/ lunes 16 de agosto de 2021

Un códice que recuerda lo olvidado

Con tantos magníficos programas que hemos visto en TV UNAM, presentaciones de libros y conferencias alusivas al tema de la Conquista de México desde distintos ángulos, aún quien ignoraba el tema, ahora tiene la oportunidad de aprender dado que esa época fue fascinante; tanto, que dejaré para mejor ocasión los que tenía preparados y hoy lunes, a tres días de polémico pero impactante festejo, feliz cotinuamos aprendiendo y porqué no, tal vez nos haga bien destacar a olvidados de la historia.

De sobra saben que todas las historias del mundo están plagadas de mitos, la nuestra no es la excepción. Eso si, lo haremos sin mala fe y con respeto a diferentes opiniones. Además, me encanta el tema porque, como casi todo México, nos sentimos orgullosos de ser producto del formidable encuentro de esos dos mundos tan diferentes uno del otro. Ambos eran guerreros, ambos fieros, sin embargo no había punto alguno de encuentro entre ellos. Cómo lo iba a haber si mientras los originarios del México antiguo venían del Mito y con los ricos presentes en oro por delante en vano intento de detener a los recién llegados, lo que solo sirvió para avivar su codicia; los peninsulares a cambio llegaron con la cruz, la espada y el dogma por delante pero eso sí, con la clara idea de dominación. Los de aquí, que en tan solo 200 años conformaron el Imperio Azteca, lo engrandecieron a base de las famosas Guerras Floridas ó Xpchiyáoyotl (su nombre en lengua náhuatl), con los señoríos que les rodeaban, atrapar prisioneros y sacrificarlos a Huitzilopochtli, su dios tutelar. Por su obligación de tributar al imperio lo que se les pedía, odiaban a los aztecas: por poderosos.

Pero con tanto interés en la Conquista de México, a mi entender, creo se está revalorando la historia. Hasta ahora solo se les concedía atención a Tlaxcallan y Huexotzinco (estos últimos en Puebla), en su apoyo decisivo en la Conquista de México-Tenochtitlan, pero casi nadie menciona a los Totonacas a pesar de que desde el siglo XVI, el misionero franciscano Juan de Torquemada describiera en su “Monarquía Indiana”, el apoyo que los señores de Cempoala y Quimichtlan le proporcionaron a Hernán Cortés. Acabo de asistir a una interesante conferencia, claro vía Zoom organizada por la infatigable doctora María de Lourdes Bejarano, experta en el tema de códices y de la cultura en general, en el que el doctor Jesús Javier Bonilla Palmeros, cronista de Coatepec e investigador del Instituto de Antropología de la Universidad Veracruzana quien luego de estudiar durante 37 años textos, danzas e indumentaria indígena sobre todo de la zona totonaca, da a conocer uno más de sus libros, en esta ocasión: “El Códice Tonayan Misantla” que revalora la importancia de los totonacos en la Conquista. Y refrenda el apoyo de los del sesñorío de Cempoala, Papantla, de los totonacos del antiguo Totonacapan de Veracruz, del Sureste, de Puebla e incluso de parte de Tlaxcala y de la Cuenca de México, mucho antes de que Cortés llegara con los tlaxcaltecas.

Debido a que los grupos humanos siempre buscaron la manera de registrar su “aquí y ahora” para dejar constancia de sus hechos y de su historia, lo hicieron en la piedra pero también utilizaban papel amate que era un lienzo tejido conocido ahora como códice. Con glifos y representaciones gráficas, el tlacuilo -pintor-, que hacía los jeroglíficos o ideogramas, plasmaba en el códice las actividades diversas que realizaban las sociedades prehispánicas: religiosas, políticas o históricas. Por lo mismo, en el Misantla, podemos observar un navío y en él a Hernán Cortés frente a un lugar que identificaron ya como Quiahuiztlan, pues bien, frente a ese cerro cuya evidencia arqueológica revela un centro ceremonial, plenamente identificado ya, se le considera determinante porque a los pies de el cerro se funda la Villa Rica de la Veracruz y este acto establece un punto de no-retorno en la historia. Ya que a decir del también antropólogo e investigador Alberto Aveleyra, Cortés está en el códice instaurando un nuevo orden dentro del universo mesoamericano.

Ese es el primer sitio donde convivieron las instituciones indígenas y las ibéricas. Sabemos ya que los cerros son elementos centrales en la cosmovisión indígena. Y precisamente Bonilla Palmeros atestigua que el códice revela que fue en la comunidad de Misantla donde Cortés, que era un magnífico estratega, tiene su primer encuentro con autoridades totonacas de Tonayán hasta que le permitieron pasar por su zona, si no se lo hubieran permitido, la historia tal vez sería otra o hubiera demorado más su arribo a la gran Tenochtitlan.

Y hasta el próximo lunes.

Con tantos magníficos programas que hemos visto en TV UNAM, presentaciones de libros y conferencias alusivas al tema de la Conquista de México desde distintos ángulos, aún quien ignoraba el tema, ahora tiene la oportunidad de aprender dado que esa época fue fascinante; tanto, que dejaré para mejor ocasión los que tenía preparados y hoy lunes, a tres días de polémico pero impactante festejo, feliz cotinuamos aprendiendo y porqué no, tal vez nos haga bien destacar a olvidados de la historia.

De sobra saben que todas las historias del mundo están plagadas de mitos, la nuestra no es la excepción. Eso si, lo haremos sin mala fe y con respeto a diferentes opiniones. Además, me encanta el tema porque, como casi todo México, nos sentimos orgullosos de ser producto del formidable encuentro de esos dos mundos tan diferentes uno del otro. Ambos eran guerreros, ambos fieros, sin embargo no había punto alguno de encuentro entre ellos. Cómo lo iba a haber si mientras los originarios del México antiguo venían del Mito y con los ricos presentes en oro por delante en vano intento de detener a los recién llegados, lo que solo sirvió para avivar su codicia; los peninsulares a cambio llegaron con la cruz, la espada y el dogma por delante pero eso sí, con la clara idea de dominación. Los de aquí, que en tan solo 200 años conformaron el Imperio Azteca, lo engrandecieron a base de las famosas Guerras Floridas ó Xpchiyáoyotl (su nombre en lengua náhuatl), con los señoríos que les rodeaban, atrapar prisioneros y sacrificarlos a Huitzilopochtli, su dios tutelar. Por su obligación de tributar al imperio lo que se les pedía, odiaban a los aztecas: por poderosos.

Pero con tanto interés en la Conquista de México, a mi entender, creo se está revalorando la historia. Hasta ahora solo se les concedía atención a Tlaxcallan y Huexotzinco (estos últimos en Puebla), en su apoyo decisivo en la Conquista de México-Tenochtitlan, pero casi nadie menciona a los Totonacas a pesar de que desde el siglo XVI, el misionero franciscano Juan de Torquemada describiera en su “Monarquía Indiana”, el apoyo que los señores de Cempoala y Quimichtlan le proporcionaron a Hernán Cortés. Acabo de asistir a una interesante conferencia, claro vía Zoom organizada por la infatigable doctora María de Lourdes Bejarano, experta en el tema de códices y de la cultura en general, en el que el doctor Jesús Javier Bonilla Palmeros, cronista de Coatepec e investigador del Instituto de Antropología de la Universidad Veracruzana quien luego de estudiar durante 37 años textos, danzas e indumentaria indígena sobre todo de la zona totonaca, da a conocer uno más de sus libros, en esta ocasión: “El Códice Tonayan Misantla” que revalora la importancia de los totonacos en la Conquista. Y refrenda el apoyo de los del sesñorío de Cempoala, Papantla, de los totonacos del antiguo Totonacapan de Veracruz, del Sureste, de Puebla e incluso de parte de Tlaxcala y de la Cuenca de México, mucho antes de que Cortés llegara con los tlaxcaltecas.

Debido a que los grupos humanos siempre buscaron la manera de registrar su “aquí y ahora” para dejar constancia de sus hechos y de su historia, lo hicieron en la piedra pero también utilizaban papel amate que era un lienzo tejido conocido ahora como códice. Con glifos y representaciones gráficas, el tlacuilo -pintor-, que hacía los jeroglíficos o ideogramas, plasmaba en el códice las actividades diversas que realizaban las sociedades prehispánicas: religiosas, políticas o históricas. Por lo mismo, en el Misantla, podemos observar un navío y en él a Hernán Cortés frente a un lugar que identificaron ya como Quiahuiztlan, pues bien, frente a ese cerro cuya evidencia arqueológica revela un centro ceremonial, plenamente identificado ya, se le considera determinante porque a los pies de el cerro se funda la Villa Rica de la Veracruz y este acto establece un punto de no-retorno en la historia. Ya que a decir del también antropólogo e investigador Alberto Aveleyra, Cortés está en el códice instaurando un nuevo orden dentro del universo mesoamericano.

Ese es el primer sitio donde convivieron las instituciones indígenas y las ibéricas. Sabemos ya que los cerros son elementos centrales en la cosmovisión indígena. Y precisamente Bonilla Palmeros atestigua que el códice revela que fue en la comunidad de Misantla donde Cortés, que era un magnífico estratega, tiene su primer encuentro con autoridades totonacas de Tonayán hasta que le permitieron pasar por su zona, si no se lo hubieran permitido, la historia tal vez sería otra o hubiera demorado más su arribo a la gran Tenochtitlan.

Y hasta el próximo lunes.