/ lunes 10 de mayo de 2021

Rescatar la democracia

Es importante destacar que una de las promesas en la democratización de cualquier país es que el régimen logrará estabilizar al Estado aminorando el conflicto y permitirá el crecimiento y desarrollo económicos. Ante la falta de resultados del sistema político democrático surge el descontento, la crisis de legitimidad gubernamental, la falta de confianza en las instituciones públicas y la exigencia cada vez mayor de sectores que reclaman atención y apoyo al Estado para poder desarrollarse en lo económico. La promesa de que la democracia resolvería los problemas de pobreza y desigualdad ha decepcionado a la ciudadanía, concibiendo a la democracia como problema.

La literatura concilia sus posturas, por ejemplo, en tres de los cuatro puntos destacados por Juan Linz como crítica al presidencialismo. Coincide con el problema de la legitimidad dual como problema típico de los sistemas presidenciales, sin embargo puntualiza en que también el sistema parlamentario sufre de este conflicto, aunque en menor intensidad por ser la única institución democráticamente legítima en el nivel nacional del sistema político, entre las cámaras alta y baja, cada una reclamando para sí el ejercicio legítimo del poder. Tratando de enmendar esta desventaja del sistema presidencial, se propone que la clave es definir los poderes y métodos de elección de los poderes de gobierno de forma que mitigue el conflicto entre poderes. Otra coincidencia de diversas corrientes de pensamiento con Linz radica en que la rigidez del presidencialismo, a través de los periodos fijos del mandato, lo dota de serias desventajas como la posibilidad de retirar del cargo a presidentes impopulares o ineptos sin que el sistema se quiebre, y en muchos países es constitucionalmente imposible la reelección presidencial, como en el caso mexicano. La imposibilidad de la reelección inmediata es atractiva para la ambición de políticos interesados en ocupar la silla del águila porque quita de la escena a contrincantes peligrosos. A pesar del riesgo potencial que encierra la reelección, puede ser permitida cuando existan instituciones confiables y elecciones legítimas que no permitan la manipulación de los funcionarios. Así el argumento de la flexibilidad de reemplazar gabinetes en los sistemas parlamentarios tiene una doble función, por un lado se puede retirar el apoyo al mandatario y provocar cambios gubernamentales sin necesidad de quebrar el sistema político, así como propiciar mayor estabilidad al proceso de formación de políticas en la reconstrucción del gabinete, pues naturalmente serían apoyados por la asamblea parlamentaria, manteniéndose incluso por varios periodos.

En donde estas posturas realizan su discrepancia es en el argumento de Linz que define al presidencialismo con una tendencia de “ganador único” mayor que el parlamentarismo, sosteniendo que esa tendencia depende del sistema electoral y de partidos, es decir, las reglas del juego. Realiza una crítica al sistema parlamentario de tipo Westminster por no proporcionar control legislativo sobre el primer ministro, gracias a que los partidos disciplinados contando con mayoría parlamentaria apoyan iniciativas políticas y legislativas al margen de las propuestas, lo que incentiva una lógica de “ganador único”. Esta desventaja del parlamentarismo es controlada en el sistema presidencial cuando se instituye un sistema de controles y equilibrios, pesos y contrapesos, diseñados institucionalmente para limitar que el ganador controle todas las acciones del sistema político. Además el sistema presidencial permite construir gabinetes de diversos partidos, asignando puestos con la finalidad de atraer apoyo o recompensarlo. Esto divide la lógica del ganador único.

Estamos de acuerdo con la propuesta de rescatar las ventajas del sistema presidencial en la posibilidad de generar un gobierno estable a través del acuerdo, del consenso y de la política de negociación y conciliación. La lógica del ganador único puede limitarse cuando institucionalmente se definen límites del poder, tanto el presidencial como legislativo y en su relación con el poder Judicial. Esa es la importancia política del México de la coyuntura crítica más reciente, uno, para que, a través de las elecciones de 2021 se restauren los roles institucionales de pesos y contrapesos y dos, porque se trata de lograr que, como dirá Linz, no se quiebre la democracia con una forma de autocracia u otros derivados del autoritarismo. Esa acción colectiva es nuestra decisión y, aún es tiempo.

Facebook; Daniel Adame Osorio.

Instagram: @danieladameosorio.

Twitter: @Danieldao1

Es importante destacar que una de las promesas en la democratización de cualquier país es que el régimen logrará estabilizar al Estado aminorando el conflicto y permitirá el crecimiento y desarrollo económicos. Ante la falta de resultados del sistema político democrático surge el descontento, la crisis de legitimidad gubernamental, la falta de confianza en las instituciones públicas y la exigencia cada vez mayor de sectores que reclaman atención y apoyo al Estado para poder desarrollarse en lo económico. La promesa de que la democracia resolvería los problemas de pobreza y desigualdad ha decepcionado a la ciudadanía, concibiendo a la democracia como problema.

La literatura concilia sus posturas, por ejemplo, en tres de los cuatro puntos destacados por Juan Linz como crítica al presidencialismo. Coincide con el problema de la legitimidad dual como problema típico de los sistemas presidenciales, sin embargo puntualiza en que también el sistema parlamentario sufre de este conflicto, aunque en menor intensidad por ser la única institución democráticamente legítima en el nivel nacional del sistema político, entre las cámaras alta y baja, cada una reclamando para sí el ejercicio legítimo del poder. Tratando de enmendar esta desventaja del sistema presidencial, se propone que la clave es definir los poderes y métodos de elección de los poderes de gobierno de forma que mitigue el conflicto entre poderes. Otra coincidencia de diversas corrientes de pensamiento con Linz radica en que la rigidez del presidencialismo, a través de los periodos fijos del mandato, lo dota de serias desventajas como la posibilidad de retirar del cargo a presidentes impopulares o ineptos sin que el sistema se quiebre, y en muchos países es constitucionalmente imposible la reelección presidencial, como en el caso mexicano. La imposibilidad de la reelección inmediata es atractiva para la ambición de políticos interesados en ocupar la silla del águila porque quita de la escena a contrincantes peligrosos. A pesar del riesgo potencial que encierra la reelección, puede ser permitida cuando existan instituciones confiables y elecciones legítimas que no permitan la manipulación de los funcionarios. Así el argumento de la flexibilidad de reemplazar gabinetes en los sistemas parlamentarios tiene una doble función, por un lado se puede retirar el apoyo al mandatario y provocar cambios gubernamentales sin necesidad de quebrar el sistema político, así como propiciar mayor estabilidad al proceso de formación de políticas en la reconstrucción del gabinete, pues naturalmente serían apoyados por la asamblea parlamentaria, manteniéndose incluso por varios periodos.

En donde estas posturas realizan su discrepancia es en el argumento de Linz que define al presidencialismo con una tendencia de “ganador único” mayor que el parlamentarismo, sosteniendo que esa tendencia depende del sistema electoral y de partidos, es decir, las reglas del juego. Realiza una crítica al sistema parlamentario de tipo Westminster por no proporcionar control legislativo sobre el primer ministro, gracias a que los partidos disciplinados contando con mayoría parlamentaria apoyan iniciativas políticas y legislativas al margen de las propuestas, lo que incentiva una lógica de “ganador único”. Esta desventaja del parlamentarismo es controlada en el sistema presidencial cuando se instituye un sistema de controles y equilibrios, pesos y contrapesos, diseñados institucionalmente para limitar que el ganador controle todas las acciones del sistema político. Además el sistema presidencial permite construir gabinetes de diversos partidos, asignando puestos con la finalidad de atraer apoyo o recompensarlo. Esto divide la lógica del ganador único.

Estamos de acuerdo con la propuesta de rescatar las ventajas del sistema presidencial en la posibilidad de generar un gobierno estable a través del acuerdo, del consenso y de la política de negociación y conciliación. La lógica del ganador único puede limitarse cuando institucionalmente se definen límites del poder, tanto el presidencial como legislativo y en su relación con el poder Judicial. Esa es la importancia política del México de la coyuntura crítica más reciente, uno, para que, a través de las elecciones de 2021 se restauren los roles institucionales de pesos y contrapesos y dos, porque se trata de lograr que, como dirá Linz, no se quiebre la democracia con una forma de autocracia u otros derivados del autoritarismo. Esa acción colectiva es nuestra decisión y, aún es tiempo.

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