/ jueves 20 de febrero de 2020

Violencia contra mujeres estremece al país

El país ha sido convulsionado en las últimas semanas a causa de la violencia contra las mujeres, lo cual ha generado feminicidios en todo el país, por lo que diversos grupos radicales han salido a las calles para protestar y exigir solución y justicia.

Hace unos días, Ingrid Escamilla fue muerta por su pareja con arma blanca en el domicilio que ocupaban. Su cuerpo fue después vejado y brutalizado por el victimario. Las fotos del cadáver de Ingrid publicadas en diversos medios se convirtieron en una ofensa pública no solo contra ella y su familia, sino contra la sociedad entera, el más reciente caso que estremeció a la sociedad fue el de la menor Fátima Cecilia de 7 años de edad, quien desapareció el pasado 11 de febrero de la escuela Enrique C. Rébsamen en la alcaldía de Xochimilco, la pequeña Fátima estuvo en calidad de desaparecida a lo largo de cinco días, sus restos fueron hallados en la alcaldía de Tláhuac, dentro de una bolsa de plástico el 15 de febrero.

A partir de tales hechos, las manifestaciones de mujeres feministas se incrementaron en número e intensidad en la mayor parte del país. Su epicentro fueron las movilizaciones en la Ciudad de México –frente a Palacio Nacional, frente al Ángel de la Independencia.

Es un lugar común decir que esas ciudadanas tienen derecho a manifestarse, pero no a vandalizar los edificios ante los que se manifiestan. Y es verdad. Pero quienes así argumentan no quieren reconocer el hecho de que no se puede exigir una conducta muy tranquila a quienes se sienten gravemente ofendidas, violentadas en sus derechos por los ultrajes recibidos.

El feminismo radical ha tenido auge en una sociedad violenta y machista como la nuestra. En el fondo, mientras no se ponga un alto a los feminicidios, los movimientos radicales seguirán creciendo, vandalizando edificios y dividiendo a la opinión pública nacional.

Ese feminismo tiene muchas variantes. Algunos de ellos incluso rechazan la participación de varones en sus movilizaciones. Ideológicamente, sitúan la lucha entre hombres y mujeres como el motor de la historia. Y por lo mismo, se vuelven contra todos los símbolos del machismo y la dominación varonil. Es el sentido de la vandalización de la puerta Mariana del Palacio Nacional, o de los diversos monumentos del Paseo de la Reforma.

Hay varios hechos que debemos resaltar. No todos los feminicidios han sido causados por varones. En algunos casos, han sido mujeres las autoras materiales o intelectuales de tales hechos. Culpar a “los hombres” en general por la violencia contra las mujeres significa omitir la mención de las causas reales de esta crisis.

En el fondo, la violencia tiene su origen en la miseria, la explotación, la ignorancia y los prejuicios machistas largamente cultivados por la sociedad mexicana. Quienes transmiten el machismo en la formación de las nuevas generaciones son principalmente las madres de familia, que se resisten a admitir la necesidad del cambio de esa mentalidad.

Por lo mismo, se trata de un asunto básicamente cultural, ideológico y político. Y solo puede resolverse con medidas de fondo, a largo plazo, al tiempo que se ejerce una justicia más enérgica contra los y las feminicidas.

Se deben reforzar las medidas contra la violencia de inmediato. Que el gobierno federal destine más recursos contra los programas de lucha contra el feminicidio. Y que los gobiernos estatales y municipales bajen esos recursos y los apliquen con esmero y responsabilidad.

Es fundamental que se luche contra la impunidad. Debe capacitarse a la policía para atender estos casos; crear más centros de atención a mujeres violentadas, de modo que las autoridades vayan incrementando su capacidad para impedir que dicha violencia termine en la muerte de la víctima.

Al mismo tiempo, se debe iniciar una campaña nacional para que todos nos eduquemos en la lucha contra el machismo. Convencer a las madres de familia que ser varón no es un privilegio, sino una responsabilidad. Nos debemos educar en el amor y la solidaridad, y no en los valores de la lucha entre géneros, que nada bueno puede traer a la sociedad mexicana.

El país ha sido convulsionado en las últimas semanas a causa de la violencia contra las mujeres, lo cual ha generado feminicidios en todo el país, por lo que diversos grupos radicales han salido a las calles para protestar y exigir solución y justicia.

Hace unos días, Ingrid Escamilla fue muerta por su pareja con arma blanca en el domicilio que ocupaban. Su cuerpo fue después vejado y brutalizado por el victimario. Las fotos del cadáver de Ingrid publicadas en diversos medios se convirtieron en una ofensa pública no solo contra ella y su familia, sino contra la sociedad entera, el más reciente caso que estremeció a la sociedad fue el de la menor Fátima Cecilia de 7 años de edad, quien desapareció el pasado 11 de febrero de la escuela Enrique C. Rébsamen en la alcaldía de Xochimilco, la pequeña Fátima estuvo en calidad de desaparecida a lo largo de cinco días, sus restos fueron hallados en la alcaldía de Tláhuac, dentro de una bolsa de plástico el 15 de febrero.

A partir de tales hechos, las manifestaciones de mujeres feministas se incrementaron en número e intensidad en la mayor parte del país. Su epicentro fueron las movilizaciones en la Ciudad de México –frente a Palacio Nacional, frente al Ángel de la Independencia.

Es un lugar común decir que esas ciudadanas tienen derecho a manifestarse, pero no a vandalizar los edificios ante los que se manifiestan. Y es verdad. Pero quienes así argumentan no quieren reconocer el hecho de que no se puede exigir una conducta muy tranquila a quienes se sienten gravemente ofendidas, violentadas en sus derechos por los ultrajes recibidos.

El feminismo radical ha tenido auge en una sociedad violenta y machista como la nuestra. En el fondo, mientras no se ponga un alto a los feminicidios, los movimientos radicales seguirán creciendo, vandalizando edificios y dividiendo a la opinión pública nacional.

Ese feminismo tiene muchas variantes. Algunos de ellos incluso rechazan la participación de varones en sus movilizaciones. Ideológicamente, sitúan la lucha entre hombres y mujeres como el motor de la historia. Y por lo mismo, se vuelven contra todos los símbolos del machismo y la dominación varonil. Es el sentido de la vandalización de la puerta Mariana del Palacio Nacional, o de los diversos monumentos del Paseo de la Reforma.

Hay varios hechos que debemos resaltar. No todos los feminicidios han sido causados por varones. En algunos casos, han sido mujeres las autoras materiales o intelectuales de tales hechos. Culpar a “los hombres” en general por la violencia contra las mujeres significa omitir la mención de las causas reales de esta crisis.

En el fondo, la violencia tiene su origen en la miseria, la explotación, la ignorancia y los prejuicios machistas largamente cultivados por la sociedad mexicana. Quienes transmiten el machismo en la formación de las nuevas generaciones son principalmente las madres de familia, que se resisten a admitir la necesidad del cambio de esa mentalidad.

Por lo mismo, se trata de un asunto básicamente cultural, ideológico y político. Y solo puede resolverse con medidas de fondo, a largo plazo, al tiempo que se ejerce una justicia más enérgica contra los y las feminicidas.

Se deben reforzar las medidas contra la violencia de inmediato. Que el gobierno federal destine más recursos contra los programas de lucha contra el feminicidio. Y que los gobiernos estatales y municipales bajen esos recursos y los apliquen con esmero y responsabilidad.

Es fundamental que se luche contra la impunidad. Debe capacitarse a la policía para atender estos casos; crear más centros de atención a mujeres violentadas, de modo que las autoridades vayan incrementando su capacidad para impedir que dicha violencia termine en la muerte de la víctima.

Al mismo tiempo, se debe iniciar una campaña nacional para que todos nos eduquemos en la lucha contra el machismo. Convencer a las madres de familia que ser varón no es un privilegio, sino una responsabilidad. Nos debemos educar en el amor y la solidaridad, y no en los valores de la lucha entre géneros, que nada bueno puede traer a la sociedad mexicana.