/ domingo 10 de junio de 2018

Ya no hay estadistas, pero tampoco políticos…

La ira ciudadana que muy probablemente será de las principales orientadoras del voto el 1 de julio, ha sido en gran medida la productora del terrible nivel de campañas políticas que padecemos en los planos nacional y local, y también es una explicación elemental de la crisis de la educación cívica en México, pero también en el mundo.


La antipatía que grandes grupos (incluso ex partidarios tránsfugas) sienten por muchos de los candidatos ha generado un cambio en el discurso de los políticos que prefieren reforzar el rechazo a sus adversarios que hilar propuestas congruentes; y como el tratamiento de la ira ciudadana es urgente, se posponen componentes ideológicos, se claudica en principios éticos, porque el asunto es ganar la elección y resulta mucho más redituable la camorra, el insulto, la denuncia (lo que explica la facilidad con que discursos como el de Andrés Manuel López Obrador y Cuauhtémoc Blanco Bravo han permeado en la ciudadanía), que la elaboración de propuestas igual de urgentes, pero menos populares.


Y el extravío ideológico, junto al rechazo a la política, se unen a lastres como el gen del autoritarismo incrustado en los mexicanos, imposibilitando la formación de una cultura ciudadana que se vuelve indispensable para el restablecimiento de la política como arte de gobierno, y de los gobiernos como instituciones viables. Lo que advertimos es un círculo vicioso terrible, en que la sociedad no crea los canales para exigir a los gobiernos que, sin regulación alguna, fracasan una y otra vez, generando la ira ciudadana que deviene en un mayor alejamiento de la política y el uso de formas de protesta que culminan en el voto como castigo de acumulaciones de agravios.


El divorcio entre la política y los ciudadanos, entre los intereses y temas que atiende la política y los que el ciudadano considera deben ser atendidos con urgencia, se mantiene y la brecha entre las agendas políticas y ciudadanas cada día es más grande; con el componente adicional que esa clase política clavada en su metadiscurso (esa práctica en la que, fascinada de su poder, de su autoridad, sólo habla de sí misma), considera pedestres, populistas, condenables, todos los acercamientos que, por la vía de propuestas o programas gubernamentales, hacen algunos de sus miembros como tirando un guiño a los ciudadanos, aunque sea nomás para resultar electos.


Y la normalización de estas disfunciones en la comunicación política ha llevado al cinismo absoluto: el relevo total de las propuestas. Escuchamos en las campañas atados de buenos deseos en los que todos estamos de acuerdo. Dirán algunos, faltan los cómo, añadimos nosotros, y la vergüenza. Y sin propuestas, la ubicación ideológica de tal o cual candidato, los sistemas que cada uno de ellos debiera proponer siguen siendo secretos.


Porque, pensemos en el ejercicio del debate de este domingo, ¿quedó claro qué candidato representa la ampliación de libertades y derechos? ¿alguien ubica a quien ofrecerá más seguridad y vigilancia en detrimento de las libertades y derechos? ¿queda claro a alguno qué esquema favorece la vida y la dignidad humana y en qué forma? ¿alguien sabe quien representa un sistema de políticas públicas de largo aliento fundadas en la reducción de la huella de carbono? No hay sistemas de pensamiento, pero tampoco se proponen soluciones individuales a los problemas que la sociedad enfrenta. Ya no hay estadistas, pero tampoco asoman los políticos… ni siquiera hay pragmatismo, sólo ocurrencias.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

La ira ciudadana que muy probablemente será de las principales orientadoras del voto el 1 de julio, ha sido en gran medida la productora del terrible nivel de campañas políticas que padecemos en los planos nacional y local, y también es una explicación elemental de la crisis de la educación cívica en México, pero también en el mundo.


La antipatía que grandes grupos (incluso ex partidarios tránsfugas) sienten por muchos de los candidatos ha generado un cambio en el discurso de los políticos que prefieren reforzar el rechazo a sus adversarios que hilar propuestas congruentes; y como el tratamiento de la ira ciudadana es urgente, se posponen componentes ideológicos, se claudica en principios éticos, porque el asunto es ganar la elección y resulta mucho más redituable la camorra, el insulto, la denuncia (lo que explica la facilidad con que discursos como el de Andrés Manuel López Obrador y Cuauhtémoc Blanco Bravo han permeado en la ciudadanía), que la elaboración de propuestas igual de urgentes, pero menos populares.


Y el extravío ideológico, junto al rechazo a la política, se unen a lastres como el gen del autoritarismo incrustado en los mexicanos, imposibilitando la formación de una cultura ciudadana que se vuelve indispensable para el restablecimiento de la política como arte de gobierno, y de los gobiernos como instituciones viables. Lo que advertimos es un círculo vicioso terrible, en que la sociedad no crea los canales para exigir a los gobiernos que, sin regulación alguna, fracasan una y otra vez, generando la ira ciudadana que deviene en un mayor alejamiento de la política y el uso de formas de protesta que culminan en el voto como castigo de acumulaciones de agravios.


El divorcio entre la política y los ciudadanos, entre los intereses y temas que atiende la política y los que el ciudadano considera deben ser atendidos con urgencia, se mantiene y la brecha entre las agendas políticas y ciudadanas cada día es más grande; con el componente adicional que esa clase política clavada en su metadiscurso (esa práctica en la que, fascinada de su poder, de su autoridad, sólo habla de sí misma), considera pedestres, populistas, condenables, todos los acercamientos que, por la vía de propuestas o programas gubernamentales, hacen algunos de sus miembros como tirando un guiño a los ciudadanos, aunque sea nomás para resultar electos.


Y la normalización de estas disfunciones en la comunicación política ha llevado al cinismo absoluto: el relevo total de las propuestas. Escuchamos en las campañas atados de buenos deseos en los que todos estamos de acuerdo. Dirán algunos, faltan los cómo, añadimos nosotros, y la vergüenza. Y sin propuestas, la ubicación ideológica de tal o cual candidato, los sistemas que cada uno de ellos debiera proponer siguen siendo secretos.


Porque, pensemos en el ejercicio del debate de este domingo, ¿quedó claro qué candidato representa la ampliación de libertades y derechos? ¿alguien ubica a quien ofrecerá más seguridad y vigilancia en detrimento de las libertades y derechos? ¿queda claro a alguno qué esquema favorece la vida y la dignidad humana y en qué forma? ¿alguien sabe quien representa un sistema de políticas públicas de largo aliento fundadas en la reducción de la huella de carbono? No hay sistemas de pensamiento, pero tampoco se proponen soluciones individuales a los problemas que la sociedad enfrenta. Ya no hay estadistas, pero tampoco asoman los políticos… ni siquiera hay pragmatismo, sólo ocurrencias.


Twitter: @martinellito

Correo electrónico: dmartinez@elsoldecuernavaca.com.mx

ÚLTIMASCOLUMNAS
lunes 23 de diciembre de 2019

La crisis que se asoma

Daniel Martínez

viernes 20 de diciembre de 2019

Otro round: ayuntamientos y ambulantes

Daniel Martínez

jueves 19 de diciembre de 2019

Libertad religiosa o imposición de cultos

Daniel Martínez

miércoles 18 de diciembre de 2019

Impacto de los minisalarios

Daniel Martínez

martes 17 de diciembre de 2019

Cuernavaca y los ausentes del diálogo

Nuevas Reglas

Daniel Martínez

lunes 16 de diciembre de 2019

Alcaldes: la crisis que viene

Daniel Martínez

viernes 13 de diciembre de 2019

SNTE y aguinaldos

Nuevas Reglas

Daniel Martínez

jueves 12 de diciembre de 2019

Cuauh y Lobito, el diálogo…

El homicidio del responsable de seguridad pública en Cuernavaca, David Juárez, fue el punto público de culminación del pleito

Daniel Martínez

miércoles 11 de diciembre de 2019

Violencia contra arte y cultura

Daniel Martínez

martes 10 de diciembre de 2019

La oposición también ausente

Nuevas Reglas

Daniel Martínez

Cargar Más