/ martes 29 de septiembre de 2020

Enfermedades del corazón, una pandemia permanente

Buscan promover la donación de órganos y tomar conciencia de estos padecimientos

Se trata del órgano vital para todo ser humano, sumamente sensible a las emociones, cuya función es bombear sangre a todo el cuerpo; para un mejor desempeño, requiere que la persona tenga vida saludable. No obstante su importancia, las estadísticas por afecciones ponen en alerta.

Y es que las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de muerte en México y en el mundo. Los infartos al miocardio y los accidentes cerebro vasculares cobran más de 17 millones de vidas al año, y se estima que esta cantidad ascenderá a 23.6 millones para el 2030, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

En nuestro país mueren más de 150 mil personas anualmente por problemas del corazón, particularmente de infarto agudo al miocardio. “Así que esta es una verdadera pandemia. La diferencia que tiene con la COVID-19 es que ésta se va a ir eventualmente, como todas las epidemias infecciosas, pero la de la arterioesclerosis y las enfermedades cardiovasculares, se queda”.

Así lo afirma el profesor de Posgrado, en la especialidad de cardiología, de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM, Enrique Gómez Álvarez, a propósito del Día Mundial del Corazón que se celebra el 29 de septiembre.

De acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), México es de los países que más avanzan en el mundo en enfermedades cardiovasculares, mientras que las naciones en desarrollo las mitigan gracias a los programas de detección, prevención y tratamiento oportuno, agrega el también jefe de la División de Cardiocirugía del Centro Médico Nacional 20 de Noviembre (CMN 20) del ISSSTE.

Los padecimientos afectan en mayor medida a las naciones de ingresos bajos y medios, toda vez que más del 80 por ciento de las defunciones son por esta causa e impactan casi por igual a hombres y mujeres, señala la OMS, la cual también prevé que para 2030 más de 23 millones de personas morirán por alguna enfermedad cardiovascular, principalmente por cardiopatías y accidentes cerebrovasculares.

Muchos de esos decesos podrían evitarse con una alimentación saludable que reduzca el consumo de sal, ejercicio físico y sin consumo de tabaco. Gómez Álvarez señala que en México hay una acumulación de los factores de riesgo como diabetes, obesidad, hipertensión arterial, sedentarismo y colesterol elevado. “Todas aumentan porque no hay prevención o es muy limitada”.

Para Gómez “somos una sociedad enferma, tenemos el menor promedio de sobrevida de la OCDE en hombres y mujeres, además de que tenemos una infraestructura sanitaria muy deficiente, con pocos hospitales y especialistas”.

Existen muchas enfermedades cardiacas, pero las más comunes son:

Ataque al corazón o infarto de miocardio, que se caracteriza por el estrechamiento de los vasos sanguíneos encargados de llevar sangre al corazón; las enfermedades cerebrovasculares, causadas por un sangrado intracerebral o por un coágulo de sangre depositado en el cerebro; e hipertensión, que es la presión arterial alta y uno de los mayores riesgos de padecer un infarto. Otros padecimientos comunes son la angina de pecho, un tipo de dolor en esta parte del cuerpo provocado por la reducción del flujo sanguíneo al corazón; la arritmia, que es una alteración del ritmo cardiaco; y la insuficiencia cardiaca, que sucede cuando no es capaz de bombear la sangre suficiente para cubrir las necesidades del organismo.

También es frecuente la arterioesclerosis, en la cual una placa de grasa, colesterol, calcio y otras sustancias de la sangre se acumula dentro de las arterias y limita el flujo de sangre rica en oxígeno. Ésta puede llevar a problemas graves como la enfermedad de las arterias coronarias, las cuales llevan la sangre al corazón y, cuando se bloquean, pueden producir angina de pecho o un ataque cardiaco.

“Si se juntan las enfermedades cardiovasculares con las cerebrovasculares, más de un tercio de la población mexicana moriremos de ellas”, alerta el especialista.

Además del cuidado personal, el cardiólogo reconoce una baja inversión del Estado en salud, pues en México suma el seis por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), mientras que en países desarrollados las cifras son dos dígitos. “En México gastamos poco en salud, y lo hacemos mal, porque el mayor gasto es en medicina curativa y no en preventiva”.

En México existen poco más de tres mil cardiólogos certificados, pero para una nación de nuestras dimensiones deberíamos tener al menos 12 mil, considera Enrique Gómez.

“Además de pocos estamos mal distribuidos: dos terceras partes están concentrados en las zonas metropolitanas de la Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey, donde hay densidades demográficas, mientras que faltan en las poblaciones pequeñas”, comenta.

Destaca que la UNAM realiza un esfuerzo extraordinario para que se cuente con generaciones de médicos. “Es la Universidad que forma más especialistas, particularmente cardiólogos, y subespecialistas en cardiología infantil, en cirugía cardiovascular y ecocardiografía, entre muchas otras. La Universidad Nacional es, sin duda, y con mucho, la que más produce especialistas del área cardiovascular”.

Sin embargo, opina, no depende todo de ella porque los lugares para hacer especialidades no son muchos. En el país hay pocos hospitales grandes y con alto nivel, como se requiere para los nuevos cardiólogos, quienes necesitan combinar ciencia con destrezas.

“El posgrado de cardiología de la Facultad de Medicina de la UNAM se forma en buena medida en los hospitales de alta especialidad, pero en la Facultad de Medicina se hacen exámenes periódicos y hay algunos simuladores de pacientes con los que ensayan en pregrado y posgrado”.

Respecto al esfuerzo mundial por tener un corazón artificial, explica que esta idea es de hace 50 años y se ensayan prototipos en países desarrollados, especialmente en Estados Unidos.

“Sin embargo, lo que existe hoy en día no son corazones artificiales, sino aparatos de asistencia ventricular. Son equipos que ayudan al corazón a tener una mejor eficiencia”, aclara.

En el Centro Médico Nacional 20 de Noviembre del ISSSTE se cuenta con equipos de asistencia ventricular importados que se utilizan especialmente como un paso intermedio para realizar un trasplante cardiaco, mientras que en el Instituto Nacional de Cardiología existe un modelo en desarrollo.

“Estos equipos ayudan a pacientes muy graves, con falla cardiaca importante, a tolerar mientras encontramos un donador, lo que no es sencillo, particularmente en México, donde no tenemos una cultura de donación importante”, subraya.

En suma, aduce que contar con un corazón artificial permanente no es algo que se vislumbre en el futuro inmediato.

Pero las expectativas son alentadoras en materia de trasplantes de corazón las cuales, destaca, funcionan muy bien en México: tan solo en el CMN 20 de Noviembre se realizan de ocho a diez al año. “Tenemos una buena sobrevida de hasta más de diez años y en general los pacientes pueden reintegrarse a una vida normal”.

El profesor de posgrado de la FM es contundente al reiterar que en este tema el problema son las donaciones porque son escasas. “Nos hace falta promover la donación de órganos”.

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Se trata del órgano vital para todo ser humano, sumamente sensible a las emociones, cuya función es bombear sangre a todo el cuerpo; para un mejor desempeño, requiere que la persona tenga vida saludable. No obstante su importancia, las estadísticas por afecciones ponen en alerta.

Y es que las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de muerte en México y en el mundo. Los infartos al miocardio y los accidentes cerebro vasculares cobran más de 17 millones de vidas al año, y se estima que esta cantidad ascenderá a 23.6 millones para el 2030, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

En nuestro país mueren más de 150 mil personas anualmente por problemas del corazón, particularmente de infarto agudo al miocardio. “Así que esta es una verdadera pandemia. La diferencia que tiene con la COVID-19 es que ésta se va a ir eventualmente, como todas las epidemias infecciosas, pero la de la arterioesclerosis y las enfermedades cardiovasculares, se queda”.

Así lo afirma el profesor de Posgrado, en la especialidad de cardiología, de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM, Enrique Gómez Álvarez, a propósito del Día Mundial del Corazón que se celebra el 29 de septiembre.

De acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), México es de los países que más avanzan en el mundo en enfermedades cardiovasculares, mientras que las naciones en desarrollo las mitigan gracias a los programas de detección, prevención y tratamiento oportuno, agrega el también jefe de la División de Cardiocirugía del Centro Médico Nacional 20 de Noviembre (CMN 20) del ISSSTE.

Los padecimientos afectan en mayor medida a las naciones de ingresos bajos y medios, toda vez que más del 80 por ciento de las defunciones son por esta causa e impactan casi por igual a hombres y mujeres, señala la OMS, la cual también prevé que para 2030 más de 23 millones de personas morirán por alguna enfermedad cardiovascular, principalmente por cardiopatías y accidentes cerebrovasculares.

Muchos de esos decesos podrían evitarse con una alimentación saludable que reduzca el consumo de sal, ejercicio físico y sin consumo de tabaco. Gómez Álvarez señala que en México hay una acumulación de los factores de riesgo como diabetes, obesidad, hipertensión arterial, sedentarismo y colesterol elevado. “Todas aumentan porque no hay prevención o es muy limitada”.

Para Gómez “somos una sociedad enferma, tenemos el menor promedio de sobrevida de la OCDE en hombres y mujeres, además de que tenemos una infraestructura sanitaria muy deficiente, con pocos hospitales y especialistas”.

Existen muchas enfermedades cardiacas, pero las más comunes son:

Ataque al corazón o infarto de miocardio, que se caracteriza por el estrechamiento de los vasos sanguíneos encargados de llevar sangre al corazón; las enfermedades cerebrovasculares, causadas por un sangrado intracerebral o por un coágulo de sangre depositado en el cerebro; e hipertensión, que es la presión arterial alta y uno de los mayores riesgos de padecer un infarto. Otros padecimientos comunes son la angina de pecho, un tipo de dolor en esta parte del cuerpo provocado por la reducción del flujo sanguíneo al corazón; la arritmia, que es una alteración del ritmo cardiaco; y la insuficiencia cardiaca, que sucede cuando no es capaz de bombear la sangre suficiente para cubrir las necesidades del organismo.

También es frecuente la arterioesclerosis, en la cual una placa de grasa, colesterol, calcio y otras sustancias de la sangre se acumula dentro de las arterias y limita el flujo de sangre rica en oxígeno. Ésta puede llevar a problemas graves como la enfermedad de las arterias coronarias, las cuales llevan la sangre al corazón y, cuando se bloquean, pueden producir angina de pecho o un ataque cardiaco.

“Si se juntan las enfermedades cardiovasculares con las cerebrovasculares, más de un tercio de la población mexicana moriremos de ellas”, alerta el especialista.

Además del cuidado personal, el cardiólogo reconoce una baja inversión del Estado en salud, pues en México suma el seis por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), mientras que en países desarrollados las cifras son dos dígitos. “En México gastamos poco en salud, y lo hacemos mal, porque el mayor gasto es en medicina curativa y no en preventiva”.

En México existen poco más de tres mil cardiólogos certificados, pero para una nación de nuestras dimensiones deberíamos tener al menos 12 mil, considera Enrique Gómez.

“Además de pocos estamos mal distribuidos: dos terceras partes están concentrados en las zonas metropolitanas de la Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey, donde hay densidades demográficas, mientras que faltan en las poblaciones pequeñas”, comenta.

Destaca que la UNAM realiza un esfuerzo extraordinario para que se cuente con generaciones de médicos. “Es la Universidad que forma más especialistas, particularmente cardiólogos, y subespecialistas en cardiología infantil, en cirugía cardiovascular y ecocardiografía, entre muchas otras. La Universidad Nacional es, sin duda, y con mucho, la que más produce especialistas del área cardiovascular”.

Sin embargo, opina, no depende todo de ella porque los lugares para hacer especialidades no son muchos. En el país hay pocos hospitales grandes y con alto nivel, como se requiere para los nuevos cardiólogos, quienes necesitan combinar ciencia con destrezas.

“El posgrado de cardiología de la Facultad de Medicina de la UNAM se forma en buena medida en los hospitales de alta especialidad, pero en la Facultad de Medicina se hacen exámenes periódicos y hay algunos simuladores de pacientes con los que ensayan en pregrado y posgrado”.

Respecto al esfuerzo mundial por tener un corazón artificial, explica que esta idea es de hace 50 años y se ensayan prototipos en países desarrollados, especialmente en Estados Unidos.

“Sin embargo, lo que existe hoy en día no son corazones artificiales, sino aparatos de asistencia ventricular. Son equipos que ayudan al corazón a tener una mejor eficiencia”, aclara.

En el Centro Médico Nacional 20 de Noviembre del ISSSTE se cuenta con equipos de asistencia ventricular importados que se utilizan especialmente como un paso intermedio para realizar un trasplante cardiaco, mientras que en el Instituto Nacional de Cardiología existe un modelo en desarrollo.

“Estos equipos ayudan a pacientes muy graves, con falla cardiaca importante, a tolerar mientras encontramos un donador, lo que no es sencillo, particularmente en México, donde no tenemos una cultura de donación importante”, subraya.

En suma, aduce que contar con un corazón artificial permanente no es algo que se vislumbre en el futuro inmediato.

Pero las expectativas son alentadoras en materia de trasplantes de corazón las cuales, destaca, funcionan muy bien en México: tan solo en el CMN 20 de Noviembre se realizan de ocho a diez al año. “Tenemos una buena sobrevida de hasta más de diez años y en general los pacientes pueden reintegrarse a una vida normal”.

El profesor de posgrado de la FM es contundente al reiterar que en este tema el problema son las donaciones porque son escasas. “Nos hace falta promover la donación de órganos”.

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