/ miércoles 27 de abril de 2022

Rosarito, la niña caníbal del Metro Tacubaya

Desde hace muchas décadas, el Transporte Colectivo Metro ha sido un testigo silencioso de diversos acontecimientos. Algunos violentos y otros más que dan cuenta de situaciones incómodas, debido a la gran cantidad de personas que se llegan a concentrar en los pasillos y andenes.

La historia que estoy por relatar ocurrió dentro de los túneles de este sistema de transporte público. Es uno de aquellos sucesos que escaló a un nivel colosal que incluso ocupó la portada del entonces Periódico Capital, cuya publicación con fecha 7 de septiembre de 1972 cimbró a la sociedad mexicana de los años 70´s.

La mañana del 6 de septiembre, Rosario Sierra Martínez corría apresurada y tomada de la mano de su hija de 8 años. La mujer llevaba prisa. En su cara se dibujaba una expresión de urgencia por llegar a su centro de trabajo.

Rosario trabajaba como ayudante de cocina, un empleo que le permitía en ocasiones llevar a la pequeña Rosarito, como le decían en casa. La tolerancia mostrada por parte de la propietaria del establecimiento obligaba a la joven madre a cumplir con horarios estrictos de entrada y salida.

Y ese día había comenzado con el “pie izquierdo”. Pues ya no solo lidiaba con la demora de haberse despertado a deshora. Sino que además, Rosario y Rosarito se habían topado con una gran aglomeración al interior de la línea 1, estación Tacubaya.

De pronto, en medio del cúmulo de personas amontonadas, Rosario soltó la mano de su madre. Caminando entre el gentío, la niña se sintió abrumada. Desde luego, ella buscaba el rostro de su madre entre la multitud. Pero todo parecía inútil.

El pánico y la angustia provocaron en ella un sentimiento de impotencia combinada con furia al no poderse valer por sí misma en ese espantoso momento.

Entre más avanzaban los minutos, la criatura experimentaba una sensación de abandono y a su vez sentía coraje hacia las personas que estorbaban su paso para que fuera rápidamente localizada.

Por su parte, su progenitora, desesperada comenzó a buscarla incansablemente por las instalaciones. Al no obtener los resultados esperados, dio aviso a las autoridades.

En suma, el diario Capital se unió a la búsqueda. Fue así como se difundieron diversas notas, dando a conocer la desaparición de la menor.

Tristemente no fue hallada de inmediato. No obstante, las investigaciones no pararon y todos los días se realizaban labores de exploración exhaustivas en los alrededores del Metro, pero sin lograr resultados óptimos.

// Rosario quedó atrapada al interior del Metro //

Al paso de los días, el periódico Capital continuaba informando sobre los detalles de lo que pasaba en torno al extravío de la niña Rosario. Sin embargo, no aparecía y se temía lo peor.

Uno de los policías que estaba trabajando en la investigación del caso, narró pormenores respecto a un terrible hallazgo en los túneles del Metro. Ese descubrimiento ventiló los restos de cuerpos mutilados que pertenecían a indigentes.

Los cadáveres presentaban diversas heridas. Así como mordidas de animales. Habían aparecido en plena oscuridad. Esta revelación también trajo nerviosismo, pues se pensó que cabía la posibilidad de que la niña también fuera atacada y corriera el mismo destino que los difuntos.

Las horas transcurrían. Rosario seguía viva. Y el resto del mundo no lo sospechaba. La niña tenía mucha hambre y sed. Pero la oscuridad y el miedo la mantuvieron escondida en la penumbra de los túneles.

Rondó por el lugar y notó que había muchos roedores. Los observaba con detenimiento para aprender cuál camino era seguro para transitar. Poco a poco, aprendió a moverse en las tinieblas dejando atrás el temor.

Luego, Rosario presenció cómo un indigente que planeaba adentrarse a los túneles cayó a las vías y sufrió graves heridas, entre ellas, una en el tobillo. El hombre no resistió y murió. De forma instantánea, las ratas olieron la sangre se acercaron y comenzaron a morder el cuerpo.

Ante los ojos de Rosario pasaron pensamientos insensatos. La confundían y la hacían retorcerse más ante la voracidad que explotaba por su boca. Ella veía cómo tragaban las ratas. Y más deleite sentía.

No pudo más. Se acercó y desprendió el pie del sujeto. La deshidratación y falta de alimento causaron que ella cometiera este acto irracional. Esto la ayudó para sobrevivir los días siguientes.

Rosario ya no pidió ayuda, se adaptó a permanecer en las sombras y aislada, en completo silencio. Esperaba a que el último vagón terminara su recorrido para moverse libremente en los túneles.

// Una de sus víctimas llevó a descubrir a la niña caníbal //

Testigos declararon a las autoridades, haber visto a una niña que había atacado y asesinado a un hombre indigente en las inmediaciones del Metro.

El equipo de investigación estaba incrédulo. Empero, se dispusieron a efectuar labores de seguimiento y se encontraron con otra sorpresa, los restos de otras dos personas indigentes.

Finalmente, el día 22 de septiembre de 1972, Rosario Sánchez Sierra fue encontrada en lo profundo de los túneles del Metro.

Al momento de cuestionarla sobre cómo había sobrevivido durante tantos días sin comer, la menor respondió que se tuvo que alimentar de los restos de todo aquel indigente que se refugiara en esos lúgubres pasadizos.

Rosario sucumbió ante la soledad y al instinto de supervivencia. Ella perdió la cordura.

En el acta 0720790 se narra que la niña encontró abrigo en los túneles de la estación del Metro Tacubaya. Debido a su corta edad fue recluida en el Instituto Mexicano de Investigación Psiquiátrica.

Para muchos se trata de una leyenda, aunque para otros, esta historia quedará marcada para siempre en los secretos que guarda el Transporte Colectivo.

Desde hace muchas décadas, el Transporte Colectivo Metro ha sido un testigo silencioso de diversos acontecimientos. Algunos violentos y otros más que dan cuenta de situaciones incómodas, debido a la gran cantidad de personas que se llegan a concentrar en los pasillos y andenes.

La historia que estoy por relatar ocurrió dentro de los túneles de este sistema de transporte público. Es uno de aquellos sucesos que escaló a un nivel colosal que incluso ocupó la portada del entonces Periódico Capital, cuya publicación con fecha 7 de septiembre de 1972 cimbró a la sociedad mexicana de los años 70´s.

La mañana del 6 de septiembre, Rosario Sierra Martínez corría apresurada y tomada de la mano de su hija de 8 años. La mujer llevaba prisa. En su cara se dibujaba una expresión de urgencia por llegar a su centro de trabajo.

Rosario trabajaba como ayudante de cocina, un empleo que le permitía en ocasiones llevar a la pequeña Rosarito, como le decían en casa. La tolerancia mostrada por parte de la propietaria del establecimiento obligaba a la joven madre a cumplir con horarios estrictos de entrada y salida.

Y ese día había comenzado con el “pie izquierdo”. Pues ya no solo lidiaba con la demora de haberse despertado a deshora. Sino que además, Rosario y Rosarito se habían topado con una gran aglomeración al interior de la línea 1, estación Tacubaya.

De pronto, en medio del cúmulo de personas amontonadas, Rosario soltó la mano de su madre. Caminando entre el gentío, la niña se sintió abrumada. Desde luego, ella buscaba el rostro de su madre entre la multitud. Pero todo parecía inútil.

El pánico y la angustia provocaron en ella un sentimiento de impotencia combinada con furia al no poderse valer por sí misma en ese espantoso momento.

Entre más avanzaban los minutos, la criatura experimentaba una sensación de abandono y a su vez sentía coraje hacia las personas que estorbaban su paso para que fuera rápidamente localizada.

Por su parte, su progenitora, desesperada comenzó a buscarla incansablemente por las instalaciones. Al no obtener los resultados esperados, dio aviso a las autoridades.

En suma, el diario Capital se unió a la búsqueda. Fue así como se difundieron diversas notas, dando a conocer la desaparición de la menor.

Tristemente no fue hallada de inmediato. No obstante, las investigaciones no pararon y todos los días se realizaban labores de exploración exhaustivas en los alrededores del Metro, pero sin lograr resultados óptimos.

// Rosario quedó atrapada al interior del Metro //

Al paso de los días, el periódico Capital continuaba informando sobre los detalles de lo que pasaba en torno al extravío de la niña Rosario. Sin embargo, no aparecía y se temía lo peor.

Uno de los policías que estaba trabajando en la investigación del caso, narró pormenores respecto a un terrible hallazgo en los túneles del Metro. Ese descubrimiento ventiló los restos de cuerpos mutilados que pertenecían a indigentes.

Los cadáveres presentaban diversas heridas. Así como mordidas de animales. Habían aparecido en plena oscuridad. Esta revelación también trajo nerviosismo, pues se pensó que cabía la posibilidad de que la niña también fuera atacada y corriera el mismo destino que los difuntos.

Las horas transcurrían. Rosario seguía viva. Y el resto del mundo no lo sospechaba. La niña tenía mucha hambre y sed. Pero la oscuridad y el miedo la mantuvieron escondida en la penumbra de los túneles.

Rondó por el lugar y notó que había muchos roedores. Los observaba con detenimiento para aprender cuál camino era seguro para transitar. Poco a poco, aprendió a moverse en las tinieblas dejando atrás el temor.

Luego, Rosario presenció cómo un indigente que planeaba adentrarse a los túneles cayó a las vías y sufrió graves heridas, entre ellas, una en el tobillo. El hombre no resistió y murió. De forma instantánea, las ratas olieron la sangre se acercaron y comenzaron a morder el cuerpo.

Ante los ojos de Rosario pasaron pensamientos insensatos. La confundían y la hacían retorcerse más ante la voracidad que explotaba por su boca. Ella veía cómo tragaban las ratas. Y más deleite sentía.

No pudo más. Se acercó y desprendió el pie del sujeto. La deshidratación y falta de alimento causaron que ella cometiera este acto irracional. Esto la ayudó para sobrevivir los días siguientes.

Rosario ya no pidió ayuda, se adaptó a permanecer en las sombras y aislada, en completo silencio. Esperaba a que el último vagón terminara su recorrido para moverse libremente en los túneles.

// Una de sus víctimas llevó a descubrir a la niña caníbal //

Testigos declararon a las autoridades, haber visto a una niña que había atacado y asesinado a un hombre indigente en las inmediaciones del Metro.

El equipo de investigación estaba incrédulo. Empero, se dispusieron a efectuar labores de seguimiento y se encontraron con otra sorpresa, los restos de otras dos personas indigentes.

Finalmente, el día 22 de septiembre de 1972, Rosario Sánchez Sierra fue encontrada en lo profundo de los túneles del Metro.

Al momento de cuestionarla sobre cómo había sobrevivido durante tantos días sin comer, la menor respondió que se tuvo que alimentar de los restos de todo aquel indigente que se refugiara en esos lúgubres pasadizos.

Rosario sucumbió ante la soledad y al instinto de supervivencia. Ella perdió la cordura.

En el acta 0720790 se narra que la niña encontró abrigo en los túneles de la estación del Metro Tacubaya. Debido a su corta edad fue recluida en el Instituto Mexicano de Investigación Psiquiátrica.

Para muchos se trata de una leyenda, aunque para otros, esta historia quedará marcada para siempre en los secretos que guarda el Transporte Colectivo.