/ martes 24 de abril de 2018

Sin avances ni retrocesos, tras el debate todo sigue igual

Gran expectativa y pocos cambios fue lo que observamos con el primer debate presidencial.

Cualquier modificación de formato era plausible si recordamos lo acartonados que fueron por años; sin embargo siendo exigentes de la influencia estadounidense, los complicados manejos de tiempo parecieron obedecer a la dinámica televisiva sin abonar a la profundidad de temas; tuvimos a una Margarita Zavala quien tardó más de veinte minutos en entrar a escena; un Meade y Anaya quienes se arrojaron a refutar desde la primera intervención a AMLO sin saludarnos primero. Mientras pudimos observar un buen desempeño de la periodista Azucena Uresti con preguntas atinadas y sin permitir evasivas; una Dennisse Maerker con problemas para sintetizar las preguntas, sin embargo un adecuado desempeño en términos generales.

Tal y como lo apunté al término del debate, quien tuvo un desempeño más sobresaliente fue Ricardo Anaya, también es cierto que llegó con las mayores expectativas y las cumplió.

Mantuvo gran seguridad y argumentación precisa, sin embargo lo sigue persiguiendo la sombra sobre su patrimonio familiar, así como la voraz forma de hacerse de la candidatura.

Por su parte José Antonio Meade no causó sorpresa, tuvo una gris participación, incluso analizar es por inercia, no así porque nos haya dejado un momento perdurable en nuestras mentes.

Ha pasado la tercera parte de la campaña y el funcionario del sexenio de Felipe Calderón así como Enrique Peña Nieto decidió no romper con todo lo que la administración del segundo representa; Meade no puede desmarcarse de la desacreditada marca PRI, hoy repudiada 80% de los mexicanos, más aún, se trata del candidato del gobierno rechazado por 88 de cada 100 de quienes habitamos este país, según encuestas de Reforma.

Margarita Zavala ha fallado, no es la mujer empoderada cuando la mayoría de su tiempo se dedicó a hablar de la administración de Felipe Calderón; la oportunidad para brillar con luz propia y demostrar su preparación se le fue de las manos; su discurso queda a deber en la percepción de equidad cuando no ha podido dejar de ser vista como la esposa de Calderón.

Y aunque me parece irrisorio cualquier referencia a Jaime Rodríguez "El Bronco" solo diré de manera concreta que su necesidad por ser popular, aún llegando muy cuestionado a la boleta lo hacen decir mentiras; en un Estado de Derecho no veremos amputaciones a los ladrones; México trata de avanzar en el mayor reconocimiento de derechos humanos, respetando los principios expansivos y jamás en retroceso de esas prerrogativas; es claro, su propuesta no solo está fuera de lugar, es ventajosa para tratar de engañar y ganar algunos adeptos.

Andrés Manuel López Obrador sigue presentando problemas en su capacidad de sintetizar temas; asimismo en dar respuestas ante cuestionamientos; pero llegó cómodo y se fue igual; pequeños rasguños que no le presentan una caída estrepitosa, su objetivo fue cumplido, no desesperarse, no perder la cabeza y hacer caso omiso a los embates.

La fotografía previa al encuentro del Palacio de Minería es casi la misma que al salir; Anaya es quien debate mejor, pero eso ya lo sabíamos; mas en el largo plazo y con la apuesta de todos para atacarlo, AMLO salió vivo.

Todavía faltan dos debates en dos meses de campaña, pero el tiempo se agota y la distancia no se acorta.

Gran expectativa y pocos cambios fue lo que observamos con el primer debate presidencial.

Cualquier modificación de formato era plausible si recordamos lo acartonados que fueron por años; sin embargo siendo exigentes de la influencia estadounidense, los complicados manejos de tiempo parecieron obedecer a la dinámica televisiva sin abonar a la profundidad de temas; tuvimos a una Margarita Zavala quien tardó más de veinte minutos en entrar a escena; un Meade y Anaya quienes se arrojaron a refutar desde la primera intervención a AMLO sin saludarnos primero. Mientras pudimos observar un buen desempeño de la periodista Azucena Uresti con preguntas atinadas y sin permitir evasivas; una Dennisse Maerker con problemas para sintetizar las preguntas, sin embargo un adecuado desempeño en términos generales.

Tal y como lo apunté al término del debate, quien tuvo un desempeño más sobresaliente fue Ricardo Anaya, también es cierto que llegó con las mayores expectativas y las cumplió.

Mantuvo gran seguridad y argumentación precisa, sin embargo lo sigue persiguiendo la sombra sobre su patrimonio familiar, así como la voraz forma de hacerse de la candidatura.

Por su parte José Antonio Meade no causó sorpresa, tuvo una gris participación, incluso analizar es por inercia, no así porque nos haya dejado un momento perdurable en nuestras mentes.

Ha pasado la tercera parte de la campaña y el funcionario del sexenio de Felipe Calderón así como Enrique Peña Nieto decidió no romper con todo lo que la administración del segundo representa; Meade no puede desmarcarse de la desacreditada marca PRI, hoy repudiada 80% de los mexicanos, más aún, se trata del candidato del gobierno rechazado por 88 de cada 100 de quienes habitamos este país, según encuestas de Reforma.

Margarita Zavala ha fallado, no es la mujer empoderada cuando la mayoría de su tiempo se dedicó a hablar de la administración de Felipe Calderón; la oportunidad para brillar con luz propia y demostrar su preparación se le fue de las manos; su discurso queda a deber en la percepción de equidad cuando no ha podido dejar de ser vista como la esposa de Calderón.

Y aunque me parece irrisorio cualquier referencia a Jaime Rodríguez "El Bronco" solo diré de manera concreta que su necesidad por ser popular, aún llegando muy cuestionado a la boleta lo hacen decir mentiras; en un Estado de Derecho no veremos amputaciones a los ladrones; México trata de avanzar en el mayor reconocimiento de derechos humanos, respetando los principios expansivos y jamás en retroceso de esas prerrogativas; es claro, su propuesta no solo está fuera de lugar, es ventajosa para tratar de engañar y ganar algunos adeptos.

Andrés Manuel López Obrador sigue presentando problemas en su capacidad de sintetizar temas; asimismo en dar respuestas ante cuestionamientos; pero llegó cómodo y se fue igual; pequeños rasguños que no le presentan una caída estrepitosa, su objetivo fue cumplido, no desesperarse, no perder la cabeza y hacer caso omiso a los embates.

La fotografía previa al encuentro del Palacio de Minería es casi la misma que al salir; Anaya es quien debate mejor, pero eso ya lo sabíamos; mas en el largo plazo y con la apuesta de todos para atacarlo, AMLO salió vivo.

Todavía faltan dos debates en dos meses de campaña, pero el tiempo se agota y la distancia no se acorta.

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