/ martes 24 de marzo de 2020

Representación y contrapesos

La representación política, plasmada en la idea de que el representante debe actuar en nombre de aquellos que representa y siguiendo sus intereses, constituye el núcleo central de la democracia representativa.

La representación democrática es un fenómeno de la modernidad que se caracteriza por la elección de representantes que son encargados de tomar las decisiones que afectan al total de la ciudadanía. La democracia moderna occidental se fundó en el ideal representativo de la democracia norteamericana que sostuvieron Hamilton, Madison y Jay, quienes opusieron la democracia representativa a la forma directa de democracia caracterizada por la existencia de instituciones en las que todos los ciudadanos intervenían en el proceso de deliberación y toma de decisiones. Una de las preocupaciones sustanciales de Madison era la dificultad que mostraban las democracias directas para diluir el espíritu de partido característico de toda sociedad, el cual impedía alcanzar el bien común y desembocaba en situaciones que vulneran la seguridad de la población.

Ante esta preocupación, Madison se inclinó por un tipo de democracia distinta a la del modelo ateniense: la república. La república se caracterizaba por la existencia de un sistema de representación y se distinguía de la democracia pura en que delegaba la facultad de gobierno en un pequeño número de ciudadanos elegidos por el resto. La república basada en un sistema representativo podía comprender un número más grande de ciudadanos y una mayor extensión de territorio, lo cual permitía la multiplicidad de partidos e intereses evitando así la opresión de una facción. La democracia representativa condujo a una lenta ampliación de la ciudadanía en la que el gobierno del demos sólo fue posible a través de sus representantes elegidos a través del voto.

Ahora bien, la diferencia entre la forma directa y la forma representativa de democracia no reside exclusivamente en la existencia o no de representantes sino en el método de selección de mismos. Como se ha descrito, aunque en la democracia directa griega existían instituciones que funcionaban basadas en la representación, estos representantes eran elegidos a través del sorteo y no de la elección, lo cual constituye una diferenciación sustancial en cuanto al principio de igualdad política señalado.

La naturaleza del régimen político del que estamos hablando, la llamada democracia representativa o moderna, poco tiene que ver con la democracia en el sentido fuerte del término del mundo clásico. Pocos dudarían en sostener la amplitud de las diferencias que separan a la manera de ejercer la política a partir de la reunión de todos los ciudadanos en la asamblea griega, y la forma moderna de participación mediatizada por los partidos políticos. Se equivocan quienes creen ver en los estados modernos la adecuación de los viejos principios. Más aún, estamos en presencia de una particular forma de gobierno que podemos definir como gobierno electoral representativo y que se caracteriza por la realización de elecciones para establecer quiénes serán los representantes de los ciudadanos en la definición de las cuestiones públicas.

La importancia asignada a las elecciones como elemento constitutivo de la democracia fue bien desarrollada por Schumpeter. La preocupación central de este autor era el funcionamiento real de las democracias existentes y la identificación de criterios que pudieran describirlas adecuadamente en tanto la definición de la democracia basada en la idea de la realización del bien común resultaba inadecuada. La crítica de Schumpeter a esta definición se basaba en el hecho, por él esgrimido, que no existía tal cosa como un bien común con el que todos estuvieran de acuerdo y, en consecuencia, tampoco una voluntad general que implicara la existencia de un pueblo soberano y homogéneo.

Partiendo de la crítica realizada a la existencia de un bien común y una voluntad general, Schumpeter caracterizó al método democrático como “el arreglo institucional para llegar a decisiones políticas en el que los individuos adquieren el poder para decidir por medio de una lucha competitiva por el voto del pueblo”. De esta manera, a diferencia de la definición de la democracia centrada en la mera ejecución de una voluntad general existente, en la definición de Schumpeter resulta fundamental el rol de los líderes políticos en la construcción (o modificación) de estas voluntades que, de otro modo, permanecen latentes. Son justamente estos líderes políticos los que compiten por el voto de los ciudadanos y al hacerlo construyen las voluntades políticas.

Esa idea de la búsqueda del respaldo de los ciudadanos, es la que practica el presidente, López Obrador quien, en plena expansión de la crisis global de salud pública, intenta que la estructura económica y social de su administración no se vea afectada en momento actual, no obstante las restricciones y cierres de fronteras que, conducen a la economía a un territorio desconocido, al punto que la Reserva Federal estadunidense redujo prácticamente a cero las tasas de interés para atenuar el impacto global. Una evidencia (más) ilustrativa de la realidad como el único contrapeso que importa.


Facebook: Daniel Adame Osorio.

Instagram: danieladameosorio.

Twitter: @Danieldao1

La representación política, plasmada en la idea de que el representante debe actuar en nombre de aquellos que representa y siguiendo sus intereses, constituye el núcleo central de la democracia representativa.

La representación democrática es un fenómeno de la modernidad que se caracteriza por la elección de representantes que son encargados de tomar las decisiones que afectan al total de la ciudadanía. La democracia moderna occidental se fundó en el ideal representativo de la democracia norteamericana que sostuvieron Hamilton, Madison y Jay, quienes opusieron la democracia representativa a la forma directa de democracia caracterizada por la existencia de instituciones en las que todos los ciudadanos intervenían en el proceso de deliberación y toma de decisiones. Una de las preocupaciones sustanciales de Madison era la dificultad que mostraban las democracias directas para diluir el espíritu de partido característico de toda sociedad, el cual impedía alcanzar el bien común y desembocaba en situaciones que vulneran la seguridad de la población.

Ante esta preocupación, Madison se inclinó por un tipo de democracia distinta a la del modelo ateniense: la república. La república se caracterizaba por la existencia de un sistema de representación y se distinguía de la democracia pura en que delegaba la facultad de gobierno en un pequeño número de ciudadanos elegidos por el resto. La república basada en un sistema representativo podía comprender un número más grande de ciudadanos y una mayor extensión de territorio, lo cual permitía la multiplicidad de partidos e intereses evitando así la opresión de una facción. La democracia representativa condujo a una lenta ampliación de la ciudadanía en la que el gobierno del demos sólo fue posible a través de sus representantes elegidos a través del voto.

Ahora bien, la diferencia entre la forma directa y la forma representativa de democracia no reside exclusivamente en la existencia o no de representantes sino en el método de selección de mismos. Como se ha descrito, aunque en la democracia directa griega existían instituciones que funcionaban basadas en la representación, estos representantes eran elegidos a través del sorteo y no de la elección, lo cual constituye una diferenciación sustancial en cuanto al principio de igualdad política señalado.

La naturaleza del régimen político del que estamos hablando, la llamada democracia representativa o moderna, poco tiene que ver con la democracia en el sentido fuerte del término del mundo clásico. Pocos dudarían en sostener la amplitud de las diferencias que separan a la manera de ejercer la política a partir de la reunión de todos los ciudadanos en la asamblea griega, y la forma moderna de participación mediatizada por los partidos políticos. Se equivocan quienes creen ver en los estados modernos la adecuación de los viejos principios. Más aún, estamos en presencia de una particular forma de gobierno que podemos definir como gobierno electoral representativo y que se caracteriza por la realización de elecciones para establecer quiénes serán los representantes de los ciudadanos en la definición de las cuestiones públicas.

La importancia asignada a las elecciones como elemento constitutivo de la democracia fue bien desarrollada por Schumpeter. La preocupación central de este autor era el funcionamiento real de las democracias existentes y la identificación de criterios que pudieran describirlas adecuadamente en tanto la definición de la democracia basada en la idea de la realización del bien común resultaba inadecuada. La crítica de Schumpeter a esta definición se basaba en el hecho, por él esgrimido, que no existía tal cosa como un bien común con el que todos estuvieran de acuerdo y, en consecuencia, tampoco una voluntad general que implicara la existencia de un pueblo soberano y homogéneo.

Partiendo de la crítica realizada a la existencia de un bien común y una voluntad general, Schumpeter caracterizó al método democrático como “el arreglo institucional para llegar a decisiones políticas en el que los individuos adquieren el poder para decidir por medio de una lucha competitiva por el voto del pueblo”. De esta manera, a diferencia de la definición de la democracia centrada en la mera ejecución de una voluntad general existente, en la definición de Schumpeter resulta fundamental el rol de los líderes políticos en la construcción (o modificación) de estas voluntades que, de otro modo, permanecen latentes. Son justamente estos líderes políticos los que compiten por el voto de los ciudadanos y al hacerlo construyen las voluntades políticas.

Esa idea de la búsqueda del respaldo de los ciudadanos, es la que practica el presidente, López Obrador quien, en plena expansión de la crisis global de salud pública, intenta que la estructura económica y social de su administración no se vea afectada en momento actual, no obstante las restricciones y cierres de fronteras que, conducen a la economía a un territorio desconocido, al punto que la Reserva Federal estadunidense redujo prácticamente a cero las tasas de interés para atenuar el impacto global. Una evidencia (más) ilustrativa de la realidad como el único contrapeso que importa.


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