/ viernes 17 de mayo de 2019

Aproximaciones al patrimonio fotográfico

Las fotografías constituyen un medio de expresión o un soporte documental de gran importancia debido a la información visual que se puede obtener a través de su análisis

En el concepto de patrimonio fotográfico hay un reconocimiento del valor que se le dá a la imagen fotográfica, la cual es el resultado de un momento específico, de una acción registrada por un creador y de una técnica propia de una época. Las fotografías constituyen un medio de expresión o un soporte documental de gran importancia debido a la información visual que se puede obtener a través de su análisis, de manera que algunas imágenes pueden contener información sobre la forma en que las personas y los grupos se presentan, reconocen sus espacios y sus acciones cotidianas, su forma de vivir y las preferencias culturales propias de su entorno social, político y económico.

Es decir, la fotografía se convierte en objeto patrimonial cuando refleja nuestra historia y una sola imagen puede contribuir a la generación de memoria e identidad. Por lo tanto, merece su preservación y se constituye como nuestro patrimonio fotográfico.

Pero, cada fotografía surge de la combinación del acto de un hombre (fotógrafo o usuario de una cámara), un tema y una técnica específica. Estos tres elementos se han combinado, desde el siglo XIX y a lo largo del tiempo, para dejarnos una gran cantidad de imágenes que poseen un gran valor tanto para individuos como para comunidades e instituciones bajo resguardo. BorisKossoy, fotógrafo e investigador de la fotografía en Brasil lo define como:

Tres elementos son esenciales para la realización de una fotografía: el asunto, el fotógrafo y la tecnología.

Estos son los elementos constitutivos que le dieron origen a través de un proceso, de un ciclo que se completó en el momento en que el objeto tuvo su imagen cristalizada en la bidimensionalidad del material sensible, en un preciso y definido espacio y tiempo (Kossoy, 2001: 31).

Zapata desfilando ante Madero. Junio de 1911/ Reproducción autorizada por el INAH

La técnica es evidencia de la correspondencia con una época específica, y el fotógrafo es un filtro cultural de la imagen que registra. Estudiar una escena del pasado es, finalmente, una acción que rescata una memoria visual de la actividad humana.

En un primer esfuerzo de “patrimonializar” la fotografía en México se realiza en 1976, con la adquisición del famoso “Archivo Casasola” por el Gobierno del entonces presiente de la República Luis Echeverría Álvarez. Queda bajo resguardo del Instituto Nacional de Antropología e Historia y con ello se crea la Fototeca Nacional en el ex convento de San Francisco en la ciudad de Pachuca, Hidalgo.

Hoy en día, la Fototeca Nacional del INAH resguarda el acervo fotográfico más importante del país con cerca de un millón de piezas fotográficas que cubren más de 170 años de fotografía en México. Juan Carlos Valdez Marín, actual Director de la Fototeca Nacional menciona:

Se ha tenido la oportunidad de desarrollarse de una manera más amplia, siendo uno de los puntales no solo de la fotografía en México, sino a nivel internacional. Primero, por su vocación de servicio, y segundo, porque desarrolla todas las actividades que una Fototeca moderna debe tener, de ahí que sea la base del Sistema Nacional de Fototecas (SINAFO) que agrupa a 33Fototecas públicas y privadas.

Gracias a la tecnología, el acervo es consultable de manera digital, lo que también ha permitido desarrollar procesos de investigación con el fin de reconocer los valores de la imagen: como documento, como historia y como arte.

Francisco I. Madero durante su entrada a Cuernavaca. Junio de 1911 / Reproducción autorizada por el INAH

El Archivo Casasola; patrimonio fotográfico

El “Archivo Casasola” cumple poco más de 40 años en la Fototeca Nacional, lo que ha despertado el interés por indagar la tarea del fotógrafo Agustín Víctor Casasola durante los acontecimientos más destacados de la revolución mexicana. Además, realizo una labor extraordinaria de acopio de diversas fotografías. Este material patrimonial se encuentra en un proceso de identificación, recuperación, investigación, análisis, preservación, conservación, restauración y difusión para el goce de todos.

Pero, ¿Cómo gozar del legado cultural ya sea por la imagen misma o como técnica que testimonia una manera de producir imágenes en un contexto histórico?

Una fortaleza de la Fototeca Nacional es la serie de exposiciones itinerantes, producto que se realiza a través de un curador, seleccionando las imágenes para crear un dialogo que revelan un acontecimiento histórico.

El Instituto Nacional de Antropología e Historia delegación Morelos conmemora el centenario luctuoso del General Emiliano Zapata al presentarse la exposición fotográfica “El reflejo de la tierra, los pueblos de Morelos en la Revolución Mexicana” curada por el Investigador Arturo Valencia Islas y cuyas imágenes provienen de la Fototeca Nacional del INAH.

El historiador Arturo Valencia Islas señala que el origen de la misma es el Fondo Casasola de la Fototeca Nacional, de la que fue jefe de catalogación. La muestra reúne 40 imágenes, en su mayoría poco difundidas, pero también reúne imágenes que se volvieron iconos de la sociedad.

Restos del tren de pasajeros en Ozumba, volado por zapatistas. 1914 / Reproducción autorizada por el INAH

El conjunto visual ofrece un panorama del acontecer de los pueblos de Morelos durante el Porfiriato y su participación activa en el movimiento revolucionario, de ahí que el verdadero protagonista de la exposición, es la colectividad y no tanto la figura emblemática de Emiliano Zapata, así lo precisa el investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM.

El doctor en Historia explica que el estado de Morelos se había forjado una identidad propia a lo largo del siglo XIX, construyendo formas de organización que no existían en otras regiones agrícolas:

La llegada de Porfirio Díaz a la presidencia en 1876, y sobre todo la construcción de un ramal del ferrocarril que unía al estado con el puerto de Veracruz, había aumentado la presión por la tierra. Los grandes propietarios de haciendas azucareras comenzaron a usurpar las tierras que comunidades y pequeños propietarios agrícolas habían trabajado desde la Colonia generando un ambiente cada vez más violento.

Para resistir estos nuevos agravios, los pueblos de Morelos comenzaron a reorganizarse siguiendo sus propias reglas. En muchas de estas comunidades, una nueva generación de dirigentes locales, jóvenes, y cada vez más inconformes llegaron a la jefatura de sus pueblos. Uno de esos nuevos líderes era Emiliano Zapata.

Así lo muestra en la primera imagen que abre la exposición, donde un retrato de los hermanos Eufemio y Emiliano Zapata son jóvenes, pero con una idea madura en una coyuntura ante los nuevos agravios sociales, políticos y económicos.

La gota que derramó el vaso fue la imposición en 1909, del gobernador Pablo Escandón, político poco preparado y con escaso conocimiento del estado de Morelos. Bajo esas circunstancias, el inicio de la Revolución Mexicana, un año después, representaría para los pueblos de Morelos, la oportunidad de retomar el control sobre las decisiones locales y la posibilidad de revertir los cambios que habían afectado su forma de vida.

Como menciona Arturo Valencia los zapatistas entraron a la Revolución apoyando al movimiento maderista, así lo muestra dos fotografías de 1911, en la que se observa a zapatistas custodiando el vehículo que condujeron a Madero y su comitiva durante su gira por Morelos. En ambas imágenes se observa a un perceptible Emiliano Zapata guardando distancia, así lo registra el fotógrafo Agustín Víctor Casasola.

Francisco I. Madero y esposa con Manuel Dávila Madrid en su visita al Palacio de Cortés, con honores de escolta zapatista. Junio de 1911. / Reproducción autorizada por el INAH

Sin embargo, para el investigador refiere que, a la urgencia de cambios por parte de los zapatistas, los llevó a separarse rápidamente del maderismo:

A partir de entonces combatirían prácticamente aislados, y aunque eventualmente se aliaron a otras fuerzas revolucionarias como las encabezadas por Francisco Villa, su zona de acción y sus demandas permanecieron ligadas a sus comunidades.

Después de la derrota de los convencionistas, los Zapatistas regresarían a su tradicional aislamiento, emprendiendo un largo y doloroso proceso de desgaste que culminaría con el asesinato de Zapata, en 1919.

Y así se demuestra en la cruda imagen del fotógrafo J. Mora donde a la mirada de todos se expone el cadáver en Cuautla Morelos.

Testimonios de este devenir son las fotografías de restos de un tren de pasajeros volado por Zapatistas en Ozumba, la avanzada zapatista en los alrededores de Xochimilco; el desayuno de militantes en el restaurante Sanborns, en la Ciudad de México; y no podía faltar el icónico retrato del general Zapata en el cuartel de Cuernavaca.

A pesar de que el movimiento de los pueblos de Morelos no logró los objetivos militares y muchas de las reivindicaciones que se planteó en un comienzo, su lucha se convirtió en un símbolo de la injusticia y de la resistencia de los débiles frente a los poderosos, símbolo que aún persiste dentro de la mentalidad de los mexicanos, concluye Arturo Valencia Islas.

El estudio del “archivo Casasola” permite entender mejor el papel de la revolución mexicana y aproximarnos al patrimonio fotográfico a partir de la comprensión de sus dimensiones, para ello las imágenes fotográficas son elementos claves, porque reflejan formas de vivir, conocimiento, valores y pensamientos de un momento determinado, mediados, de alguna manera, por las decisiones de quien encuadra la escena que seleccionó para ser registrada y, por supuesto, por una técnica propia de una época.

Esta exposición fotográfica se presenta con motivo del 80 aniversario del INAH y en conmemoración del centenario luctuoso del General Emiliano Zapata, permanecerá abierta de martes a domingo de 9:00 a 16:00 horas en el Museo Exconvento de Tepoztlán hasta el 16 de junio de este año.

Emiliano Zapata en su cuartel de Cuernavaca. 1911/ Reproducción autorizada por el INAH

Sabías que...

En el estado de Morelos la distribución del agua mediante tubería se da de manera muy diferente, inclusive entre colonias vecinas o colindantes. La región norte del estado, como sabemos, es una gran captadora de agua mediante sus bosques, sin embargo, hay localidades o colonias que no cuentan con red del sistema de agua potable. Las niñas y niños de una colonia de Tlayacapan, formada hace aproximadamente 20 años (Jericó), nos comentan del esfuerzo económico para comprar el agua y las estrategias de su uso, pues la reutilizan para aprovecharla al máximo. Ellas y ellos comentan que una pipa les puede costar desde 800 a 1000 pesos. Uno de los primeros usos es para lavar trastes, bañarse, cocinar, lavar ropa, y posteriormente cuando el agua “no está tan limpia”, es para “sus plantitas” o el baño. A unos kilómetros sin embargo se encuentran fraccionamientos como el de Lomas de Cocoyoc que pueden gastar tan sólo la cantidad equivalente de un pipa, en regar una o dos veces su jardín. / Tania A. Ramírez Rocha

Dibujos de las casas de niñas y niños entre 8 y 10 años de edad, estudiantes de la escuela primaria “Bicentenario de Miguel Hidalgo” / Tania Ramírez

En el concepto de patrimonio fotográfico hay un reconocimiento del valor que se le dá a la imagen fotográfica, la cual es el resultado de un momento específico, de una acción registrada por un creador y de una técnica propia de una época. Las fotografías constituyen un medio de expresión o un soporte documental de gran importancia debido a la información visual que se puede obtener a través de su análisis, de manera que algunas imágenes pueden contener información sobre la forma en que las personas y los grupos se presentan, reconocen sus espacios y sus acciones cotidianas, su forma de vivir y las preferencias culturales propias de su entorno social, político y económico.

Es decir, la fotografía se convierte en objeto patrimonial cuando refleja nuestra historia y una sola imagen puede contribuir a la generación de memoria e identidad. Por lo tanto, merece su preservación y se constituye como nuestro patrimonio fotográfico.

Pero, cada fotografía surge de la combinación del acto de un hombre (fotógrafo o usuario de una cámara), un tema y una técnica específica. Estos tres elementos se han combinado, desde el siglo XIX y a lo largo del tiempo, para dejarnos una gran cantidad de imágenes que poseen un gran valor tanto para individuos como para comunidades e instituciones bajo resguardo. BorisKossoy, fotógrafo e investigador de la fotografía en Brasil lo define como:

Tres elementos son esenciales para la realización de una fotografía: el asunto, el fotógrafo y la tecnología.

Estos son los elementos constitutivos que le dieron origen a través de un proceso, de un ciclo que se completó en el momento en que el objeto tuvo su imagen cristalizada en la bidimensionalidad del material sensible, en un preciso y definido espacio y tiempo (Kossoy, 2001: 31).

Zapata desfilando ante Madero. Junio de 1911/ Reproducción autorizada por el INAH

La técnica es evidencia de la correspondencia con una época específica, y el fotógrafo es un filtro cultural de la imagen que registra. Estudiar una escena del pasado es, finalmente, una acción que rescata una memoria visual de la actividad humana.

En un primer esfuerzo de “patrimonializar” la fotografía en México se realiza en 1976, con la adquisición del famoso “Archivo Casasola” por el Gobierno del entonces presiente de la República Luis Echeverría Álvarez. Queda bajo resguardo del Instituto Nacional de Antropología e Historia y con ello se crea la Fototeca Nacional en el ex convento de San Francisco en la ciudad de Pachuca, Hidalgo.

Hoy en día, la Fototeca Nacional del INAH resguarda el acervo fotográfico más importante del país con cerca de un millón de piezas fotográficas que cubren más de 170 años de fotografía en México. Juan Carlos Valdez Marín, actual Director de la Fototeca Nacional menciona:

Se ha tenido la oportunidad de desarrollarse de una manera más amplia, siendo uno de los puntales no solo de la fotografía en México, sino a nivel internacional. Primero, por su vocación de servicio, y segundo, porque desarrolla todas las actividades que una Fototeca moderna debe tener, de ahí que sea la base del Sistema Nacional de Fototecas (SINAFO) que agrupa a 33Fototecas públicas y privadas.

Gracias a la tecnología, el acervo es consultable de manera digital, lo que también ha permitido desarrollar procesos de investigación con el fin de reconocer los valores de la imagen: como documento, como historia y como arte.

Francisco I. Madero durante su entrada a Cuernavaca. Junio de 1911 / Reproducción autorizada por el INAH

El Archivo Casasola; patrimonio fotográfico

El “Archivo Casasola” cumple poco más de 40 años en la Fototeca Nacional, lo que ha despertado el interés por indagar la tarea del fotógrafo Agustín Víctor Casasola durante los acontecimientos más destacados de la revolución mexicana. Además, realizo una labor extraordinaria de acopio de diversas fotografías. Este material patrimonial se encuentra en un proceso de identificación, recuperación, investigación, análisis, preservación, conservación, restauración y difusión para el goce de todos.

Pero, ¿Cómo gozar del legado cultural ya sea por la imagen misma o como técnica que testimonia una manera de producir imágenes en un contexto histórico?

Una fortaleza de la Fototeca Nacional es la serie de exposiciones itinerantes, producto que se realiza a través de un curador, seleccionando las imágenes para crear un dialogo que revelan un acontecimiento histórico.

El Instituto Nacional de Antropología e Historia delegación Morelos conmemora el centenario luctuoso del General Emiliano Zapata al presentarse la exposición fotográfica “El reflejo de la tierra, los pueblos de Morelos en la Revolución Mexicana” curada por el Investigador Arturo Valencia Islas y cuyas imágenes provienen de la Fototeca Nacional del INAH.

El historiador Arturo Valencia Islas señala que el origen de la misma es el Fondo Casasola de la Fototeca Nacional, de la que fue jefe de catalogación. La muestra reúne 40 imágenes, en su mayoría poco difundidas, pero también reúne imágenes que se volvieron iconos de la sociedad.

Restos del tren de pasajeros en Ozumba, volado por zapatistas. 1914 / Reproducción autorizada por el INAH

El conjunto visual ofrece un panorama del acontecer de los pueblos de Morelos durante el Porfiriato y su participación activa en el movimiento revolucionario, de ahí que el verdadero protagonista de la exposición, es la colectividad y no tanto la figura emblemática de Emiliano Zapata, así lo precisa el investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM.

El doctor en Historia explica que el estado de Morelos se había forjado una identidad propia a lo largo del siglo XIX, construyendo formas de organización que no existían en otras regiones agrícolas:

La llegada de Porfirio Díaz a la presidencia en 1876, y sobre todo la construcción de un ramal del ferrocarril que unía al estado con el puerto de Veracruz, había aumentado la presión por la tierra. Los grandes propietarios de haciendas azucareras comenzaron a usurpar las tierras que comunidades y pequeños propietarios agrícolas habían trabajado desde la Colonia generando un ambiente cada vez más violento.

Para resistir estos nuevos agravios, los pueblos de Morelos comenzaron a reorganizarse siguiendo sus propias reglas. En muchas de estas comunidades, una nueva generación de dirigentes locales, jóvenes, y cada vez más inconformes llegaron a la jefatura de sus pueblos. Uno de esos nuevos líderes era Emiliano Zapata.

Así lo muestra en la primera imagen que abre la exposición, donde un retrato de los hermanos Eufemio y Emiliano Zapata son jóvenes, pero con una idea madura en una coyuntura ante los nuevos agravios sociales, políticos y económicos.

La gota que derramó el vaso fue la imposición en 1909, del gobernador Pablo Escandón, político poco preparado y con escaso conocimiento del estado de Morelos. Bajo esas circunstancias, el inicio de la Revolución Mexicana, un año después, representaría para los pueblos de Morelos, la oportunidad de retomar el control sobre las decisiones locales y la posibilidad de revertir los cambios que habían afectado su forma de vida.

Como menciona Arturo Valencia los zapatistas entraron a la Revolución apoyando al movimiento maderista, así lo muestra dos fotografías de 1911, en la que se observa a zapatistas custodiando el vehículo que condujeron a Madero y su comitiva durante su gira por Morelos. En ambas imágenes se observa a un perceptible Emiliano Zapata guardando distancia, así lo registra el fotógrafo Agustín Víctor Casasola.

Francisco I. Madero y esposa con Manuel Dávila Madrid en su visita al Palacio de Cortés, con honores de escolta zapatista. Junio de 1911. / Reproducción autorizada por el INAH

Sin embargo, para el investigador refiere que, a la urgencia de cambios por parte de los zapatistas, los llevó a separarse rápidamente del maderismo:

A partir de entonces combatirían prácticamente aislados, y aunque eventualmente se aliaron a otras fuerzas revolucionarias como las encabezadas por Francisco Villa, su zona de acción y sus demandas permanecieron ligadas a sus comunidades.

Después de la derrota de los convencionistas, los Zapatistas regresarían a su tradicional aislamiento, emprendiendo un largo y doloroso proceso de desgaste que culminaría con el asesinato de Zapata, en 1919.

Y así se demuestra en la cruda imagen del fotógrafo J. Mora donde a la mirada de todos se expone el cadáver en Cuautla Morelos.

Testimonios de este devenir son las fotografías de restos de un tren de pasajeros volado por Zapatistas en Ozumba, la avanzada zapatista en los alrededores de Xochimilco; el desayuno de militantes en el restaurante Sanborns, en la Ciudad de México; y no podía faltar el icónico retrato del general Zapata en el cuartel de Cuernavaca.

A pesar de que el movimiento de los pueblos de Morelos no logró los objetivos militares y muchas de las reivindicaciones que se planteó en un comienzo, su lucha se convirtió en un símbolo de la injusticia y de la resistencia de los débiles frente a los poderosos, símbolo que aún persiste dentro de la mentalidad de los mexicanos, concluye Arturo Valencia Islas.

El estudio del “archivo Casasola” permite entender mejor el papel de la revolución mexicana y aproximarnos al patrimonio fotográfico a partir de la comprensión de sus dimensiones, para ello las imágenes fotográficas son elementos claves, porque reflejan formas de vivir, conocimiento, valores y pensamientos de un momento determinado, mediados, de alguna manera, por las decisiones de quien encuadra la escena que seleccionó para ser registrada y, por supuesto, por una técnica propia de una época.

Esta exposición fotográfica se presenta con motivo del 80 aniversario del INAH y en conmemoración del centenario luctuoso del General Emiliano Zapata, permanecerá abierta de martes a domingo de 9:00 a 16:00 horas en el Museo Exconvento de Tepoztlán hasta el 16 de junio de este año.

Emiliano Zapata en su cuartel de Cuernavaca. 1911/ Reproducción autorizada por el INAH

Sabías que...

En el estado de Morelos la distribución del agua mediante tubería se da de manera muy diferente, inclusive entre colonias vecinas o colindantes. La región norte del estado, como sabemos, es una gran captadora de agua mediante sus bosques, sin embargo, hay localidades o colonias que no cuentan con red del sistema de agua potable. Las niñas y niños de una colonia de Tlayacapan, formada hace aproximadamente 20 años (Jericó), nos comentan del esfuerzo económico para comprar el agua y las estrategias de su uso, pues la reutilizan para aprovecharla al máximo. Ellas y ellos comentan que una pipa les puede costar desde 800 a 1000 pesos. Uno de los primeros usos es para lavar trastes, bañarse, cocinar, lavar ropa, y posteriormente cuando el agua “no está tan limpia”, es para “sus plantitas” o el baño. A unos kilómetros sin embargo se encuentran fraccionamientos como el de Lomas de Cocoyoc que pueden gastar tan sólo la cantidad equivalente de un pipa, en regar una o dos veces su jardín. / Tania A. Ramírez Rocha

Dibujos de las casas de niñas y niños entre 8 y 10 años de edad, estudiantes de la escuela primaria “Bicentenario de Miguel Hidalgo” / Tania Ramírez

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