Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: ¡No te mueras, te amo tanto!
Pero el cadáver, ¡ay! siguiómuriendo
César Vallejo
Qué puede decir un poema en un momento en que parecemos ser tan solo un verso triste de la historia. De qué batalla habla Vallejo, de qué muerto, de qué hombre, de cuál muerte, de qué amor. La batalla puede ser cualquiera; puede ser la guerra, puede ser el hambre, el frío, la tristeza, puede ser el virus. El tema es, que la batalla está al final y que ha dejado muerto a un combatiente. La batalla implica una lucha entre dos fuerzas en la que una busca vencer a el opuesto, en la que uno pierde y uno gana. Así como la guerra mata al inerme, el hambre al hambriento, el frío al descobijado, la tristeza al herido y el virus al infecto.
El muerto combatiente ha luchado la batalla, y hacia él va un hombre. Quién es ese hombre que le grita que le ama, que no muera, que reprocha al cadáver por la fuerza que ha perdido, por dejarse llevar hacia la muerte; que intenta rescatarle y, sin embargo, nota al combatiente que no deja de morir. Puede ser acaso un salvavida, un amigo que corre a su acojida, un médico queriéndole evitar el trénsito a la muerte.
Pero no todas son historias de vencidos, de batallas que deben darse por perdidas, de muertes sin huída. Las batallas también son motivo de victorias. El hambriento mata al hambre, el protegido a la guerra, el arropado mata al frío, el alegre a la tristeza.
El muerto combatiente ha peleado en la batalla, no ha dejado de intentarlo, de insisitr a pesar de sufrir en el combate. El hombre que acude hacia su encuentro grita ‘te amo tanto’ conmovido; ha querido ayudarle a que no muera, ha intentado lidiar con toda afronta, sabe del amor que requiere el que ha luchado, de la fuerza que puede darle al combatiente.
“Entonces todos los hombres de la tierra le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado; incorporóse lentamente, abrazó al pimer hombre; echóse a andar… ¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!”