas de Gortari, se derrumbó a -65% de Salinas a Peña Nieto, en radical postura que marca el panorama de desacuerdo, la COPARMEX y Gustavo de Hoyos (en sus últimos como dirigente) han solicitado al gobierno pagar 6.42 pesos diarios por cada trabajador para poder asumir tal incremento: “es importante que el Gobierno asuma su rol como principal agente económico y demuestre su compromiso con los trabajadores más vulnerables” en caso contrario a esta solicitud la COPARMEX estaría dispuesta a subir el salario en un 10%, lo anterior nos da una idea de la falta de empatía entre el sector empresarial de altas cúpulas y los gremios laborales, el salario mínimo mexicano es realmente mínimo, ubicado en el penúltimo lugar de América Latina uno entiende porque el objetivo de los migrantes centroamericanos está más al norte.

Los políticos también muestran esa falta de conexión con las realidades y necesidades, en días pasados, el regiomontano Samuel García, Senador con licencia y “suspirante” a la gubernatura de Nuevo León, tuvo otra de sus ya acostumbradas pifias que en justicia a la verdad le procuran una publicidad como nunca había disfrutado, el “Senatore” habló de lo duro que fue, el hecho de que su papá lo obligara a levantarse los fines de semana para acompañarlo al golf, generando con esto una lluvia de reacciones en las redes acompañadas obviamente con los acostumbrados memes; escuché a un locutor morelense opinar que se estaba exagerando el asunto y tal vez para Samuel García esa era su realidad pudiendo representar un real trauma ese evento, pero la realidad de todos y cada uno de nosotros no tiene por qué ser la misma, concluyó.

Coincido en parte, la óptica no debe ser igual para todos, pero tratándose de un político o servidor público está obligado a buscar la realidad de las mayorías y eso le revelará que mucho menos del 1% de la población tiene los medios para llegar a un club de golf a pasar esas “penurias”.

Por si fuera poco, dijo conocer a personas admirables que viven con “suelditos” de 40 o 50 mil pesos y son felices, pues cómo no iban a serlo en un país donde el 15% de la población gana un salario mínimo y apenas cuatro de cada cien ganan arriba de los 15 mil pesos mensuales o que me dice del 60% de los mexicanos, de acuerdo al INEGI, viven sumidos en un salario sin rebasar los 8 mil pesos mensuales.

En la más reciente Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, es revelado que únicamente el 1% de los mexicanos gana los suelditos referidos por el Senador; esto desnuda las realidades paralelas con las cuales nuestra nación coexiste abriendo la ya de por sí enorme brecha de desigualdad, ya ni siquiera se trata de un problema individual de conexión entre lengua y cerebro, se trata de la aceptación de mundos distintos, de los dos Méxicos; el rico y el pobre.

En un país dividido como el nuestro, las percepciones toman matices muy dispersos, lo que unos esperan con júbilo para otros puede ser nefasto, así sucede con el aumento 15% al salario mínimo, el cual quedará para 2021 en $141.70 y para la zona libre de la frontera norte en $213.39 determinado así por la Comisión Nacional de Salarios Mínimos.

La medida ha causado revuelo y parece temeraria en los actuales tiempos de contracción económica, cámaras empresariales como Consejo Coordinador Empresarial y la COPARMEX, se han apresurado a advertir que hasta 700 mil fuentes de trabajo se perderán y la inflación o desempleo se van a disparar.

Sin embargo la inflación es un fenómeno multifactorial en el cual, un aumento salarial puede ser una causal pero no la única, desde hace muchas décadas los salarios en México estuvieron estancados con ese argumento y la inflación no se detuvo durante el lapso mencionado, 30.41% en el sexenio foxista, 28.96 con Calderón, bajando en la administración peñista al 27.9% de inflación acumulada, mientras tanto el salario mínimo apenas y se movió en esos 18 años.

El poder adquisitivo durante los periodos de “pactos” con Carlos Salinas de Gortari, se derrumbó a -65% de Salinas a Peña Nieto, en radical postura que marca el panorama de desacuerdo, la COPARMEX y Gustavo de Hoyos (en sus últimos como dirigente) han solicitado al gobierno pagar 6.42 pesos diarios por cada trabajador para poder asumir tal incremento: “es importante que el Gobierno asuma su rol como principal agente económico y demuestre su compromiso con los trabajadores más vulnerables” en caso contrario a esta solicitud la COPARMEX estaría dispuesta a subir el salario en un 10%, lo anterior nos da una idea de la falta de empatía entre el sector empresarial de altas cúpulas y los gremios laborales, el salario mínimo mexicano es realmente mínimo, ubicado en el penúltimo lugar de América Latina uno entiende porque el objetivo de los migrantes centroamericanos está más al norte.

Los políticos también muestran esa falta de conexión con las realidades y necesidades, en días pasados, el regiomontano Samuel García, Senador con licencia y “suspirante” a la gubernatura de Nuevo León, tuvo otra de sus ya acostumbradas pifias que en justicia a la verdad le procuran una publicidad como nunca había disfrutado, el “Senatore” habló de lo duro que fue, el hecho de que su papá lo obligara a levantarse los fines de semana para acompañarlo al golf, generando con esto una lluvia de reacciones en las redes acompañadas obviamente con los acostumbrados memes; escuché a un locutor morelense opinar que se estaba exagerando el asunto y tal vez para Samuel García esa era su realidad pudiendo representar un real trauma ese evento, pero la realidad de todos y cada uno de nosotros no tiene por qué ser la misma, concluyó.

Coincido en parte, la óptica no debe ser igual para todos, pero tratándose de un político o servidor público está obligado a buscar la realidad de las mayorías y eso le revelará que mucho menos del 1% de la población tiene los medios para llegar a un club de golf a pasar esas “penurias”.

Por si fuera poco, dijo conocer a personas admirables que viven con “suelditos” de 40 o 50 mil pesos y son felices, pues cómo no iban a serlo en un país donde el 15% de la población gana un salario mínimo y apenas cuatro de cada cien ganan arriba de los 15 mil pesos mensuales o que me dice del 60% de los mexicanos, de acuerdo al INEGI, viven sumidos en un salario sin rebasar los 8 mil pesos mensuales.

En la más reciente Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, es revelado que únicamente el 1% de los mexicanos gana los suelditos referidos por el Senador; esto desnuda las realidades paralelas con las cuales nuestra nación coexiste abriendo la ya de por sí enorme brecha de desigualdad, ya ni siquiera se trata de un problema individual de conexión entre lengua y cerebro, se trata de la aceptación de mundos distintos, de los dos Méxicos; el rico y el pobre.