/ martes 27 de noviembre de 2018

¿Y la planeación?

Uno de los problemas en la política morelense es que el tratamiento de los problemas se hace de manera tardía, insuficiente, y apenas parcial. Frente al complejo asunto de la competitividad en Cuernavaca y Cuautla, apenas se anuncia un programa de mejora regulatoria con un micrositio para que los empresarios de Cuernavaca “puedan hacer trámites de forma más rápida” y “evitar la corrupción” (por lo menos de ventanilla, acotaríamos). No se atienden sin embargo los problemas de la falta de información actualizada sobre el municipio; la caducidad de los indicadores socio demográficos; la inoperancia del sistema de agua potable; la inseguridad y violencia; la corrupción en los mandos del municipio que permite problemas graves como el ambulantaje; la proliferación de giros rojos y su operación fuera de los horarios y normas establecidas; la falta de mantenimiento a la infraestructura, ni el resto de los problemas, graves, que inciden en la escasa inversión, en el cierre de negocios, en la caída del ingreso per cápita. Y eso en Cuernavaca, porque Cuautla no reporta hacer absolutamente nada.

Obstáculos enormes, el pensamiento en pequeño, los errores de diagnóstico, las grillas, la disputa por espacios de poder, bloquean ya no sólo la operación de programas de tratamiento a los retos que enfrentan las ciudades y el estado, sino incluso hacen ver como una osadía el pensar en la necesidad de sistemas de tratamiento para sistemas de problemas. Y aunque son elementos que conducen a una patética política municipal, también están presentes en los esbozos de la política estatal, y parecen ascender hasta el plano federal, donde pareciera haber más ocurrencias que proyectos integrales. Son otros tiempos, pero la sociedad sigue necesitando conjuntos de políticas integrales que permitan la armonización del desarrollo, a no ser que se busque continuar con proyectos generadores de inequidades como hasta ahora han resultado la mayor parte de las políticas públicas que han permitido generar negocios enormes mediante la generación de beneficios parciales a la población, o a una parte de la población.

Porque uno entiende que la primera intención de los políticos sea la lucha por el poder, el problema es que pareciera que ninguno sabe qué hacer cuando lo logra. “Oh cielos, nunca había llegado tan lejos”, podrían decirse en sus ratos de soledad y reflexión y acaban dándose cuenta de que son incapaces de diseñar un proyecto integral para el territorio que han de gobernar. Los políticos se han convertido en administradores del presente, decían algunos teóricos en el cambio de siglo con alguna resignación, pero ahora ni siquiera alcanzan eso en el plano local. Se ha renunciado incluso al tratamiento de los problemas actuales, que en último caso se atienden para lograr sólo su postergación. Si los ambulantes son un desorden, evita sólo que maten a alguien o se maten entre sí, hazlo así hasta que termine tu período al mando y habrás librado el asunto. En todo caso, los políticos hoy son extensores de plazos, compradores de tiempo, jugadores de esas papas calientes que eran populares hace décadas y había que pasar antes de que sonaran en las manos; y excelentes propagandistas de sí mismos. Ninguna otra cosa.

Faltan los planners, esos que diagnosticaban, diseñaban tratamientos y proyectos integrales de políticas públicas. Esos que ocuparon las plazas que la perversa democracia convirtió muy pronto en aviadurías. Pero no parece que, en ningún lado, haya un despacho de planeación estratégica para el gobierno, tristemente, no lo tienen los gobiernos que serían los primeros en tener la urgencia.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

Uno de los problemas en la política morelense es que el tratamiento de los problemas se hace de manera tardía, insuficiente, y apenas parcial. Frente al complejo asunto de la competitividad en Cuernavaca y Cuautla, apenas se anuncia un programa de mejora regulatoria con un micrositio para que los empresarios de Cuernavaca “puedan hacer trámites de forma más rápida” y “evitar la corrupción” (por lo menos de ventanilla, acotaríamos). No se atienden sin embargo los problemas de la falta de información actualizada sobre el municipio; la caducidad de los indicadores socio demográficos; la inoperancia del sistema de agua potable; la inseguridad y violencia; la corrupción en los mandos del municipio que permite problemas graves como el ambulantaje; la proliferación de giros rojos y su operación fuera de los horarios y normas establecidas; la falta de mantenimiento a la infraestructura, ni el resto de los problemas, graves, que inciden en la escasa inversión, en el cierre de negocios, en la caída del ingreso per cápita. Y eso en Cuernavaca, porque Cuautla no reporta hacer absolutamente nada.

Obstáculos enormes, el pensamiento en pequeño, los errores de diagnóstico, las grillas, la disputa por espacios de poder, bloquean ya no sólo la operación de programas de tratamiento a los retos que enfrentan las ciudades y el estado, sino incluso hacen ver como una osadía el pensar en la necesidad de sistemas de tratamiento para sistemas de problemas. Y aunque son elementos que conducen a una patética política municipal, también están presentes en los esbozos de la política estatal, y parecen ascender hasta el plano federal, donde pareciera haber más ocurrencias que proyectos integrales. Son otros tiempos, pero la sociedad sigue necesitando conjuntos de políticas integrales que permitan la armonización del desarrollo, a no ser que se busque continuar con proyectos generadores de inequidades como hasta ahora han resultado la mayor parte de las políticas públicas que han permitido generar negocios enormes mediante la generación de beneficios parciales a la población, o a una parte de la población.

Porque uno entiende que la primera intención de los políticos sea la lucha por el poder, el problema es que pareciera que ninguno sabe qué hacer cuando lo logra. “Oh cielos, nunca había llegado tan lejos”, podrían decirse en sus ratos de soledad y reflexión y acaban dándose cuenta de que son incapaces de diseñar un proyecto integral para el territorio que han de gobernar. Los políticos se han convertido en administradores del presente, decían algunos teóricos en el cambio de siglo con alguna resignación, pero ahora ni siquiera alcanzan eso en el plano local. Se ha renunciado incluso al tratamiento de los problemas actuales, que en último caso se atienden para lograr sólo su postergación. Si los ambulantes son un desorden, evita sólo que maten a alguien o se maten entre sí, hazlo así hasta que termine tu período al mando y habrás librado el asunto. En todo caso, los políticos hoy son extensores de plazos, compradores de tiempo, jugadores de esas papas calientes que eran populares hace décadas y había que pasar antes de que sonaran en las manos; y excelentes propagandistas de sí mismos. Ninguna otra cosa.

Faltan los planners, esos que diagnosticaban, diseñaban tratamientos y proyectos integrales de políticas públicas. Esos que ocuparon las plazas que la perversa democracia convirtió muy pronto en aviadurías. Pero no parece que, en ningún lado, haya un despacho de planeación estratégica para el gobierno, tristemente, no lo tienen los gobiernos que serían los primeros en tener la urgencia.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

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