/ lunes 25 de marzo de 2019

Transformar para mejorar

Una de las expresiones más sofisticadas de la inteligencia es la capacidad de los individuos para transformar su entorno. En este sentido, hemos sido los animales el grupo de seres vivos de nuestro planeta con mayor capacidad de transformación, desde las aves que colectan varitas para construir su nido pasando por los castores que desvían ríos hasta llegar a los humanos.

Entre estas transformaciones, nada con mayor impacto que la agricultura, cuyo origen data del establecimiento de los primeros asentamientos hace más de 10 mil años cuando los humanos primitivos comenzamos a sembrar plantas para nuestro consumo. Desde entonces la actividad de producción de alimentos ha sido el motor del desarrollo tecnológico siendo los cereales el principal cultivo a nivel mundial: arroz en el lejano oriente, trigo en el oriente medio y Europa, maíz en América mientras que en África se siembran los tres.

Desde el origen de la agricultura los humanos hemos realizado actividades permanentes de optimización de nuestros cultivos seleccionando inicialmente los mejores ejemplares durante la colecta de semillas y más recientemente desarrollando técnicas de mejora vegetal como son las cruzas o los injertos. A partir de mediados del siglo XX y gracias a la sofisticación de la ingeniería genética, se desarrolló una nueva y poderosa técnica de mejora llamada modificación genética por diseño la cual se ha aplicado a diferentes especies con la finalidad de facilitar la el cultivo así como para reducir pérdidas por enfermedades incrementando, como consecuencia, la productividad.

Gracias a esta técnica contamos ahora con una serie de especies vegetales, algunas de ellas de alimentos directos como la soya, algunas que se procesan como la canola y finalmente otras para uso industrial como el algodón, que han sido sometidas a procesos de diseño para su modificación genética. En un artículo publicado en 2014 en la revista PLOS se documenta, después de analizar los resultados de 147 estudios independientes, que el uso de variedades modificadas genéticamente incrementa la productividad en 22% en promedio y las ganancias de los productores en 68% siendo los más beneficiados los agricultores de temporal. A nivel mundial, entre 1996 y 2014, el uso de cultivos modificados aumentó la producción mundial de maíz en 321 millones de toneladas, de soya en 158 millones de toneladas y de algodón en 24 millones de tonelada, entre otros datos. Este incremento en productividad evitó que se deforestaran 21 millones de hectáreas para dedicarlas a satisfacer las necesidades del mercado.

Es muy importante mencionar que la modificación genética de las plantas es algo que ocurre de forma natural al ser susceptibles de infección por una bacteria llamada Agrobacterium que realiza la transmisión de material genético de una planta a otra, enriqueciendo así la diversidad genética de las poblaciones. Es este mecanismo natural es el que ha sido explotado para insertar en algunas plantas dos características útiles como son la resistencia a insectos y la tolerancia a herbicidas. Más recientemente se ha comenzado a experimentar en la mejora de otros rasgos como la tolerancia a la sequía.

El material genético que recibe una planta puede provenir de la misma especie, solo que insertado en un lugar diferente del genoma incrementa el beneficio, puede provenir de otras especies de plantas o de otros organismos como por ejemplo bacterias, en estos últimos casos los productos se conocen como transgénicos. La ingeniería genética como herramienta solamente acelera un proceso que de todas formas se llevaría a cabo de manera natural asegurando, además, que no existan otras modificaciones no deseadas.

La seguridad de los consumidores de cultivos diseñados genéticamente ha sido un tema de debate aunque frecuentemente sin información científica que lo sustente. En lo general, los humanos consumimos todos los días el material genético de múltiples especies, animales o vegetales, sin que a la fecha haya ni una evidencia de afectación a la salud. Tanto así que este año se autorizó en Estados Unidos la producción de la primera especie animal transgénico para su venta, una variedad de salmón con crecimiento acelerado portadora de material proveniente de otras especies de peces.

A estas alturas si alguien decidiera dejar de consumir organismos genéticamente modificados en su dieta se encontraría con un verdadero problema pues después de 10 mil años no existe prácticamente ningún cultivo básico que no haya sido sujeto a una o más formas de mejora, incluyendo el diseño genético.

Información adicional de éste y otros temas de interés http://reivindicandoapluton.blogspot.mx

Una de las expresiones más sofisticadas de la inteligencia es la capacidad de los individuos para transformar su entorno. En este sentido, hemos sido los animales el grupo de seres vivos de nuestro planeta con mayor capacidad de transformación, desde las aves que colectan varitas para construir su nido pasando por los castores que desvían ríos hasta llegar a los humanos.

Entre estas transformaciones, nada con mayor impacto que la agricultura, cuyo origen data del establecimiento de los primeros asentamientos hace más de 10 mil años cuando los humanos primitivos comenzamos a sembrar plantas para nuestro consumo. Desde entonces la actividad de producción de alimentos ha sido el motor del desarrollo tecnológico siendo los cereales el principal cultivo a nivel mundial: arroz en el lejano oriente, trigo en el oriente medio y Europa, maíz en América mientras que en África se siembran los tres.

Desde el origen de la agricultura los humanos hemos realizado actividades permanentes de optimización de nuestros cultivos seleccionando inicialmente los mejores ejemplares durante la colecta de semillas y más recientemente desarrollando técnicas de mejora vegetal como son las cruzas o los injertos. A partir de mediados del siglo XX y gracias a la sofisticación de la ingeniería genética, se desarrolló una nueva y poderosa técnica de mejora llamada modificación genética por diseño la cual se ha aplicado a diferentes especies con la finalidad de facilitar la el cultivo así como para reducir pérdidas por enfermedades incrementando, como consecuencia, la productividad.

Gracias a esta técnica contamos ahora con una serie de especies vegetales, algunas de ellas de alimentos directos como la soya, algunas que se procesan como la canola y finalmente otras para uso industrial como el algodón, que han sido sometidas a procesos de diseño para su modificación genética. En un artículo publicado en 2014 en la revista PLOS se documenta, después de analizar los resultados de 147 estudios independientes, que el uso de variedades modificadas genéticamente incrementa la productividad en 22% en promedio y las ganancias de los productores en 68% siendo los más beneficiados los agricultores de temporal. A nivel mundial, entre 1996 y 2014, el uso de cultivos modificados aumentó la producción mundial de maíz en 321 millones de toneladas, de soya en 158 millones de toneladas y de algodón en 24 millones de tonelada, entre otros datos. Este incremento en productividad evitó que se deforestaran 21 millones de hectáreas para dedicarlas a satisfacer las necesidades del mercado.

Es muy importante mencionar que la modificación genética de las plantas es algo que ocurre de forma natural al ser susceptibles de infección por una bacteria llamada Agrobacterium que realiza la transmisión de material genético de una planta a otra, enriqueciendo así la diversidad genética de las poblaciones. Es este mecanismo natural es el que ha sido explotado para insertar en algunas plantas dos características útiles como son la resistencia a insectos y la tolerancia a herbicidas. Más recientemente se ha comenzado a experimentar en la mejora de otros rasgos como la tolerancia a la sequía.

El material genético que recibe una planta puede provenir de la misma especie, solo que insertado en un lugar diferente del genoma incrementa el beneficio, puede provenir de otras especies de plantas o de otros organismos como por ejemplo bacterias, en estos últimos casos los productos se conocen como transgénicos. La ingeniería genética como herramienta solamente acelera un proceso que de todas formas se llevaría a cabo de manera natural asegurando, además, que no existan otras modificaciones no deseadas.

La seguridad de los consumidores de cultivos diseñados genéticamente ha sido un tema de debate aunque frecuentemente sin información científica que lo sustente. En lo general, los humanos consumimos todos los días el material genético de múltiples especies, animales o vegetales, sin que a la fecha haya ni una evidencia de afectación a la salud. Tanto así que este año se autorizó en Estados Unidos la producción de la primera especie animal transgénico para su venta, una variedad de salmón con crecimiento acelerado portadora de material proveniente de otras especies de peces.

A estas alturas si alguien decidiera dejar de consumir organismos genéticamente modificados en su dieta se encontraría con un verdadero problema pues después de 10 mil años no existe prácticamente ningún cultivo básico que no haya sido sujeto a una o más formas de mejora, incluyendo el diseño genético.

Información adicional de éste y otros temas de interés http://reivindicandoapluton.blogspot.mx

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