/ martes 12 de enero de 2021

El fétido olor de la muerte nos persigue

Vaya colapso estamos viviendo. Singular tragedia que posiciona al ser humano en un estado de vulnerabilidad y sumisión ante los fenómenos que de manera especial están ocurriendo en materia de salud pública. Tendría que rendirse un poco hasta reparar en la quietud y reflexión. Y aún en medio del fétido olor de la muerte, el hombre sigue sin comprender que hemos perdido el verdadero sentido de la vida.

Parece que nos estamos acostumbrando a las nuevas circunstancias. Y sí. Tal vez solo quienes han perdido a un familiar en medio de la devastadora lucha en la que nos ha equiparado el nuevo virus, COVID-19, solo ellos, reconocen el doloroso camino de una despedida intempestiva que no permitió siquiera pronunciar un “hasta pronto”.

Desde que comenzó el bombardeo de mensajes por radio, televisión e internet, la petición siempre ha sido “Quédate en casa”. Pero el ser humano está impuesto a vivir la cotidianidad sin condicionantes. Sin apelaciones.

El nuevo estilo de vida que estamos experimentando ya lo estamos adecuando cual si fuera algo ordinario.

Niños encapsulados frente a un móvil o computadora. Hombres y mujeres con poca disposición al contacto físico y emocional. Seres inertes frente a la catástrofe que está pasando frente a nuestros ojos.

Sin duda, somos nosotros quienes hemos ayudado en gran medida al exterminio de las especies, de la destrucción de fauna, manglares, océanos y bosques. Somos los principales suministradores del veneno letal que está asfixiando al planeta. Somos absolutamente nosotros los causantes de la miseria, pobreza, desigualdad, hambre y desdicha entre naciones.

La realidad es evidente desde hace millones de años, el homo sapiens se considera como el organizador de la evolución, pero éste tendría que comprender que sólo es el huésped de una naturaleza donde dominan microrganismos, bacterias y virus, que son los verdaderos expertos de la evolución. (1)

Debemos empezar a tomar conciencia de la situación dramática que atraviesa el mundo entero y meditar sobre las medidas que se deben tomar tanto desde el gobierno como desde la sociedad civil para enfrentar el nuevo desafío sanitario nacional.

Debemos recapacitar en que el sistema capitalista y ultraliberal ha privilegiado siempre la obtención de dinero y de bienes dejando a un lado temas imprescindibles para el desarrollo de toda nación, como lo tendría que ser la ecología y los derechos humanos de todos los ciudadanos, el tiempo nos consume y nos coloca en una fase de aceleración impresionante, denunciada desde hace varias décadas por los defensores del medio ambiente.

Es evidente que la pandemia del COVID-19 puede provocar transformaciones fundamentales en todo el planeta. La mejor respuesta a mediano y largo plazo sería la disminución drástica del comercio a larga distancia y el retorno al comercio regional y local; la disminución del turismo de masa que contribuye al calentamiento global y a la contaminación ambiental y que además es fuente de contagios masivos.

Y quizá suena algo intrépido, pero hasta un productor de una película futurista trasmitiría en la pantalla, una historia en la cual los personajes cayeran en la cuenta de la necesidad de una verdadera y real transición.

Vaya colapso estamos viviendo. Singular tragedia que posiciona al ser humano en un estado de vulnerabilidad y sumisión ante los fenómenos que de manera especial están ocurriendo en materia de salud pública. Tendría que rendirse un poco hasta reparar en la quietud y reflexión. Y aún en medio del fétido olor de la muerte, el hombre sigue sin comprender que hemos perdido el verdadero sentido de la vida.

Parece que nos estamos acostumbrando a las nuevas circunstancias. Y sí. Tal vez solo quienes han perdido a un familiar en medio de la devastadora lucha en la que nos ha equiparado el nuevo virus, COVID-19, solo ellos, reconocen el doloroso camino de una despedida intempestiva que no permitió siquiera pronunciar un “hasta pronto”.

Desde que comenzó el bombardeo de mensajes por radio, televisión e internet, la petición siempre ha sido “Quédate en casa”. Pero el ser humano está impuesto a vivir la cotidianidad sin condicionantes. Sin apelaciones.

El nuevo estilo de vida que estamos experimentando ya lo estamos adecuando cual si fuera algo ordinario.

Niños encapsulados frente a un móvil o computadora. Hombres y mujeres con poca disposición al contacto físico y emocional. Seres inertes frente a la catástrofe que está pasando frente a nuestros ojos.

Sin duda, somos nosotros quienes hemos ayudado en gran medida al exterminio de las especies, de la destrucción de fauna, manglares, océanos y bosques. Somos los principales suministradores del veneno letal que está asfixiando al planeta. Somos absolutamente nosotros los causantes de la miseria, pobreza, desigualdad, hambre y desdicha entre naciones.

La realidad es evidente desde hace millones de años, el homo sapiens se considera como el organizador de la evolución, pero éste tendría que comprender que sólo es el huésped de una naturaleza donde dominan microrganismos, bacterias y virus, que son los verdaderos expertos de la evolución. (1)

Debemos empezar a tomar conciencia de la situación dramática que atraviesa el mundo entero y meditar sobre las medidas que se deben tomar tanto desde el gobierno como desde la sociedad civil para enfrentar el nuevo desafío sanitario nacional.

Debemos recapacitar en que el sistema capitalista y ultraliberal ha privilegiado siempre la obtención de dinero y de bienes dejando a un lado temas imprescindibles para el desarrollo de toda nación, como lo tendría que ser la ecología y los derechos humanos de todos los ciudadanos, el tiempo nos consume y nos coloca en una fase de aceleración impresionante, denunciada desde hace varias décadas por los defensores del medio ambiente.

Es evidente que la pandemia del COVID-19 puede provocar transformaciones fundamentales en todo el planeta. La mejor respuesta a mediano y largo plazo sería la disminución drástica del comercio a larga distancia y el retorno al comercio regional y local; la disminución del turismo de masa que contribuye al calentamiento global y a la contaminación ambiental y que además es fuente de contagios masivos.

Y quizá suena algo intrépido, pero hasta un productor de una película futurista trasmitiría en la pantalla, una historia en la cual los personajes cayeran en la cuenta de la necesidad de una verdadera y real transición.

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