/ lunes 23 de abril de 2018

Saldos del debate, lo que cambio y lo que no…

Por supuesto que los debates cumplen una función vital para las campañas políticas, pero también es cierto que, igual que las campañas, difícilmente tienen impacto en quienes han definido previamente su voto. Por eso es poco creíble siempre el juicio que los equipos de campaña hacen sobre los debates en los que, invariablemente, dicen que ha ganado su candidato; letanía que repiten sus simpatizantes en esa etapa de pseudo análisis que se ha dado en llamar, el debate del debate, y a la que algunos ilusos dan hasta mayor peso que el debate por sí mismo. Los actos de campaña son importantes en tanto logran una, dos o tres de los objetivos de campaña, movilizar a los partidarios, inhibir la participación de los adversarios, y definir a los indecisos; esta lógica que se conoce desde los estudios de comunicación de Laswell es impecable y su conocimiento podría ahorrarnos muchas horas de escuchar sandeces de los partidarios de unos y otros, y nos permitiría establecer juicios reales de valor a los indecisos.


En esta lógica, Andrés Manuel López Obrador y sus seguidores debieran reconocer que de muy poca utilidad le resultan los debates que, por el contrario, ponen en riesgo a una franja de sus votantes que lo consideran una opción no tan mala. Por el nivel de conocimiento que tiene el candidato de Juntos Haremos Historia, y la larguísima campaña informal que lleva desde hace 12 años, quienes aún no han considerado votar por él, difícilmente se definirían a su favor en uno o tres debates. En cambio, quienes consideraban que era el candidato que menos riesgo les representaba, pueden empezar a verlo mucho menos inocuo y decidir no votar del todo, o sufragar a favor de otra opción.


Quienes iban por mucho, en cambio eran José Antonio Meade, de Todos por México, y Ricardo Anaya, de Por México al Frente, que en el primer ejercicio decantarían quién habrá de ser el otro contendiente de un proceso electoral que, como muchos anteriores, se cerrará en dos figuras. La ventaja que, para muchos, obtuvo en el debate Ricardo Anaya puede significar un crecimiento importante en la intención de voto a su favor, en tanto se colocaría como una alternativa para 1) indecisos que ahora pueden dejarse convencer por el frentista, y 2) votantes que no necesariamente creen en él, pero tampoco quieren el triunfo de López Obrador. La discreción de las propuestas de Meade Kuribreña (por lo menos en materia de seguridad y democracia ninguna parecía lo bastante espectacular como para hacerle ganar la atención de los indecisos), y los problemas graves de imagen asociados a las tres marcas que lo postulan, no le permitieron a quien probablemente sea el candidato mejor armado de todos, destacar en ningún momento.


Los independientes fueron una enorme decepción. Margarita Zavala podría haber diluido la noche del domingo la tendencia creciente que llevaba entre algunos sectores del electorado al no mover a nadie a pensar en ella como contendiente por la presidencia. El caso de Jaime Rodríguez Calderón se cuece aparte y el campeón en los memes sólo atino a meterse en una barrena que le sumó en popularidad pero lo diluyó de la intención de voto de muchos que podrían haberlo considerado. En términos generales, la decepción que causaron los independientes es la noticia sobre los efectos del debate, en tanto todo lo demás habría podido preverse con relativa facilidad. Las fallas de Andrés Manuel, el oportunismo de Anaya, las dificultades de Meade, eran previsibles; pero el ridículo de los independientes fue tan descomunal que resultó en sorpresa, en lo inesperado.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Por supuesto que los debates cumplen una función vital para las campañas políticas, pero también es cierto que, igual que las campañas, difícilmente tienen impacto en quienes han definido previamente su voto. Por eso es poco creíble siempre el juicio que los equipos de campaña hacen sobre los debates en los que, invariablemente, dicen que ha ganado su candidato; letanía que repiten sus simpatizantes en esa etapa de pseudo análisis que se ha dado en llamar, el debate del debate, y a la que algunos ilusos dan hasta mayor peso que el debate por sí mismo. Los actos de campaña son importantes en tanto logran una, dos o tres de los objetivos de campaña, movilizar a los partidarios, inhibir la participación de los adversarios, y definir a los indecisos; esta lógica que se conoce desde los estudios de comunicación de Laswell es impecable y su conocimiento podría ahorrarnos muchas horas de escuchar sandeces de los partidarios de unos y otros, y nos permitiría establecer juicios reales de valor a los indecisos.


En esta lógica, Andrés Manuel López Obrador y sus seguidores debieran reconocer que de muy poca utilidad le resultan los debates que, por el contrario, ponen en riesgo a una franja de sus votantes que lo consideran una opción no tan mala. Por el nivel de conocimiento que tiene el candidato de Juntos Haremos Historia, y la larguísima campaña informal que lleva desde hace 12 años, quienes aún no han considerado votar por él, difícilmente se definirían a su favor en uno o tres debates. En cambio, quienes consideraban que era el candidato que menos riesgo les representaba, pueden empezar a verlo mucho menos inocuo y decidir no votar del todo, o sufragar a favor de otra opción.


Quienes iban por mucho, en cambio eran José Antonio Meade, de Todos por México, y Ricardo Anaya, de Por México al Frente, que en el primer ejercicio decantarían quién habrá de ser el otro contendiente de un proceso electoral que, como muchos anteriores, se cerrará en dos figuras. La ventaja que, para muchos, obtuvo en el debate Ricardo Anaya puede significar un crecimiento importante en la intención de voto a su favor, en tanto se colocaría como una alternativa para 1) indecisos que ahora pueden dejarse convencer por el frentista, y 2) votantes que no necesariamente creen en él, pero tampoco quieren el triunfo de López Obrador. La discreción de las propuestas de Meade Kuribreña (por lo menos en materia de seguridad y democracia ninguna parecía lo bastante espectacular como para hacerle ganar la atención de los indecisos), y los problemas graves de imagen asociados a las tres marcas que lo postulan, no le permitieron a quien probablemente sea el candidato mejor armado de todos, destacar en ningún momento.


Los independientes fueron una enorme decepción. Margarita Zavala podría haber diluido la noche del domingo la tendencia creciente que llevaba entre algunos sectores del electorado al no mover a nadie a pensar en ella como contendiente por la presidencia. El caso de Jaime Rodríguez Calderón se cuece aparte y el campeón en los memes sólo atino a meterse en una barrena que le sumó en popularidad pero lo diluyó de la intención de voto de muchos que podrían haberlo considerado. En términos generales, la decepción que causaron los independientes es la noticia sobre los efectos del debate, en tanto todo lo demás habría podido preverse con relativa facilidad. Las fallas de Andrés Manuel, el oportunismo de Anaya, las dificultades de Meade, eran previsibles; pero el ridículo de los independientes fue tan descomunal que resultó en sorpresa, en lo inesperado.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

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