En las dos pasadas columnas comenté algunas interrelaciones entre habitantes, cultura y territorio. En relación a las culturas asentadas en las barrancas, valles y cerros morelenses quiero hacer algunas consideraciones.
Una región cultural es un espacio territorial en el que se asienta una cultura más o menos homogénea en cuanto a los rasgos culturales que la definen. La división política, como su nombre lo indica, se establece por criterios políticos y no por criterios culturales, lo que ocasiona que, en la casi totalidad de países y estados, convivan una o más regiones culturales que quedan “divididas” por los límites de los estados y supeditadas a este ordenamiento político y de gobierno. En el caso de Morelos, coexisten varias de estas regiones culturales, por ejemplo, los municipios que colindan con la Ciudad de México, comparten rasgos culturales e históricos con las alcaldías limítrofes de la ciudad capital; los municipios del noreste, que colindan con el Estado de México, comparten estos rasgos con sus vecinos; y de manera más amplia, buena parte del territorio morelense comparte expresiones culturales, historia y rutas comerciales y culturales con la amplia región de la Tierra Caliente.
Los estados, como también los países, se han esforzado por establecer identidades que asocien a sus habitantes con su demarcación política con la finalidad de crear cohesión social entre sus habitantes, lo que ha generado, por ejemplo, que los charros, chinas poblanas y el tequila o recientemente el mezcal nos identifiquen como nación; o en el caso de Morelos, que los Chinelos sean nuestro rasgo más distintivo. Esto no es del todo cierto, además de charros y chinas poblanas, en el país hay huastecos, jarochos, terracalentanos, mayas, etc., y en Morelos la presencia de Chinelos en prácticamente todo su territorio es de origen muy reciente.
Tomar en cuenta que en los territorios políticos se asientas diversas culturas y que cada una de ellas tiene rasgos distintivos y valiosos ayuda a su inclusión y desarrollo, lo que propicia que sus portadores se sientan valorados y más en paz con su adscripción a una delimitación política y fomenta una convivencia más sana con sus semejantes, su cultura y su espacio. Para alcanzar la deseada paz, es muy importante que logremos coexistir en la diversidad, en un territorio en el que quepan todas las distintas formas de vivir y de pensar el mundo.