/ viernes 28 de junio de 2019

Las cosas de Porfirio Díaz en Morelos

Durante el invierno de 1936, después de casi 26 años de vivir en el exilio la familia Díaz regresó a México

Como muchas veces ocurría, mi padre (que era un apasionado investigador de la historia de Morelos), ocupaba los sábados para atender invitaciones que le hacían diferentes personas o para visitar algunos lugares del estado de Morelos. En uno de esos días, a principios de los años noventa, me pidió que lo acompañara a Xochitepec, sería una visita con alguien que vivía en una zona poco poblada cercana a Xochicalco. Así llegamos a una vivienda de dos plantas bien cuidada y con amplio jardín. Nos recibió el propietario de la casa, quien nos invitó a que pasáramos a una sala en donde charlamos por unos momentos. Ahí me enteré que los propietarios eran descendientes del general Porfirio Díaz, si no mal recuerdo se trataba de la familia del Arq. Eduardo Rincón Gallardo y Díaz.

Don Porfirio tuvo 10 hijos, pero solamente 4 llegaron a edad adulta: Amanda, Federico, Porfirio y Luz Aurora.

La primera fue Amada. Por muchos años se pensó que la madre de Amada había sido Justa Saavedra, hasta que recientemente de encontró la fe de bautizo, en donde aparece que Amada es hija de Rafaela Quiñones.

Amada estuvo casada con Ignacio de la Torre y Mier. Este matrimonio estaba condenado al fracaso, debido a los escándalos que protagonizaba el desenfrenado “Nachito” (como se le conocía), por sus costumbres licenciosas y sus relaciones homosexuales. Nachito fue protagonista del famoso “baile de los cuarenta y uno” el 18 de noviembre de 1901, en la calle de la Paz (hoy calle Ezequiel Montes), en donde la policía realizó una redada por los escándalos que se estaban protagonizando en una fiesta de afeminados. Nachito era dueño de la hacienda de San Nicolás Peralta en el Estado de México, que como ganadería tuvo gran prestigio en el ambiente taurino por la bravura de los astados que ahí se criaban. También fue dueño de la hacienda azucarera de Santiago Tenextepango al sur de Cuautla. Como dato adicional recordaré que Ignacio de la Torre fue quien le solicitó a Emiliano Zapata que fuera su caballerizo mayor, en su residencia de Paseo de la Reforma durante las fiestas del centenario.

Amadita y Nacho obviamente no tuvieron descendencia.

Luz Aurora (1875) se casó con Francisco Rincón Gallardo, descendiente de una de las familias que en ese entonces contaban con uno de los linajes más antiguos del país. Francisco era accionista del Banco Central Mexicano y contaba con varios ranchos en los estados de Aguascalientes y Zacatecas. Su principal afición era la cría de caballos para charrería y para carreras. Unos de sus mejores caballos fue Shooting Star, que llegó a ganar una de las competencias más importantes del Hipódromo Condesa. Francisco fue asesinado por unos asaltantes el 14 de noviembre de 1914, en su rancho de Santa María de Gallardo. Luz Aurora y Francisco tuvieron nueve hijos, uno de éstos era precisamente Eduardo Rincón Gallardo.

Primera Dama del país Doña Carmen Romero Rubio, ca. 1906. Archivo Casasola / Fototeca Nacional INAH

Tricornio y fajilla del general Díaz.

El otro hijo del general Díaz fue Porfirio (1873-1946). Los primeros años de su infancia los vivió con la familia del general Luis Mier y Terán en Veracruz, mientras que su familia se encontraba en la ciudad de México. Luego vivió en internados para posteriormente ingresar en el Colegio Militar en donde se graduó como ingeniero militar, obteniendo el grado de Teniente Coronel. Se casó con Luisa Raigosa, con quien tuvo siete hijos. Uno de ellos, Ignacio fue precisamente el que conocí aquella ocasión en Xochitepec.

Por último, Federico, hijo de don Porfirio que tuvo con una mujer de Tlalpan que murió al momento del parto. El general Díaz le dejó ese hijo a su compadre Antonio Ramos y a su esposa Ramona Ramírez. Federico creció con ellos, pero siempre mantuvo relaciones amistosas con don Porfirio, inclusive estuvo presente en Veracruz aquel 31 de mayo de 1911, para despedir al general cuando partió hacia Europa.

Federico se quedó en México, fue ingeniero y mantuvo una situación próspera fruto de su trabajo en la construcción de casas y edificios. Fue jefe del Departamento de Obras Públicas durante el gobierno de Venustiano Carranza. Durante el gobierno de Álvaro Obregón fue jefe de la delegación de México en la Comisión de Límites con los Estados Unidos. Con Abelardo Rodríguez trabajó en la remodelación de la Secretaría de Relaciones Exteriores y con Lázaro Cárdenas fue director de la Escuela Nacional de Ingeniería. Federico jamás hablaba de su parentesco, pero no toleraba que hablaran mal de su padre biológico.

También Amada y Luz se quedaron en México, se dice que eran mujeres de su tiempo, sumamente religiosas, vivieron como monjitas en la casa de los Rincón Gallardo, en la calle de Durango número 150 esquina con Veracruz (actualmente de la Colonia Roma Norte). Eventualmente realizaron algunos viajes a Europa para visitar a su familia.

Los otros miembros de la familia Díaz vivieron exiliados en Francia de 1911 a 1936. En el exilio, las condiciones económicas de la familia se fueron deteriorando, habían perdido todo, casas, haciendas, joyas, solo les quedaban los recuerdos de aquellos tiempos de poder. Además, en Europa la familia Díaz vivió varias crisis económicas, como la del jueves negro (24 de octubre de 1929) cuando inició la Gran Depresión, por lo que sus inversiones se vinieron abajo. A partir de 1930 se fueron a vivir a la región de Loire, en donde compraron un antiguo inmueble del siglo XVI, el castillo de Moulins situado en la comuna de Landes-le-Gaulois, al noroeste de la ciudad de Blois, pensaron que allí vivirían por el resto de sus vidas. El castillo contaba con una extensión de 150 hectáreas, el lugar estaba repleto de arces y encinos del bosque de Moulins. Los Díaz vivían en forma placentera, pero trabajaron la tierra con sus propias manos sembrando trigo, avena, alfalfa, cebada y sorgo. El lugar también contaba con granjas e incubadoras, además de establos en donde producían leche y quesos.

Mobiliario que tuvo el general Díaz en su casa particular de la calle de Cadena N° 8, (actualmente de Venustiano Carranza), a dos cuadras del zócalo de la ciudad de México.

Vitrina con uniformes de gala, bicornio, teresianas, kepis y otros objetos de don Porfirio Díaz.

Los Díaz se endeudaron para poder mecanizar las labores del campo. Pero en 1935 sufrieron una de las crisis agrícolas más graves de la región; la cosecha fue desastrosa, el precio del producto bajó, valía apenas una tercera parte del valor promedio de los años anteriores a la crisis. La situación en Europa se volvió desastrosa, Francia estaba gobernada por socialistas, rodeada por dictaduras fascistas y perfilándose así el escenario de la Segunda Guerra Mundial.

Al no contar con los recursos suficientes para solventar sus deudas, en otoño de 1936 la familia Díaz comenzó a vender sus tierras y otras pertenencias como sus autos, equipo agrícola y hasta los muebles, por lo que tuvieron que tomar la difícil decisión de regresar a México. Las condiciones para el retorno eran favorables debido a la política de reconciliación que el general Lázaro Cárdenas estaba promoviendo; el 10 de febrero de 1937 expidió la llamada Ley Cárdenas, que concedía el perdón a todos los mexicanos que hubieran “cometido en cualquiera de sus grados el delito de rebelión, ya sea como autores, cómplices o encubridores”. Esta Ley benefició a más de diez mil personas, entre ellos a la familia Díaz.

Durante el invierno de 1936, después de casi 26 años de vivir en el exilio la familia Díaz regresó a México. Ya instalados en el país tuvieron que vivir de sus habilidades, esfuerzo y conocimientos.

Varios de los nietos de don Porfirio Díaz llegaron a vivir en el estado de Morelos, tanto de los Rincón Gallardo como los Díaz Raigosa; Ignacio, Luis, Manuel y José.

Manuel, al que llamaban Mamle, fue el único de la familia que nació en Francia, el 30 de diciembre de 1930, durante el periodo exilio voluntario de los Díaz. Fue ingeniero y vivió de su empleo como director de sonido de los estudios RCA y de Orfeón, participando como ingeniero de sonido en los primeros discos del compositor veracruzano, Agustín Lara y murió en Xochitepec, Morelos, el jueves 7 de abril de 2011, a la edad de 98 años.

TERMINA EL EXILIO

Durante el invierno de 1936, después de casi 26 años de vivir en el exilio la familia Díaz regresó a México. Ya instalados en el país tuvieron que vivir de sus habilidades, esfuerzo y conocimientos.

Como muchas veces ocurría, mi padre (que era un apasionado investigador de la historia de Morelos), ocupaba los sábados para atender invitaciones que le hacían diferentes personas o para visitar algunos lugares del estado de Morelos. En uno de esos días, a principios de los años noventa, me pidió que lo acompañara a Xochitepec, sería una visita con alguien que vivía en una zona poco poblada cercana a Xochicalco. Así llegamos a una vivienda de dos plantas bien cuidada y con amplio jardín. Nos recibió el propietario de la casa, quien nos invitó a que pasáramos a una sala en donde charlamos por unos momentos. Ahí me enteré que los propietarios eran descendientes del general Porfirio Díaz, si no mal recuerdo se trataba de la familia del Arq. Eduardo Rincón Gallardo y Díaz

José se casó en Francia en 1935 con Christiane Casasús, hija de Orocio Casasús Altamirano, nieta de Ignacio Manuel Altamirano. Después de fracasar en varios negocios y de su divorcio con Christiane se fue a Tepoztlán en donde llegó a trabajar como jardinero en la casa de unos norteamericanos de apellido Gerhart. Posteriormente dejó el estado y se fue a vivir a una pequeña bahía de la costa de Jalisco, en un pueblito llamado Yelpa, que no contaba con agua potable, luz ni teléfono. José vivía en una pequeña palapa en donde subsistía cazando y pescando. Los últimos años de su vida los vivió en un asilo de Cuernavaca, propiedad de don Luis Núñez Prida.

El nieto del general Díaz mostrando antiguas fotografías de su abuelo.

Entre los muebles se encontraba el secreter de don Porfirio con sus iniciales PD, que contaba con mecanismos secretos para abrir sus puertas y cajones.

El historiador Valentín López González con una espada de don Porfirio Díaz.

Don Porfirio Díaz tenía su casa particular en la calle de Cadena N° 8 (llamada actualmente Venustiano Carranza), a unas cuadras del zócalo, le perteneció a él por más de 45 años. En ésta existía una sala de armas, contaba con pieles de tigre, libros de carácter militar, lanzas y otras armas de todo tipo que formaban una gran colección. El general Díaz juzgó necesario conservar durante su vida esa casa, aun estando en el exilio, pero con el tiempo sus herederos tuvieron que ponerla a la venta, debido a los problemas económicos que sufrieron, inclusive el coronel Porfirio Díaz Ortega al final de su vida tuvo que empeñar en el Monte de Piedad muchos de los bienes de su padre, debido al cáncer de próstata que padecía.

Muchos de los objetos de la casa de Cadena fueron dilapidados por la familia y otros desaparecieron.

Una vez que platicamos en aquella sala de Xochitepec, el Arq. Eduardo Rincón Gallardo nos pasó a mis padres y a mí a una gran sala en donde con sorpresa pudimos admirar una gran cantidad de objetos del general Porfirio Díaz, que seguramente estuvieron en la casa de Cadena N° 8, entre los que había:

Uniformes de gala, espadas, bicornio, teresianas, kepis, condecoraciones (algunas de las cuatrocientas treinta que formaban su colección), charreteras, libros, cartas y otros documentos, infinidad de fotografías, pinturas y esculturas de Carmen Romero y don Porfirio, una bandera del 1er Batallón de Línea del Imperio Mexicano, otra bandera del 2º batallón activo de Tehuantepec, la maleta de viaje que aun contenía sus medicinas, sus pomos de loción, frascos de yodo y otros frascos de medicinas en chochos, su brocha y navaja de rasurar y otros implementos, un secreter con las iniciales PD y otros muebles.

Don Eduardo le dijo a mi padre que querían donar todos estos bienes al estado de Morelos, pero que la única condición que pedían era que se hiciera un museo del general Porfirio Díaz.

Mi padre inmediatamente pensó en rescatar el Hotel Palacio, en la calle de Morrow, casa que había pertenecido a don Manuel Alarcón, para hacer en ese lugar un museo del porfiriato. Así que inmediatamente fue a ver a su amigo el entonces gobernador don Antonio Riva Palacio para presentarle el proyecto. Sin embargo, don Antonio no aceptó, pues le dijo que no podían poner un museo de don Porfirio Díaz en tierra zapatista, por lo que el proyecto no logró concretarse, perdiéndose la oportunidad de que el estado contara con otro atractivo turístico.

Las piezas que pude fotografiar, tocar con mis manos y ver con mis propios ojos fueron utilizadas para ilustrar los libros que Enrique Krauze y Fausto Zerón-Medina hicieron de don Porfirio Díaz, con la editorial Clío en 1993. Al parecer la colección continúa en manos de la familia de don Eduardo Rincón Gallardo y tengo entendido que actualmente se encuentran en la tierra del general Díaz, en Oaxaca.

Porfirio Díaz en el Castillo de Chapultepec. Ciudad de México. 1 enero 1900. Colección Archivo Casasola-SINAFO. No. Inventario 5013.

Lily Raigosa de Díaz, esposa de Porfirio. Ciudad de México. Ca. 1870. Colección Archivo Casasola-SINAFO. No. Inventario 25968.

Bibliografía:

  • Tello Díaz, Carlos. Exilio: Un retrato de familia. Editorial Cal y Arena. Primera edición 1993.
  • Tello Díaz, Carlos. Porfirio Díaz – Su vida y su tiempo – La Guerra 1830-1867. Conaculta – Debate Primera Edición, Agosto 2015.
  • Fallece último nieto de don Porfirio Díaz. Artículo de César Reyes Soto. El Universal, Ciudad de México | Jueves 07 de abril de 2011.

Como muchas veces ocurría, mi padre (que era un apasionado investigador de la historia de Morelos), ocupaba los sábados para atender invitaciones que le hacían diferentes personas o para visitar algunos lugares del estado de Morelos. En uno de esos días, a principios de los años noventa, me pidió que lo acompañara a Xochitepec, sería una visita con alguien que vivía en una zona poco poblada cercana a Xochicalco. Así llegamos a una vivienda de dos plantas bien cuidada y con amplio jardín. Nos recibió el propietario de la casa, quien nos invitó a que pasáramos a una sala en donde charlamos por unos momentos. Ahí me enteré que los propietarios eran descendientes del general Porfirio Díaz, si no mal recuerdo se trataba de la familia del Arq. Eduardo Rincón Gallardo y Díaz.

Don Porfirio tuvo 10 hijos, pero solamente 4 llegaron a edad adulta: Amanda, Federico, Porfirio y Luz Aurora.

La primera fue Amada. Por muchos años se pensó que la madre de Amada había sido Justa Saavedra, hasta que recientemente de encontró la fe de bautizo, en donde aparece que Amada es hija de Rafaela Quiñones.

Amada estuvo casada con Ignacio de la Torre y Mier. Este matrimonio estaba condenado al fracaso, debido a los escándalos que protagonizaba el desenfrenado “Nachito” (como se le conocía), por sus costumbres licenciosas y sus relaciones homosexuales. Nachito fue protagonista del famoso “baile de los cuarenta y uno” el 18 de noviembre de 1901, en la calle de la Paz (hoy calle Ezequiel Montes), en donde la policía realizó una redada por los escándalos que se estaban protagonizando en una fiesta de afeminados. Nachito era dueño de la hacienda de San Nicolás Peralta en el Estado de México, que como ganadería tuvo gran prestigio en el ambiente taurino por la bravura de los astados que ahí se criaban. También fue dueño de la hacienda azucarera de Santiago Tenextepango al sur de Cuautla. Como dato adicional recordaré que Ignacio de la Torre fue quien le solicitó a Emiliano Zapata que fuera su caballerizo mayor, en su residencia de Paseo de la Reforma durante las fiestas del centenario.

Amadita y Nacho obviamente no tuvieron descendencia.

Luz Aurora (1875) se casó con Francisco Rincón Gallardo, descendiente de una de las familias que en ese entonces contaban con uno de los linajes más antiguos del país. Francisco era accionista del Banco Central Mexicano y contaba con varios ranchos en los estados de Aguascalientes y Zacatecas. Su principal afición era la cría de caballos para charrería y para carreras. Unos de sus mejores caballos fue Shooting Star, que llegó a ganar una de las competencias más importantes del Hipódromo Condesa. Francisco fue asesinado por unos asaltantes el 14 de noviembre de 1914, en su rancho de Santa María de Gallardo. Luz Aurora y Francisco tuvieron nueve hijos, uno de éstos era precisamente Eduardo Rincón Gallardo.

Primera Dama del país Doña Carmen Romero Rubio, ca. 1906. Archivo Casasola / Fototeca Nacional INAH

Tricornio y fajilla del general Díaz.

El otro hijo del general Díaz fue Porfirio (1873-1946). Los primeros años de su infancia los vivió con la familia del general Luis Mier y Terán en Veracruz, mientras que su familia se encontraba en la ciudad de México. Luego vivió en internados para posteriormente ingresar en el Colegio Militar en donde se graduó como ingeniero militar, obteniendo el grado de Teniente Coronel. Se casó con Luisa Raigosa, con quien tuvo siete hijos. Uno de ellos, Ignacio fue precisamente el que conocí aquella ocasión en Xochitepec.

Por último, Federico, hijo de don Porfirio que tuvo con una mujer de Tlalpan que murió al momento del parto. El general Díaz le dejó ese hijo a su compadre Antonio Ramos y a su esposa Ramona Ramírez. Federico creció con ellos, pero siempre mantuvo relaciones amistosas con don Porfirio, inclusive estuvo presente en Veracruz aquel 31 de mayo de 1911, para despedir al general cuando partió hacia Europa.

Federico se quedó en México, fue ingeniero y mantuvo una situación próspera fruto de su trabajo en la construcción de casas y edificios. Fue jefe del Departamento de Obras Públicas durante el gobierno de Venustiano Carranza. Durante el gobierno de Álvaro Obregón fue jefe de la delegación de México en la Comisión de Límites con los Estados Unidos. Con Abelardo Rodríguez trabajó en la remodelación de la Secretaría de Relaciones Exteriores y con Lázaro Cárdenas fue director de la Escuela Nacional de Ingeniería. Federico jamás hablaba de su parentesco, pero no toleraba que hablaran mal de su padre biológico.

También Amada y Luz se quedaron en México, se dice que eran mujeres de su tiempo, sumamente religiosas, vivieron como monjitas en la casa de los Rincón Gallardo, en la calle de Durango número 150 esquina con Veracruz (actualmente de la Colonia Roma Norte). Eventualmente realizaron algunos viajes a Europa para visitar a su familia.

Los otros miembros de la familia Díaz vivieron exiliados en Francia de 1911 a 1936. En el exilio, las condiciones económicas de la familia se fueron deteriorando, habían perdido todo, casas, haciendas, joyas, solo les quedaban los recuerdos de aquellos tiempos de poder. Además, en Europa la familia Díaz vivió varias crisis económicas, como la del jueves negro (24 de octubre de 1929) cuando inició la Gran Depresión, por lo que sus inversiones se vinieron abajo. A partir de 1930 se fueron a vivir a la región de Loire, en donde compraron un antiguo inmueble del siglo XVI, el castillo de Moulins situado en la comuna de Landes-le-Gaulois, al noroeste de la ciudad de Blois, pensaron que allí vivirían por el resto de sus vidas. El castillo contaba con una extensión de 150 hectáreas, el lugar estaba repleto de arces y encinos del bosque de Moulins. Los Díaz vivían en forma placentera, pero trabajaron la tierra con sus propias manos sembrando trigo, avena, alfalfa, cebada y sorgo. El lugar también contaba con granjas e incubadoras, además de establos en donde producían leche y quesos.

Mobiliario que tuvo el general Díaz en su casa particular de la calle de Cadena N° 8, (actualmente de Venustiano Carranza), a dos cuadras del zócalo de la ciudad de México.

Vitrina con uniformes de gala, bicornio, teresianas, kepis y otros objetos de don Porfirio Díaz.

Los Díaz se endeudaron para poder mecanizar las labores del campo. Pero en 1935 sufrieron una de las crisis agrícolas más graves de la región; la cosecha fue desastrosa, el precio del producto bajó, valía apenas una tercera parte del valor promedio de los años anteriores a la crisis. La situación en Europa se volvió desastrosa, Francia estaba gobernada por socialistas, rodeada por dictaduras fascistas y perfilándose así el escenario de la Segunda Guerra Mundial.

Al no contar con los recursos suficientes para solventar sus deudas, en otoño de 1936 la familia Díaz comenzó a vender sus tierras y otras pertenencias como sus autos, equipo agrícola y hasta los muebles, por lo que tuvieron que tomar la difícil decisión de regresar a México. Las condiciones para el retorno eran favorables debido a la política de reconciliación que el general Lázaro Cárdenas estaba promoviendo; el 10 de febrero de 1937 expidió la llamada Ley Cárdenas, que concedía el perdón a todos los mexicanos que hubieran “cometido en cualquiera de sus grados el delito de rebelión, ya sea como autores, cómplices o encubridores”. Esta Ley benefició a más de diez mil personas, entre ellos a la familia Díaz.

Durante el invierno de 1936, después de casi 26 años de vivir en el exilio la familia Díaz regresó a México. Ya instalados en el país tuvieron que vivir de sus habilidades, esfuerzo y conocimientos.

Varios de los nietos de don Porfirio Díaz llegaron a vivir en el estado de Morelos, tanto de los Rincón Gallardo como los Díaz Raigosa; Ignacio, Luis, Manuel y José.

Manuel, al que llamaban Mamle, fue el único de la familia que nació en Francia, el 30 de diciembre de 1930, durante el periodo exilio voluntario de los Díaz. Fue ingeniero y vivió de su empleo como director de sonido de los estudios RCA y de Orfeón, participando como ingeniero de sonido en los primeros discos del compositor veracruzano, Agustín Lara y murió en Xochitepec, Morelos, el jueves 7 de abril de 2011, a la edad de 98 años.

TERMINA EL EXILIO

Durante el invierno de 1936, después de casi 26 años de vivir en el exilio la familia Díaz regresó a México. Ya instalados en el país tuvieron que vivir de sus habilidades, esfuerzo y conocimientos.

Como muchas veces ocurría, mi padre (que era un apasionado investigador de la historia de Morelos), ocupaba los sábados para atender invitaciones que le hacían diferentes personas o para visitar algunos lugares del estado de Morelos. En uno de esos días, a principios de los años noventa, me pidió que lo acompañara a Xochitepec, sería una visita con alguien que vivía en una zona poco poblada cercana a Xochicalco. Así llegamos a una vivienda de dos plantas bien cuidada y con amplio jardín. Nos recibió el propietario de la casa, quien nos invitó a que pasáramos a una sala en donde charlamos por unos momentos. Ahí me enteré que los propietarios eran descendientes del general Porfirio Díaz, si no mal recuerdo se trataba de la familia del Arq. Eduardo Rincón Gallardo y Díaz

José se casó en Francia en 1935 con Christiane Casasús, hija de Orocio Casasús Altamirano, nieta de Ignacio Manuel Altamirano. Después de fracasar en varios negocios y de su divorcio con Christiane se fue a Tepoztlán en donde llegó a trabajar como jardinero en la casa de unos norteamericanos de apellido Gerhart. Posteriormente dejó el estado y se fue a vivir a una pequeña bahía de la costa de Jalisco, en un pueblito llamado Yelpa, que no contaba con agua potable, luz ni teléfono. José vivía en una pequeña palapa en donde subsistía cazando y pescando. Los últimos años de su vida los vivió en un asilo de Cuernavaca, propiedad de don Luis Núñez Prida.

El nieto del general Díaz mostrando antiguas fotografías de su abuelo.

Entre los muebles se encontraba el secreter de don Porfirio con sus iniciales PD, que contaba con mecanismos secretos para abrir sus puertas y cajones.

El historiador Valentín López González con una espada de don Porfirio Díaz.

Don Porfirio Díaz tenía su casa particular en la calle de Cadena N° 8 (llamada actualmente Venustiano Carranza), a unas cuadras del zócalo, le perteneció a él por más de 45 años. En ésta existía una sala de armas, contaba con pieles de tigre, libros de carácter militar, lanzas y otras armas de todo tipo que formaban una gran colección. El general Díaz juzgó necesario conservar durante su vida esa casa, aun estando en el exilio, pero con el tiempo sus herederos tuvieron que ponerla a la venta, debido a los problemas económicos que sufrieron, inclusive el coronel Porfirio Díaz Ortega al final de su vida tuvo que empeñar en el Monte de Piedad muchos de los bienes de su padre, debido al cáncer de próstata que padecía.

Muchos de los objetos de la casa de Cadena fueron dilapidados por la familia y otros desaparecieron.

Una vez que platicamos en aquella sala de Xochitepec, el Arq. Eduardo Rincón Gallardo nos pasó a mis padres y a mí a una gran sala en donde con sorpresa pudimos admirar una gran cantidad de objetos del general Porfirio Díaz, que seguramente estuvieron en la casa de Cadena N° 8, entre los que había:

Uniformes de gala, espadas, bicornio, teresianas, kepis, condecoraciones (algunas de las cuatrocientas treinta que formaban su colección), charreteras, libros, cartas y otros documentos, infinidad de fotografías, pinturas y esculturas de Carmen Romero y don Porfirio, una bandera del 1er Batallón de Línea del Imperio Mexicano, otra bandera del 2º batallón activo de Tehuantepec, la maleta de viaje que aun contenía sus medicinas, sus pomos de loción, frascos de yodo y otros frascos de medicinas en chochos, su brocha y navaja de rasurar y otros implementos, un secreter con las iniciales PD y otros muebles.

Don Eduardo le dijo a mi padre que querían donar todos estos bienes al estado de Morelos, pero que la única condición que pedían era que se hiciera un museo del general Porfirio Díaz.

Mi padre inmediatamente pensó en rescatar el Hotel Palacio, en la calle de Morrow, casa que había pertenecido a don Manuel Alarcón, para hacer en ese lugar un museo del porfiriato. Así que inmediatamente fue a ver a su amigo el entonces gobernador don Antonio Riva Palacio para presentarle el proyecto. Sin embargo, don Antonio no aceptó, pues le dijo que no podían poner un museo de don Porfirio Díaz en tierra zapatista, por lo que el proyecto no logró concretarse, perdiéndose la oportunidad de que el estado contara con otro atractivo turístico.

Las piezas que pude fotografiar, tocar con mis manos y ver con mis propios ojos fueron utilizadas para ilustrar los libros que Enrique Krauze y Fausto Zerón-Medina hicieron de don Porfirio Díaz, con la editorial Clío en 1993. Al parecer la colección continúa en manos de la familia de don Eduardo Rincón Gallardo y tengo entendido que actualmente se encuentran en la tierra del general Díaz, en Oaxaca.

Porfirio Díaz en el Castillo de Chapultepec. Ciudad de México. 1 enero 1900. Colección Archivo Casasola-SINAFO. No. Inventario 5013.

Lily Raigosa de Díaz, esposa de Porfirio. Ciudad de México. Ca. 1870. Colección Archivo Casasola-SINAFO. No. Inventario 25968.

Bibliografía:

  • Tello Díaz, Carlos. Exilio: Un retrato de familia. Editorial Cal y Arena. Primera edición 1993.
  • Tello Díaz, Carlos. Porfirio Díaz – Su vida y su tiempo – La Guerra 1830-1867. Conaculta – Debate Primera Edición, Agosto 2015.
  • Fallece último nieto de don Porfirio Díaz. Artículo de César Reyes Soto. El Universal, Ciudad de México | Jueves 07 de abril de 2011.

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