/ miércoles 7 de agosto de 2019

Gabriela Videla, una chilena muy mexicana

Sororidad

Una se pregunta qué sería del Estado de Morelos sin estos “extranjeros” que a fuerzas de amar a este país lo convirtieron en su Patria, o más bien en Matria que les ha dado un nuevo hogar y, a cambio de eso, le entregaron su vida entera. Este es el caso de Gabriela Vidala, una periodista chilena, madre, abuela, poeta, escritora y, últimamente, una feliz pintora. Ella es una mujer menudita, de voz cálida, muy generosa con sus palabras y con su sonrisa, la cual abraza al corazón irremediablemente. Gabriela y yo nos dimos cita en el centro histórico de Cuernavaca una mañana no tan fresca del mes de julio y dimos rienda suelta a nuestra plática, la cual me hizo reflexionar acerca de muchas cosas mientras yo bebía mi capuchino y ella bebía de su botellita de agua de vez en cuando mientras me hablaba.

Gabriela se encontraba en Estados Unidos cuando comenzaron los rumores de un Golpe de Estado o una Guerra Civil en Chile. Ella trabajaba en las oficinas de gobierno de Chile y había pedido permiso para acompañar a su esposo a Estados Unidos desarrollar un trabajo social como misionero laico. La comunicación en Chile se había cerrado al mundo y comenzaron los despidos laborales, las razias y, lo más triste de todo, la gente se polarizó de la noche a la mañana. Esa comunidad armoniosa en la que había vivido toda su vida se rompió y todos se denunciaban entre ellos mismos ante el miedo a las represalias del sistema. A la gente la desaparecían, hubieron simulaciones de fusilamiento y también todo tipo de vejaciones rompiendo la psique de la sociedad entera, dejando una profunda y dolorosa huella en la vida de Gabriela, la más dolorosa de su vida.

En 1974, ya le habían mandado su carta de despido por haber ayudado en su país a Las Juntas de Abastecimientos y Control de Precios (JAP por sus siglas). Estas habían sido creadas en los últimos años del Gobierno de Salvador Allende para aliviar la escasez de alimentos y suministros que afectaban al país. Tras el golpe de Estado el 11 de septiembre de 1973, la dictadura abolió la JAP inmediatamente.

Por esas fechas, Gabriela estaba viviendo en Vermont, Estados Unidos, en la casa de la familia de su esposo cuando fue invitada por una académica estadounidense a participar en un programa de desarrollo comunitario en Buenos Aires, Argentina. Después, Betsie Hollants la contactó directamente. Betsie Hollants, fue una de las grandes feministas progresistas católicas, que, después de renunciar al CIDOC, fundó en 1969, el Centro Intercultural de Desarrollo Humano en América Latina (CIDHAL), mismo que se convirtió en el primer Centro de Documentación especializado en América Latina y que conjuntó la información acerca de la situación económica, política y social de las mujeres. La vida de Betsie Hollants merece un tratado aparte por la importancia de su obra en el mundo femenino.

Fue a través del Sr. Obispo Sergio Méndez Arceo, quien intercedió por ella y su esposo ante el presidente en turno para que pudieran conseguir una visa y venir a México. Es claro que cuando llegó Gabriela a esta ciudad, Cuernavaca era entonces muy diferente a lo que es ahora. Muchos estadounidenses habían llegado a Cuernavaca traídos por Ivan Ilich a su “Centro Intercultural de Documentación en Cuernavaca”, CIDOC por su siglas, secundado por su arquidiócesis de Nueva York antes de caer en desgracia por sus puntos de vista sobre la deseducación de la sociedad basados en la “Teoría de la liberación” y rechazados por la Iglesia Católica. Ivan Ilich decía: “No me llevo bien sin tradición, pero tengo que darme cuenta de que su institucionalización es la raíz de algo malvado que es más profundo que cualquier cosa malvada que pueda detectar con mi ojo y mente sin ayuda”.

Era el mismo tiempo cuando el Obispo católico Don Sergio Méndez Arceo abría un diálogo muy audaz con el socialismo, el psicoanálisis, pero también con el feminismo, situación que no gustó para nada a los jerarcas católicos. Gabriela trabajaba como voluntaria en el CIDHAL, conjuntamente con un grupo de académicas y tuvo a su cargo varias publicaciones. Ahí creó el periódico llamado María Liberación del Pueblo con la idea de que las mujeres mismas tomaran la dirección de este proyecto. Posteriormente, se creó el semanario Correo del Sur, mismo que duró varios años. En este periódico se publicaban los conflictos sociales que afectaban a la ciudadanía.

Los domingos, sus días de descanso, Gabriela asistía a la iglesia y escuchaba las homilías del Obispo Méndez Arceo. (Habría que leer acerca del Obispo para comprender la importancia de su obra y sus aportaciones eclesiásticas en el Siglo XX, así como también la vida y obra de los Obispos Samuel Ruiz y Raúl Vera). De esta manera, Gabriela y el Obispo Méndez Arceo lograron cimentar una gran amistad al punto que Gabriela se convirtió en su secretaria de prensa. Ella sonríe divertida cuando recuerda cómo trataba de “interpretar” las ideas que el Obispo apuntaba en diferentes “papelitos”, pues siempre tenía algo que proponer y qué decir en aquellos tiempos cuando sus homilías se publicaban en el Excelsior a cargo de su director, Julio Scherer.

En 1975, también durante el gobierno de nuestro presidente en turno, se llevó a cabo La Primera Conferencia Mundial sobre la Mujer en la Ciudad de México con la idea de que coincidiera con el Año Internacional de la Mujer. En el informe de esta conferencia se pedía a los gobiernos, revisar, derogar y/o actualizar la legislación en lo concerniente a todo lo que pudiese afectar a las mujeres respecto a los principios y estándares sobre los derechos humanos consagrados internacionalmente, con la finalidad de que la ley estuviera en concordancia con dichos derechos. Además se pedía también revisar la ley para fortalecerla respecto a derechos de las mujeres en cuanto a participación política, educación y capacitación, empleo, salud, familia, entre otros asuntos. De esta manera, Gabriela y José Álvarez Icaza, quien fuera representante laico en el Concilio Vaticano II y fundador del Centro Nacional de Comunicación Social (CENCOS), publicaron un recuento de prensa acerca de esta conferencia, dice Gabriela, en los albores del feminismo en este país.

En 1983 fundó el Centro de Encuentros y Diálogos, A.C. el cual duró muchos años y fue un centro de educación popular al servicio de todo el Estado de Morelos y sus organizaciones sociales. Posteriormente, trabajó en el tema de la ecología que no duró mucho tiempo. Esta vez, Gabriela no había escogido a la gente idónea, o tal vez, antes como ahora, todavía no se había descubierto la importancia vital de este tema. También fundó la Editorial del Sur que también duró muchos años.

En 1996, incursiona nuevamente en otra fundación: Fundación Comunidad, A.C., colaborando con organizaciones sociales, filantrópicas y desarrollo, hasta la fecha.

Sus libros publicados son: “Sergio Méndez Arceo, un Señor Obispo” (3era edición en 2010) - “Caras del Amor”, 2012. - “ El Jardín del poeta”, 2000. - “Arcas del las memorias del tiempo” 1997. Participación en antologías: Variaciones sobre un mismo campanario 1978 - Cazadores de mariposas 2009 y el placer de crear 2010.

No cabe duda que Gabriela, nuestra Gabriela, ha llevado siempre en la memoria el olor de la tinta ya que su padre era obrero de una imprenta y de ahí despertó su amor por el olor a la tinta. También heredó la sabiduría de su madre que siempre supo ver por sus 10 hijos, robarle el tiempo al tiempo y estirar el dinero para que alcanzara para todos. Esas virtudes que heredó Gabriela las plasmó en sus fundaciones durante todos estos años. Este es un fragmento de la poesía que le escribió Gabriela a su mamá y que retransmito emocionada, a modo de homenaje y agradecimiento, a pesar que muchas labores las hayan “borrado” del pasado. Este es su correo electrónico para contactarla y comprar sus libros gabyvidela3g@hotmail.com

El dolor del abandono

te creció en bondad.

El aguijón de la carencia

echó a andar tu fuerza.

Te hiciste

maravillosa ingeniera,

recreadora de riqueza nueva

para alimentar vidas

propias y ajenas

para vestir a tu hijo

y a tus nuve niñas

de primavera.

Madre, no te has ido:

estás aquí

en el sagrado silencio

de mi conciencia.

Una se pregunta qué sería del Estado de Morelos sin estos “extranjeros” que a fuerzas de amar a este país lo convirtieron en su Patria, o más bien en Matria que les ha dado un nuevo hogar y, a cambio de eso, le entregaron su vida entera. Este es el caso de Gabriela Vidala, una periodista chilena, madre, abuela, poeta, escritora y, últimamente, una feliz pintora. Ella es una mujer menudita, de voz cálida, muy generosa con sus palabras y con su sonrisa, la cual abraza al corazón irremediablemente. Gabriela y yo nos dimos cita en el centro histórico de Cuernavaca una mañana no tan fresca del mes de julio y dimos rienda suelta a nuestra plática, la cual me hizo reflexionar acerca de muchas cosas mientras yo bebía mi capuchino y ella bebía de su botellita de agua de vez en cuando mientras me hablaba.

Gabriela se encontraba en Estados Unidos cuando comenzaron los rumores de un Golpe de Estado o una Guerra Civil en Chile. Ella trabajaba en las oficinas de gobierno de Chile y había pedido permiso para acompañar a su esposo a Estados Unidos desarrollar un trabajo social como misionero laico. La comunicación en Chile se había cerrado al mundo y comenzaron los despidos laborales, las razias y, lo más triste de todo, la gente se polarizó de la noche a la mañana. Esa comunidad armoniosa en la que había vivido toda su vida se rompió y todos se denunciaban entre ellos mismos ante el miedo a las represalias del sistema. A la gente la desaparecían, hubieron simulaciones de fusilamiento y también todo tipo de vejaciones rompiendo la psique de la sociedad entera, dejando una profunda y dolorosa huella en la vida de Gabriela, la más dolorosa de su vida.

En 1974, ya le habían mandado su carta de despido por haber ayudado en su país a Las Juntas de Abastecimientos y Control de Precios (JAP por sus siglas). Estas habían sido creadas en los últimos años del Gobierno de Salvador Allende para aliviar la escasez de alimentos y suministros que afectaban al país. Tras el golpe de Estado el 11 de septiembre de 1973, la dictadura abolió la JAP inmediatamente.

Por esas fechas, Gabriela estaba viviendo en Vermont, Estados Unidos, en la casa de la familia de su esposo cuando fue invitada por una académica estadounidense a participar en un programa de desarrollo comunitario en Buenos Aires, Argentina. Después, Betsie Hollants la contactó directamente. Betsie Hollants, fue una de las grandes feministas progresistas católicas, que, después de renunciar al CIDOC, fundó en 1969, el Centro Intercultural de Desarrollo Humano en América Latina (CIDHAL), mismo que se convirtió en el primer Centro de Documentación especializado en América Latina y que conjuntó la información acerca de la situación económica, política y social de las mujeres. La vida de Betsie Hollants merece un tratado aparte por la importancia de su obra en el mundo femenino.

Fue a través del Sr. Obispo Sergio Méndez Arceo, quien intercedió por ella y su esposo ante el presidente en turno para que pudieran conseguir una visa y venir a México. Es claro que cuando llegó Gabriela a esta ciudad, Cuernavaca era entonces muy diferente a lo que es ahora. Muchos estadounidenses habían llegado a Cuernavaca traídos por Ivan Ilich a su “Centro Intercultural de Documentación en Cuernavaca”, CIDOC por su siglas, secundado por su arquidiócesis de Nueva York antes de caer en desgracia por sus puntos de vista sobre la deseducación de la sociedad basados en la “Teoría de la liberación” y rechazados por la Iglesia Católica. Ivan Ilich decía: “No me llevo bien sin tradición, pero tengo que darme cuenta de que su institucionalización es la raíz de algo malvado que es más profundo que cualquier cosa malvada que pueda detectar con mi ojo y mente sin ayuda”.

Era el mismo tiempo cuando el Obispo católico Don Sergio Méndez Arceo abría un diálogo muy audaz con el socialismo, el psicoanálisis, pero también con el feminismo, situación que no gustó para nada a los jerarcas católicos. Gabriela trabajaba como voluntaria en el CIDHAL, conjuntamente con un grupo de académicas y tuvo a su cargo varias publicaciones. Ahí creó el periódico llamado María Liberación del Pueblo con la idea de que las mujeres mismas tomaran la dirección de este proyecto. Posteriormente, se creó el semanario Correo del Sur, mismo que duró varios años. En este periódico se publicaban los conflictos sociales que afectaban a la ciudadanía.

Los domingos, sus días de descanso, Gabriela asistía a la iglesia y escuchaba las homilías del Obispo Méndez Arceo. (Habría que leer acerca del Obispo para comprender la importancia de su obra y sus aportaciones eclesiásticas en el Siglo XX, así como también la vida y obra de los Obispos Samuel Ruiz y Raúl Vera). De esta manera, Gabriela y el Obispo Méndez Arceo lograron cimentar una gran amistad al punto que Gabriela se convirtió en su secretaria de prensa. Ella sonríe divertida cuando recuerda cómo trataba de “interpretar” las ideas que el Obispo apuntaba en diferentes “papelitos”, pues siempre tenía algo que proponer y qué decir en aquellos tiempos cuando sus homilías se publicaban en el Excelsior a cargo de su director, Julio Scherer.

En 1975, también durante el gobierno de nuestro presidente en turno, se llevó a cabo La Primera Conferencia Mundial sobre la Mujer en la Ciudad de México con la idea de que coincidiera con el Año Internacional de la Mujer. En el informe de esta conferencia se pedía a los gobiernos, revisar, derogar y/o actualizar la legislación en lo concerniente a todo lo que pudiese afectar a las mujeres respecto a los principios y estándares sobre los derechos humanos consagrados internacionalmente, con la finalidad de que la ley estuviera en concordancia con dichos derechos. Además se pedía también revisar la ley para fortalecerla respecto a derechos de las mujeres en cuanto a participación política, educación y capacitación, empleo, salud, familia, entre otros asuntos. De esta manera, Gabriela y José Álvarez Icaza, quien fuera representante laico en el Concilio Vaticano II y fundador del Centro Nacional de Comunicación Social (CENCOS), publicaron un recuento de prensa acerca de esta conferencia, dice Gabriela, en los albores del feminismo en este país.

En 1983 fundó el Centro de Encuentros y Diálogos, A.C. el cual duró muchos años y fue un centro de educación popular al servicio de todo el Estado de Morelos y sus organizaciones sociales. Posteriormente, trabajó en el tema de la ecología que no duró mucho tiempo. Esta vez, Gabriela no había escogido a la gente idónea, o tal vez, antes como ahora, todavía no se había descubierto la importancia vital de este tema. También fundó la Editorial del Sur que también duró muchos años.

En 1996, incursiona nuevamente en otra fundación: Fundación Comunidad, A.C., colaborando con organizaciones sociales, filantrópicas y desarrollo, hasta la fecha.

Sus libros publicados son: “Sergio Méndez Arceo, un Señor Obispo” (3era edición en 2010) - “Caras del Amor”, 2012. - “ El Jardín del poeta”, 2000. - “Arcas del las memorias del tiempo” 1997. Participación en antologías: Variaciones sobre un mismo campanario 1978 - Cazadores de mariposas 2009 y el placer de crear 2010.

No cabe duda que Gabriela, nuestra Gabriela, ha llevado siempre en la memoria el olor de la tinta ya que su padre era obrero de una imprenta y de ahí despertó su amor por el olor a la tinta. También heredó la sabiduría de su madre que siempre supo ver por sus 10 hijos, robarle el tiempo al tiempo y estirar el dinero para que alcanzara para todos. Esas virtudes que heredó Gabriela las plasmó en sus fundaciones durante todos estos años. Este es un fragmento de la poesía que le escribió Gabriela a su mamá y que retransmito emocionada, a modo de homenaje y agradecimiento, a pesar que muchas labores las hayan “borrado” del pasado. Este es su correo electrónico para contactarla y comprar sus libros gabyvidela3g@hotmail.com

El dolor del abandono

te creció en bondad.

El aguijón de la carencia

echó a andar tu fuerza.

Te hiciste

maravillosa ingeniera,

recreadora de riqueza nueva

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Madre, no te has ido:

estás aquí

en el sagrado silencio

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