/ miércoles 17 de abril de 2019

¡Oh, Gran Tlatoani!

Carta de Doña Malinalli en la que habla de todas aquellas mujeres que no han sido tomadas en cuenta por otros

Esta carta debió haberse publicado la semana pasada pero sigo pensando lo sorprendente que me resulta que se retome, desde tu gran señorío, una parte de la historia del antiguo Anáhuac en el siglo XXI. Quién iba a decir que ahora tu solicitas a los actuales herederos de la antigua cultura europea, tan expansionista como los mismos Aztecas, que ofrezcan a esta Nación unas palabras de perdón tan anheladas para poder encontrar, finalmente, el sentido existencial de nuestros pueblos originarios que parece haberse perdido desde hace 500 años. Estoy segura que millones de mujeres están ávidas de que les ofrezcan a ellas, primeramente, una disculpa por parte de los Ministerios Públicos en estos tiempos modernos.

Pero es que para eso de la impunidad tenemos una pésima memoria. Cierto es que los que han escrito la Historia, con su propia pluma, la han llenado de contradicciones; vencedores y vencidos con sus simbologías diferenciadas han llenado sus propios espacios, pero, en cuanto a mi se refiere, tengo mi propia visión de las cosas.

No sé si en realidad importen mis comentarios , porque solo soy una mujer que nunca fui considerada, ni en lo político ni en lo privado; fui utilizada física y mentalmente en la máxima extensión de la palabra por los Chairos y los Fifís de mis tiempos (horribles adjetivos tan polarizantes) cuando se consideraba correcto hacer con las mujeres lo que se les daba la gana.

Atrás quedaron también esos días cuando se podían ver claramente los hermosos volcanes Popocatépetl e Iztaccihuatl y no habían esos horrendos espectaculares, ni las ciudades, ni en las carreteras que tanto afean los espacios y no permiten ver la naturaleza; son solamente parte de la contaminación ambiental y tal parece que todavía no se dan cuenta, mucho menos los del Verde. (perdón, me desvié del tema).

Desde luego que no hablaré del antiguo Imperio Azteca y su capacidad de imponer sus condiciones tributarias a otros pueblos a través de su sistema militar, eso lo sabemos ya de sobra; tampoco hablaré del sentimiento de hartazgo que generó esta imposición en los señoríos que habían sido sometidos, (por cierto, ustedes han regresado a la militarización como en otros tiempos? ¿verdad que no?) Si bien se necesita una mano dura y respetar las leyes existentes, es imperioso leer y releer los informes que llevaron a crear las “alertas de género” en los diferentes estados en donde cientos de mujeres han sido víctimas, también, del sistema militarizado.

Ustedes, hombres, han revisado la Historia hasta el cansancio y, sin embargo, se ha hablado muy poco o casi nada acerca de nosotras, las mujeres. De una manera, casi poética, se cuenta de lo mucho que significábamos para los valientes guerreros en aquellos gloriosos días cuando ofrendaban nuestros amorosos corazones a los dioses. Después, cuando nos vimos en la penosa necesidad de unirnos al nuevo sistema de creencias que nos impusieron los hombres que llegaron a nuestros territorios para “hacer las Américas” a base de penas y torturas, nos metieron entonces a los conventos. (me parece que así nació un síndrome que después llamaron Síndrome de Estocolmo). Desde luego que todo esto fue justificación de conveniencias masculinas; las mujeres creyeron que esos sistemas de sujeción eran lo correcto y así lo han replicado través de los siglos.

Sin embargo, hubieron mujeres decididas que lograron abrirse camino a través del conocimiento, muchas veces clandestino por que les fue negado desde antes de la época del árbol con las manzanitas (que por cierto nunca se ha comprobado si fueron peras o manzanas), erradicando lo que se consideraba “políticamente correcto”, (y conste que no estoy hablando de nada personal para que no se me juzgue como traidora de la Patria). Así fue naciendo el feminismo a través de los siglos; principalmente, bajo el cobijo de las mujeres “blancas” que, con cierta educación, habían probado el dulce y necesario sabor de libertad de pensamiento y fueron dejando la huellas en el camino que algunas de sus congéneres interpretaron y difundieron hasta llegar al año 2019.

Para no hablar de todas aquellas mujeres que se negaron a seguir los patrones tradicionales, (aunque a muchas les fue como en feria y otras si que se pasaron de la raya, aunque fueron las menos), en el año de 1989, la investigadora mexicana Marcela Lagarde encontró otra manera de llamar a este interés femenino, lo llamó: Sororidad. Un término que utilizó por primera vez Miguel de Unamuno en 1921 en la revista “Caras y Caretas” y en otros textos también. A Marcela Lagarde le gustó este termino proveniente del latín sor = hermana, que complementaba la visión excluyente de la palabra “fraternidad” ya que, sin habernos dado cuenta durante muchos siglos, fraternidad se refería, solamente, a la hermandad masculina. “Libertad, igualdad, fraternidad”.

Es decir, para Marcela la sororidad es una amistad entre mujeres diferentes y pares, cómplices que se proponen trabajar, crear y convencer, que se encuentran y se reconocen en el feminismo para vivir la vida con un sentido profundamente libertario en una dimensión ética, política y práctica del feminismo contemporáneo. Es una experiencia que conduce a la búsqueda de las relaciones positivas y la alianza existencial política, cuerpo a cuerpo, subjetividad a subjetividad con otras mujeres, para contribuir con acciones específicas a la eliminación social de todas las formas de opresión y al apoyo mutuo para lograr el poderío genérico de todas y el empoderamiento vital de la mujer. Este término fue finalmente aceptado por la RAE en el año 2018, lo cual nos dice que SI se puede cambiar la utilización del lenguaje para así vernos reflejadas. (Presidente si puede ser Presidenta).

Sin embargo, toda esa insensibilidad masculina milenaria llegó como una bofetada de hartazgo a esta generación moderna no condescendiente y las acreedoras al feminismo desarrollaron un nuevo método de denuncia, cansadas de la muy deficiente respuesta a sus peticiones. Así pues, se creó el movimiento #Me too en Estados Unidos y las mexicanas lo importaron para manifestarse, al abierto, a través de las redes sociales.

Lo único malo fue que no contemplaron que aquí, en el antiguo Anáhuac, las leyes no las apoyan de la misma manera como en aquel país, lo cual ha generado, en algunos de los muchos movimientos feministas, un desenfreno sin miramientos con una enorme sed de justicia que pareciera venganza, dispuestas a echar a la hoguera, en algunos casos, a quien se les ponga enfrente, reproduciendo así los excesos que quieren erradicar, precisamente. Ahí coincido con Mario Vargas Llosa: todos los excesos han sido terribles en la historia humana. Sin embargo, parecería que estos alzamientos son inevitables debido a la indiferencia legislativa que todavía impera en este país.

En el año 2017, en un informe realizado por las Naciones Unidas, que no es cualquier institución, lanzó una escalofriante alerta diciendo que el mayor peligro para las mujeres está en sus propios hogares, asesinadas por sus parejas o parientes cercanos. ¿Cómo ir, entonces, en contra de esta ira más que justificada por querer defender SUS VIDAS y sus derechos más básicos mientras siguen siendo asesinadas, ultrajadas y utilizadas (en el mayor de los casos ) como reproductoras de la especie a pesar de que ellas quieren regular su sexualidad y el número de hijos que están dispuestas a tener y no las dejan? Una de las muchas maneras de atender este tema sería hablando de “Las religiones y el origen de la violencia”. Ya hay muchos cursos filosóficos universitarios interesados en deconstruir el pensamiento del sistema patriarcal.

Por otro lado, no se entiende por qué siendo tú Juarista, te subes al pódium (casi púlpito) y lanzas frases evangelizadoras que el mismísimo Juárez nunca hubiera elaborado. Estos discursos que sabemos de sobra que son varoniles obligan a excluir toda visión femenina. De ahí que, gran parte de la sociedad viva en la confusión de este discurso y lo defiendan a capa y espada cuando lo que quieren, en realidad, es erradicar el sistema patriarcal. Son un país laico y deben luchar por que así continue. ¿Por qué no hablarles mejor de ecología? ¿por qué no les pide que dejen de ensuciar por donde caminan? Hay que enseñarles a que reciclen, que están en la cuenta regresiva antes que la naturaleza exprese toda su furia. Hay que obligar también a que las empresas se hagan cargo de sus desechos (empaques, envolturas, cables, baterías) Lo que no hagan ahora, será casi imposible revertirlo para las futuras generaciones. Eso si que sería más redituable.

#Me too, I have a dream; ya que ahora piensas abrir nuevos espacios radiofónicos para hablar de religiones, mejor abre espacios para que les hablen, a hombres y mujeres, acerca de leyes que los deberían de proteger; que les hablen de moral y ética a través de la filosofía, sin dogmas. Mejor busca la forma para que reciban esa educación pertinente que los nuevos tiempos exigen. Sería magnífico abrieras una gran brecha para que una mujer llegue al poder al próximo sexenio, porque sólo será un sexenio, ¿verdad?.

El pueblo sabio ha crecido desmesuradamente, son demasiados, y ha crecido no siempre en las mejores condiciones de educación y calidad de vidas, tú lo sabes. Es tiempo que las mujeres y hombres se hagan responsables de los hijos que decidan traer a este mundo. Son un país con una deshonrosa estadística de madres solteras y se sabe que muchas mujeres no ejercen lo que antes se llamaba “instinto maternal”, trayendo al mundo niñas y niños no deseados sin esperanzas de un futuro digno, porque para que un ser humano crezca, se necesita que una mujer esté de acuerdo. Hay miles de niños por las calles que atraviesan por situaciones horrendas de abusos físicos y psicológicos, de supervivencia y de muerte. Este es uno de los muchos factores de las sociedades violentas. Las instituciones de beneficencia no se dan abasto, y se sabe también de sobra lo que ha causado la pederastia en las instituciones religiosas.

¡Oh, gran señor! Tus mujeres están hasta el copete. Con estas pequeñas medidas cambiarías a tu pueblo y nunca más tendrían que hablar de equidad y género en tu reinado, ni de paz social, ni de inseguridad, ni de la contaminación. Todo está hoy trastocado. Es el momento de construir nuevos paradigmas que los unan, encontrar la forma de respetarse unos a los otros con todas sus diversidades y aprender a respetar, también, a todos los seres vivientes con los cuales no han aprendido a convivir. Queda poco tiempo.

Me canso, gansa.

Esta carta debió haberse publicado la semana pasada pero sigo pensando lo sorprendente que me resulta que se retome, desde tu gran señorío, una parte de la historia del antiguo Anáhuac en el siglo XXI. Quién iba a decir que ahora tu solicitas a los actuales herederos de la antigua cultura europea, tan expansionista como los mismos Aztecas, que ofrezcan a esta Nación unas palabras de perdón tan anheladas para poder encontrar, finalmente, el sentido existencial de nuestros pueblos originarios que parece haberse perdido desde hace 500 años. Estoy segura que millones de mujeres están ávidas de que les ofrezcan a ellas, primeramente, una disculpa por parte de los Ministerios Públicos en estos tiempos modernos.

Pero es que para eso de la impunidad tenemos una pésima memoria. Cierto es que los que han escrito la Historia, con su propia pluma, la han llenado de contradicciones; vencedores y vencidos con sus simbologías diferenciadas han llenado sus propios espacios, pero, en cuanto a mi se refiere, tengo mi propia visión de las cosas.

No sé si en realidad importen mis comentarios , porque solo soy una mujer que nunca fui considerada, ni en lo político ni en lo privado; fui utilizada física y mentalmente en la máxima extensión de la palabra por los Chairos y los Fifís de mis tiempos (horribles adjetivos tan polarizantes) cuando se consideraba correcto hacer con las mujeres lo que se les daba la gana.

Atrás quedaron también esos días cuando se podían ver claramente los hermosos volcanes Popocatépetl e Iztaccihuatl y no habían esos horrendos espectaculares, ni las ciudades, ni en las carreteras que tanto afean los espacios y no permiten ver la naturaleza; son solamente parte de la contaminación ambiental y tal parece que todavía no se dan cuenta, mucho menos los del Verde. (perdón, me desvié del tema).

Desde luego que no hablaré del antiguo Imperio Azteca y su capacidad de imponer sus condiciones tributarias a otros pueblos a través de su sistema militar, eso lo sabemos ya de sobra; tampoco hablaré del sentimiento de hartazgo que generó esta imposición en los señoríos que habían sido sometidos, (por cierto, ustedes han regresado a la militarización como en otros tiempos? ¿verdad que no?) Si bien se necesita una mano dura y respetar las leyes existentes, es imperioso leer y releer los informes que llevaron a crear las “alertas de género” en los diferentes estados en donde cientos de mujeres han sido víctimas, también, del sistema militarizado.

Ustedes, hombres, han revisado la Historia hasta el cansancio y, sin embargo, se ha hablado muy poco o casi nada acerca de nosotras, las mujeres. De una manera, casi poética, se cuenta de lo mucho que significábamos para los valientes guerreros en aquellos gloriosos días cuando ofrendaban nuestros amorosos corazones a los dioses. Después, cuando nos vimos en la penosa necesidad de unirnos al nuevo sistema de creencias que nos impusieron los hombres que llegaron a nuestros territorios para “hacer las Américas” a base de penas y torturas, nos metieron entonces a los conventos. (me parece que así nació un síndrome que después llamaron Síndrome de Estocolmo). Desde luego que todo esto fue justificación de conveniencias masculinas; las mujeres creyeron que esos sistemas de sujeción eran lo correcto y así lo han replicado través de los siglos.

Sin embargo, hubieron mujeres decididas que lograron abrirse camino a través del conocimiento, muchas veces clandestino por que les fue negado desde antes de la época del árbol con las manzanitas (que por cierto nunca se ha comprobado si fueron peras o manzanas), erradicando lo que se consideraba “políticamente correcto”, (y conste que no estoy hablando de nada personal para que no se me juzgue como traidora de la Patria). Así fue naciendo el feminismo a través de los siglos; principalmente, bajo el cobijo de las mujeres “blancas” que, con cierta educación, habían probado el dulce y necesario sabor de libertad de pensamiento y fueron dejando la huellas en el camino que algunas de sus congéneres interpretaron y difundieron hasta llegar al año 2019.

Para no hablar de todas aquellas mujeres que se negaron a seguir los patrones tradicionales, (aunque a muchas les fue como en feria y otras si que se pasaron de la raya, aunque fueron las menos), en el año de 1989, la investigadora mexicana Marcela Lagarde encontró otra manera de llamar a este interés femenino, lo llamó: Sororidad. Un término que utilizó por primera vez Miguel de Unamuno en 1921 en la revista “Caras y Caretas” y en otros textos también. A Marcela Lagarde le gustó este termino proveniente del latín sor = hermana, que complementaba la visión excluyente de la palabra “fraternidad” ya que, sin habernos dado cuenta durante muchos siglos, fraternidad se refería, solamente, a la hermandad masculina. “Libertad, igualdad, fraternidad”.

Es decir, para Marcela la sororidad es una amistad entre mujeres diferentes y pares, cómplices que se proponen trabajar, crear y convencer, que se encuentran y se reconocen en el feminismo para vivir la vida con un sentido profundamente libertario en una dimensión ética, política y práctica del feminismo contemporáneo. Es una experiencia que conduce a la búsqueda de las relaciones positivas y la alianza existencial política, cuerpo a cuerpo, subjetividad a subjetividad con otras mujeres, para contribuir con acciones específicas a la eliminación social de todas las formas de opresión y al apoyo mutuo para lograr el poderío genérico de todas y el empoderamiento vital de la mujer. Este término fue finalmente aceptado por la RAE en el año 2018, lo cual nos dice que SI se puede cambiar la utilización del lenguaje para así vernos reflejadas. (Presidente si puede ser Presidenta).

Sin embargo, toda esa insensibilidad masculina milenaria llegó como una bofetada de hartazgo a esta generación moderna no condescendiente y las acreedoras al feminismo desarrollaron un nuevo método de denuncia, cansadas de la muy deficiente respuesta a sus peticiones. Así pues, se creó el movimiento #Me too en Estados Unidos y las mexicanas lo importaron para manifestarse, al abierto, a través de las redes sociales.

Lo único malo fue que no contemplaron que aquí, en el antiguo Anáhuac, las leyes no las apoyan de la misma manera como en aquel país, lo cual ha generado, en algunos de los muchos movimientos feministas, un desenfreno sin miramientos con una enorme sed de justicia que pareciera venganza, dispuestas a echar a la hoguera, en algunos casos, a quien se les ponga enfrente, reproduciendo así los excesos que quieren erradicar, precisamente. Ahí coincido con Mario Vargas Llosa: todos los excesos han sido terribles en la historia humana. Sin embargo, parecería que estos alzamientos son inevitables debido a la indiferencia legislativa que todavía impera en este país.

En el año 2017, en un informe realizado por las Naciones Unidas, que no es cualquier institución, lanzó una escalofriante alerta diciendo que el mayor peligro para las mujeres está en sus propios hogares, asesinadas por sus parejas o parientes cercanos. ¿Cómo ir, entonces, en contra de esta ira más que justificada por querer defender SUS VIDAS y sus derechos más básicos mientras siguen siendo asesinadas, ultrajadas y utilizadas (en el mayor de los casos ) como reproductoras de la especie a pesar de que ellas quieren regular su sexualidad y el número de hijos que están dispuestas a tener y no las dejan? Una de las muchas maneras de atender este tema sería hablando de “Las religiones y el origen de la violencia”. Ya hay muchos cursos filosóficos universitarios interesados en deconstruir el pensamiento del sistema patriarcal.

Por otro lado, no se entiende por qué siendo tú Juarista, te subes al pódium (casi púlpito) y lanzas frases evangelizadoras que el mismísimo Juárez nunca hubiera elaborado. Estos discursos que sabemos de sobra que son varoniles obligan a excluir toda visión femenina. De ahí que, gran parte de la sociedad viva en la confusión de este discurso y lo defiendan a capa y espada cuando lo que quieren, en realidad, es erradicar el sistema patriarcal. Son un país laico y deben luchar por que así continue. ¿Por qué no hablarles mejor de ecología? ¿por qué no les pide que dejen de ensuciar por donde caminan? Hay que enseñarles a que reciclen, que están en la cuenta regresiva antes que la naturaleza exprese toda su furia. Hay que obligar también a que las empresas se hagan cargo de sus desechos (empaques, envolturas, cables, baterías) Lo que no hagan ahora, será casi imposible revertirlo para las futuras generaciones. Eso si que sería más redituable.

#Me too, I have a dream; ya que ahora piensas abrir nuevos espacios radiofónicos para hablar de religiones, mejor abre espacios para que les hablen, a hombres y mujeres, acerca de leyes que los deberían de proteger; que les hablen de moral y ética a través de la filosofía, sin dogmas. Mejor busca la forma para que reciban esa educación pertinente que los nuevos tiempos exigen. Sería magnífico abrieras una gran brecha para que una mujer llegue al poder al próximo sexenio, porque sólo será un sexenio, ¿verdad?.

El pueblo sabio ha crecido desmesuradamente, son demasiados, y ha crecido no siempre en las mejores condiciones de educación y calidad de vidas, tú lo sabes. Es tiempo que las mujeres y hombres se hagan responsables de los hijos que decidan traer a este mundo. Son un país con una deshonrosa estadística de madres solteras y se sabe que muchas mujeres no ejercen lo que antes se llamaba “instinto maternal”, trayendo al mundo niñas y niños no deseados sin esperanzas de un futuro digno, porque para que un ser humano crezca, se necesita que una mujer esté de acuerdo. Hay miles de niños por las calles que atraviesan por situaciones horrendas de abusos físicos y psicológicos, de supervivencia y de muerte. Este es uno de los muchos factores de las sociedades violentas. Las instituciones de beneficencia no se dan abasto, y se sabe también de sobra lo que ha causado la pederastia en las instituciones religiosas.

¡Oh, gran señor! Tus mujeres están hasta el copete. Con estas pequeñas medidas cambiarías a tu pueblo y nunca más tendrían que hablar de equidad y género en tu reinado, ni de paz social, ni de inseguridad, ni de la contaminación. Todo está hoy trastocado. Es el momento de construir nuevos paradigmas que los unan, encontrar la forma de respetarse unos a los otros con todas sus diversidades y aprender a respetar, también, a todos los seres vivientes con los cuales no han aprendido a convivir. Queda poco tiempo.

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