Guillermo López Ruvalcaba es un servidor público con experiencia que conoce al estado de Morelos y sabe de la problemática del sector que le toca atender como titular de la Secretaría de Desarrollo Agropecuario.
A lo largo de su carrera profesional ha conocido de cerca la complejidad social del país y ha recorrido los pasillos del poder desde posiciones diversas que le dan elementos para entender el accionar de los grupos de presión y de las necesidades de la población rural.
Sin embargo, la realidad actual del campo morelense, siempre supeditado a un proceso de urbanización inexorable, pone en una condición de desventaja las buenas intenciones con las que López Ruvalcaba asumió su responsabilidad como integrante del equipo de gobierno de Cuauhtémoc Blanco Bravo.
La caída de la actividad económica del sector agropecuario morelense, en términos relativos y absolutos, tiene un origen multifactorial que se trata de compensar con la reivindicación del discurso zapatista, pero en los hechos, la pauperización del campo se ha convertido en uno de los motores que impulsaron la migración morelense en busca del sueño americano.
Entre 1985 y 2011, la superficie sembrada en Morelos pasó de alrededor de 158 mil hectáreas a menos de 140 mil; en ese mismo lapso, la superficie de producción agrícola con riego no solamente no creció sino que tuvo un decremento que la llevó del umbral de las 6 mil hectáreas a colocarse apenas por encima de las 4 mil.
No obstante, las anteriores administraciones estatales hablaron siempre de inversiones y logros inéditos que colocaban a Morelos como una potencia agropecuaria de altos vuelos.
En contraparte, a Morelos se le ha tratado de impulsar como un enclave de alta rentabilidad en sectores especializados de la manufactura industrial y, por supuesto, como una potencia turística. Ambos sectores de actividad económica por supuesto superan el peso específico del sector agropecuario y esa tendencia es la que explica el porqué, desde una perspectiva diferente, el estado se convirtió en un objetivo estratégico para los planes de la Comisión Federal de Electricidad.
En un entorno de alta presión demográfica, que demanda espacios urbanizados para alojar una creciente población que depende de un mercado donde el sector servicios es determinante y en el que se ubican centros industriales que dictan el perfil del consumo energético en la zona centro del país, el territorio morelense se identificó como un espacio geográfico adecuado para servir de nodo en la estrategia de generación y distribución de energía eléctrica.
La combinación de factores ha llevado a personajes, como el titular de la Secretaría de Desarrollo Agropecuario estatal, a entender que la administración del campo es un asunto social más que de índole productiva en un tema crucial como es la seguridad alimentaria de la población.
Sirva lo anterior para explicar el optimismo con el que López Ruvalcaba saludó el escenario de reducción presupuestal para el sector agropecuario de Morelos hace apenas algunas semanas.
Quizá la Secretaría de Desarrollo Agropecuario pase a convertirse en una instancia de contención de las protestas sociales que se agudizarán ante la maniobra política que justificará la operación de la termoeléctrica edificada en Huexca (Yecapixtla) como parte del llamado “Proyecto Integral Morelos”.
Memorandum
¿Y se investigarán los favores prestados por Marco Adame Castillo y Graco Ramírez Garrido al consorcio español que se encargó de la edificación de la termoeléctrica?
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