/ miércoles 22 de junio de 2022

¿Y las políticas de Salud?

La atención en los hospitales públicos mexicanos siempre ha sido pésima, aunque con destellos de grandeza, más gracias al talento de miles de médicos mexicanos que a políticas públicas exitosas. En algunas épocas la situación ha mejorado notablemente, la última de esas tendencias inició pocos años antes de que Julio Frenk Mora fuera nombrado secretario de Salud, allá por el 2000. La historia de esa mejora no se puede disociar, por cierto, de la fuerza que tuvo la Fundación Mexicana para la Salud, Funsalud, creada en 1985 por empresarios y notables especialistas en la salud pública y el diseño de las políticas de Salud, entre quienes destacaba Guillermo Soberón, entonces secretario del ramo en el gobierno federal.

La fundación es un “think tank” dedicado exclusivamente a hacer estudios y propuestas de políticas públicas en salud y si bien está integrada mayormente por los empresarios que la fondean, en conjunto con el Instituto Nacional de Salud Pública y los ministerios de salud de muchas partes del país. De esos trabajos surgieron ideas que lentamente (por la burocracia mexicana), se irían implementando y que Frenk Mora integraría junto con su gabinete de especialistas al programa nacional de salud que sentaría las bases para un sistema que ahora se desmantela día a día.

Cuatro líneas de aquella política de salud llamaban poderosamente la atención: los esquemas descentralizados de financiamiento para la infraestructura médica y hospitalaria, la inversión en prevención para reducir los altos costos de la atención médica, el Seguro Popular y los derechos de los pacientes y sus familiares. En conjunto, todas esas políticas prácticamente se han extinguido de la atmósfera del sector salud en México en un proceso sistemático y más movido por ideología que por ciencia, de desmantelamiento de un esquema que empezaba a funcionar.

No era todo miel sobre hojuelas, porque como en todo proceso evolutivo hay estructuras que se resisten al cambio, tampoco ayudaban los esquemas de corrupción que los gobiernos estatales principalmente, pero también el federal, permitían en la adquisición de insumos; pero en términos más generales, la administración de los sistemas de salud de todo el país mejoró notablemente entre 2000 y 2012. El descuido que se permitió en el sexenio de Enrique Peña Nieto, favoreció se reforzaran los vicios existentes que fueron siempre más atribuibles a la corrupción y mala práctica de los funcionarios, que a problemas en el diseño del sistema. En todo caso, se volvía necesario establecer mayores controles antes que aniquilar un conjunto de políticas de salud que, en conjunto, funcionaban adecuadamente.

Llama la atención en la ofensiva contra el sistema de salud pública del México etiquetado errónea o dolosamente como neoliberal por la presidencia de la República, que no haya una propuesta alternativa más allá de un supuesto control central que abarataría los altos costos de la atención médica.

El problema es grave y lo evidencian la falta de dotación de insumos y equipo médico, el desabasto de medicamentos, el deterioro progresivo de la infraestructura en Salud, el alargamiento de los tiempos de espera en la atención médica, el conjunto de contagios y muertes por enfermedades prevenibles, la desatención a personas en situación de vulnerabilidad, el descuido en políticas de prevención de las enfermedades. En Morelos, la gráfica que muestra el traslado en camilla de un paciente por las escaleras del hospital José G. Parres por la avería de los elevadores, es sólo una gráfica, y ni siquiera la más patética, de lo que ocurre todos los días en el sistema de salud de Morelos. ¿Para eso sirve eliminar las estrategias de Funsalud-INSP?

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

La atención en los hospitales públicos mexicanos siempre ha sido pésima, aunque con destellos de grandeza, más gracias al talento de miles de médicos mexicanos que a políticas públicas exitosas. En algunas épocas la situación ha mejorado notablemente, la última de esas tendencias inició pocos años antes de que Julio Frenk Mora fuera nombrado secretario de Salud, allá por el 2000. La historia de esa mejora no se puede disociar, por cierto, de la fuerza que tuvo la Fundación Mexicana para la Salud, Funsalud, creada en 1985 por empresarios y notables especialistas en la salud pública y el diseño de las políticas de Salud, entre quienes destacaba Guillermo Soberón, entonces secretario del ramo en el gobierno federal.

La fundación es un “think tank” dedicado exclusivamente a hacer estudios y propuestas de políticas públicas en salud y si bien está integrada mayormente por los empresarios que la fondean, en conjunto con el Instituto Nacional de Salud Pública y los ministerios de salud de muchas partes del país. De esos trabajos surgieron ideas que lentamente (por la burocracia mexicana), se irían implementando y que Frenk Mora integraría junto con su gabinete de especialistas al programa nacional de salud que sentaría las bases para un sistema que ahora se desmantela día a día.

Cuatro líneas de aquella política de salud llamaban poderosamente la atención: los esquemas descentralizados de financiamiento para la infraestructura médica y hospitalaria, la inversión en prevención para reducir los altos costos de la atención médica, el Seguro Popular y los derechos de los pacientes y sus familiares. En conjunto, todas esas políticas prácticamente se han extinguido de la atmósfera del sector salud en México en un proceso sistemático y más movido por ideología que por ciencia, de desmantelamiento de un esquema que empezaba a funcionar.

No era todo miel sobre hojuelas, porque como en todo proceso evolutivo hay estructuras que se resisten al cambio, tampoco ayudaban los esquemas de corrupción que los gobiernos estatales principalmente, pero también el federal, permitían en la adquisición de insumos; pero en términos más generales, la administración de los sistemas de salud de todo el país mejoró notablemente entre 2000 y 2012. El descuido que se permitió en el sexenio de Enrique Peña Nieto, favoreció se reforzaran los vicios existentes que fueron siempre más atribuibles a la corrupción y mala práctica de los funcionarios, que a problemas en el diseño del sistema. En todo caso, se volvía necesario establecer mayores controles antes que aniquilar un conjunto de políticas de salud que, en conjunto, funcionaban adecuadamente.

Llama la atención en la ofensiva contra el sistema de salud pública del México etiquetado errónea o dolosamente como neoliberal por la presidencia de la República, que no haya una propuesta alternativa más allá de un supuesto control central que abarataría los altos costos de la atención médica.

El problema es grave y lo evidencian la falta de dotación de insumos y equipo médico, el desabasto de medicamentos, el deterioro progresivo de la infraestructura en Salud, el alargamiento de los tiempos de espera en la atención médica, el conjunto de contagios y muertes por enfermedades prevenibles, la desatención a personas en situación de vulnerabilidad, el descuido en políticas de prevención de las enfermedades. En Morelos, la gráfica que muestra el traslado en camilla de un paciente por las escaleras del hospital José G. Parres por la avería de los elevadores, es sólo una gráfica, y ni siquiera la más patética, de lo que ocurre todos los días en el sistema de salud de Morelos. ¿Para eso sirve eliminar las estrategias de Funsalud-INSP?

@martinellito

dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx